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Umberto Mazzei: Notas para otro sistema económico y social

El mundo atraviesa un momento de grandes cambios. Los vencedores de la Segunda Guerra Mundial polarizaron el mundo entre la receta marxista-leninista y la receta liberal ricardiana. Ese dualismo se presentó como si no hubiese otras opciones, una especie de bipartidismo global. Ambos sistemas fracasaron. Es hora de estudiar otras escuelas del pensamiento económico y político, para dar un nuevo rumbo.

La versión socialista de la Unión Soviética comenzó a ir mal cuando el gobierno de Leonid Brezhnev (1968-1982) aumento el presupuesto de las industrias militares a expensas del resto de la economía y del bienestar social. Luego asumió una guerra de Afganistán que no podía ganar. El adversario estaba equipado, entrenado y financiado por Estados Unidos, que estaba fuera de alcance, a menos de incurrir en una guerra atómica. Muerto Brezhev, vino Mihail Gorvachev, un iluso, sino otra cosa, que entregó a sus aliados sin garantías, se abrió al neo-liberalismo y Rusia vendió a precio vil las empresas del Estado a testaferros de Wall Street.

En Inglaterra y Estados Unidos, la política la dirigen los intereses financieros desde fines del siglo XVIII y la función de Banco Central las ejercen bancos privados. En Gran Bretaña el Bank of England la ejerce desde 1844 (Bank Charter Act). En Washington un grupo de grandes bancos privados, llamado Reserva Federal, usurpó esa función a la Secretaría del Tesoro, en 1913. En ambos la política económica la dictan los llamados “Lobbies” y descuella la industria de armamento, que la orienta hacía el aumento incesante del gasto militar. Ambos sectores quitan recursos al resto de la economía real para mantener dos mundos fantásticos: el de fabulosas fortunas virtuales y el de amenazas imaginarias.

En la post-guerra, la presencia del marxismo-leninismo como ideología en el poder hizo elevar los salarios e institucionalizar la protección social de los trabajadores, principalmente en Europa, donde la Unión Soviética estaba cerca y había poderosos partidos comunistas. Esa amenaza potencial orientó la política del Estado hacia la conciliación de intereses laborales y empresariales. La desaparición del bloque soviético desencadeno la codicia. En Gran Bretaña y Estados Unidos eso produjo alucinaciones que llevaron al despeñadero socio económico. El cuento de que la libertad total a la codicia personal lleva a la prosperidad colectiva, es falso.

La economía real se erosionó y está en vida artificial desde 2008. Es un caso de esquizofrenia: la gente de bienes y servicios reales (99%) vive una recesión, pero los dueños (1%) de las empresas en finanzas y defensa reciben jugosos bonos y dividendos. Sucede que con deuda pública se dio dinero a los bancos (“quantitative easing”) para re-inflar las bolsas de valores y el pago se cargó a los contribuyentes. Eso pudo haber sido un nuevo comienzo si las prácticas y políticas hubiesen cambiado, pero siguen igual y conducen inexorables a la crisis terminal.

Aún no hay conciencia pública de que vivimos un fallo masivo del sistema económico y político impuesto por Wall Street y la City de Londres, con su victoria de 1945. Los síntomas del colapso sin embargo son claros y el más grave es el laboral, porque los salarios mantienen el consumo. En Estados Unidos el desempleo oficial es un 8%, pero sus estadísticas esconden muchos datos (1) y el desempleo real anda en 18%, y creciendo. En Gran Bretaña la cifra oficial es 8,4%, pero excluye a 3 millones sub-empleados, con pocas horas semanales y a 4 millones del llamado “precariat”: gente en auto empleo casual, que pudiera definirse auto-desempleada. (2)

Desde 2008, el rescate de los bancos costó a Estados Unidos más de 19 billones (3) – cifra superior en un tercio de su PIB – que se usaron en nuevas apuestas del sector financiero y no para movilizar la economía. Los hogares perdieron $1,1 billón de su valor, más otros billones perdidos en inversiones y fondos de pensión. Ahora, familias que fueron de la clase media toman sopas en las cocinas de caridad. Estos inocentes pagan los riesgos absurdos en que incurrió la codicia de los banqueros y del complejo militar-industrial.

La ética socio-económica

La responsabilidad social de la economía es un asunto ético que ya separaba a Adam Smith de David Ricardo. Smith habla de un “lucro excesivo”, contrario al interés social y parasitario; Ricardo lo ve como meta económica y es el enfoque del neo-liberalismo de Milton Friedman; es lo que enseñan en los Business Schools como Economía. Es un asunto ético. Gregory Bateson ( Mind and Nature) ya dijo que “ La ética de lo optimo y la ética de lo máximo son dos éticas totalmente distintas”. La ética de lo óptimo enfatiza la calidad y se expresa con la satisfacción. La ética de lo máximo es adictiva y tiene una sola regla: más es mejor.

Los excesos son siempre tóxicos y es lo que mata la economía norteamericana y el sistema económico vigente. “La maximización de una sola variable -nos dice Bateson- típicamente termina en patología”. Una economía sana mantiene equilibrio en la prosperidad de los distintos sectores; cuando se favorece el crecimiento sólo de un par de ellos, hay una situación parasitaria. Es el caso del sector financiero y de la industria de armamento que piden por un lado austeridad económico-social y por otro crean dispendiosas guerras innecesarias.

En su agonía el sistema desmantela la economía del Estado de bienestar europeo. La banca europea pide más fondos para mantener el valor de sus malas apuestas e impone su gente en los gobiernos. Se eliminan puestos de trabajo, se precarizan el empleo y se privatiza servicios públicos. Como dice Boaventura de Sousa en su Historia de la Austeridad: “El objetivo es volver a la política de clase pura y dura, o sea, al siglo XIX”, a la del liberalismo ricardiano, a la Inglaterra descrita por Charles Dickens.

Hay otras doctrinas

En el siglo XIX prevaleció un enfoque de la economía como ciencia cuyo objetivo primario no son las ganancias del trabajo, sino las del capital invertido… y aún, sólo el de algunos. Pero también hubo quienes pensaron en las ganancias de los trabajadores y esas ideas fueron aplicadas -tímidamente- en la Europa anterior al colapso de la Unión Soviética. Ahora se les trata de ignorar y hoy sus obras son difíciles de encontrar en las bibliotecas universitarias. Su falta es que miran la prosperidad nacional como un objetivo superior a la ganancia individual; un criterio objetable para las empresas apátridas que financian centros académicos y cuya visión económica se enfoca a las ganancias trimestrales.

El primero fue el ginebrino Jean Charles de Sismondi, que publicó “Nuevos Principios de Economía Política” en 1818. Allí acuño el término proletario – que luego usó Marx- para designar a quien con su prole garantiza la mano de obra. Criticó a Ricardo y señaló que las ganancias a expensas de salarios es una política miope, porque se necesitan buenos salarios para que se consume la producción; fue también el primero en pedir la intervención del Estado para evitar los abusos capitalistas y en hablar de lucha de clases. (4)

Sismondi predijo la crisis que aqueja hoy a Estados Unidos y otros países, gracias a gobiernos cómplices. Habló de la sobreproducción que lleva al imperialismo y a exprimir el consumo con deuda sobre salarios futuros. Ahora se llama “Economía de la Oferta” y es Economía de la Deuda. Sismondi culpó la sobreproducción del distanciamiento entre valor útil del bien y su valor de cambio, que impulsa el consumo a crédito que crea una deuda esclavizante. Algo que sucedía en Inglaterra y Estados Unidos desde la primera mitad del siglo XIX. En esa época era deuda en la tienda del empleador, ahora son tarjetas de crédito. Esa tragedia se describe en la novela futurista “The Iron Heel”(1906), de Jack London.

Desde entonces los excesos congénitos y visibles del capitalismo y el papel del Estado para corregirlos han inspirado propuestas concretas, que se puede clasificar en dos tesis básicas.

El grupo de Karl Marx y sus seguidores, considera al capitalismo irredimible e inmerso en un proceso dialéctico fatal que lo lleva a su propia destrucción violenta. Lo remplaza una sociedad sin propiedad individual.

Creo que Marx y sus seguidores son utópicos cuando basan su tesis violenta en la solidaridad proletaria. La solidad es precaria entre gente que lucha por sobrevivir y más si se les niega la aspiración a la seguridad de tener hogar propio. La solidaridad de clase existe, pero entre los muy ricos. A pesar de eso, el marxismo es válido como método de estudio socio-económico y tiene aportes básicos para una propuesta que remplace al ricardismo puro o neoliberalismo.

El otro grupo piensa que el capitalismo es utilizable en beneficio de la sociedad con políticas de control; además de Sismondi, descuellan Friederich List, Werner Sombart, Max Weber, Wilfredo Pareto, John Maynard Keynes y en reversa Deng Xiaoping, en China.

Creemos que este segundo grupo es más realista y coincide con un postulado de la ciencia política, mencionado antes por Sismondi, Iturbide, Sarmiento y otros: En cosas de Estado los saltos son efímeros. Se progresa por evolución, como en la naturaleza, y las instituciones que perduran reflejan las circunstancias, la cultura y las ideas de sus ciudadanos.

Este grupo de autores también fue influyente. List, impulsó la industrialización de Alemania; John Maynard Keynes desarrollo la función económica del salario; Weber y Pareto orientan aún la economía social. Sombart (5) acuñó el término capitalismo (Marx no lo usa) y el concepto de la destrucción creativa, que usó su alumno Joseph Schumpeter. Su trabajo más célebre no existe en inglés porque la Universidad de Princeton, tiene el derecho exclusivo (6) y no lo hace.

