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Vicky Peláez: México en las garras de los globalizadores

Pueblos libres, recordad esta máxima. Podemos adquirir la libertad, pero nunca se recupera una vez que se pierde (Jean Jacques Rousseau, 1712-1778).

Había una vez un país llamado México, soberano e independiente orgulloso de su pasado y de sus tradiciones ancestrales que mantenía con recelo durante varios siglos a pesar de que, según Octavio Paz, cada período histórico era una meseta separada de las otras por medio de altas montañas y profundos abismos.

Su pueblo aprendió a escalar las montañas y construir puentes sobre los abismos. Sin embargo, más de dos siglos atrás los Estados Unidos por una voluntad del destino se convirtió en su vecino del Norte.

Pasaron apenas 59 años de la fundación de los Estados Unidos cuando el famoso estudioso francés, Alexis Tocqueville escribió en su libro “La Democracia en América” (1835-1840) que donde la bota norteamericana pisaba el suelo en México, se quedaba allí para siempre. Y así había sucedido, no solamente usando la fuerza brutal, sino también empleando el servicio de Mamón, el diablo del dinero cuyo arte de persuasión y seducción había logrado a corromper a muchos gobernantes de turno. De allí surgió el famoso dicho popular que enfatiza que “la tragedia de México es estar tan lejos del cielo y tan cerca de los Estados Unidos”.

Poco a poco este vecino del Norte presionaba cada vez más sus tenazas económicas y financieras alrededor de México obligando a sus líderes ceder su riqueza natural. Por supuesto había excepciones, como la revolución mexicana de 1910 y la nacionalización de las reservas minerales y de combustibles decretada por el presidente Lázaro Cárdenas en 1938.

Los Estados Unidos anunciaron en seguida las represalias contra el gobierno de Lázaro Cárdenas, declarando un embargo comercial y la Tesorería norteamericana dejó de adquirir petróleo y plata en México. Once años después durante la presidencia de Miguel Alemán (1946-1952) hubo intentos de reprivatizar las empresas petroleras pero este proceso fue parado por un texto de la Constitución de 1960 que establecía en referencia al crudo “no otorgar concesiones ni contratos, ni subsistirán los que hayan otorgado”. Sin embargo, en los años 1980, durante el gobierno de José López Portillo (1976-1982) y Miguel de la Madrid (1982-1988) los Estados Unidos logró imponer a México el Consenso de Washington lanzando al país a las garras de los neoliberales. Durante la presidencia de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) se firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) por Estados Unidos, Canadá y México que actualmente está cumpliendo 20 años.

Por supuesto, la prensa globalizada internacional y nacional está empeñada en presentar estos 20 años como el mejor período en el desarrollo socio económico de México en su historia republicana. Lo que están haciendo los escribanos globalizados es tapar el sol con un dedo. La realidad es completamente diferente. A pesar de la asociación de México con su vecino del Norte, la pobreza no da signos de disminuir. Actualmente de los 107 millones de mexicanos, 55 millones se encuentran en un deplorable estado de pobreza e insalubridad. El sueldo mínimo en México es uno de los más bajos en América Latina- 147 dólares al mes, mientras que en Uruguay es 300, Chile-372 y en Argentina es 475 dólares mensuales.

Durante casi dos siglos, los terratenientes locales habían anhelado desmantelar las comunidades campesinas (los ejidos) y desarticular la unidad familiar en el campo para apoderarse de la tierra de las comunidades sin poder nunca lograrlo. El NAFTA facilitó esta tarea dejando sin tierra a más de dos millones de campesinos que tuvieron que emprender su éxodo masivo a la ciudad. A la vez el gobierno eliminó las empresas estatales de regulación que operaban en este sector de la economía que favoreció a las empresas trasnacionales subsidiarias de las corporaciones estadounidenses. Estos complejos agroindustriales absorbieron una mayor porción del mercado interno.

