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Hermann Bellinghausen: Marcos, el EZLN no busca “hegemonizar”

San Cristóbal de las Casas, Chis. 3 de agosto. El zapatismo “no es el único rebelde, ni el mejor”, ni busca crear “un movimiento que hegemonice toda la rebeldía en México”, sostuvo el subcomandante Marcos la noche del viernes al recibir en el caracol de La Garrucha a la Caravana Nacional e Internacional de solidaridad que recorre las comunidades zapatistas.

Acompañado por el teniente coronel Moisés y los comandantes Isaías y Masho, se pronunció por alcanzar “un encuentro de rebeldías, un intercambio de aprendizajes y una relación más directa, no mediática sino real, entre organizaciones”.

Ante caravaneros procedentes de diversos países, particularmente europeos, el jefe militar rebelde subrayó que “el cuento de una izquierda institucional” que llega al poder “está perfectamente claro para los españoles, con José Luis Rodríguez Zapatero o Felipe González”, o para los franceses, con “el barón” François Mitterand.

“En México no. Sigue habiendo esa expectativa: que es posible que la izquierda que padecemos ahora, si llega al poder, va a gobernar sin dejar de ser de izquierda”. Prácticamente todos los países del mundo dan cuenta de lo contrario, recalcó. “De gente de izquierda, no necesariamente radical, que en el momento en que llega al poder deja de serlo. Varían la velocidad, la profundidad, pero indefectiblemente se transforman. Eso es ‘el efecto estómago’ del poder: o te digiere o te hace mierda.”

En México, ante el acercamiento de la izquierda al poder, surgió “este proceso de digestión y defecación” sobre ella. “Perdónenme si rompo algún corazón, pero el centro no está en el centro, está pegado a la derecha”.

Recordó que un grupo de intelectuales, artistas, líderes sociales pedía a los zapatistas volver la historia a 1984, “cuando pensábamos que si un grupo, o una persona, llega al poder, transforma todo hacia abajo. Que depositáramos la confianza, el futuro, nuestra vida y nuestro proceso a un iluminado, a una persona, junto con una banda de 40 ladrones que es la izquierda en México”.

Expuso: “No es que nos sea antipático el presidente legítimo, sino simple y sencillamente no creemos en ese proceso. No creemos que alguien, ni siquiera tan guapo como el subcomandante Marcos, sea capaz de hacer esa transformación”.

El rompecabezas del poder y la pieza que no encaja

El zapatismo es incómodo, agregó. “Como si en el rompecabezas del poder llegara una pieza que no encaja, y hay que deshacerse de ella. De los movimientos que hay en México, uno de ellos (no el único), el zapatismo no permite conformarse, rendirse, claudicar, venderse”, mientras que en los movimientos de arriba “ésa es la lógica”. El “corrimiento a la derecha” de la izquierda que participa en el poder “se oculta diciendo que el EZLN se radicalizó, pero nuestro planteamiento sigue siendo el mismo: no buscamos la toma del poder, pensamos que las cosas se construyen desde abajo.

“El poder es un club exclusivo. La ‘sociedad del poder’ tiene reglas, y sólo se puede acceder a ella si se cumplen. Cualquiera que busque la justicia, la libertad, la democracia, el respeto a la diferencia, no tiene posibilidad de acceder ahí, a menos que claudique de esas ideas.”

En su primera aparición en público en lo que va del año, el vocero rebelde comentó: “Se dice, no sin razón, que en los últimos dos años el subcomandante Marcos trabajó, con empeño y éxito, en destruir la imagen mediática que se había construido en torno a él”.

También hizo mención de los “intermediarios”, dispuestos a viajar “con los gastos pagados a recibir aplausos y alguno que otro favor”. Admitió que la aparición de los “coyotes de la solidaridad” ocultó la existencia “de otros abajos”. Con la Sexta declaración de la selva Lacandona vino “la ruptura con este sector, y la búsqueda, en México y en el mundo, de otros que fueran como nosotros, pero diferentes”.