Hay otros autores importantes que podemos estudiar: Vasili Leontief, Nicolai Kondratieff, Joseph Schumpeter, Jon Elster, John Roemer y la venezolana Carlota Pérez cuyo libro “Las Revoluciones Tecnológicas y el Capital Financiero” (7) cubre 250 años de historia y muestra que los cambios y las revoluciones técnicas tienen una notable regularidad y obligan al rediseño institucional social y político. Vivimos uno de esos momentos.

Notas:
1) No se cuentan los desempleados que dejan recibir su seguro de deséemelo aunque sigan sin trabajo. Se cuentan como empleados a los desocupados que trabajan algunas pocas horas semanales a destajo. Hay unos 50 millones en Estados Unidos que viven bajo el nivel calificado de pobreza. Morris Berman, Why America Failed.
2) The Guardian, John Philipott: We need employment statistics that confront political spin. 16 January 2013.
3) Es el término internacional y español; los anglosajones les dicen trillions.
4) Economie politique (1815), Nouveaux principes d’économie politique (1819).
5) El Capitalismo Moderno (Der Moderne Kapitalismus, 1902 y su última versión en 1927.
6) Fuente: fr.wikipedia.org/wiki/Werner Sombart

 

Publicado en: Argenpress
Link original: http://www.argenpress.info/2013/02/notas-para-otro-sistema-economico-y.html

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Juan Diego García: Contrarrevolución

Las clases dominantes poseen su manual práctico para realizar la contrarrevolución. Sus cinco componentes son: una base social que es necesario activar, el control de los principales resortes de la economía, el manejo casi monopólico de los medios de comunicación de masas, el apoyo de las fuerzas armadas y el concurso del capitalismo metropolitano más conocido como “comunidad internacional”.

La base social de la contrarrevolución ya no se limita a los exiguos porcentajes de quienes poseen el gran capital. A diferencia de antaño en las sociedades rurales caracterizadas por la polarización extrema entre una pequeñísima oligarquía y el inmenso universo del pueblo, en la actualidad el desarrollo urbano y la modernización permiten el surgimiento de unas capas de pequeña burguesía más o menos amplias. Por ideología e intereses compartidos se convierten en la base social de las fuerzas que se oponen a los gobiernos nacionalistas y populares, y con mayor razón si se intenta desmantelar el capitalismo. A pesar de ser minoritarios resultan suficientes para dar cuerpo a proyectos contrarrevolucionarios; aunque no van más allá del 20% o 30% de la población consiguen arrastrar en sus aventuras a los sectores menos concientes de la población pobre. El debilitamiento sistemático de las fuerzas populares (dispersas, amedrentadas, atemorizadas, divididas) les permite compensar su condición de minorías y ganar elecciones, bloquear gobiernos, precipitar el caos social y culminar con la derrota del gobierno progresista.

Son entonces un colchón muy útil, un apoyo social clave compuesto por pequeños y medianos empresarios, sectores religiosos tradicionalistas, tenderos, profesionales, universitarios (sobre todo de universidades privadas) y un componente mafioso que juega el rol de fuerza de choque para hacer el trabajo sucio del sabotaje, el atentado, el desorden callejero, la difusión de rumores, la asonada, etc. En todas estas actividades es usual encontrar a delincuentes habituales, grupos de ultraderecha, lumpen y sectores socialmente descompuestos.

Por supuesto, el mecanismo principal de la contrarrevolución sigue siendo el control decisivo de la economía nacional. Las elites dominantes controlan lo fundamental de la producción, la comercialización y sobre todo las finanzas. Ello les permite decidir sobre la dinámica productiva y ejercer un sabotaje muy efectivo que se traduce pronto en escasez, desabastecimiento, inflación galopante, evasión de capitales y otros fenómenos que golpean sobre todo a las bases sociales del gobierno progresista. Las políticas neoliberales que debilitan en extremo al Estado tienen como uno de sus ejes asegurar una escasa o nula presencia del gobierno en la economía no solo limitando sus facultades para dirigirla sino privatizando las empresas públicas mediante las cuales el Estado puede jugar un papel clave en la política económica. No es por azar que los gobiernos reformistas del nacionalismo y del populismo se esfuercen con tanta tenacidad en recuperar el control de los recursos naturales del país, nacionalizar las empresas en los sectores estratégicos y reivindicar la dirección de la economía. Sin este mecanismo fundamental se hace patente que tener el gobierno no es lo mismo que tener el poder, que no basta tener razón ni el apoyo claro de las mayorías mientras el control de la riqueza continúe en manos de los grupos dominantes minoritarios.

Una de las formas más efectivas de este poder real es el dominio privado, casi monopólico, de cadenas de televisión, radios, periódicos y revistas, así como el control efectivo del púlpito de variadas iglesias, “tanques de pensamiento”, fundaciones y ONGs multimillonarias que ejercen un papel decisivo en la formación de la opinión pública. Manipulan, mienten, tergiversan y utilizan el conocido sistema nazi de convertir en verdad una mentira a fuerza de repetirla. La creación en los Estados Unidos de una opinión mayoritaria de apoyo a la agresión contra Irak, en base a mentiras y manipulaciones lo demuestra de manera fehaciente. Con ello se desmintió su supuesta objetividad y profesionalidad y se hizo añicos la alegada libertad de prensa y acceso democrático a la información. La razón es obvia: solo con capitales inmensos es posible crear un medio moderno de comunicación (a excepción quizás de páginas en Internet); solo defendiendo los intereses del gran capital es posible mantener esos medios en circulación. Los escasos medios independientes (contados con los dedos de la mano) son la excepción que confirma la regla.

La derecha cuenta también con el apoyo de las fuerzas armadas, por lo general muy conservadoras y afectas por múltiples vínculos a los grupos dominantes. A pesar de estar constituidas mayoritariamente por personas provenientes de los sectores populares la estructura extremadamente jerárquica y la ideología de defensa del orden que les caracteriza así como la formación reaccionaria que reciben (en muchas ocasiones directamente a cargo de misiones extranjeras que les convierten en verdaderas extensiones de las fuerzas armadas imperialistas) explican que solo excepcionalmente se colocan del lado de los sectores populares. Lo usual es que se conviertan en el último recurso de las elites en su empeño de derribo de los gobiernos populares y nacionalistas. Entonces se producen los golpes de Estado con sus consecuencias de cierre total de la democracia formal, represión masiva, políticas altamente impopulares y sobre todo entrega a las empresas transnacionales del control de los mercados y de los recursos naturales.

Por último, la fórmula del golpe de Estado se completa con el apoyo masivo del capitalismo metropolitano. La llamada “comunidad internacional” se moviliza entonces contra el gobierno nacionalista que afecta sus intereses; una movilización que incluye el acoso económico, el masivo ataque a través de los medios de comunicación bajo el control absoluto de las grandes multinacionales, la intervención directa de sus agentes diplomáticos alentando a la oposición y financiando el sabotaje y la activa labor de ONGs y fundaciones sostenidas directamente por los gobiernos metropolitanos y apadrinadas generosamente por poderosos conglomerados económicos. Y cuando todo esto no es suficiente queda el recurso postrero de la invasión en defensa de la “democracia y el libre mercado”. Cuando ocurren los golpes de Estado es seguro que detrás de los golpistas se encuentran las embajadas de la “comunidad internacional”, las famosas “misiones militares” y los agentes extranjeros que coadyuvan, planifican y alientan la empresa subversiva.

Por supuesto, la estrategia golpista no siempre funciona. Si quienes dirigen el proceso de reformas socioeconómicas y defensa de la soberanía nacional organizan adecuadamente sus bases sociales, la contrarrevolución se verá ahogada por la inmensa marea humana de las mayorías. El fortalecimiento de la economía pública y de la función económica del gobierno así como la recuperación de los recursos naturales son armas útiles contra el sabotaje económico de la derecha. El trabajo de información y educación populares, el contacto directo con la población, la labor de formación política y organización de las clases trabajadoras y del pobrerío en general (tan importante en estos países) consigue neutralizar la manipulación mediática (Venezuela, Ecuador y Bolivia son buenos ejemplos de una lucha exitosa contra los medios), si es que antes los hechos mismos no se encargan de echar por tierra la intoxicación de la ciudadanía, como ha ocurrido en Estados Unidos respecto a la guerra de Irak. Las fuerzas armadas, solo excepcionalmente se neutralizan ante un gobierno de progreso pero pueden resultar sensibles al discurso nacionalista –al menos en sus bases y entre cierta oficialidad- de manera que es factible realizar reformas de calado que cambien la correlación militar de fuerzas. Por supuesto, las fuerzas populares pueden organizar sus propias milicias como garantía, pues sin el respaldo de la fuerza hasta la causa más legítima se convierte en fantasía. La amenaza externa también puede derrotarse si internamente las cosas se hacen bien y al mismo tiempo se consigue el apoyo de la población trabajadora de los países metropolitanos.

Fuente: Argenpress

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Alejandro Teitelbaum: Abrumador rechazo popular a la Europa del gran capital

En las elecciones para el Parlamento Europeo del 7 de junio se ha registrado la tasa de abstención más elevada desde 1979. Desde esa fecha, en que la abstención fue del 40%, ésta no ha cesado de aumentar hasta alcanzar el 7 de junio casi el 60% como media europea. Desde el 80% en Eslovaquia y el 73% en Polonia y en Rumania hasta una baja tasa de abstención en los países donde el voto es obligatorio, pasando por el 60% en Francia y el 58% en Alemania.

La clase política europea pretende ignorar este claro mensaje de los pueblos que no quieren una Unión Europea tal como existe actualmente.

Ha sido, sin duda alguna, un claro rechazo a la Europa ultraliberal al servicio del gran capital, encarnada en las instituciones y en la práctica de la Unión Europea.

