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Manuel Justo Gaggero: Un Viaje Hacia las Utopías Revolucionarias (LXV): de revolucionarios y reformistas

La presencia del Che, combatiendo en Bolivia, profundizó la fuerte polémica que desde el triunfo de la Revolución Cubana se daba en el seno de la izquierda, en nuestro Continente y en todo el Tercer Mundo.

Por otra parte la tensión y finalmente la ruptura, en ese año 1967, entre la Unión Soviética y la Republica Popular China determinó nuevos alineamientos.

Nosotros, que militábamos en el seno del peronismo reconociendo como dirigentes a Alicia Eguren y a John William Cooke, entendíamos que sólo mediante la lucha armada era posible disputar, realmente, el poder a las clases dominantes y al Imperio.

Pensábamos que la Revolución liberadora debía conducir a la construcción del socialismo, y que en la misma el rol hegemónico lo tenía la clase obrera en nuestro país, dada su conformación socio económica y que esta, en su gran mayoría, se identificaba con el Movimiento.

La izquierda tradicional hablaba de una revolución democrático-burguesa o agraria y antiimperialista, reconociéndole a una, a nuestro juicio inexistente “burguesía nacional”, un rol importante.

Pensaban que existían sectores “patrióticos” en el seno de las Fuerzas Armadas y los convocaban permanentemente, denostando a los que nos considerábamos “guevaristas”, ya que nos caracterizaban como “pequeños burgueses apresurados e infantiles”, recurriendo a un texto de Lenin titulado “El izquierdismo enfermedad infantil del comunismo”; que en nada se aplicaba a este momento particular que vivía el Tercer Mundo.

Trataban de reducir el planteo del Che, acusándolo de “militarista y foquista”, y claramente anunciaron que no prestarían ningún apoyo a este, pese a los compromisos que, algunos dirigentes de estos partidos comunistas, habían contraído en La Habana.

En esta posición se alineaban las formaciones mas fieles a Moscú, que había proclamado, desde que se iniciara el proceso de “desestalinización”, que se abría una etapa de “coexistencia pacífica” con los Estados Unidos, por lo que se negaba todo apoyo explícito a los movimientos que luchaban por su liberación.

Esta postura había sido criticada públicamente por el Che en su Mensaje a la Tricontinental, criticas que nuestro compatriota profundiza en su correspondencia desde el Congo con algunos dirigentes cubanos, entre los que estaba su segundo en el Ministerio de Industrias, Orlando Borrego.

Para nosotros, en cambio, para todos los que soñábamos con una América Latina libre, tenía un gran significado que el Che hubiera abandonado su cargo en el gobierno revolucionario cubano y jugara su vida en la selva boliviana.

Sin duda de que era una demostración más del compromiso de este con la consigna “uno, dos, tres o más Vietnam”.

En esa línea “antiguevarista” jugaba un rol central el viejo Partido Comunista Argentino, cuyo Secretario General Victorio Codovilla había impartido claras instrucciones a la militancia de no prestar ninguna colaboración a los grupos que se empezaban a organizar en el país para sumarse a la gesta iniciada por el Che.

John ya había tenido fuertes discusiones en la Asamblea de la Tricontinental realizada en La Habana con Alcira de la Peña, la delegada del PCA.

En dicho encuentro se había recibido con entusiasmo la postura, a la que adhiriera nuestro compañero, que la mejor forma de solidarizarse con los procesos revolucionarios en curso era impulsar la revolución en todos los países sometidos.

En esos primeros meses de aquél año tuvimos una reunión en Buenos Aires en el que participaron, entre otros, Gustavo Roca, el abogado cordobés que hiciera una brillante defensa de los compañeros del EJP, Luis Cerutti Costa, que estaba organizando el Instituto de Capacitación Obrera avalado por Agustín Tosco y Raymundo Ongaro y Casiana Ahumada, codirectora de la Revista “Cristianismo y Revolución, entre otros”.

En la misma tomamos conciencia de que carecíamos de información sobre lo que estaba sucediendo en Bolivia, o que esta era muy escasa.

Aparentemente las primeras acciones habían sido exitosas, pese a que los combatientes estaban realizando un reconocimiento del terreno, instalando depósitos de alimentos y municiones y armando las redes urbanas de apoyo.

Gustavo nos contó que Ernesto, como el llamaba al Comandante, su viejo compañero del Colegio Monserrat de Córdoba, lo había visitado cuando viajaba hacia Bolivia interesándose por el estado de la causa penal de los sobrevivientes de la guerrilla de Masetti.

Estaba totalmente caracterizado, irreconocible, y tenía un documento a nombre de Adolfo Mena González, de nacionalidad uruguaya, que se presentaba con documentación también falsa como observador de la Organización de Estados Americanos; de esa forma había eludido todos los puestos fronterizos.

¿Que hacer? ¿Cómo solidarizarnos con este puñado de revolucionarios que soñaban con una América libre y unida? Ese era un gran dilema, que, como veremos mas adelante, en nuestras próximas notas, no logramos develar.

Manuel Justo Gaggero es ex director del Diario “El Mundo” y de las revistas “Nuevo Hombre” y “Diciembre 20”.

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DAVID ALANDETE: El Partido Republicano enseña su rostro más radical

En las primarias fueron contrincantes. Pero los tres principales competidores contra John McCain por la nominación del Partido Republicano se unieron el miércoles en un duro ataque contra lo que bautizaron como “la prensa liberal”, contra la izquierda, contra Washington y contra el candidato demócrata a la presidencia de EE UU, Barack Obama.

Olvidados los tiempos del conservadurismo compasivo, Rudolph Giuliani, Mike Huckabee y Mitt Romney imprimieron un tono radical a la Convención de Saint Paul y acusaron al senador por Illinois de falta de firmeza ante el terrorismo islamista y de atesorar menos experiencia ejecutiva que cualquiera de los dos miembros de la candidatura republicana.

“Los demócratas han renunciado a ganar la guerra de Irak y han renunciado a América”, dijo el ex alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani. En una severa crítica al Partido Demócrata, dijo que en su Convención, en Denver, “raramente mencionaron los ataques del 11 de septiembre de 2001. Viven un estado de negación respecto a la mayor amenaza que vive nuestro país”.

El ex gobernador de Arkansas Mike Huckabee acusó a Obama de ser el candidato que pondrá a Estados Unidos “en riesgo en un mundo peligroso”. Mitt Romney, por su parte, aportó puntos del ideario neoconservador al asegurar que los republicanos son los únicos que creen “en la distinción entre el bien y el mal”, mientras Obama “duda y se doblega” ante el terrorismo.