El más perjudicado por el tratado ha sido maíz, el cultivo más importante en cuanto al volumen de producción, número de productores y superficie sembrada, tomando en cuenta también que es el alimento básico de toda la población. Ahora México está obligado a importar el 30 por ciento del maíz para su consumo, de acuerdo a la estadística oficial. Por supuesto que en la vida real las cifras son más altas. Y no puede ser de otra manera porque son las comercializadoras transnacionales: Cargill, Corn Products International, Archer Daniels, Minsa, Maseca, Arancia, Midland están controlando el mercado de maíz en México. Los pequeños productores de este cultivo que hace 20 años aportaban más de la mitad de la producción nacional, prácticamente desaparecieron y con ellos se acabó la soberanía alimentaria.

En estas dos décadas desaparecieron también más de 300,000 unidades ganaderas, el hato disminuyó el 30 por ciento y el consumo per cápita de carne de res mostró una disminución en los últimos siete años del 12 por ciento bajando a 15 kilogramos. Actualmente la balanza comercial agroalimentaria es deficitaria en más de 45 mil millones de dólares. Lo que más exporta México son tomates, aguacate, frutas tropicales, cerveza, tequila, productos en manos de un puñado de las trasnacionales y lo que importa son productos de la canasta familiar: maíz, carne, leche, arroz, trigo que también están en manos de las corporaciones como Bimbo, Lala, Maseca etc. El 76 por ciento de las exportaciones mexicanas van hacia Estados Unidos y el 80 por ciento de importaciones también provienen de Norteamérica, lo que hace muy vulnerable la economía nacional a los procesos que atraviesa el mercado norteamericano.

La reciente reforma de hidrocarburos aprobada por el Senado puso también en subasta las grandes reservas petroleras de México lo que hace 20 años planificaron los creadores norteamericanos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA). Desde hace tiempo el Wilson Center de Washington estaba tratando de convencer a los líderes mexicanos de reformar el Artículo 27 de la Constitución para aumentar la competitividad de la industria petrolera nacional. Y finalmente los globalizadores lograron su objetivo cuando hace poco el presidente Enrique Peña Nieto eliminó de un plumazo este artículo de la Constitución que dice que “tratándose del petróleo o de minerales radioactivas no se otorgan concesiones ni contratos y la Nación llevará a cabo la explotación de estos productos”. Con esta firma se autorizó el saqueo del petróleo mexicano, siendo su empresa estatal Pemex el quinto productor mundial de petróleo y el quinto exportador que tiene reservas probadas de crudo de 14,000 millones de barriles y 13,000 millones de barriles de lutitas además de poseer 545 mil millones de pies cúbicos de gas natural.

En esta lista de los llamados “logros” del NAFTA en México no se puede omitir el incremento alarmante del tráfico de droga y de la delincuencia. De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la guerra contra el crimen organizado durante el gobierno de Felipe Calderón (2006-2012) dejó un saldo de 121,683 muertes violentas. Hace pocos días el director del Instituto para la Seguridad y la democracia (INSYDE), Ernesto López Portillo alertó que de mantenerse el ritmo de muertes violentas registradas en el actual gobierno de Enrique Peña Nieto, al término de su gestión la cifra podría superar casi en 50 por ciento de las registradas en el sexenio de Felipe Calderón.