I. Las instituciones de la Unión Europea

Las tres instituciones principales de la Unión Europea son el Consejo de la Unión Europea, la Comisión y el Parlamento. Los miembros de este último son elegidos por el voto directo de los ciudadanos de los Estados Miembros.

1.El Consejo de la Unión Europea (antes Consejo de Ministros) está constituído por los primeros ministros o Jefes de Gobierno de los Estados Miembros de la Unión Europea. Sólo en algunas ocasiones participan en las reuniones los primeros ministros o jefes de Gobierno, pues a sus reuniones periódicas asiste el ministro correspondiente de cada uno de los gobiernos según sea el tema a tratar (en temas de agricultura, asistirán los ministros de agricultura, etc).

El Consejo toma sus decisiones, según establezcan los Tratados, por unanimidad, por mayoría cualificada : se asigna a cada Estado miembro un número de votos (voto ponderado), que es la forma en la que se toman las decisiones más importantes, y por mayoría simple para las decisiones de procedimiento.

2. El Parlamento, elegido por el voto directo de los ciudadanos, no tiene sin embargo el poder de iniciativa en materia legislativa, que corresponde en lo esencial a la Comisión Europea.

3. La Comisión Europea es algo así como el Poder ejecutivo de la Unión Europea, aunque también con amplias facultades legislativas (directrices, reglamentos y decisiones) espacio en el que tiene la iniciativa en las cuestiones fundamentales.

El Consejo de la Unión Europea designa, por mayoría calificada, al Presidente de la Comisión Europea y dicha designación se somete a la aprobación del Parlamento Europeo. El Presidente designado de la Comisión nombra, en consulta con el Consejo de Ministros , a los 27 Comisarios que componen la Comisión (uno por cada Estado Miembro). El conjunto de los miembros de la Comisión recibe la aprobación del Parlamento por mayoría simple, tras una serie de comparecencias de cada comisario ante las diferentes comisiones parlamentarias competentes. Al final de este proceso el Consejo de Ministros nombra a la Comisión en su conjunto, por mayoría calificada.

La función principal de la Comisión consiste en proponer y poner en práctica las políticas de la Unión Europea, vigilar la aplicación de los tratados europeos y tiene el quasi monopolio del derecho de iniciativa en el llamado « primer pilar » de la Unión Europea, que son sobre todo los temas económicos básicos, lo que le permite pesar en las decisiones del Parlamento y del Consejo de Ministros. Incluso el artículo 250 del Tratado Constitutivo de la Unión Europea requiere un voto unánime para que el Consejo de Ministros modifique una propuesta de la Comisión.

Pero, como pequeña compensación, el Parlamento y el Consejo de Ministros pueden pedir a la Comisión que adopte normas en alguna materia.

En los llamados segundo y tercer pilar la Comisión comparte el derecho de iniciativa con el Consejo de Ministros.

Existe el procedimiento de codecisión (Comisión, Consejo y Parlamento) pero en los hechos quien orienta la política de la Unión Europea es la Comisión, por razones institucionales y también porque las tendencias neoliberales y privatizadoras son compartidas por los Gobiernos conservadores, socialistas y de coalición conservadores-socialistas de los países de la Unión Europea, que entre ambos tienen el control total de las instituciones europeas.

Prueba de ello es que desde que se introdujo el procedimiento de codecisión en 1995, el Parlamento rechazó hasta 2004 dos proyectos sobre 420. Los 418 restantes se aprobaron en primera o en segunda lectura o después de un procedimiento de conciliación.

Así es como la política de la Unión Europea es consecuentemente ultraliberal y al servicio del gran capital y su ejecutante es la Comisión Europea.

El Proyecto de Tratado Constitucional europeo, destinado a dar jerarquía constitucional a la política neoliberal dominante en Europa, fue preparado por una asamblea de personas cooptadas y el texto definitivo del proyecto fue aprobado por los jefes de Estado y de Gobierno. No hubo participación de los ciudadanos, salvo en los países donde se decidió someter el texto a referendo, para su rechazo o aprobación. Para su entrada en vigor el proyecto requería la aprobación unánime de los Estados miembros. Pero en los referendos celebrados en Francia y Holanda fue rechazado por la mayoría de los votantes, de modo que el proyecto quedó archivado.

El Proyecto no proporcionaba respuesta alguna a los problemas sociales que se plantean actualmente en Europa : al amparo de la « libre circulación de mercancías, servicios, industrias, personas y capitales » la formación de enclaves industriales modernos en los países pobres del Este de Europa con salarios entre 5 y 10 veces inferiores a los de los países ricos del Oeste, la persistencia de una alta tasa de desocupación en esos mismos países y, como contrapartida, la caída de los salarios, el deterioro de los derechos laborales y el aumento de la jornada de trabajo y de la desocupación en los países más desarrollados del continente europeo.

Si hubiera entrado en vigor, para su ulterior reforma hubiera necesitado el acuerdo unánime de todos los Estados miembros, de modo que su enfoque neoliberal y antisocial hubiera resultado prácticamente inmodificable.

Después del rechazo del proyecto de Constitución Europea se elaboró un nuevo texto que firmaron los Gobiernos europeos en Lisboa el 13 de diciembre de 2007.

Para evitar los tropiezos sufridos por el Proyecto de Constitución en los países donde hubo referendos, esta vez todos los Gobiernos evitaron la consulta popular y el Tratado de Lisboa fue aprobado en todos los países por vía parlamentaria, salvo en Irlanda donde se sometió a referendo (porque asi lo dispone la Constitución) y fue rechazado.

La entrada en vigor del Tratado (que requiere la aprobación unánime de los Estados Miembros) estaba prevista para el primero de enero de 2009, pero debió postergarse a causa del rechazo de Irlanda, que, en principio, convocará a un nuevo referendo, previsto para el segundo semestre de 2009.

Salvo algunos cambios institucionales positivos (aumento de algunas prerrogativas, más bien formales, del Parlamento Europeo, resguardo en algunos aspectos de las facultades soberanas de los Estados nacionales), el Tratado de Lisboa no modifica la orientación prevaleciente de la normatividad europea vigente (Tratado instituyendo la Comunidad Europea, Roma 1957 y Tratado de la Unión Europea, Maastrich, 1993) y de la práctica de las instituciones europeas, poco democráticas y al servicio del gran capital.

II. La Unión Europea en la práctica.

1. Privatización de los servicios públicos.

Con sus directivas, la Comisión Europea, que trabaja en equipo con la Mesa Redonda de los Industriales Europeos – ERT (las transnacionales Volvo, Olivetti, Siemens, Unilever y otras), ha impulsado la privatización de las industrias más dinámicas y rentables, como las telecomunicaciones y las comunicaciones electrónicas y de numerosos servicios públicos, como el gas, la electricidad y el correo (privatizaciones ratificadas por el Parlamento Europeo).

La ideología subyacente de estas políticas está explicada en un documento de la Comisión Europea: “la participación activa de las industrias de servicios en las negociaciones es crucial para permitirnos alinear nuestros objetivos de negociación con las prioridades de las empresas. El AGCS (Acuerdo general sobre el comercio de servicios -OMC) no es solamente un acuerdo entre gobiernos. Es ante todo un instrumento en beneficio del mundo de los negocios”.

Con esta concepción se han privatizado la mayor parte de los servicios de provisión de agua potable y de saneamiento y están en la línea de mira la salud y la educación.

Más allá del círculo relativamente estrecho de la Mesa Redonda de los Industriales Europeos, las grandes empresas transnacionales europeas, agrupadas en la UNICE -Unión de las Confederaciones Industriales y de Empleadores de Europa- controlan estrechamente a la Comisión europea y los 39 miembros de la organización patronal mantienen representaciones permanentes en Bruselas y un verdadero ejército de « lobbystas » para influir sobre las decisiones de la Comisión. Veamos qué dice la UNICE de sí misma :

La UNICE es la voz del mundo de los negocios ante las instituciones de la Unión Europea. Sus 39 miembros son las organizaciones industriales multisectoriales y las organizaciones de empleadores de 31 países europeos y representa más de 16 millones de empresas, sobre todo pequeñas y medianas. La UNICE es también un interlocutor en el diálogo social europeo a nivel de la Unión Europea. La tarea principal de la UNICE es informar e influenciar los procesos de decisión en la Unión Europea, a fin de que las políticas y las propuestas legislativas con un efecto sobre la actividad económica en Europa tengan en cuenta las necesidades de las empresas. La primera prioridad de la UNICE es promover la competencia en el medio económico y la inversión a escala europea , el único camino para alcanzar un desarrollo más elevado y un empleo duradero. El mundo de los negocios necesita una Comisión eficaz. (http://www.unice.org/ Le porte-parole des entreprises en Europe).

2. Otros aspectos de la práctica de la Unión Europea.

a) Industria de armamentos.

En 2004 la Comisión Europea publicó un “Libro verde” titulado “Los contratos públicos de la defensa”en la perspectiva de abrir a la “libre competencia” la compra de material militar.

El 7 de diciembre de 2006 la Comisión emitió nuevas directrices tendientes a limitar las excepciones a la «libre competencia» en materia de contratos con la industria militar, con el propósito proclamado de continuar «liberalizando » dicho sector.

Esta presión a favor de la liberalización del sector vendría de los mismos industriales del armamento.

¿Quiénes son estos industriales del armamento?El diario Le Monde del 14 de julio de 2005 (Les fonds américains irriguent l’industrie de défense européenne) informaba que poderosos fondos de inversión americanos, Blackstone, KKR, One Equity Partner entre otros, están tomando el control de sectores de la industria europea vinculadas a la defensa: QinetiQ, Bofors Weapons, Gemplus…

b) Pluralismo en los medios de comunicación.