Giuliani defendió a McCain como “un soldado de a pie en la revolución conservadora de Reagan”. De hecho, los tres ex candidatos le atribuyeron a McCain el rol de defensor del legado del célebre presidente republicano de los años ochenta. “El camino adecuado es el que lideró Ronald Reagan hace 30 años y que ahora recorrerán John McCain y Sarah Palin”, dijo Romney, que fue gobernador de Massachusetts entre 2003 y 2007.

En su intervención, este político mormón unió directamente la presidencia de George W. Bush a la candidatura de McCain. “Bush definió a los Estados que patrocinan el terrorismo como lo que son: un eje del mal”, afirmó, en una defensa de la tradición neoconservadora de los años más recientes del Partido Republicano. “El islamismo radical y violento es el demonio, y debemos vencerlo”.

“Queremos pasar de un Washington liberal a un Washington conservador”, dijo Romney, en tono desafiante. “Los liberales cambiarían la sociedad de las oportunidades por la dependencia de la caridad del Gobierno”, dijo, detallando a continuación un ideario económico netamente republicano: “El camino adecuado consiste en reducir el gasto del Gobierno, en bajar los impuestos, en exterminar las grandes regulaciones y los mandatos, detener las tasas a las empresas y enfrentarse al apetito de tiranosaurio de los sindicatos”.

Tanto Romney como Giuliani acusaron a los demócratas de la crisis energética que vive EE UU. Ambos defendieron la propuesta de McCain de abrir las costas estadounidenses a más perforaciones petrolíferas. “Es el Congreso liberal el que nos hace más dependientes de los tiranos de Oriente Próximo”, dijo el ex gobernador de Massachusetts.

Los discursos de los tres ex candidatos fueron, también, una defensa de la experiencia política de Sarah Palin y un encendido ataque personal contra Obama y su compañero de candidatura, Joe Biden. ” tiene ya más experiencia en un puesto ejecutivo que toda la candidatura demócrata”, dijo el ex alcalde de Nueva York. “Ha sido alcaldesa, y sabéis cómo me gusta este trabajo. Lo siento, Barack, si [el puesto de alcaldesa] no es lo suficientemente glamuroso”, dijo.

Los tres antiguos adversarios se sometieron obedientemente a la disciplina de partido en sus comparecencias. Sólo uno, el ex gobernador de Arkansas y ministro baptista Mike Huckabee, reconoció entre risas que, al principio, hubiera querido ser él quien leyera el discurso de aceptación de la candidatura el jueves por la noche. Pero el Huckabee del miércoles fue un ariete más en la táctica de acoso y derribo diseñada por el estratega electoral Steve Schmidt, amigo personal de Karl Rove y arquitecto de la campaña de McCain. “Sarah Palin obtuvo más votos como alcaldesa de Wasilla, Alaska, que Joe Biden en su candidatura a la presidencia”, dijo.

Fue Huckabee quien más se cebó con “los medios elitistas” por subrayar diversas polémicas en las que Palin se ha visto envuelta recientemente. La prensa, dijo, “ha hecho algo que parecía imposible de conseguir: unir al Partido Republicano y a todos los estadounidenses en apoyo del senador McCain y la gobernadora Palin”.

http://www.elpais.com/articulo/internacional/Partido/Republicano/ensena/rostro/radical/elpepuint/20080905elpepiint_3/Tes

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Apolinar Díaz-Callejas: Alvaro Uribe Vélez se lanza por el despeñadero que puede conducir a un golpe de Estado

La situación política de Colombia se agrava día a día. Ante las
opiniones de los dirigentes del Partido Liberal, que tiene por
conductor principal al ex-presidente Cesar Gaviria, y del Polo
Democrático, que aglutina diversos sectores de izquierda tradicional
colombiana, el Presidente Alvaro Uribe Vélez, en un autoreportaje
personal que utilizó hoy 25 de Agosto de 2008, el espacio del
noticiero del medio día, “Noticias Caracol”, en que calificó las
manifestaciones y procedimientos que circulaban en torno a la conducta
excepcional del Fiscal de Medellín Guillermo León Valencia Cossio,
hermano del nuevo Ministro del Interior y de Justicia Fabio Valencia
Cossio, que determinó su destitución.

Expresó Uribe Vélez su frustración porque fiscales de Medellín “se
hubieran dejado corromper”. Aprovechó para atacar a la Fiscal General
de la Nación: “¿Por qué razón no se tomaron determinaciones más
rápidas si la información se conocía desde hace dos años?”.

De ahí en adelante toda la declaración radial del presidente Uribe fue
contra supuesta colaboración o debilidad de los partidos políticos
democráticos de oposición, de la misma Corte Suprema de Justicia, de
la Corte Constitucional y de la Fiscalía General.

Esta acusación desató de inmediatito una tormenta en los medios
políticos colombianos y alarma sobre el propósito real que esconde la
actitud más agresiva del presidente Alvaro Uribe Vélez, al punto que
se iniciaron contactos telefónicos entre los diferentes sectores
políticos colombianos democráticos para afrontar el nuevo rumbo que
toma el propósito nunca realmente ocultado por el presidente Uribe
Vélez de una segunda reelección. Por el contrario, estos hechos
desataron de inmediato una gran alarma en los sectores políticos y
democráticos así como en los grupos sindicales, industriales y
comerciales.

Por primera vez se escucha la opinión común de las gentes que piensan
que todos estos hechos corresponden al propósito del Presidente Uribe
Vélez de forzar su reelección para un tercer período, aprovechando que
tiene el control de las mayorías en el Congreso de la República, que
según su propia opinión pueden votar leyes favorables a él antes de
que metan a la cárcel a los propios congresistas, como ya ha ocurrido
con varias decenas de ellos que están presos, por delitos de
corrupción política que se han desatado en Colombia a todo lo largo de
los dos períodos de gobierno del presidente Alvaro Uribe Vélez.

Además, antiguos parlamentarios que no han podido ser elegidos de
nuevo bajo el gobierno de Uribe Vélez, pese al apoyo que le han dado a
éste, se han puesto al frente de la campaña para recoger esas cinco
millones (5.000.000) de firmas que pidan al Congreso de la República
dominado por los amigos y electores del Presidente Uribe Vélez la
aprobación de otra reforma constitucional para autorizar la legalidad
de una segunda reelección que equivale a una “tercera elección”, como
hacía Porfirio Díaz en México durante su dictadura de 30 años,
adornada con falsas elecciones populares relativamente periódicas y
las propinas a sus electores con fondos públicos.