Marcos señaló que además de la posición que sostienen los zapatistas frente al poder, hay una característica “esencial”: la renuncia a hegemonizar y homogenizar la sociedad. “No pretendemos un México zapatista, ni un mundo zapatista. No pretendemos que todos se hagan indígenas. Nosotros queremos un lugar, aquí, el nuestro, que nos dejen en paz, que no nos mande nadie. Eso es la libertad: que nosotros decidamos lo que queremos hacer.”

Tras ofrecer a sus visitantes un “rápido recorrido” por la historia de EZLN, iniciada hace 25 años en la selva Lacandona, les habló de la “herencia moral y ética de los que nos fundaron. Tenemos una deuda moral con nuestros compañeros. No con ustedes, no con los intelectuales que se alejaron, no con los artistas, ni los escritores, ni los líderes sociales que ahora son antizapatistas”.

La deuda es “con aquellos que murieron luchando”, concluyó. “Queremos que llegue el día en que podamos decirles a nuestros muertos tres cosas nada más: no nos rendimos, no nos vendimos, no claudicamos.”

http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2008/08/04/marcos-el-ezln-no-busca-hegemonizar

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MÁRIO SOARES: Regular la globalización

En los últimos meses, la prensa mundial -así como significativos economistas y empresarios occidentales- han empezado a expresar en artículos, entrevistas y libros su preocupación, cuando no su alarma, ante las múltiples crisis que están azotando el mundo y no sólo en Occidente. También en los llamados países emergentes.

Estas múltiples crisis tienen su epicentro en Estados Unidos, que si ha sido hasta ahora la superpotencia hegemónica del mundo, empieza a dar señales de poder perder tal condición: crisis financiera, con las perturbaciones bursátiles; monetaria, dada la inimaginable caída del dólar, moneda de referencia mundial que no deja de perder valor en relación con el euro y con el yuan; económica, que dio comienzo con la burbuja inmobiliaria y sus efectos en los créditos en los Estados Unidos (hipotecas subprime); crisis social, con el creciente desempleo, el aumento en vertical del coste de vida y el malestar de amplias capas de la población, que está extendiéndose a la Unión Europea; crisis energética, que afecta a todos los países, excepto a los grandes productores, con el petróleo rozando los 120 dólares por barril; crisis alimenticia, con la escasez y la subida repentina del precio de los alimentos esenciales (cereales, carne, leche, huevos, arroz, etcétera), que anuncia para los países más pobres una ola de hambre, incontrolable acaso; crisis de valores, con la desaparición de los principios éticos en las relaciones sociales y políticas; y, finalmente, crisis planetaria, con la destrucción de los equilibrios ecológicos básicos en la tierra y en los océanos, la disminución de la biodiversidad, la creciente desertificación, la deforestación y las alteraciones climática, provocadas por el agujero de ozono y por el efecto invernadero.

Todas estas crisis, cada una de por sí, son de una enorme gravedad. Como es sabido, algunas llevan anunciándose bastante tiempo. Pero es ahora cuando confluyen y se interrelacionan, con efectos desastrosos, llamando a la puerta de los países más desarrollados y ricos, empezando por los Estados Unidos. Da realmente la impresión de que el coloso americano está llegando al final de un ciclo y puede perder su antigua hegemonía, con todas las perversas consecuencias que de ello se derivarían.

Se ha dicho que los países emergentes podrían escapar a las crisis que se anuncian, y China especialmente, país del que algunos comentadores llegaron a pronosticar, dada su excepcional tasa de crecimiento, que se convertiría en la potencia dominante de mediados del siglo XXI. Yo no lo creo… Entre los llamados países emergentes, tal vez pueda ser uno de los más afectados, dado el volumen de su población y el rígido sistema comunista que, a nivel político, sigue siendo dominante. A pesar de que no se conoce bien lo que ocurre dentro de sus fronteras, se sabe que ha habido revueltas en las zonas rurales y que se da un malestar latente entre las élites culturales y científicas. Son señales ineludibles de la fragilidad del régimen… Veremos qué ocurrirá con los Juegos Olímpicos, que para algunos pueden recordar a los de Alemania en 1936…

La situación más grave, en cualquier caso, se localiza por ahora en Estados Unidos. Nadie duda, a estas alturas, de que la Administración Bush -y las guerras en Irak y en Afganistán con la desestabilización que han provocado en Oriente Medio y en el universo islámico- ha amplificado las crisis a las que se enfrenta, si es que no se halla en su origen. El descrédito de la política americana en el mundo y la pérdida de su antigua hegemonía, a todos los niveles excepto el militar, son indiscutibles.