Como respuesta a la preocupación expresada en diversas ocasiones por miembros del Parlamento Europeo y por algunas ONG de que la concentración en la propiedad de medios de comunicación en algunos países de la UE da lugar a un “enorme poder de creación de opinión pública” y excluye los puntos de vista alternativos, la Comisión Europea, en un informe de enero de 2007, sostuvo que la tendencia a la concentración en la propiedad de los medios de comunicación y la entrada de grandes grupos internacionales en el mercado comunitario no implica necesariamente una reducción en el pluralismo informativo.

Agregaba la Comisión que el hecho de que propietarios extranjeros tengan un papel importante en algunos mercados no supone necesariamente “una amenaza al pluralismo de los medios”.

c) OGM.

La Comisión Europea puso fin a la moratoria resuelta en 1998 para todos los OGM y comenzó a autorizar algunos transgénicos. Así, en mayo de 2004 autorizó la importación del maíz dulce OGM Bt 11 destinado a la alimentación humana, a pesar de la oposición de la mayoría de los Estados europeos y desde setiembre de 2004 la misma Comisión agregó 31 variedades de maíz transgénico Monsanto MON810 al catálogo común de semillas de la Unión Europea.

Un documento de Amigos de la Tierra y Greenpeace cita informes científicos que mantuvo secretos la Comisión Europea, para demostrar que ésta, mientras por un lado se apoya en dichos informes para invocar las incertidumbres existentes sobre las consecuencias de los OGM para el medio ambiente y la salud en el litigio comercial que opone Argentina, Canadá y Estados Unidos a la Unión Europea en la Organización Mundial de Comercio, por otro lado, para autorizar la introducción de transgénicos en Europa, adopta la posición contraria y se basa en los informes y evaluaciones favorables a los OGM de la transnacional Monsanto. El documento de las dos organizaciones concluye que “la Comisión Europea más bien favorece los intereses de las industrias biotecnológicas que la protección del medio ambiente y de la salud humana”.

d) Biocarburantes.

Pese a los reconocidas consecuencias nefastas de la producción de biocarburantes sobre el precio de los alimentos y sus efectos prácticamente nulos contra la contaminación ambiental, la Comisión, el Consejo de Ministros y el Parlamento europeos han aprobado resoluciones relativas al fomento del uso de biocarburantes.

Excepcionalmente se levantan voces entre los diputados de los grupos mayoritarios (Partidos socialistas y conservadores) para tratar de modificar algún aspecto de las políticas de la Unión Europea. Por ejemplo algunos diputados están pidiendo una revisión en la política de promoción de los biocarburantes.

En abril de este año, el Parlamento Europeo logró rechazar definitivamente la directiva del Consejo de Ministros de la Unión Europea de junio de 2008 que mantenía la jornada laboral de 48 horas, pero autorizaba a que en virtud de acuerdos individuales entre empresarios y trabajadores, se pudiera aumentar la jornada laboral hasta 60 horas semanales, calculadas como media durante un periodo de 3 meses, e incluso hasta 65 horas en el caso de guardias médicas. Según esa directiva , se podrían incluso superar las 60 y las 65 horas semanales de trabajo en el caso de un acuerdo entre los interlocutores sociales o si así lo establece el convenio colectivo. No sería sorprendente que la Comisión y/o el Consejo reintroduzcan bajo otra forma esta directiva para autorizar el aumento de la jornada laboral en Europa.

e) Políticas neocolonialistas en Europa del Este, en Africa y en América Latina.

En un estudio de la Oficina Internacional del Trabajo de febrero de 2007 se sostiene que la flexibilidad laboral en los nuevos países miembros de la Unión Europea es extrema en ciertos casos, aumentando el costo social de su adhesión.

Alli se dice:

A casi un año de su ingreso a la UE, la evaluación de las condiciones de trabajo en los diez nuevos socios comunitarios muestra que éstas han sufrido un retroceso bajo la presión por ganar competitividad.

Entre las formas de flexibilidad laboral más frecuentes en esos países están los contratos temporales, el aumento del tiempo de trabajo y el recurso a contratos múltiples con el mismo empleado, uno para regular su trabajo habitual, otro que se aplica a sus horas suplementarias, entre otros casos.

Los resultados que se registran a un año de la ampliación de la UE – que se concretó el 1º de mayo de 2004 – indican que los antiguos miembros de la Unión Europea “han sido los que más se han beneficiado” con la entrada de los diez nuevos socios.

El editor del estudio, Daniel Vaughan-Whitehad, declaró: “Han ganado las empresas multinacionales, la mayoría de ellas francesas y alemanas, que se han instalado en varios países de Europa del Este” y que pueden mover sus capitales con mayor facilidad

La Unión Europea ha negociado una serie de acuerdos regionales de asociación económica, llamados EPA por sus siglas en inglés, con países pobres. Entre ellos los convenios de preferencias comerciales recíprocas en el marco del llamado Pacto de Cotonu, entre la UE y el grupo de 77 países que fueron enclaves coloniales europeos en África, el Caribe y el Pacífico (ACP). La UE, en sus propuestas de acuerdos comerciales, exige a los países del Sur que abran sus mercados a las empresas europeas, amenazando así empleos, industrias y servicios públicos en las naciones más pobres.

En cuanto a América Latina y el Caribe, la Declaración Final de la Cumbre social de los pueblos, Enlazando Alternativas realizada en Lima del 13 al 16 de mayo de 2008, decía entre otras cosas:

…rechazamos el proyecto de Acuerdos de Asociación propuesto por la Unión Europea y avalado por diversos gobiernos latinoamericanos y caribeños que solo buscan profundizar y perpetuar el actual sistema de dominación que tanto daño a hecho a nuestros pueblos. La estrategia de la Unión Europea “Europa Global : Competir en el mundo”, supone la profundización de las políticas de competitividad y crecimiento económico que buscan implementar la agenda de sus transnacionales y profundizar las políticas neoliberales, incompatibles con el discurso sobre el cambio climático, la reducción de la pobreza y la cohesión social. A pesar de que se pretende velar su naturaleza incorporando temas de cooperación y diálogo político, la esencia de la propuesta es abrir los mercados de capitales, bienes y servicios, proteger la inversión extranjera y reducir la capacidad del Estado de promover el desarrollo económico y social”.

En conclusión, la Unión Europea es profundamente antisocial (con 20 millones de desocupados y donde las desigualdades no cesan de profundizarse), atlantista y belicista (participación en la guerra del Golfo y en las agresiones contra Yugoslavia, Irak y Afganistán) a las antípodas de lo que tendría que ser: una potencia independiente y pacífica en el concierto mundial, democrática y social y dispuesta a establecer relaciones mutuamente ventajosas y en un pie de igualdad con otras regiones y países.

No es de extrañar entonces que la abstención haya sido ampliamente mayoritaria en todos los países europeos en las elecciones del 7 de junio.

Los pueblos europeos tienen conciencia de que la Unión Europea no representa sus intereses y que los Gobiernos que la integran (de derecha y socialistas) evitan cuidadosamente una verdadera democratización de sus instituciones y un giro hacia políticas sociales. Aunque tratan de reconquistar a la opinión pública con algunas reformas gatopardistas luego de cada rechazo popular en las urnas, cada vez más contundentes.

Las elecciones del 7 de junio fueron una tentativa de legitimar a través del sufragio popular esas orientaciones reaccionarias. Los Partidos Socialistas europeos entraron en el juego (puesto que participan en él compartiendo las instituciones europeas con la derecha mayoritaria). Entre ellos ni siquiera se pusieron de acuerdo para tratar de sacar al ultraliberal Barroso de la Presidencia de la Comisión Europea, cuya continuación en el cargo apoyan los “socialistas” Rodríguez Zapatero de España, Gordon Brown de Gran Bretaña y José Sócrates de Portugal.

Pero lamentablemente también entraron en el juego partidos de izquierda que se proclaman anticapitalistas. Sólo algunos grupos independientes denunciaron la trampa y llamaron a la abstención.

Una vez más los pueblos europeos, mayoritariamente y contra la partidocracia de todos los colores, le negaron legitimidad a la Unión Europea y a sus políticas ultraliberales.

Los representantes de los partidos más votados han hablado con todo cinismo de “victoria” porque han obtenido, por ejemplo en Francia el partido de Sarkozy, el 28% de los votos, es decir el apoyo del 11,2% de los electores potenciales.

Y los ciudadanos que han concurrido a las urnas han preferido mayoritariamente, en materia de política neoliberal, el original, encarnado por los partidos conservadores, que la copia, representada por los partidos socialistas en plena descomposición. Como ha sido el caso en Alemania, Francia, Gran Bretaña y España.

En ese contexto, la izquierda ha obtenido resultados insignificantes, a causa de su incapacidad de ofrecer una verdadera alternativa socialista al capitalismo en crisis profunda.

En Europa hay una verdadera crisis de legitimidad y de representatividad políticas, que dada la disgregación de la socialdemocracia y el fracaso de la izquierda, deja la puerta abierta a giros hacia una mayor derechización y al autoritarismo, como está ocurriendo con el sarkozismo en Francia y también en Italia, donde los fascistas forman parte del partido de Berlusconi en el Gobierno.

O a la instalación de regímenes de extrema derecha, hipótesis que no se puede descartar a la vista de los buenos resultados de los partidos de esa ideología en algunos países como Holanda y Austria., aunque en el marco de una alta tasa de abstención, del orden del 65%.

Fuente: ARGENPRESS

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Dick Emanuelsson: Entrevista a Víctor Báez Mosqueira. Los sindicatos en América y la crisis capitalista

Entrevista exclusiva a Víctor Baez Mosqueira, secretario general de la Confederación Sindical de Trabajadores/as de Las Américas (CSA) sobre la crisis actual, las propuestas sindicales y las reacciones empresariales y de los gobiernos en el continente americano.