En Colombia seguiremos en la lucha por una nueva democracia
igualitaria, como nunca antes ha tenido. Colombia no estará ausente de
la lucha de la América Latina y del Caribe por alcanzar su soberanía
total y avanzar en su reestructuración económica y política nacional
que dé piso firme a la democracia social que todos deseamos.

* Argenpress

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Raúl Zibechi: Entre el golpismo y la democracia vigilada

Lo sucedido antes y lo que está sucediendo después del referendo revocatorio en Bolivia merece ser discutido y analizado por las izquierdas antisistémicasy los movimientos sociales latinoamericanos, ya que forma parte de las nuevas estrategias para sostener la dominación, implementadas por las elites los últimos siete años, luego del 11 de septiembre de 2001. No se trata de estrategias inéditas, sino del permanente perfeccionamiento de las que van ganando impulso desde la derrota imperial en Vietnam.

Como muestran Bolivia, Colombia y Venezuela, están emergiendo nuevas derechas autoritarias, que no rehuyen los golpes de Estado, pero que ahora asumen formas diferentes a los golpes militares clásicos. Ya no pretenden derribar presidentes con tanques en la calle ni bombardeos a los palacios de gobierno. Uno de los objetivos más destacados, en esta etapa, es obstaculizar la gobernabilidad democrática y popular, no importando si los gobiernos son apoyados por la población, si son sostenidos por mayorías y si actúan dentro de la ley. Pese a haber ganado más de diez elecciones, Hugo Chávez fue acusado reiteradas veces de dictador o de autoritario.

Para impedir la gobernabilidad en procesos de cambio social, las nuevas derechas han encontrado modos para promover una suerte de inestabilidad de masas mediante grandes movilizaciones populares impulsadas desde arriba, convocadas por los grandes medios monopolizados. Aquí el papel de los medios es importante, pero no factor decisivo. Mucho más importante es fomentar la intolerancia y los miedos de las clases medias, y de importantes sectores populares, hacia los diferentes (indios, pobres, otras lenguas y culturas). Insuflar miedo da buenos dividendos, de ahí que en todos los procesos mencionados la delincuencia y la violencia urbana se hayan disparado o ésa es la impresión dominante entre buena parte de la población.

En Colombia el elemento movilizador es el “terrorismo” de las FARC, pero en Argentina un padre de familia, cuyo hijo fue asesinado por delincuentes, Juan Carlos Blumberg, movilizó cientos de miles con la excusa de la inseguridad ciudadana, codo a codo con la ultraderecha, contra el gobierno de Néstor Kirchner. Las nuevas derechas, sean las autonomistas de Santa Cruz o las que defienden una televisora golpista en Caracas, tienen capacidad de movilización de masas, apelan a demandas “democráticas” y utilizan un lenguaje familiar a las izquierdas, pero para promover fines antidemocráticos y los intereses de las elites. A menudo meten en el mismo saco a las viejas derechas y a los dirigentes de los movimientos sociales y de izquierda, como hizo el prefecto golpista de Santa Cruz, Ruben Costas, quien la noche del referendo atacó por igual a Evo y a Jorge Quiroga, dirigente de Podemos: “Con la presencia del pueblo, derrotamos el oportunismo político que sin escrúpulos unió a la derecha conservadora y al masismo totalitario para destruir a esta patria emergente, alejada de los privilegios de la verdadera oligarquía que es el MAS”. Discursos como éste son desvaríos oportunistas, pero lo cierto es que las nuevas derechas enarbolan demandas sentidas por amplias franjas de la población.

Estos discursos y esas prácticas obedecen a dos nuevas orientaciones de las elites globales. La primera fue formulada por Robert M. Gates, secretario de Defensa de Estados Unidos, en su discurso en la Universidad Estatal de Kansas, titulado “La restauración de los instrumentos no militares del poder estadunidense” (Military Review, mayo-junio de 2008). Quien sirvió a siete presidentes como director de la CIA sostiene que su país puede mantener la hegemonía mundial a condición de “fortalecer nuestras capacidades de usar el poder ‘blando’ y establecer una mejor integración con el poder ‘duro’”.

Sacando conclusiones de la experiencia en Irak y Afganistán, Gates sostuvo que “el logro del éxito militar no es suficiente para vencer, sino el desarrollo económico, la construcción institucional y el imperio de la ley”. Para conseguirlo, se trata de “atraer civiles con experiencia en el agro, gobernabilidad y otros aspectos del desarrollo”, como una de las claves de las políticas de contrainsurgencia. La segunda cuestión, íntimamente ligada a ésta, es el apoyo material y en orientación a esas nuevas elites, como sucede en Bolivia.

Según denuncia del premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel, el embajador de Estados Unidos en La Paz, Philip S. Goldberg, es el gran articulador de la oposición, inspirada en su odio a los indios. En 2007, la agencia de cooperación USAID desembolsó 124 millones de dólares en ayudas a la “sociedad civil” boliviana, canalizados por los prefectos de los departamentos de la Media Luna autonomista, embanderada detrás del departamento de Santa Cruz. Una estrategia muy similar a la utilizada en Venezuela.

Para los estrategas actuales del imperio, la democracia se reduce a elecciones con resultados mínimamente creíbles. Ni la democracia ni los servicios sociales son derechos que tiene la población, sino formas de mejorar el control y asegurar la hegemonía.

A la era de los golpes de Estado le sucedieron los “golpes de mercado”, como el que obligó la renuncia del presidente argentino Raúl Alfonsín en 1989, o de Hernán Siles Suazo en Bolivia, en 1985, en medio de la hiperinflación promovida por “los mercados” para destituir gobiernos a los que consideraban poco fiables. Ahora se trata de destituir procesos más que presidentes, impedir cambios de fondo motorizados por bases sociales organizadas y que cuentan con masivo apoyo popular. Un golpe de Estado clásico sería contraproducente, toda vez que los sectores populares aprendieron a revertirlos, como sucedió en Venezuela en 2002. La estrategia del desgaste y la ingobernabilidad ocupa el primer lugar en la agenda.

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Hermann Bellinghausen: Marcos, el EZLN no busca “hegemonizar”

San Cristóbal de las Casas, Chis. 3 de agosto. El zapatismo “no es el único rebelde, ni el mejor”, ni busca crear “un movimiento que hegemonice toda la rebeldía en México”, sostuvo el subcomandante Marcos la noche del viernes al recibir en el caracol de La Garrucha a la Caravana Nacional e Internacional de solidaridad que recorre las comunidades zapatistas.