Actualmente México es uno de los más importantes productores en el mundo de marihuana y de las drogas sintéticas. Se considera el segundo productor de marihuana con capacidad de 10,000 toneladas al año mientras que Estados Unidos elabora 15,000 toneladas. A la vez México es un importante punto de tránsito de cocaína proveniente de Colombia, Bolivia y Perú hacia Estados Unidos Se calcula que se produce al año 1,000 toneladas de cocaína de las cuales unas 700 toneladas son trasladadas a Norteamérica. Un negocio redondo que aporta no menos de 500 mil millones de dólares al año. El dinero lo compra todo, pues “con dinero baila el perro y con oro dueño y todo” reza un refrán popular. Esto explica la existencia de numerosos carteles de narcotráfico que tienen a su disposición cerca de 100,000 hombres armados, la mayoría de los cuales son menores de 30 años de edad. Entre los carteles más famosos se destacan: Cartel Juárez, Cartel Sinaloa, Cartel del Golfo, Cartel de Tijuana, Los Zetas, Cartel del Poniente, Los Rojos, La Corona, Caballeros Templarios y algunos otros poco conocidos. Todos estos grupos se dedican también a extorsiones y secuestros, en los cuales México es solamente superado por Nigeria.

Ahora resulta, según el informe “La Guerra secreta de la DEA en México” de la periodista Doris Gómora publicado el 6 de enero pasado en el periódico mexicano El Universal, que hace más de 20 años “los agentes de la Agencia Antidrogas de los Estados Unidos (DEA) y fiscales del Departamento de Justicia negociaron en secreto, en territorio mexicano, con miembros de carteles de narcotráfico para obtener la información de organizaciones rivales, situación que incrementó la violencia en todo el país”. Es decir actuaban siguiendo las pautas de la táctica “divide y reina”. Documentos judiciales indican que el gobierno de Norteamérica “conocía y autorizó las reuniones, así como las negociaciones con miembros de carteles mexicanos, especialmente con el de Sinaloa para obtener la información de sus rivales, y con ella se lograron aseguramientos de cargamentos, así como detenciones, lo que detonó la violencia en México durante el sexenio de Vicente Fox y el de Felipe Calderón”.

Recién ahora se supo que más de 60 agentes de la DEA, otros tantos de la Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE) y no se sabe cuántos fiscales fueron autorizados por el gobierno estadounidense para actuar libremente y con plena impunidad en México, esto avalado por los gobiernos de turno locales. Solamente con el Cartel de Sinaloa hubo más de 50 encuentros oficiales de los que se sabe. Según la investigación, se sabe que a cambio de la información, los agentes de la DEA permitían hacer su negocio a los narcos de ese cartel e inclusive les avisaban sobre las operaciones que se preparaban por sus colegas mexicanos contra ellos. En el 2012 el Departamento de Justicia autorizó la “Operación Rápido y Furioso” durante la cual cerca de 1,400 armas fueron transferidas al Cartel de Sinaloa. Ahora resulta que no fue el único el trasiego de armas desde Estados Unidos a México. Entre 2006 y 2007, Washington condujo otro operativo similar llamado “Receptor Abierto”.

Frente a la violencia desatada en el país por los miles de sicarios y de secuaces de los carteles que están infiltrados en todos los niveles de las instituciones gubernamentales y frente a la impotencia de lo que el periodista mexicano Guillermo Almeyra llama “el semiestado” mexicano, los habitantes de México central, especialmente en Michoacán, Guerrero y Oaxaca crearon los grupos de autodefensa. En una entrevista que se divulgó en YouTube, el consejero general del Consejo Ciudadano de Autodefensa de Tepalcatepec, Michoacán, José Manuel Mireles Valverde reveló los motivos que obligaron a los habitantes armarse para defenderse de los embates del crimen organizado ante la omisión de las autoridades.

Contó este médico cirujano, que la violencia se desató hace 12 años cuando se apoderaron de la región los sicarios de Los Zetas. Después llegó La Familia Michoacana que ofreció la protección contra Los Zetas. Al escindirse La Familia, surgieron Los Caballeros Templarios que hace cinco años comenzaron a cobrar cuotas, derecho de piso e incluso permiso para vivir. Cada negocio, cada casa, cada profesional tenían que pagar al cartel. Hasta los niños desde el jardín infantil hasta la escuela preparatoria debían pagar 20 pesos cada lunes. Después, como lo enfatizó Mireles Valverde, empezaron a molestar a la familia. “Tocaban la puerta y decían: me gusta mucho tu mujer, ahorita te la traigo”. En 2012 abusaron a 14 niñas de 11 y 12 años de edad, relató.