¿Cómo afecta la actual crisis capitalista los trabajadores, sus economías, sus expectativas para una vida más digna y mejor? ¿Y cual ha sido la reacción y respuesta del movimiento organizado en el continente americano, tanto el Norte como en el Sur?

Son preguntas que el corresponsal Dick Emanuelsson hace en la siguiente entrevista a Víctor Báez, viejo líder sindical de Paraguay que a principio del año asumió la dirección de la continental organización sindical CSA, en representación a 45 millones de afiliados.

¿Qué efectos tiene la crisis en los trabajadores del continente americano, comprendiendo las diferencias norte-sur?

Comparativamente entre los trabajadores de América del Norte y América Latina, podría afirmarse que el impacto ha sido mayor en estos últimos ya que, hasta el tercer trimestre del 2008, en esos países se vivía una época de auge económico, iniciado seis años antes, como resultado de las condiciones mundiales en cuanto a fuerte demanda de exportaciones y la abundancia de capitales. En esos años hubo altas tasas de crecimiento del producto e incluso alguna absorción de informalidad y mejora del poder de compra de los salarios, todo lo cual retrocede ahora nuevamente. Otro aspecto grave ha sido la pérdida de ahorros acumulados por los trabajadores mediante los fondos privados de pensión con el régimen de capitalización individual, colocados en la bolsa, que suman alrededor del 20% en Argentina y México. La caída ha sido de más del 40% en Chile, equivalente a 9 años de ahorro, dado que allí se habían estimulado colocaciones de alto riesgo.

Claro está que la pérdida de puestos de trabajo en EEUU (y Canadá) también es considerable, alcanzando niveles de desempleo que no se observaban desde hace 25 años.

¿Cuál ha sido la reacción de los trabajadores y sus organizaciones?

El sindicalismo de la región cree que la recuperación prometida para dos años es muy optimista. Las medidas de emergencia, incluyendo planes antícíclicos, en América Latina no han tenido la envergadura observada en los países del Norte, lo que en parte tiene que ver con que no han sido necesarios (en cuanto al salvataje de empresas) pero también con que no se dispone generalmente de los recursos necesarios (salvo países como Chile, que construyeron fondos anticíclicos y Brasil), o se duda en utilizar las reservas internacionales (que tienen como principal sentido dar una “señal” de estabilidad al resto del mundo).

En América Latina enfrentamos una permanente falta de disposición empresaria a acordar formulas equilibradas, ya sea mediante el dialogo social tripartito o el bipartito mediante la negociación colectiva.

Los empresarios a la ofensiva

Al respecto, en una reunión tripartita de OIT regional sobre la crisis de la cual donde participó la CSA, junto a otras cuatro afiliadas (CTM México, CGT Argentina, CUT Perú, CGT Colombia) (“Diálogo de Interlocutores Sociales: respondiendo a la crisis: crecimiento, trabajo y estabilidad, Lima, 24 febrero 2009), la declaración empresarial no disimula sus posiciones, que presentan elementos claves:

1. “las medidas en el ámbito crediticio, regulatorio, fiscal y administrativo, deben crear las condiciones para llegar a acuerdos con los trabajadores en la aplicación de mecanismos efectivos que hagan posible la retención de los trabajadores, sin que por ello pueda menoscabarse la supervivencia de las empresas”;

2. las medidas que amortigüen el efecto de la crisis “deben inscribirse claramente en los principios del G-20: economía de libre mercado, respeto del estado de derecho y la propiedad privada… se necesita “libertad de comercio e inversión, y mantenimiento de mercados competitivos”;

3. la crisis como factor coyuntural “no debe suponer desvíos con respecto de cuestiones estructurales: mejora de las condiciones de seguridad jurídica, y de adecuado funcionamiento de las instituciones en sistemas democráticos y fundados en la libertad en todas sus dimensiones”;

4. debe “evitarse el desplazamiento del sector privado por parte de programas masivos de inversión pública en los paquetes de estímulo fiscal”. Esta declaración comienza también la “batalla” empresaria por la utilización interesada del concepto de “empresa sostenible” (resolución de OIT del 2007), en cuanto a que “para mejorar las condiciones de dignidad del trabajo es necesario profundizar en la sustentabilidad de la propia empresa”.

Los empresarios, de esa forma, siguen exigiendo el sacrificio de los trabajadores para superar la crisis, lo cual es inaceptable.

En EEUU, la AFL-CIO ha recibido claros mensajes del presidente electo, en cuanto a que el sindicalismo es “parte de la solución y no de la crisis”, lo que parece anticipar un enfoque de mayor sensibilidad hacia el sector, luego de casi diez años de políticas antisindicales.

Las expectativas son muchos menores en Canadá, donde el primer ministro ha sido explícitamente un seguidor del ex presidente Bush.

Las cumbres internacionales

¿Qué medidas propone CSA para aliviar los golpes económicos y sociales sobre los trabajadores?

CSA ha acompañado los últimos seis meses a la CSI en sus declaraciones ante las dos Cumbres del G-20 (Las organizaciones afiliadas a CSA, y ha efectuado la suya propia, en relación con el contexto propiamente americano (Trinidad Tobago, abril 2009, ante la V Cumbre de las Américas).

CSA asume su responsabilidad como miembro regional de la CSI en cuanto a las propuestas centrales macroglobales para enfrentar la crisis, explorando las “oportunidades” que brinda para avanzar en un nuevo modelo de gobernanza global, y superar la crisis de justicia distributiva que se ha acumulado en los últimos treinta años, por el predominio del enfoque neoconservador y del desarrollo de un capitalismo de hegemonía financiera.

En el documento evaluativo pre-Londres, hemos señalado que “el enfoque de la CSI se detiene poco en la situación de sus regionales, interpretando que la propuesta de cambio a nivel global es una condición básica para resolver los problemas del subdesarrollo, los cuales son reconocidos, en términos de desigualdad entre regiones y países. Ello es comprensible, en el sentido de que una organización global debe concentrarse en las propuestas globales, pero entonces la CSA (así como las otras regionales) tiene el papel de avanzar específicamente en las problemáticas específicas de la región. En este plano, aparecen elementos diferenciados que aportan a la interpretación de la propuesta global de la CSI: por ejemplo, si en los países desarrollados la demanda es por una recuperación de los mayores niveles de igualdad que existían allí en décadas pasadas, esta formulación, en el caso de países con menor desarrollo, debe fijar la mirada en el hecho de que más que un “retorno”, se necesita una “llegada” a una mayor igualdad social.

Se necesita un desarrollo de “nuevo tipo”

Asimismo, en cuanto al papel del Estado, hay que recordar el hecho de que en la periferia éste ha sido, durante el ciclo neoliberal, golpeado por versiones extremas del enfoque de la desregulación y de la meta del “Estado mínimo”. Al respecto, el sindicalismo latinoamericano dispone de un buen esquema estratégico, la Plataforma Laboral para las Américas (PLA), que ya ha sido bastante difundida y apreciada por el sindicalismo europeo. La propuesta estructural de la CSA tiene como eje central la consigna de un desarrollo sostenible, asumiendo el concepto internacionalmente reconocido desde hace veinte años, que destaca tres pilares: el económico, el social y el medioambiental.

Para la CSA se necesita, como condición esencial, un desarrollo de “nuevo tipo”, en que los países de la región avancen hacia economías mas justas y equilibradas en sus componentes internos y externos, que generen más y mejores trabajos, incluyendo niveles remuneratorios justos, complementados por políticas de protección social, que en su conjunto reconozcan las expectativas de las personas ubicadas en los segmentos medio y bajo de ingresos (la “base de la pirámide”), hacia un “consumo de masas”.

El centro está puesto en los problemas recurrentes del subdesarrollo económico de los países de la región, manteniéndose lejana la meta de alcanzar verdaderos procesos de acumulación en el largo plazo, con componentes de autonomía que reduzcan al mínimo el impacto de factores externos, ya sea una crisis financiera o las políticas de las transnacionales.

En el logro de esta economía diferente, juegan muchos factores, como la política fiscal progresiva entre ricos y pobres (y al interior de estos entre los distintos sectores sociales), las políticas estatales que hacen accesibles los bienes públicos para las clases populares, en cuanto a salud, transporte, educación, vivienda y el propio consumo de alimentos, ropa y otros elementos de la vida cotidiana. Estos factores, así como la protección social, retroalimentan el consumo, hacia un círculo virtuoso económico.

Junto al factor interno, se ubica el externo, partiendo del concepto de comercio justo en el multilateralismo, proyectándose hacia el plano de la integración regional, que desde hace casi veinte años es considerada clave por el sindicalismo latinoamericano-caribeño, especialmente entre países cercanos en cuanto a su desarrollo productivo y factores culturales. Por esta vía, se aumentan las interrelaciones comerciales y se juntan fuerzas ante otros bloques y ante los países centrales, permitiendo así su mayor capacidad para imponer sus condiciones en la “selva del mercado”. También se espera que a través de la integración los países miembros alcancen un grado alto de coordinación económica, de forma que los respectivos Estados nacionales se fortalezcan a través de acuerdos.

“Otra dosis de jarabe keynesiano”

¿Qué reacciones ha habido desde los gobiernos?

Las medidas tomadas por el nuevo gobierno norteamericano han sido consideradas por dos de los gurúes globales (Paúl Krugman y Joseph Stiglitz) como moderadas y básicamente equivocadas, por la insistencia en el salvataje de los bancos en problemas. Krugman ha considerado que el actual plan es una “idea zombi”, en el sentido de que las soluciones fáciles son un “muerto que siempre vuelve”, al evaluar que nada está fundamentalmente mal en el sistema bancario. Stiglitz acaba de pedir un Plan B en la reestructuración de los bancos, para eliminar sus aspectos “costosos e injustos” y “otra dosis de jarabe keynesiano”.