Acompañado por el teniente coronel Moisés y los comandantes Isaías y Masho, se pronunció por alcanzar “un encuentro de rebeldías, un intercambio de aprendizajes y una relación más directa, no mediática sino real, entre organizaciones”.

Ante caravaneros procedentes de diversos países, particularmente europeos, el jefe militar rebelde subrayó que “el cuento de una izquierda institucional” que llega al poder “está perfectamente claro para los españoles, con José Luis Rodríguez Zapatero o Felipe González”, o para los franceses, con “el barón” François Mitterand.

“En México no. Sigue habiendo esa expectativa: que es posible que la izquierda que padecemos ahora, si llega al poder, va a gobernar sin dejar de ser de izquierda”. Prácticamente todos los países del mundo dan cuenta de lo contrario, recalcó. “De gente de izquierda, no necesariamente radical, que en el momento en que llega al poder deja de serlo. Varían la velocidad, la profundidad, pero indefectiblemente se transforman. Eso es ‘el efecto estómago’ del poder: o te digiere o te hace mierda.”

En México, ante el acercamiento de la izquierda al poder, surgió “este proceso de digestión y defecación” sobre ella. “Perdónenme si rompo algún corazón, pero el centro no está en el centro, está pegado a la derecha”.

Recordó que un grupo de intelectuales, artistas, líderes sociales pedía a los zapatistas volver la historia a 1984, “cuando pensábamos que si un grupo, o una persona, llega al poder, transforma todo hacia abajo. Que depositáramos la confianza, el futuro, nuestra vida y nuestro proceso a un iluminado, a una persona, junto con una banda de 40 ladrones que es la izquierda en México”.

Expuso: “No es que nos sea antipático el presidente legítimo, sino simple y sencillamente no creemos en ese proceso. No creemos que alguien, ni siquiera tan guapo como el subcomandante Marcos, sea capaz de hacer esa transformación”.

El rompecabezas del poder y la pieza que no encaja

El zapatismo es incómodo, agregó. “Como si en el rompecabezas del poder llegara una pieza que no encaja, y hay que deshacerse de ella. De los movimientos que hay en México, uno de ellos (no el único), el zapatismo no permite conformarse, rendirse, claudicar, venderse”, mientras que en los movimientos de arriba “ésa es la lógica”. El “corrimiento a la derecha” de la izquierda que participa en el poder “se oculta diciendo que el EZLN se radicalizó, pero nuestro planteamiento sigue siendo el mismo: no buscamos la toma del poder, pensamos que las cosas se construyen desde abajo.

“El poder es un club exclusivo. La ‘sociedad del poder’ tiene reglas, y sólo se puede acceder a ella si se cumplen. Cualquiera que busque la justicia, la libertad, la democracia, el respeto a la diferencia, no tiene posibilidad de acceder ahí, a menos que claudique de esas ideas.”

En su primera aparición en público en lo que va del año, el vocero rebelde comentó: “Se dice, no sin razón, que en los últimos dos años el subcomandante Marcos trabajó, con empeño y éxito, en destruir la imagen mediática que se había construido en torno a él”.

También hizo mención de los “intermediarios”, dispuestos a viajar “con los gastos pagados a recibir aplausos y alguno que otro favor”. Admitió que la aparición de los “coyotes de la solidaridad” ocultó la existencia “de otros abajos”. Con la Sexta declaración de la selva Lacandona vino “la ruptura con este sector, y la búsqueda, en México y en el mundo, de otros que fueran como nosotros, pero diferentes”.

Marcos señaló que además de la posición que sostienen los zapatistas frente al poder, hay una característica “esencial”: la renuncia a hegemonizar y homogenizar la sociedad. “No pretendemos un México zapatista, ni un mundo zapatista. No pretendemos que todos se hagan indígenas. Nosotros queremos un lugar, aquí, el nuestro, que nos dejen en paz, que no nos mande nadie. Eso es la libertad: que nosotros decidamos lo que queremos hacer.”

Tras ofrecer a sus visitantes un “rápido recorrido” por la historia de EZLN, iniciada hace 25 años en la selva Lacandona, les habló de la “herencia moral y ética de los que nos fundaron. Tenemos una deuda moral con nuestros compañeros. No con ustedes, no con los intelectuales que se alejaron, no con los artistas, ni los escritores, ni los líderes sociales que ahora son antizapatistas”.

La deuda es “con aquellos que murieron luchando”, concluyó. “Queremos que llegue el día en que podamos decirles a nuestros muertos tres cosas nada más: no nos rendimos, no nos vendimos, no claudicamos.”

http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2008/08/04/marcos-el-ezln-no-busca-hegemonizar

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Immanuel Wallerstein: ¿Qué tan a la izquierda se ha movido América Latina?

Todo mundo parece concordar en que América Latina se ha movido hacia la izquierda en el periodo posterior al año 2000. ¿Pero qué significa esto?

Si uno mira las elecciones por toda América Latina, los partidos a la izquierda del centro han ganado en un gran número de países desde el año 2000 –las más notables son las de Brasil, Uruguay, Argentina, Chile, Ecuador, Venezuela, Nicaragua y más recientemente Paraguay. Hay por supuesto importantes diferencias entre las situaciones imperantes en estos países. Algunos de estos gobiernos parecen estar muy cerca del centro. Otros se expresan en un lenguaje más revolucionario. Y hay algunas excepciones –notablemente Colombia, Perú y México (aunque en México, el gobierno conservador ganó las últimas elecciones con más o menos el mismo grado de legitimidad que Bush al ganar las elecciones de 2000 en Estados Unidos). La cuestión real no es si América Latina se ha movido hacia la izquierda sino qué tan a la izquierda se ha movido.

Me parece que hay cuatro diferentes tipos de evidencia que uno podría invocar para decir que América Latina se ha movido a la izquierda. El primer tipo es que todos estos gobiernos, de una u otra manera han buscado distanciarse de Estados Unidos en un grado o en otro. En todos estos casos el gobierno de Bush habría preferido que ganaran sus oponentes electorales. En el pasado, Estados Unidos tendía a trabajar para lograr su remplazo, de hecho su derrocamiento. Pero la decadencia del poderío estadunidense en el sistema-mundo, y en particular la preocupación de Estados Unidos por las guerras que viene perdiendo en Medio Oriente, le han secado la energía política con la que previamente se movía decididamente en América Latina. Una evidencia de esto es el fallido golpe de Estado contra Chávez en 2002.