Con todo, la era de Bush está llegando a su fin, sin gloria alguna, con el presidente sumido en el descrédito y la impotencia. El mundo está centrado ahora en las elecciones que tendrán lugar dentro de seis meses y que serán decisivas, no sólo para Occidente sino también para el mundo entero. ¡Se siente la falta de un nuevo Franklin Delano Roosevelt! Obama, el candidato que mejor comprende la necesidad de cambios, que, necesariamente, implican una ruptura con el sistema, a pesar de la simpatía que despertó en la opinión pública mundial y del dinamismo que desencadenó entre la juventud y los intelectuales, está siendo sometido a un terrible fuego de contención que proviene, curiosamente, de sectores contradictorios entre sí de la sociedad americana, a los que les cuesta comprender que únicamente una ruptura profunda con el statu quo puede salvarlos.

El neoliberalismo, por otra parte, ha entrado en quiebra. A semejanza con cuanto ocurrió en la antigua Unión Soviética, estalló corroído por sus propias contradicciones. Y la Unión Europea está empezando a sentir los efectos de la crisis múltiple que proviene de Estados Unidos, en plena situación de impasse político y estratégico, que la hace incapaz de reaccionar.

¿Cómo podrá la señora Merkel, europeísta convencida, impulsar la construcción europea, ante ese nefasto triángulo cuyos vértices son Brown, Sarkozy y Berlusconi? Sólo un movimiento generalizado de las opiniones públicas europeas puede presionar a los gobernantes europeos con el fin de imponer la regulación de la globalización y cierta racionalidad estratégica en la economía y en la política.

Hace 40 años, por estas fechas, vivimos la revuelta estudiantil y obrera de Mayo del 68, inesperada en sus perfiles, que hizo temblar a De Gaulle y supuso un gran impulso para la emancipación de las personas. La historia nos ofrece sobresaltos, así que estimulan el progreso. No perdamos la esperanza.

Mário Soares es ex presidente y ex primer ministro de Portugal. Traducción de Carlos Gumpert.

http://www.elpais.com/articulo/opinion/Regular/globalizacion/elpepuopi/20080520elpepiopi_5/Tes

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Manuel E. Yepe: La manipulación de los términos

La manipulación de los términos es uno de los métodos del modelo informativo estadounidense a que más sistemáticamente y con mayor efectividad recurre la propaganda corporativa para promover su hegemonía y dominación.

Se conoce que no más de diez megacorporaciones poseen y controlan los grandes medios de información de Estados Unidos, además del negocio del entretenimiento y la cultura de masas, que abarca el mundo editorial, el de la música, el cine, la producción y distribución de programas de televisión, salas de teatro, Internet y complejos recreativos tipo Disneyworld, no sólo en su país sino similarmente en buena parte de América Latina y el resto del mundo.

Este vasto emporio está bajo el control y es parte de la élite del poder que constituye el verdadero gobierno de los Estados Unidos.

Con tal volumen de medios propagandísticos al imperio le resulta factible imponer modas y maneras a la información y la publicidad, a escala global.

Vocablos como libertad, democracia, derechos humanos, y tantos otros son aplicados con deliberada reiteración hasta identificarlos con su ordenamiento político, económico y social, con fuerte carga de connotaciones laudatorias.

Sobre algunos de estos términos asumen la posición de árbitros y custodios, reservándose la facultad de calificar, respecto a ellos, a cualquier ordenamiento ajeno y así reprobar a los que difieran del modelo que conviene a su política exterior.

Mediante la insistencia mediática en el uso de los calificativos, acuñan términos peyorativos como tiranos, dictadores, terroristas y extremistas para aplicarlos contra dirigentes políticos inconvenientes, hostiles a la hegemonía estadounidense.