Los gobiernos latinoamericanos, por su parte, enfrentan, desde el sector externo, el problema derivado de un menor consumo global y un menor flujo de inversiones y créditos, por el nuevo proteccionismo, dado que el motor de sus economías en estos años, fundamentado en la gran demanda exportadora de commodities, no volverá (excepto parcialmente la originada desde China), y en esa abundancia de recursos externos. Por lo tanto, sus modelos económicos se encuentran en la disyuntiva sobre cómo seguir, siendo que no tienen, en el plano de su mercado interno (y de su mercado ampliado mediante la integración subregional), los equilibrios y potencialidades necesarias, con la actual distribución del ingreso e integración productiva, para repetir el camino de los países hoy adelantados.

Lo perdido en Trinidad y Tobago

Pero para responder en forma definitiva a la pregunta, una ocasión perdida fue la Cumbre de Trinidad y Tobago, donde no hubo documento y donde el borrador del documento que iba a ser firmado ignoraba totalmente la crisis. Esa hubiera sido la oportunidad magnífica para tomar como base los acuerdos del G-20 de Londres e ir mucho más lejos, dado que dicen que tenemos gobiernos progresistas en nuestro continente. Esa fue la oportunidad perdida para dar un golpe de timón a las políticas sociales, económicas, alimentarías y energéticas de la región.

Dick Emanuelsson, reportero sueco en América Latina. En Suecia cubrió el mercado laboral para el diario Norrskensflamman, (fundado 1904 por los mineros en el norte de Suecia), el movimiento sindical y los conflictos laborales sociales como una tarea natural, ya que el periodista fue obrero metalúrgico durante 15 años y activista del movimiento obrero sueco en su juventud.

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J. Enrique Olivera Arce: El aterrizaje, asignatura pendiente

Acuerdo cupular nacional en favor de la economía familiar y el empleo.

En su tercer intento por conectarse con la realidad marcada por la crisis global, el gobierno federal, tras reconocer explícitamente la profundidad de esta, con el acuerdo nacional de 25 puntos para afrontar los efectos del “catarrito” es de reconocerse logra niveles de congruencia y acierto en relación a las demandas sentidas de amplios sectores de la población,  que han generado, cuando menos, consenso entre los diversos actores de la vida política y económica de México. Obteniendo Calderón Hinojosa, incluso, la temprana felicitación de la Organización Mundial de Comercio y Desarrollo (OCDE), por las políticas públicas concertadas.

Como era de esperarse, no a todos satisfizo del todo el acuerdo nacional logrado, en la medida en que este ha sido cupular, orientado más a proteger y fortalecer al capital y a la economía formal, bajo el pretexto de proteger el empleo, pasando por alto aspectos tan importantes para coadyuvar en la defensa de la economía familiar como el poder adquisitivo del salario, el control de precios de la canasta básica y el freno al alza del diesel, energético que incide de manera determinante en el transporte de personas y mercancías, así como en el precio final de bienes y servicios. El propio Secretario de Hacienda reconoce que la prioridad está puesta en mantener a flote a la actividad exportadora frente a la caída del consumo de los estadounidenses, manteniendo el equilibrio macro económico más no impulsando el crecimiento general de la economía.

Para algunos analistas y politólogos, como Porfirio Muñoz Ledo, el acuerdo nacional se queda corto, “es pobre y timorato” señala; no obstante, dados los antecedentes destaca el que en esta ocasión se pretenda afrontar el efecto de la crisis de manera integral, señalándose el que, el como, el cuando y con quién instrumentar las medidas anunciadas, lo que ya constituye un gran avance.

Pero también, con base en experiencias previas, si bien cabe otorgar el beneficio de la duda al acuerdo nacional adoptado no es tiempo de echar las campanas a vuelo, pues no por ello se resuelve el problema de la incertidumbre respecto al aterrizaje de lo anunciado estando ya el país en plena efervescencia electoral, así como de la capacidad y voluntad política de servidores públicos para, superando la clásica improvisación y despilfarro de recursos, se pueda dar cumplimiento en tiempo, forma y eficacia a lo acordado. A lo que habría que sumar que, por lo que respecta a los principales actores de la vida económica y política del país, ni están todos los que son, ni son todos los que están, pues es un hecho que la clase empresarial y su contraparte política, no responden necesariamente al unísono al interés nacional o al interés de los más de 40 millones de mexicanos excluidos social y económicamente a lo largo de los últimos seis lustros de políticas neoliberales.

Con relación a estos últimos, sobreviviendo en condiciones de pobreza o pobreza extrema como eufemísticamente se le llama a la miseria, el acuerdo nacional no contempla nada para su rescate ó, como en el caso del decálogo veracruzano para paliar los efectos de la crisis, se circunscribe a generalidades e incrementos de presupuestos y acciones asistencialistas de coyuntura, que no apuntan a una solución real y de fondo a los orígenes de la desigualdad y la pobreza.

Será el tiempo el que diga la última palabra, con la salvedad de que México no puede darse el lujo de fracasar en este nuevo intento calderonista. Lo que está en juego es la supervivencia de millones de mexicanos.

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Celso Calfullan: El cinismo de la derecha y del gobierno chileno

En líneas generales uno no puede estar de acuerdo con la expulsión de ninguna persona, en ningún país del mundo y no importa si este personaje es chileno o no. Pero lo que no podemos aceptar es el cinismo de los representantes de la UDI y RN, que salen condenando este hecho, haciendo gárgaras con el tema de los derechos humanos. Estos mismos personajes apoyaron a la dictadura de Pinochet en Chile y también apoyaron el asesinado, tortura y desaparición de miles de chilenos, sin decir absolutamente nada; bueno esto último no es correcto: por años ellos negaron que eso fuera verdad.

El cinismo de la Concertación.

Los gobiernos de la Concertación han expulsado a varios ciudadanos españoles, italianos y argentinos de este país, sólo por visitar algunas comunidades mapuche en el sur del país y para que no se enteraran de los atropellos a que son sometidos por el gobierno chileno. En ese caso parece que las expulsiones fueron correctas y no representaban ninguna violación de los derechos de las personas expulsadas y todavía menos de los mapuche.

Los Derechos Humanos y el sesgo político que hay detrás.

La derecha y la Concertación siempre están muy dispuestos para acusar las violaciones a los DD.HH. en países como Cuba, Venezuela, Bolivia o donde les indiquen sus amos Norteamericanos. Pero la derecha y la Concertación nunca hacen mención de las violaciones a los DD.HH. que realizan los Norteamericanos en Guantánamo; parece que las torturas aplicadas por los Estados Unidos, no son violaciones a los derechos humanos. Algo similar ocurre con las violaciones a los DD.HH. en China, parece que en ese caso son más importantes los acuerdos económicos bilaterales, que los derechos humanos de los chinos, así podríamos seguir con una lista interminable de ejemplos.

Viva la libertad de expresión de la derecha.

Otro ejemplo fue cuando Hugo Chávez cerró un canal de televisión en Venezuela. La derecha y la Concertación rasgaron vestiduras e hicieron gárgaras con la defensa de la libertad de expresión. Pero hace pocos días los fascistas y esclavistas de Santa Cruz (para los que no lo saben en las haciendas de Santa Cruz, todavía existen indígenas que son esclavos), se tomaron y destruyeron un canal de televisión y cerraron varias radioemisoras en Santa Cruz; de nuevo en este caso no tuvieron la misma actitud y no hubo llamados a defender la libertad de expresión. Lo mismo hizo la prensa de casi todo el continente que es controlada por los grandes grupos económicos de derecha, ellos prácticamente ocultaron todos los acontecimientos llevados acabo por la derecha fascista boliviana.

Estados Unidos: Viva la democracia, siempre y cuando sea de derecha.

En los Estados Unidos, son tan democráticos, que si alguna vez tuviste la osadía de criticar las políticas del imperio, ellos se reservan el derecho a dejarte entrar al país o no. Es como si te expulsaran antes de entrar al país. Esto sí es democracia, no la de Chávez.

http://www.elclarin.cl/index.php?option=com_content&task=view&id=13322&Itemid=45

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Carlos Monsiváis: Escrutinio