¿Cómo fue que estos gobiernos pusieron distancia entre ellos y Estados Unidos? Hay varias formas. En 2003, Estados Unidos fue incapaz de persuadir a los dos miembros latinoamericanos del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de que respaldaran la resolución que buscaba legitimar la invasión estadunidense a Irak. En la última elección para secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), perdió el candidato apoyado por Estados Unidos, lo cual nunca había ocurrido en la historia de la OEA. Y cuando el único amigo seguro de Estados Unidos en la América Latina de hoy, Colombia, se metió en un pleito grave con Venezuela y Ecuador, los otros Estados latinoamericanos se pusieron, de hecho, del lado de Ecuador y Venezuela. Ecuador se está rehusando ahora a renovar el acuerdo relativo a la base militar estadunidense localizada ahí.

El segundo tipo de evidencia de una tendencia hacia la izquierda es el agudo aumento en la importancia política y el poder de los movimientos indígenas por toda América Latina –sobre todo en México, Ecuador, Bolivia, y Centroamérica. Las poblaciones indígenas de todo el continente han sido los actores más oprimidos de la población y en gran medida se les ha mantenido al margen de las estructuras políticas. Pero ahora tenemos a un presidente indígena en Bolivia, que representa una revolución social genuina. La fuerza de estos movimientos en la zona andina y en las áreas mayas de México y Centroamérica ha sido un factor importante en su política, un factor que es perdurable.

El tercer tipo de evidencia ha sido la supervivencia, de hecho un resurgimiento, de la teología de la liberación. El Vaticano se movió para suprimir estos movimientos durante los últimos tres papados, con por lo menos el mismo vigor que Estados Unidos utilizara contra los gobiernos de izquierda en los cincuenta y sesenta. Los teólogos fueron silenciados y los obispos simpatizantes han sido remplazados cuidadosamente por unos que claramente no simpatizan. No obstante, los movimientos católicos inspirados en la teología de la liberación siguen floreciendo en Brasil. Los presidentes de Ecuador y Paraguay han emergido de esa tradición. Y los progresos de los grupos protestantes evangélicos en América Latina pueden estar moviendo al Vaticano y lo hacen más tolerante hacia los teólogos de la liberación, quienes al menos son católicos y que podrían ayudar a frenar esta pérdida de creyentes de la Iglesia.

Finalmente, Brasil ha logrado un éxito razonable en convertirse en el líder del bloque regional sudamericano. Esto puede no ser en sí mismo un movimiento hacia la izquierda. Pero en el contexto de un proceso mundial de multipolarización, el establecimiento de tales zonas regionales no sólo debilita el poder de Estados Unidos sino de todo el Norte en términos de las relaciones Norte-Sur. El liderazgo de Brasil entre los países del llamado G-20 ha sido un factor importante en destripar la posibilidad de que la Organización Mundial de Comercio implemente una agenda neoliberal.

Entonces, ¿qué suma todo esto? Ciertamente no una “revolución” en el sentido tradicional del término. Lo que significa es que el punto medio de la política latinoamericana, el locus del “centro”, se ha movido considerablemente a la izquierda de donde estaba hace apenas diez años. Esto debe ponerse en el contexto de un movimiento mundial. Este viraje hacia la izquierda está ocurriendo en Medio Oriente y en Asia Oriental también. De hecho, ocurre también en Estados Unidos. El impacto de la recesión económica, que probablemente pronto se vuelva aun más severa, sin duda empujará todavía más estas tendencias.

¿Habrá alguna reacción de las fuerzas de la derecha? Sin duda las habrá. En América Latina vemos el intento de las regiones más acaudaladas y más “blancas” por escindirse de Bolivia y salirse de por debajo de las poblaciones indígenas mayoritarias que finalmente lograron el poder en el gobierno central. Políticamente estamos ante tiempos frágiles, en América Latina y en otras partes. Pero en América Latina, la izquierda está en una posición mucho más fuerte para enfrentar estas batallas hoy que hace medio siglo.

Traducción: Ramón Vera Herrera

© Immanuel Wallerstein
* La Jornada
* http://www.jornada.unam.mx/2008/05/19/index.php?section=opinion&article=032a1mun

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Sergio Ramírez: El pecado de quemar la comida

Ginebra. Si algo visible divide a la izquierda latinoamericana en el poder es el asunto de los biocombustibles. Desde que el presidente Lula Da Silva proclamó a Brasil campeón de la producción de etanol extraído de la caña de azúcar para alimentar motores, no tardó en escucharse la voz de Fidel Castro, desde sus “Reflexiones del comandante en jefe” en el periódico Gramma, denunciando como criminal la política de convertir alimentos en carburantes.

El pique ideológico se inflama cuando aparece el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, echando combustible al fuego, con petróleo puro; y así se han creado dos tipos contradictorios de diplomacia en América Latina: la del etanol, encabezada por Lula, y la del petróleo, encabezada por Chávez.

Mientras la economía de Venezuela gira exclusivamente alrededor del petróleo, la de Brasil es mucho más compleja, y la política de diversificación de combustibles de Lula muestra resultados palpables: 45 por ciento del combustible para vehículos en Brasil es producido con base en caña de azúcar cultivada en apenas uno por ciento de la tierra arable del país. Pero el azúcar también es alimento, si no se toma en cuenta el ron.

Usar comida para alimentar vehículos es aceptar que sean “condenadas a muerte prematura por hambre y sed más de 3 mil millones de personas en el mundo”, dice Fidel Castro; y Lula, sin mencionar a su viejo amigo, responde que el problema de la humanidad no es la falta de alimentos, que los hay de sobra, sino que esos alimentos no llegan a los más pobres, con lo que dedicar tierras agrícolas a producir etanol no tiene nada que ver con el hambre.

Pero vean quién viene a dar la razón ahora a Fidel Castro: la muy conservadora revista Time, que dedica uno de sus últimos temas de portada a un extenso alegato en contra del uso de los alimentos como combustibles, con argumentos gemelos a los del líder cubano.

La energía limpia no es más que un mito, sentencia Time: al sustituir los combustibles fósiles por el etanol, lo que verdaderamente están haciendo es elevar los precios mundiales de los alimentos y empeorar el calentamiento global. En la medida en que los precios del maíz suban, los pobres del mundo comerán menos, y mientras más maíz se siembre para uso de motores, más bosques desaparecerán.