´´Entonces los habitantes de la zona decidieron organizarse y armarse, haciendo toda esta labor sigilosamente para que no se enterasen tanto las autoridades como los mafiosos y el 24 de febrero pasado la ciudadanía se levantó contra Los Caballeros Templarios. Pero cuando después de detener y desarmar a los sicarios y los llevaban a los cuarteles del ejército o a las dependencias de la Policía Judicial Federal, el mismo día todos los mafiosos estaban libres. Al entrar el ejército en Michoacán, las autoridades trataron de desarmar no a los sicarios sino a los miembros de Autodefensa. Ahora el gobierno anuncia las capturas de los cabecillas del cartel mientras todos saben que hace tiempo ellos abandonaron la zona dejando en su reemplazo a sus segundones`.

Esta es la realidad que está viviendo México, cuyo “semiestado” perdió toda la fuerza y entregó el poder al capital de las transnacionales en estos 20 años como el resultado del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA). El próximo febrero durante la reunión conmemorando el 20 aniversario del tratado, se discutiría la inclusión de América Central en el NAFTA. Según uno de los creadores de esta asociación político-comercial, el ministro de Asuntos Exteriores de Canadá, John Baird, el NAFTA ha sido un “éxito indiscutible”. Ya saben los centroamericanos que “éxito” les espera.

 

Fuente original: ARGENPRESS http://www.argenpress.info/2014/01/mexico-en-las-garras-de-los.html?utm_source=feedburner&utm_medium=twitter&utm_campaign=Feed%3A+Argenpressinfo-PrensaArgentinaParaTodoElMundo+%28ARGENPRESS.info+-+Prensa+argentina+para+todo+el+mundo%29

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Carlos Fazio: La guerra y la paz

Felipe Calderón no escucha. La disyuntiva lanzada por el poeta y activista no violento Javier Sicilia fue guerra o paz. Y su opción fue muy clara: por un México en paz con justicia y dignidad. Lo que implica un rotundo noal enfoque militarista y la estrategia de guerra de la seguridad pública ordenados por Calderón. La respuesta del inquilino de Los Pinos pareció autista: no habrá cambio de estrategia porque tenemos la ley, la razón y la fuerza. Ergo, seguirá la guerra. Tampoco renunciará el superpolicía Genaro García Luna –émulo neodiazordacista del general Cueto, el de la matanza de Tlatelolco–, cuya defensa y control de daños quedó en manos de Televisa, los nuevos policías del pensamiento de la prensa vendida, y familiares de víctimas de la criminalidad cooptados por el gobierno.

Calderón no entendió que para Sicilia el Alto a la guerra y el No más sangre no son demandas simbólicas. Son reales. De allí que la contradicción, ahora, sea recrudecimiento de la militarización versus acciones de resistencia en el marco de la no violencia activa, que, de ir acumulando la fuerza moral y material de todos los que estamos hasta la madre de tanta violencia e inhumanidad generadas por una guerra absurda, a la manera de una bola de nieve podrá derivar en desobediencia civil pacífica.

Calderón no es sordo ni autista; tampoco insensible. Sus decisiones responden a una estrategia preconcebida, con eje en una doctrina de seguridad nacional importada. Como dijo Sicilia, la política de seguridad de Calderón fue diseñada por Estados Unidos. Su lógica es militar. Parte del mito de la guerra, como una realidad humana fundamental a la cual se reducen todas las demás. La guerra destruye la política y borra la frontera con la paz. La lógica de Calderón invierte la fórmula de Clausewitz: la política se transforma en la prolongación de la guerra gracias a otros medios. Si la política es la prolongación de la guerra, se asimila a la guerra y debe ser conducida por la guerra.