Escena: El futuro inmediato. Personajes: Un secretario de Hacienda de un país hipotético e hipotecado, y su equipo de Mercadotecnia.
Secretario: (Que devora dona por dona, platillo por platillo): Les suplico un esfuerzo de imaginación. La gran crisis se viene, la gran crisis no se va y nosotros nos iremos y no comeremos más. ¿Cómo le hago para persuadir a la población de que el derrumbe en Estados Unidos nos hace los mandados?… Ah, y si lo primero que me quieren proponer en lo que pienso, ni se les ocurra. Mi apariencia no es un contrasentido, y no pienses modificarla.
Mercadotécnico I: Creo, o más bien sé, porque no me pagan por creer, que la confianza siempre es consecuencia de la inocencia. Usted jefe, tiene que salir y decirle a la Nación: “Ni se preocupen. Antes, cuando a los buenos vecinos les daba gripe, a nosotros nos daba pulmonía. Eso ya se acabó”.
Secretario de H: ¿Qué no lo he dicho ya un titipuchal de veces? Oigan y por cierto, ¿qué es un titipuchal?
Mercadotécnico II: Sí, lo ha dicho, pero lo ha fraseado mal. El otro día nos salió con que “antes si a los queridos gringos les daba tosferina, nosotros ni siquiera podíamos nacer”. Y acuérdense del choteo que le cayó encima. Acuérdese que le dijeron el doctor Albertico Limonta de la nueva era.
Secretario de H: ¿Y quién es Albertico Limonta?
Mercadotécnico III: Una ocurrencia del redactor de este artículo que es de los que creen que en materia de telenovelas existe la memoria histórica y que todavía quedan personas que vieron “El Derecho de Nacer”.
Secretario de H: A ver, volvamos a la mercado-estrategia. ¿Qué mensaje debo enviar?
Mercadotécnico I: Algo ligerito y estudiantil. Diga por ejemplo que no es el león como lo pintan, o que a caballo dado no se le ve colmillo, o que de 10 que se quieren bien con uno que coma basta.
Secretario de H: Los refranes no están mal para las comidas familiares donde todos tienen el mismo origen o deberían tenerlo, pero éste es un País multicultural, así que el mensaje debe ir de un lado a otro como si fuera vendedor de lotería. A ver, imaginen, que se les ocurra algo.
Mercadotécnico III: ¿Por qué no prueba esto? Sale con un disfraz de Halloween y les dice: “Amigos, amigos, no espanten, no griten”. Se quita la máscara del Hombre Lobo y continúa. “No se apaniquen. No soy el Hombre Lobo, soy el secretario de Hacienda y les aseguro que también en las noches de Luna Llena continúo en mi puesto inspirándoles sensaciones de seguridad. Así que calma”.
Secretario de H: Me encanta, ¿pero no podría salir mejor con una máscara de Drácula? De niño le causaba terror a mis hermanos y eso que soy hijo único.
Mercadotécnico I: ¡Ya está! Le voy a proponer la gran solución. Aparece una calle del Centro Histórico con gente que carga maletas que deben ser pesadísimas a juzgar por sus expresiones de fatiga. Se oyen tiros y gritos: “Policía, deténgalas, están saqueando mi tienda/ No se lleve mis pasteles, es todo lo que tengo para postre/ Si no sale de aquí inmediatamente, lo mato a plazos y tengo muy buenos cobradores”.
Se escuchan sirenas de ambulancias. Sale usted a cuadro y les dice como no queriendo: “¿Saben por qué empezó toda esta bronca que acabó con las finanzas de un sano país neoliberal? Porque no le creyeron a su secretario de Hacienda que les decía que todo iba de pelos…

http://www.elimparcial.com/Columnas/VerColumna.asp?NumNota=734508

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Jeff Faux: Repensar el TLCAN después del colapso de Wall Street

Al competir por los votos de los obreros durante las elecciones primarias del Partido Demócrata en la primavera pasada, Barack Obama y Hillary Clinton prometieron renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con el fin de sumar mecanismos de protección para los trabajadores y el medio ambiente. La idea fue de inmediato considerada por las clases políticas de Estados Unidos, México y Canadá como retórica excesiva de campaña que pronto se olvidaría. Después, en efecto, pareció que tanto Obama como Clinton se retractaban de lo que habían dicho.

Sin embargo, como el colapso de los mercados financieros estadunidenses va a debilitar los supuestos en que se han basado las relaciones económicas entre Estados Unidos y México desde la entrada en vigor del TLCAN, el resultado puede ser una oportunidad no sólo para corregir las asperezas del tratado, sino para reformular la economía de América del Norte y funcione para la gran mayoría de ciudadanos de los tres países, no sólo para las elites que originalmente lo negociaron.

El TLCAN fue el prototipo para la red de acuerdos económicos neoliberales que ahora cerca al planeta; con el eufemismo “libre comercio” socavó la capacidad de los habitantes de cada nación para decidir sus propias políticas sobre la inversión, la propiedad intelectual, las finanzas, las adquisiciones y otros instrumentos de desarrollo económico. En esencia, el TLCAN es la “Constitución” que rige la economía de esta parte del continente, fomentando la posición negociadora de un solo tipo de participante del mercado: el inversionista corporativo multinacional.

Por lo tanto, no debería sorprendernos que el ingreso y la riqueza se hayan trasladado de la clase trabajadora a la clase inversionista en la región. En las tres naciones los salarios reales (ajustados de acuerdo con la inflación) se han rezagado respecto al incremento de la productividad laboral, y la diferencia ha ido a parar a los bolsillos de quienes administran y son dueños de las empresas corporativas.

La promesa de que el TLCAN generaría altos niveles de prosperidad sostenida para los mexicanos comunes fue, por supuesto, una ilusión. Pero el impacto político y social ha sido amortiguado por el continuo crecimiento económico estadunidense, que permite que las elites mexicanas exporten una parte de su pobreza y desempleo a ese país. La situación beneficia a los ricos y poderosos de ambos lados de la frontera. Las elites mexicanas se deshacen de trabajadores frustrados y con deseos de superación, que podrían causar problemas políticos en casa; al mismo tiempo, sacan provecho de las abundantes remesas de divisas que llegan a la economía mexicana. Los empresarios estadunidenses se benefician con una oferta nueva de mano de obra barata.

Pero el crecimiento mismo de Estados Unidos durante los 20 años pasados descansó en una ilusión; es decir, podrían continuar eternamente comprando al resto del mundo más de lo que le estaban vendiendo y financiar el déficit comercial por medio de préstamos del extranjero con bajas tasas de interés. Quienes proporcionaban estos créditos estaban dispuestos a reciclarlos porque confiaban en la integridad de las instituciones de Wall Street, en la capacidad de sus administradores y en la estabilidad del dólar estadunidense. Esta confianza ha disminuido de manera considerable, si no es que se ha hecho añicos.

Incluso si el rescate de 700 mil millones de dólares de Wall Street lograra apaciguar los mercados crediticios, la economía de Estados Unidos entrará a un largo periodo de reducción de gastos. Se necesitará una década o más para que el mercado inmobiliario se recobre lo suficiente y los consumidores de nuevo hagan uso de él, elevando los precios con el fin de financiar su gasto de consumo. Las tasas de interés serán más altas. Los muy endeudados consumidores estadunidenses, que han visto sus recibos de nómina estancados por dos décadas, ahora se verán forzados a vivir de acuerdo con sus medios, a ahorrar más y a gastar menos, sobre todo en importaciones, que serán más caras debido a un dólar débil. Para cerrar el déficit comercial, Estados Unidos tendrá que exportar más, pero como tantas industrias ya se han ido al extranjero, los estadunidenses se verán obligados a competir con base en salarios más bajos. Los costos del rescate, del imperio militar y los apoyos a los deteriorados sistemas de salud, educación y de pensiones significarán impuestos más altos, reducción de los servicios gubernamentales y la caída de los estándares de vida de la familia estadunidense promedio. Entre otras consecuencias, es probable que la hostilidad hacia la inmigración continúe afianzándose, cerrando así esta válvula de seguridad que hasta ahora atenuaba las tensiones sociales en México.

La era en la que el crecimiento de la economía de Estados Unidos, alimentada por la deuda, podía continuar ocultando el incumplimiento de las promesas del TLCAN ha terminado. Sin embargo, la integración de la parte norte del continente americano no puede revertirse. Hay demasiados vínculos económicos, financieros y personales entre las tres naciones para separarlas. Así que es hora de empezar desde cero.

Es posible imaginar una perspectiva diferente de la economía de América del Norte. Una en la que los derechos humanos, la estabilidad comunitaria y la justicia económica tengan prioridad sobre los derechos del capital a oprimir a los tres países en nombre de la rentabilidad privada. Pero es imposible imaginar que estos valores sean negociados por la misma clase de elites transfronterizas que nos llevaron al TLCAN.

Ya hace tiempo que en los tres países existe resistencia contra el TLCAN entre pequeños agricultores, gremios laboraales, ambientalistas y ciudadanos comunes indignados por la desintegración social y la inequidad que fomentó la integración económica. Pero a diferencia de las asociaciones políticas entre las elites de esta parte del continente, la resistencia en cada una de estas naciones está aislada, no funciona y no ha creado alianzas políticas transfronterizas serias. De este modo, por ejemplo, cuando los agricultores mexicanos se manifestaron en favor de una revisión del capítulo agrícola del TLCAN, los embajadores de Estados Unidos y de Canadá los trataron con desprecio. Si los agricultores hubieran sido apoyados por sindicatos y ecologistas estadunidenses y canadienses, hubiera sido más difícil que el gobierno mexicano desoyera sus demandas.

Construir una alianza política transfronteriza de izquierda no será fácil, sobre todo porque muchos grupos antiTLCAN de los tres países han expuesto sus razones con argumentos nacionalistas. Pero, mientras los cimientos económicos de la constitución neoliberal de la economía de América del Norte continúen desmoronándose, puede existir una oportunidad para que un movimiento popular desafíe a la clase corporativa con una perspectiva diferente y más atractiva sobre el futuro regional.

Jeff Faux: Economista, fundador y miembro distinguido del Instituto de Economía Política en Washington, DC. La Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) ha publicado en español recientemente su libro La guerra global de clases.

Traducción: Pilar Castro Gómez

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Ignacio Ramonet: La crisis del siglo

Los terremotos que sacudieron las Bolsas durante el pasado «septiembre negro» han precipitado el fin de una era del capitalismo. La arquitectura financiera internacional se ha tambaleado. Y el riesgo sistémico permanece. Nada volverá a ser como antes. Regresa el Estado.

El desplome de Wall Street es comparable, en la esfera financiera, a lo que representó, en el ámbito geopolítico, la caída del muro de Berlín. Un cambio de mundo y un giro copernicano. Lo afirma Paul Samuelson, premio Nobel de economía : «Esta debacle es para el capitalismo lo que la caída de la URSS fue para el comunismo.» Se termina el período abierto en 1981 con la fórmula de Ronald Reagan: «El Estado no es la solución, es el problema.» Durante treinta años, los fundamentalistas del mercado repitieron que éste siempre tenía razón, que la globalización era sinónimo de felicidad, y que el capitalismo financiero edificaba el paraíso terrenal para todos. Se equivocaron.