¿Ya habíamos leído eso antes? Claro, hace un año: “Pienso que reducir y además reciclar todos los motores que consumen electricidad y combustible es una necesidad elemental y urgente de toda la humanidad. La tragedia no consiste en reducir esos gastos de energía, sino en la idea de convertir los alimentos en combustible”, escribe Fidel Castro.

Time escribe que se privilegia a 800 millones de personas con automóviles sobre 800 millones de personas con hambre; y si hace cuatro años se calculaba, de acuerdo con científicos de la Universidad de Minnesota, que el número de hambrientos caería a 625 millones en el año 2025, ahora más bien se sabe que ese número crecerá a mil 200 millones, todo por efecto de los biocombustibles.

El maíz que se necesita para llenar una sola vez el tanque de un vehículo con etanol es suficiente para alimentar a una persona por un año. Y Robert B. Zoellick, presidente del Banco Mundial y anterior mano derecha de Condoleezza Rice, afirma: “mientras muchos están preocupados por llenar sus tanques de gasolina, muchos otros luchan en el mundo por llenarse el estómago”. Gasolina y comida cada vez más caras: la FAO informa que en los últimos nueve meses, el precio de los alimentos ha subido en el mundo 45 por ciento.

¿Y Fidel Castro? “Hoy se conoce con toda precisión que una tonelada de maíz sólo puede producir 413 litros de etanol como promedio, de acuerdo con densidades, lo que equivale a 109 galones. El precio promedio del maíz en los puertos de Estados Unidos se eleva a 167 dólares la tonelada. Se requieren, por tanto, 320 millones de toneladas de maíz para producir 35 mil millones de galones de etanol”.

Y está también el alegato de Time acerca del grave daño ecológico que causan los biocombustibles, a través de un vicioso círculo diabólico. A pesar de que Brasil no produce etanol con base en el maíz, los productores de Estados Unidos venden una quinta parte de sus cosechas a las fábricas de etanol, provocando que los productores de soya, atraídos por los precios, se pasen al maíz, con lo que la soya sube, y empuja a los agricultores brasileños a cultivarla a costa de los pastos, de modo que los ganaderos, expulsados por la soya, se tragan cada año miles de kilómetros cuadrados de selva.

Producir maíz y oleaginosas para combustibles resulta en un descalabro ecológico. ¿Según Time, o según Fidel Castro? Según Fidel Castro: “aplíquese esta receta a los países del tercer mundo y verán cuántas personas dejarán de consumir maíz entre las masas hambrientas de nuestro planeta. O algo peor: présteseles financiamiento a los países pobres para producir etanol del maíz o de cualquier otro tipo de alimento y no quedará un árbol para defender la humanidad del cambio climático”. Y Time agrega, aquiescente: “si se toma en cuenta el efecto de la deforestación, el etanol de maíz y el biodiesel de soya vienen a provocar el doble de las emisiones de carbono causadas por la gasolina”.

El próximo editorial de la revista Time, ya se ve, lo puede escribir Fidel Castro.

* La Jornada
* http://www.jornada.unam.mx/2008/05/16/index.php?section=opinion&article=025a1pol

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J. Enrique Olivera Arce: “Que se vayan todos”

Conforme pasan los días y nadie da su brazo a torcer, el PRD se asume ya como una triste caricatura de lo que llegó a ser y representar durante el proceso electoral del 2006. A unos días de cumplir 19 años, la percepción generalizada que ofrece a la ciudadanía es la de no tener ya nada que celebrar.

Habiendo perdido credibilidad y respeto, culmina su ciclo histórico como lo que es y ha sido siempre: un conglomerado de corrientes corporativas y patrimonialistas que responden a intereses personales concretos e irreconciliables de sus respectivos liderazgos. El factor de una presunta unidad, más que el interés por representar a la izquierda nacional, es y ha sido, la pugna personalista por el poder y las prebendas que de este derivan, como el reparto de cuotas en la designación de candidatos a puestos de elección popular, y la rebatinga en torno a los dineros públicos que como prerrogativas, la sociedad asigna a los partidos políticos.

Ni la izquierda mexicana, ni la sociedad, lo merece. El capital político electoral acumulado a lo largo de 18 años, incluida la opción mayoritariamente aceptada de dar la lucha en el seno de las instituciones republicanas, se tiró a la basura en los últimos dos meses.

Frente al suicidio anunciado del PRD, se festina el paso al bipartidismo de facto en la vida política nacional; se valida el modelo neoliberal de desarrollo para el país, e incluso se legitima el esfuerzo de la derecha, en su búsqueda de la regresión histórica de las conquistas populares. A la privatización de los recursos energéticos, habrá de sumarse la reforma laboral flexibilizando la relación obrero-patronal, y lo que sigue, para hacer de México un enclave más en la estrategia expansionista de las poderosas trasnacionales extranjeras. La izquierda, como lo afirma Calderón, fracasó y seguirá fracasando.

Lo anterior podría ser una lectura simplista y lineal de la crisis que a su interior y de cara a la sociedad, vive el PRD, en el marco de la crisis generalizada del sistema nacional de partidos políticos.

A la luz de la historia de la izquierda, sus paradigmas ideológicos, sus conquistas y derrotas, sus mártires, sus recurrentes crisis de crecimiento, el encumbramiento y claudicaciones de las dirigencias, la lectura podría ser diferente. Lo que hoy ofrece el partido del sol azteca, va más allá de las diferencias y confrontaciones entre personajes y grupos interesados en hacerse de la estructura partidista, y lo que ello representa en términos de rentabilidad política y económica. Va más allá, incluso de posicionamientos políticos e ideológicos controversiales respecto a la situación crítica que vive el país. Más allá de la ya de facto fractura entre el “lopezobradorismo” y los “chuchos”. Lo que se observa, es un claro divorcio entre dirigencia y una base militante impelida a asumirse hoy día como huérfano en casa ajena, pero de ninguna manera derrotada y si arropada por la izquierda social, auténtica y congruente con su pasado histórico.

La comunicación entre la dirigencia en todos los niveles de la ya frágil estructura del partido, y la militancia, parece estar perdida. No necesitamos ir muy lejos para confirmarlo, Veracruz es ejemplo de ello y pudimos observarlo durante el desfile del Primero de Mayo en Xalapa. El actual dirigente estatal, aislado y dormitando a la sombra de una carpa, en tanto la militancia, confundida con petistas, convergentes y ciudadanos sin partido, a pleno sol agitando banderas y pancartas con leyendas en defensa del petróleo.