El uso de los conceptos no es inocente. En nombre de una presunta guerra a las drogas, Calderón instauró un régimen de excepción, con zonas del país bajo virtual estado de sitio. Calderón ha buscado poner al Estado y a la sociedad en función del estado de guerra. Lo primero lo logró. Durante cuatro años y medio la guerrade Calderón dominó la agenda pública: convirtió la nota roja en noticia principal de diarios y medios electrónicos. En el segundo objetivo, poner a la nación en permanente pie de guerra, fracasó. Su estrategia de guerra generó violencia, miedo y terror, pero no logró transformar a la sociedad en un inmenso ejército movilizado bajo su mando. Sus llamados a la unidad nacional contra los criminales, losverdaderos enemigos de México –los hijos de puta, diría Aguilar Camín–, fracasó porque se trata de una guerra fantasma, con base en un mito.

El mito de la guerra no obedece a un simple error intelectual: es útil. El culto de la seguridad sólo puede favorecer los privilegios y justificar el statu quo. El uso del Ejército, la Marina de guerra y la policía militarizada de García Luna es el sostén y justifica un tipo de sociedad basada en el centralismo autoritario y la explotación jerarquizada. Su papel ideológico cumple la función de perpetuar las relaciones entre dominadores y dominados. El método consiste en cambiar la ideología de la lucha de clases por otra ideología ficticia e inmovilista. De allí el apoyo del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, el Consejo Coordinador Empresarial y otros once grupos corporativos a la Ley de Seguridad Nacional enviada al Congreso por el Ejecutivo.

Eso Sicilia lo tiene claro: la violencia de los señores de la muerte es resultado de estructuras económicas y sociales que generan desigualdad y exclusión. La infame realidad y la demencia criminal se nutren de las omisiones, complicidades y/o colusiones mafiosas de los que detentan el poder: la partidocracia, los poderes fácticos y sus monopolios, las cúpulas empresariales y las jerarquías conservadoras de las iglesias, los gobiernos y las policías.

La militarización de la sociedad forma parte de un engranaje organizado, necesitado e institucionalizado para preservar el actual estado de cosas. Como ha quedado plasmado en el discurso beligerante de Calderón, alias El Churchill, utiliza el monopolio del poder (sic) para hacer la guerra en nombre de todos los mexicanos de bien, y quienes no lo apoyan son sospechosos de ser cómplices de los enemigos del Estado. Un Estado que se sirve del monopolio de las armas para hacer una guerra permanente contra el pueblo. Mientras más autoritario y violento es un Estado, más trata a la nación como enemiga.

Pero los ciudadanos están desarmados. De allí la necesidad de la política. La política es el arte de las transacciones de la tolerancia y el arte de lo posible. La política comienza cuando el Estado deja de ser violento y entra en diálogo con los ciudadanos; cuando el Estado se sujeta a las leyes resultado de un diálogo con los ciudadanos. La paz es la consecuencia de la renuncia a los medios violentos. Es decir, al uso de las armas que matan.

Sicilia se opone a una paz armada como parte de un modelo militar. Quiere llevar al régimen al terreno de las soluciones no armadas. El diálogo que ofrece Calderón es un monólogo; se siente poseedor de la verdad única y ofrece unacooperación con base en la dialéctica del amo y el esclavo. De arriba a abajo. Frente a esa manipulación maniquea del poder, la multitud que aspira a una paz con justicia y dignidad impulsa otra forma de hacer política; quiere una democracia participativa y más representativa. El nuevo Ya basta de los de abajo y las clases medias está dirigido a la reconstrucción del tejido social de la nación. La marcha significó la ruptura del terror y la posibilidad de que el dolor social se convierta en acción colectiva organizada. Los sonidos del silencio son otra forma de lucha. El alto a la guerra es hoy una cuestión de salvación nacional.