La «edad de oro» de Wall Street se acabó. Y también una etapa de exuberancia y despilfarro representada por una aristocracia de banqueros de inversión, «amos del universo» denunciados por Tom Wolfe en La Hoguera de las vanidades (1987). Poseídos por una lógica de rentabilidad a corto plazo. Por la búsqueda de beneficios exorbitantes.

Dispuestos a todo para sacar ganancias: ventas en corto abusivas, manipulaciones, invención de instrumentos opacos, titulización de activos, contratos de cobertura de riesgos, hedge funds… La fiebre del provecho fácil se contagió a todo el planeta. Los mercados se sobrecalentaron, alimentados por un exceso de financiación que facilitó el alza de los precios.

La globalización condujo la economía mundial a tomar la forma de una economía de papel, virtual, inmaterial. La esfera financiera llegó a representar más de 250 billones de euros, o sea seis veces el montante de la riqueza real mundial. Y de golpe, esa gigantesca «burbuja» reventó. El desastre es de dimensiones apocalípticas. Más de 200 mil millones de euros se han esfumado. La banca de inversión ha sido borrada del mapa. Las cinco mayores entidades se desmoronaron: Lehman Brothers en bancarrota; Bear Stearns comprado, con la ayuda de la Reserva Federal (Fed), por Morgan Chase; Merril Lynch adquirido por Bank of America; y los dos últimos, Goldman Sachs y Morgan Stanley (en parte comprado por el japonés Mitsubishi UFJ), reconvertidos en simples bancos comerciales.

Toda la cadena de funcionamiento del aparato financiero ha colapsado. No sólo la banca de inversión, sino los bancos centrales, los sistemas de regulación, los bancos comerciales, las cajas de ahorros, las compañías de seguros, las agencias de calificación de riesgos (Standard&Poors, Moody’s, Fitch) y hasta las auditorías contables (Deloitte, Ernst&Young, PwC).

El naufragio no puede sorprender a nadie. El escándalo de las «hipotecas basura» era sabido de todos. Igual que el exceso de liquidez orientado a la especulación, y la explosión delirante de los precios de la vivienda. Todo esto ha sido denunciado –en estas columnas – desde hace tiempo. Sin que nadie se inmutase. Porque el crimen beneficiaba a muchos. Y se siguió afirmando que la empresa privada y el mercado lo arreglaban todo.

La administración del Presidente George W. Bush ha tenido que renegar de ese principio y recurrir, masivamente, a la intervención del Estado. Las principales entidades de crédito inmobiliario, Fannie Mae y Freddy Mac, han sido nacionalizadas. También lo ha sido el American International Group (AIG), la mayor compañia de seguros del mundo. Y el Secretario del Tesoro, Henry Paulson (expresidente de la banca Goldman Sachs…) ha propuesto un plan de rescate de las acciones «tóxicas» procedentes de las «hipotecas basura» (subprime) por un valor de unos 500 mil millones de euros, que también adelantará el Estado, o sea los contribuyentes.

Prueba del fracaso del sistema, estas intervenciones del Estado –las mayores, en volumen, de la historia económica- demuestran que los mercados no son capaces de regularse por sí mismos. Se han autodestruido por su propia voracidad. Además, se confirma una ley del cinismo neoliberal: se privatizan los beneficios pero se socializan las pérdidas. Se hace pagar a los pobres las excentricidades irracionales de los banqueros, y se les amenaza, en caso de que se nieguen a pagar, con empobrecerlos aún más.

Las autoridades norteamericanas acuden al rescate de los «banksters» («banquero gangster») a expensas de los ciudadanos. Hace unos meses, el Presidente Bush se negó a firmar una ley que ofrecía una cobertura médica a nueve millones de niños pobres por un costo de 4 mil millones de euros. Lo consideró un gasto inutil. Ahora, para salvar a los rufianes de Wall Street nada le parece suficiente. Socialismo para los ricos, y capitalismo salvaje para los pobres.

Este desastre ocurre en un momento de vacío teórico de las izquierdas. Las cuales no tienen «plan B» para sacar provecho del descalabro. En particular las de Europa, agarrotadas por el choque de la crisis. Cuando sería tiempo de refundación y de audacia.

¿Cuanto durará la crisis? «Veinte años si tenemos suerte, o menos de diez si las autoridades actúan con mano firme.» vaticina el editorialista neoliberal Martin Wolf (1). Si existiese una lógica política, este contexto debería favorecer la elección del demócrata Barack Obama (si no es asesinado) a la presidencia de Estados Unidos el 4 de noviembre próximo. Es probable que, como Franklin D. Roosevelt en 1930, el joven Presidente lance un nuevo «New Deal» basado en un neokeynesianismo que confirmará el retorno del Estado en la esfera económica. Y aportará por fin mayor justicia social a los ciudadanos. Se irá hacia un nuevo Bretton Woods. La etapa más salvaje e irracional de la globalización neoliberal habrá terminado.

Nota 1) Financial Times, Londres, 23 de septiembre de 2008

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=73489

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Esteban Garaiz: Las metas del milenio

Arrancó la 63° Asamblea General de la ONU, en su sede de Nueva York, con la presencia de más de 120 jefes de Estado y de gobierno. Sobra decir que el tema central está resultando ser la terrible crisis financiera por la que atraviesan los Estados Unidos de América, que ya repercute en toda la economía mundial, y también el consiguiente retraso en las llamadas Metas del Milenio.

El presidente en turno de la Asamblea, el sacerdote nicaragüense Miguel D’Escoto, dijo: “Siempre son los pobres los que pagan el precio por la codicia descontrolada y la irresponsabilidad de los poderosos”. El presidente francés Nicolás Sarkozy, en la misma línea, convocó a reflexionar sobre las lecciones de esta crisis, que afecta a todos, la más grave desde la gran depresión de 1930.

“Reconstruyamos juntos —dijo Sarkozy— un capitalismo normado y regulado, en el que sectores enteros de la actividad financiera no sean dejados sólo al criterio de los operadores del mercado, donde trabajan los bancos. La función de los bancos es financiar el desarrollo económico, más que la especulación”.

Es claro que el presidente francés se refería a los tiempos en que Bill Clinton, presionado por los grandes bancos y por el entonces titular de la Reserva Federal, Alan Greenspan, se vio forzado a la desregulación en Estados Unidos para acotar la actuación de las corporaciones financieras. Esa desregulación, reclamada por la doctrina neoliberal, es la que ha conducido a la actual crisis.

George Bush, un tanto cauteloso, quiso lavarse las manos y dijo que se vio en la necesidad imperiosa del rescate. Para sonrisa maliciosa de todos, ahora se puso a defender el multilateralismo de la ONU, cuando fue precisamente él quien más desdeñó la actuación de las Naciones Unidas para proceder unilateralmente en el caso de Irak.

Evo Morales, presidente de Bolivia, fue más allá que Sarkozy. Demandó poner fin al capitalismo. El capitalismo, dijo, “es el peor enemigo de la humanidad”. En el podio de la ONU afirmó: “Estamos convencidos de que la forma de privatizar los servicios básicos es la mejor forma de violar los derechos humanos. Somos de la cultura de la vida y no de la cultura de la guerra… si queremos salvar a la humanidad, tenemos la obligación de salvar al planeta Tierra. Los pueblos indígenas vivimos en armonía con la madre Tierra”.

La Declaración de los Objetivos del Milenio es un importantísimo compromiso internacional de metas de desarrollo humano, a cumplir por cada país, que surgió en Nueva York con la reunión de 189 líderes del mundo en septiembre del año 2000; pero con resultados contabilizables desde 1990 y hasta 2015, es decir por 25 años.

Los ocho objetivos centrales fueron: 1. reducir a la mitad el número de pobres con ingresos de menos de un dólar diario; 2. lograr que todos los niños y niñas cursen la primaria; 3. eliminar la desigualdad de géneros, primero en la escuela elemental y después en todos los niveles; 4. bajar en dos terceras partes la mortalidad infantil (en la que México está vergonzosamente retrasado); 5. reducir en tres cuartas partes la mortalidad materna perinatal; 6. reducir y detener los casos de sida, paludismo y otras enfermedades graves; 7. hacer efectivos los principios del desarrollo sustentable y revertir el deterioro ambiental, y 8. atender de manera prioritaria a los países menos desarrollados, sin costas o en islas dispersas.

Estos son los temas de lo que, en la terminología de las Naciones Unidas, se llama la “baja política”, es decir los problemas de base de la humanidad misma; o, si se prefiere, los derechos humanos básicos, tales como la defensa del ambiente, el combate a la inequidad y la pobreza, la mortalidad infantil y materna, la igualdad de los géneros, la educación elemental y la capacitación para el trabajo, los empleos bien remunerados (la ONU les llama decentes), la protección sanitaria universal, la no discriminación y otros muchos temas que ahora se engloban en el concepto de “seguridad humana”.

Los temas citados hay que distinguirlos de los que en la ONU se conocen como “alta política”, como el armamentismo, la soberanía de los Estados y la autodeterminación de los pueblos, las fronteras seguras, las invasiones militares, las armas nucleares y otros que se cubren fundamentalmente en el Consejo de Seguridad.

Por lo pronto, en la Asamblea General, Michelle Bachelet, presidenta de Chile, ante la idea fija de cómo rescatar a los ricos con 700 mil millones de dólares, les dijo: “La avaricia e irresponsabilidad de unos pocos, combinada con la negligencia política de otros, han hundido al mundo en una situación de gran incertidumbre… un mundo mejor es posible”.

http://www.milenio.com/node/87553

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