En el momento de redactar este apunte, a unas horas de su congreso definitorio, la estructura formal del PRD busca y no busca una salida consensuada a la crisis. En lo único que hay consenso es en la necesaria refundación. Volver a mezclar agua y aceite en el mismo crisol; con los mismos personajes, bajo el mismo registro y bajo el mismo techo financiero que les cobija. De lograrlo, ya nada será igual. Como en el peronismo de la Argentina del diciembre de 2,001, la militancia harta de corrupción, simulación y manipulación, con el respaldo de la izquierda auténtica, no tardará en agitar la consigna en contra de sus actuales dirigentes: “Que se vayan todos”, pero de ninguna manera claudicará aceptando que todo está perdido.

pulsocritico@gmail.com

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Raúl Zibechi: Paraguay: el fin de la dictadura colorada

El resonante triunfo de Fernando Lugo y la derrota del Partido Colorado luego de 61 años en el poder llenan de satisfacción a toda la izquierda y a los movimientos sociales del continente. El partido de la dictadura de Alfredo Stroessner, de las desapariciones, la corrupción y la tortura, el partido del Plan Cóndor, sufrió una aplastante derrota, aunque controla resortes importantes del poder, como la administración pública y el parlamento.

En la derrota del Partido Colorado jugaron papel destacado los movimientos campesinos. Desde el fin de la dictadura, en 1989, han sido factor clave en la resistencia al monocultivo de soya, que expulsa a miles de campesinos del campo y del país. La respuesta del colorismo ante el desborde del aparato clientelar y de control por la movilización campesina fue militarizar las áreas rurales institucionalizando las guardias armadas de los terratenientes. Más de 2 mil campesinos procesados y decenas de asesinados es el saldo de estos casi 20 años de lucha campesina, en los que se han recuperado cientos de miles de hectáreas del latifundio.

Al candidato de la Alianza Patriótica para el Cambio –un frente que va de los liberales a los movimientos sociales– le tocará lidiar con una herencia maldita. En minoría en el parlamento, está forzado a tejer alianzas con los colorados o con el golpista Lino Oviedo. Una administración pública corrupta e ineficiente, donde los funcionarios han sido nombrados siempre a dedo por los caudillos colorados, estará dispuesta a boicotear cualquier intento de cambio. El Partido Colorado en la oposición, dirigido por el hasta ahora presidente Nicanor Duarte, buscará bloquear aun las más tímidas reformas y las medidas que busquen frenar la corrupción.

La capacidad de presión del agronegocio y de los ganaderos será otra dificultad mayor para el gobierno de Lugo. En pocos años Paraguay se ha convertido en gran exportador mundial de soya, cultivo que ya cubre más de 2 millones de hectáreas. Estos sectores, aliados a menudo con el contrabando y en ocasiones el narcotráfico, serán los grandes desestabilizadores, a juzgar por lo que viene sucediendo en Bolivia. El nombre del futuro ministro de Agricultura es una de las claves del nuevo gobierno, que todos esperan conocer en Asunción.

La heterogénea alianza que llevó a Lugo al gobierno tiene como socio mayoritario al Partido Liberal, que colocó en la vicepresidencia a Federico Franco. Aunque lleva décadas en la oposición, y muchos de sus militantes fueron perseguidos por la dictadura de Stroessner, los liberales son parte del sistema hegemónico en Paraguay. Difícilmente serán un aliado a la hora de introducir cambios de fondo, ligados como están a las tramas clientelares y a prácticas de corrupción similares a las de los colorados. Los medios anuncian que el futuro canciller será el liberal Marco Balmelli, un hombre con buenas relaciones con Washington, crítico del Mercosur y distante de Bolivia y Venezuela.

Además de las dificultades internas, el futuro gobierno de Lugo deberá renegociar los tratados de las represas de Itaipú (con Brasil) y Yacyretá (con Argentina), uno de los ejes de su campaña electoral. Una frase que suele escucharse a menudo en Asunción dice que “Brasil explota a Paraguay en Itaipú”. Ése fue uno de los grandes titulares del diario ABC Color el día del triunfo de Lugo. Para la derecha, es útil desviar la atención hacia el exterior como forma de dejar intactos los privilegios locales. Sin embargo, no les falta razón a los paraguayos, ni al propio Lugo, cuando demandan una urgente revisión de esos tratados.

La represa binacional de Itaipú tiene una potencia instalada de 8 mil 250 megavatios, de los cuales Paraguay consume 5 por ciento y debe exportar 95 por ciento a su vecino a precio de costo, según el tratado firmado por la dictadura de Stroessner en 1973. Itaipú abastece 20 por ciento de la energía que consume el industrializado Brasil. Paraguay recibe apenas 300 millones de dólares al año, muy por debajo del precio internacional y del costo de reposición de la energía vendida. Ricardo Canese, ingeniero especializado en energía, estima que los 53 mil GW que se venden anualmente a Brasil tienen un precio de mercado no inferior a 4 mil millones de dólares, algo así como dos tercios del producto interno bruto de Paraguay. Lugo no pretende llegar tan lejos, pero sostiene que su país debe recibir entre uno y medio y dos mil millones de dólares, o sea, entre cinco y siete veces el valor actual.

En un principio, Lula dijo que hay un acuerdo firmado y que no está dispuesto a revisarlo. Los paraguayos sostienen que el tratado fue firmado en la dictadura de Stroessner, envuelto en casos de corrupción, y que es hora de sentarse a discutir. Afortunadamente, el canciller brasileño Ceslo Amorim dijo: “vamos a continuar discutiendo con Paraguay cómo puede obtener una remuneración adecuada por su energía”. Y reconoció que un aumento del precio “sería lo justo” y que “Brasil no quiere ser visto como un país imperialista”. En la última reunión de gabinete, Lula admitió flexibilizar la posición de Brasil para aumentar el precio de la energía que compra a Paraguay.

La revisión de estos acuerdos no es tema menor. Recuperar la soberanía energética es, para Paraguay, lo mismo que la nacionalización de los hidrocarburos para Bolivia. Un sustancial aumento de los ingresos del paupérrimo Estado paraguayo sería un balón de oxígeno para afrontar reformas urgentes en la salud y la educación, además de la necesaria reforma agraria. Todo indica que superar tantas dificultades hace necesario que los movimientos sigan presionando para evitar que el gobierno de Lugo, quien tendrá la enorme responsabilidad de desmontar el sólido aparato clientelar colorado, quede atrapado por las alianzas que debió tejer para llegar al gobierno.