Fuente: La Jornada

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Lydia Cacho: Paramilitares en casa

Cuando aun tenía escoltas de la AFI por amenazas de muerte, los guardias privados de mi vecino, un millonario norteamericano, preguntaron a mi escolta cómo conseguir armas.
Cada día encontramos más grupos de seguridad privada dispuestos a llevar armas, legales o ilegales, para proteger las propiedades y personas de las familias adineradas de México, que a pesar de la inseguridad eligen quedarse en nuestro país.
Las leyes de la Física dicen que todo vacío tiende a llenarse eventualmente; es así como el vacío de seguridad poco a poco es llenado por especialistas de protección personal.
Ni siquiera las agencias de seguridad tradicional parecen confiables para quienes pueden pagarlas.
Nada pueden contra narcotraficantes, sicarios, zetas y secuestradores profesionales fuertemente armados. El comercio de armas ilegales es una realidad.
Este fenómeno no es nuevo, Colombia pasó por la creación de cuerpos especializados que más tarde pasaron a formar parte de grupos paramilitares criminales llamados Autodefensas Unidas. La complejidad del tema apenas nos permite poner sobre la mesa algunas preocupaciones.
En los tiempos del famoso Tigre Azcárraga, dueño del gran emporio televisivo nacional, el Ejército creó un grupo de especialistas asignados para él y para los periodistas de la empresa.
Estos soldados fueron elegidos minuciosamente, entrenados como escoltas y dotados de armas, cuyos permisos se renuevan cada año luego de un examen y el registro. Nadie más que el ejército puede autorizar la asignación de armas legales para guardianes que no pertenezcan a agencias policíacas especializadas.
Y sólo el ejército aprueba la portación de armas para caza deportiva o clubes de tiro. Los escoltas desarmados, lo sabemos, no son otra cosa que escudos humanos para balas, testigos de robo o secuestro, o chóferes de lujo. Los empresarios también lo saben.
Monterrey, el Distrito Federal, Sinaloa y Guadalajara son algunas de las ciudades con un mayor número de familias resguardadas por escoltas privados, la mayoría armados y entrenados para matar si es necesario.
Algunos privilegiados, como la dueña de FEMSA, son escoltados por el FBI.
Cada día más empresas especializadas en valoración de riesgo, risk assesment, abren oficinas en México. Son ejecutivos altamente especializados en estrategias integrales de protección de personas y familias adineradas. Negocian rescates, investigan al personal que labora en casa o en la empresa, desde la nana hasta la secretaria.
Algunos que han hecho grandes fortunas en Colombia, a raíz de la guerra contra el narco y la inseguridad resultante, han visto el potencial de México.
Su creciente presencia contradice las buenas noticias que nos cuentan desde Gobernación. Más allá de la anécdota, resulta imprescindible analizar las consecuencias que pueden resultar de este fenómeno de cuerpos de seguridad privada o policías paralelas.
Cuando el dueño de un poderoso diario nacional dijo que huye de México por miedo otros veinte le siguen. El nerviosismo del gobierno no es menor, los inversionistas que se expatrían por la inseguridad, eventualmente se llevaran su dinero, dejaran de invertir en nuestro país. Décadas de corrupción e impunidad revelan sus efectos, ahora contra ricos y pobres.

http://www.noroeste.com.mx/opinion.php?id_seccion=104

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Lorenzo Meyer: El verdadero peligro para México

Desviar la atención. El auténtico peligro para la viabilidad de México ha estado a la vista de todos y desde hace mucho tiempo: la profunda corrupción de sus instituciones públicas.

Vicente Fox y la alianza conservadora que él encabezó encontraron muy útil concentrar el grueso de la energía y recursos del gobierno y sus aliados —medios de difusión, organizaciones empresariales, iglesias, el viejo corporativismo, etcétera— en difundir la idea de que el gran peligro para México eran la oposición electoral de izquierda y su proyecto. A estas alturas ya debiera de haber quedado claro que el auténtico enemigo de la sociedad mexicana ha sido otro: la gran corrupción pública y su inseparable acompañante, la impunidad.