Tan alto es el grado de penetración que han llegado a lograr con su abrumadora propaganda mediante la imposición de términos acuñados al efecto, que no es extraño encontrar en cualquier país de América Latina a personas sencillas que digan con mucha convicción: Fidel Castro será un dictador, pero yo estoy de acuerdo con todo lo que él dice y hace. (Una tonada colombiana que se popularizó por todo el continente en los años 60 del pasado siglo dice: ‘si las cosas de Fidel son cosas de comunista, que me pongan en la lista, que estoy de acuerdo con él’).

Recuerdo que, antes de triunfar la revolución cubana en enero de 1959, era tanta la propaganda anticomunista inyectada en este país caribeño que en una publicación clandestina algún revolucionario escribió en cierta ocasión algo así como: ‘…Nos acusan de ser comunistas y no es verdad… comunistas son ellos, los batistianos y los yanquis’. Los medios habían dotado al término ‘comunismo’ de tal connotación de los peores epítetos que era innecesario reiterarlos.

El término democracia ha sido probablemente el más injuriado por su apócrifo uso a lo largo de la historia. En la Grecia antigua surgió como calificativo de un sistema de gobierno ejercido por el pueblo, pese a que el ordenamiento político que calificaba estaba diseñado para satisfacer los intereses de la clase dominante y era excluyente de una buena parte de los integrantes de aquella sociedad.

Pero jamás en la historia otro imperio había abusado de manera tan pertinaz de su uso para la inyección de valores aparentes a su autoestima nacional y para proyectarse desdeñosamente sobre las demás naciones, como el gobierno estadounidense actual.

Hay términos prácticamente excluidos del lenguaje mediático que manipula la gran prensa al referirse a las motivaciones de los movimientos populares. Sobresalen por su ausencia los que se identifican con aspiraciones nacionales como independencia, autodeterminación, patriotismo y soberanía, así como otros que reflejan aspiraciones sociales populares como lucha de clases, igualdad, revolución, rebeldía y muchas más.

En cambio, han retomado el término populismo, que se identificó en las ciencias sociales a mediados del pasado siglo como calificativo de las políticas ‘inflacionarias’, ‘irresponsables’ y ‘aventureras’ de los presidentes Getulio Vargas, de Brasil, y Juan Domingo Perón, de Argentina, argumentando que para lograr el apoyo popular de que disfrutaban incurrían en concesiones sociales incompatibles con las sutilezas de la economía y las finanzas.

Lo refieren ahora a gobernantes populares como el venezolano Hugo Chávez, el boliviano Evo Morales y el ecuatoriano Rafael Correa. Y lo insinúan puntualmente para calificar a los demás líderes independentistas, como para llamarles al orden cuando actúan en forma que amenaza intereses de los explotadores.

Cuando se habla de derechos humanos, limitan el término a los derechos civiles e ignoran los derechos sociales, tan humanos como aquellos: laborales, económicos, alimentarios, educativos, a la salud…

Desafían la lógica y la semántica cuando manipulan en sus lemas palabras de significado contradictorio con la orientación política de sus objetivos, como transición, cambio, y hasta revolución.

En Cuba, han pretendido desplegar una campaña usando el término cambio con un sentido contrarrevolucionario, obviando el hecho de que la revolución cubana ha sido y sigue siendo la fuente de inspiración de los cambios actuales en Latinoamérica.

También contra Cuba, definen como ‘disidentes’, ‘dirigentes de la oposición’, ‘periodistas o bibliotecarios independientes’, ‘activistas por los derechos humanos’ y otros similares a quienes reclutan y pagan en la isla para servir sus fines subversivos.

Un caso extremo de manipulación es el uso del término popular para designar al partido de la derecha española que tiene como dirigente ‘popular’ nada menos que al bochornoso instrumento de la superpotencia que es José María Aznar.

Se hace el juego al imperio cuando se le concede derecho de propiedad sobre ciertos términos de los que se ha apropiado o pretende apropiar para describir, identificar o nombrar eventos que no son exclusivos de su orden social como son sociedad civil, desarrollo humano y otros que los pueblos deben utilizar en beneficio propio.

La manipulación de los términos por la propaganda corporativa con el propósito de predisponer a los pueblos para el consumo de sus mensajes deformadores, no debe subestimarse.

* Argenpress
* http://www.argenpress.info/nota.asp?num=049705&Parte=0

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