* La Jornada
* http://www.jornada.unam.mx/2008/04/25/index.php?section=opinion&article=024a1pol

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Carlos Monsiváis: De la burocracia como utopía

Sólo en un sentido la derecha en México (política, social, cultural) no miente: así quisiera, no podría ocultar su identidad, su catálogo de prohibiciones como estímulos incesantes, su odio a las libertades femeninas, su desprecio por las minorías (indígenas, miembros de otras religiones, gays, lesbianas), su autoritarismo, su intolerancia. Así la derecha política necesite de modelos ideológicos “más presentables” en épocas electorales, en el momento de las decisiones no vacila porque está al tanto: si deja sus intransigencias y prejuicios se despuebla, extravía su identidad.

La izquierda, en cambio, es un concepto y una realidad más huidizos, poblados de contradicciones y de alternativas multiplicadas a diario. Las corrientes ideológicas se entrecruzan, se oponen, se ignoran; los procesos electorales consumen las energías al punto de aplazar o, ya en forma, oscurecer las causas fundacionales, la primera de ellas la lucha contra la desigualdad. La izquierda cultural y la izquierda social mantienen en lo básico su congruencia, constituyen el gran público cultural, se informan de modo sistemático (la categoría de News Freaks, de adictos a la información, casi está diseñada para le gente de izquierda), siguen razonadamente las polémicas, participan en la defensa de los derechos humanos (una causa que a la derecha no le interesa o incluso le incomoda), tienen un criterio internacionalista que no se concentra en el Estado Vaticano. Sin embargo, a la izquierda política en última y primera instancia, y salvo las excepciones en las bases y en una parte mínima de la dirigencia, la definen las ambiciones burocráticas.

* * *

Tómese, por inevitable, el caso del Partido de la Revolución Democrática (PRD), cuyas elecciones recientes le interesan tanto al “Ballet Folclórico del Estado de Derecho” y a los coleccionistas de las últimas palabras, rigurosamente las últimas, de Andrés Manuel López Obrador. El PRD, el partido que aparece queriendo organizar el movimiento alrededor de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988 y 1989, atrae a los radicalizados por el neocardenismo y el gran fraude, a los náufragos del marxismo huérfano, a “las viudas de la Revolución” proletaria, a los nacionalistas revolucionarios, a los ex guerrilleros, a la burocracia del Partido Comunista, a los masones que sobrevivieron al priísmo, a los obreros, a los campesinos inconformes, a los jóvenes profesionistas (de la UNAM sobre todo, y de Economía y Ciencias Políticas en particular), a los organizadores de colonias populares, a los defensores de derechos humanos, a los ecologistas, a un puñado de gays y lesbianas.

* * *

También, y de manera inevitable, la emergencia del PRD atrae dirigentes (digo, es un decir) de grupitos tan desprestigiados como el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), al que su líder, Rafael Aguilar Talamantes, conduce a la devastación en tiempo brevísimo, o como los residuos de movimientos regionales. Estos burócratas, que lo son desde el principio, antes de adquirir responsabilidad alguna, no se inmutan si nadie los conoce, su “fama” (es otro decir) les vendrá de su matrimonio con el presídium. “¿Quién es el que está allí?/ Déjame ver”.

Muy pronto se aclaran las habilidades de los burócratas: su rechazo de la fatiga, (nadie como ellos para quedarse hasta el final de las reuniones y asambleas); su astucia al filtrarse entre las hendiduras de la vida partidaria (son extraordinarios en materia de ampliación de resquicios); su persistencia en las visitas a las regiones donde se hacen de clientelas, amigos, socios; su desdén por el debate ideológico, alguna vez se dijeron marxistas y luego, sin problema, se llaman a sí mismos “democráticos” (No sean autoritarios, no les pidan que definan algo). A fin de cuentas, y esto vale para todos salvo unos cuantos estudiosos, la doctrina marxista nunca cuajó por así decirlo en el país, se leían algunos libros, se dejaba de asistir a círculos de estados y, en rigor, nada más se tomaba en cuenta la experiencia de los viajes.

Allá van, a Cuba, Nicaragua, los países del socialismo real todavía en la década de 1980. Los viajes ideologizan, y por eso, en La Habana, un grupo de legisladores del PRD aplaude largamente al comandante Fidel Castro cuando éste, es un breve discurso de dos horas, alaba las ventajas del partido único y del control de los medios informativos. Cuba es una isla; México debería serlo.

* * *

Los burócratas del PRD no se oponen a las figuras fuertes, Cuauhtémoc Cárdenas primero y luego, inesperadamente, Andrés Manuel López Obrador. Se oficia la división de labores: a los líderes les toca darle visibilidad a la causa, a un sector de los funcionarios de partido les corresponde la atención a las clientelas y la burocracia de aguas profundas se encomienda a sí misma la repartición de los puestos, las senadurías, las diputaciones, las delegaciones del DF, las secretarías del PRD, en fin, la mayoría de los dieciséis mil empleos que el partido congrega y reparte. Estas atribuciones consumen el-tiempo-a-la-disposición y mientras —generalizo para no correr el riesgo de equivocarme— los burócratas no leen (revistas y periódicos sí), no asumen a fondo causa alguna, no examinan críticamente el régimen de Fidel Castro, no extraen lecciones del destino del socialismo real, no analizan la situación internacional (estar contra el delirio belicista de George Bush no es saberlo todo), carecen de cultura jurídica (no la del Talmud de la legislación que les importa, la del IFE en primer término).

¿Qué más? Bueno, adelgazan su ideología hasta que sólo consiste en grandes vocablos: Democracia, Negociación, Libertades, Socialdemocracia, Izquierda Moderna.

Lo de menos es si alguien los toma en serio o les cree. Esto deja de ocurrir tratándose de las causas, pero sí persiste en materia de fuerzas contundentes. Un término, El Aparato va explicándole todo: quien controla El Aparato se adueña de la agenda del PRD, aguarda el fin de las luchas electorales para encargarse de la repartición de lo que sólo muy parcialmente ayudó a conseguir y hostiliza a quienes pretenden liberar el partido, así sea en lo mínimo, del tributo a la burocracia, de la tarea de la distribución concentrada de lo que se tiene, poco o mucho, pero nada más de nosotros, los de la burocracia de aguas profundas.

* El Universal
* http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/40093.html

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