Ambos factores, aunados a la falta de dinamismo de la economía y a la muy injusta estructura social, son las razones principales de que el crimen organizado haya alcanzado la posición dominante que hoy ejerce. Y lo peor es que quienes se supone que encabezan la lucha contra las organizaciones criminales son los que antes engañaron con el falso diagnóstico, pero que hoy se alarman porque la descomposición del entramado institucional ha llegado al punto de que ya apareció el terrorismo incipiente.

Una definición. Una forma de empezar a entender las razones de un fenómeno complejo es formular una definición adecuada, y la profesora Cindy C. Combs propone una particularmente útil del terrorismo: “Una síntesis de guerra y teatro, una dramatización de la violencia más condenable —la que se perpetra contra gente inocente— que se desarrolla frente a una audiencia con la intención de crear un clima de miedo con objetivos políticos”, (Terrorism in the Twenty-First Century: Universidad de Carolina del Norte, 2003, p. 10).

Lo ocurrido el pasado 15 de septiembre en la celebración de la Independencia nacional en Morelia —el estallido de dos granadas lanzadas deliberadamente sobre una multitud que celebraba un aniversario más de la independencia—, se corresponde con la definición de Combs: una brutal puesta en escena de la peor de las violencias, aunque ya no para crear sino para exacerbar el miedo colectivo. A partir de ese atentado quedó claro que nadie se debe considerar a salvo de la violencia criminal: ni pobres ni ricos, ni niños ni ancianos, ni los comprometidos ni los indiferentes, ni los de izquierda ni los de derecha. Obviamente, el objetivo final de quienes actuaron en Morelia es político: mandar un mensaje a los responsables de formular e implementar la política estatal contra el crimen organizado para que no interfieran con su actividad.

En principio, la acción en Morelia pareciera diseñada para demostrar a todos que, no obstante la movilización militar ordenada por Felipe Calderón desde diciembre de 2006, su gobierno no es capaz de cumplir su función básica y razón de ser: proteger la vida y bienes de los ciudadanos.

¿Quién exactamente decidió poner en evidencia la incapacidad de las autoridades mediante un ataque a gente absolutamente al margen de cualquier acción contra las bandas criminales? No lo sabemos aún, pero queda claro que esa acción es simplemente el eslabón más reciente de una cadena que empezó con el reguero público de cadáveres de narcotraficantes rivales, policías e incluso de algunos militares (¡más de 3,300 en lo que va de este año!). Esa mezcla de teatro y guerra subió de tono con las mutilaciones y decapitaciones de algunas de las víctimas, con los mensajes a las autoridades en sitios públicos y dio un paso más con las ostentosas matanzas colectivas, como las recientes en Yucatán y en La Marquesa —de una docena pasaron a dos docenas de ejecutados en una sola acción y sin que quede claro por qué se les ejecutó— para concluir con lo ocurrido el pasado día 15: el asesinato de ocho inocentes frente al gobernador del Estado, en una plaza supuestamente vigilada y en la tierra natal de quien está al frente del Poder Ejecutivo. Hasta ahora seguimos sin saber quién fue responsable del salto cualitativo en la inseguridad ni el motivo preciso de la acción.

El crimen organizado es una fuerza dominante en muchos municipios del país, pero recurrir al terrorismo es retar no sólo a un gobierno local, sino al federal y a sus poderosos aliados (a empresarios, a Washington, a la iglesia). ¿Para qué el desplante? ¿Se quiso dejar en claro ante todos que los criminales pueden imponer sus agendas por sobre las del resto de los actores políticos? ¿Buscaron cobrar el rompimiento de acuerdos ya pactados o inducir a buscar uno nuevo? Se pueden formular éstas y otras preguntas similares o diferentes —por ejemplo, ¿pudiera ser una acción llevada a cabo por algún grupo político para crear un clima de mano dura?—, pero de momento no hay respuesta. Sin embargo, la falta de información no impide abordar otros aspectos del fenómeno violento.

¿Un pago diferido? El régimen autoritario que caracterizó la vida política mexicana de casi todo el siglo XX presumió de haber construido el sistema de poder más sólido de América Latina y uno de los más estables del mundo. Pero esa estabilidad no democrática tuvo un costo muy alto que hoy seguimos pagando todos. Parte central de ese costo fue la institucionalización de la corrupción y de la impunidad y hasta hoy nada efectivo se ha hecho por poner fin a esa herencia infame.

En la etapa clásica del dominio del PRI sólo el presidente podía llamar a cuentas a los grandes corruptos. En las pocas ocasiones en que se puso a uno de ellos ante un juez, la acción poco o nada tuvo que ver con la justicia real y sí mucho con la “justicia selectiva”, tan útil al poder presidencial para mantener la disciplina entre la clase política; un buen ejemplo fue el encarcelamiento del líder petrolero Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”, por Carlos Salinas.

Sin embargo, frente a cada “quinazo” hubo centenas de casos conspicuos de impunidad. Manuel Ávila Camacho, por ejemplo, dejó hacer y deshacer a Maximino, su hermano; el círculo íntimo de Miguel Alemán empleó a fondo sus posibilidades de corrupción sin límites; Carlos Hank González se convirtió en símbolo de cómo un político pobre se transformaba en lo opuesto gracias a la protección presidencial. Arturo Durazo Moreno hizo de su amistad con José López Portillo la palanca para convertir a la policía capitalina en una estructura del crimen organizado. Las cuentas suizas de Raúl Salinas o la buena fortuna de los hijos de Marta Sahagún no se explican sin una relación directa entre poder presidencial y negocios privados. La lista de casos se podría extender hasta dar forma a un volumen similar al directorio telefónico.

Como no hay crimen organizado exitoso —y el mexicano vaya que lo es— sin algún tipo de complicidad entre criminales y autoridades, el ambiente de corrupción generado por el sistema autoritario del siglo XX resultó un excelente caldo de cultivo para que nacieran y prosperaran las organizaciones criminales hasta llegar a convertirse, de marginales y subordinadas, en rivales de la clase política. Lo anterior fue posible por la combinación de corrupción institucional con la cercanía geográfica del gran mercado norteamericano de las drogas. Como bien lo señalara Luis Astorga en su historia del narcotráfico mexicano —El siglo de las drogas, (México: Espasa Calpe, 1996)— esa actividad empezó a echar raíces en México hace ya más de medio siglo, protegida por algunos gobernadores y militares en el norte del país pero, con las condiciones propicias descritas, esa actividad creció hasta salirse del control del poder político e imponer sus propias reglas, que es la situación actual.

¿Qué hacer? No hay respuesta fácil, pero cualquier intento por romper el círculo vicioso requiere abrir varios frentes de lucha contra los auténticos enemigos de México. Hay que empezar por la difícil pero indispensable tarea de crear una policía auténtica. Perseguir seriamente no sólo a los narcotraficantes de base, sino a sus socios indispensables y que además de los policías corruptos es toda la red de empresas y empresarios lavadores de dinero y los miembros de la clase política que dan protección al crimen organizado: presidentes municipales, gobernadores, altos funcionarios del aparato de seguridad. Y finalmente, abrir oportunidades reales de trabajo a los jóvenes. Miguel de la Madrid anunció pero nunca se llevó a cabo la renovación moral de la política mexicana y desde 1982 la economía no tiene vitalidad.

En suma, que el verdadero enemigo de México es la combinación de corrupción pública con una economía formal sin brío. Si ambos problemas no se enfrentan con inteligencia y voluntad, no es imposible el retorno del Estado fallido del siglo XIX.

http://www.yucatan.com.mx/noticia.asp?cx=9$2900000000$3918131&f=20080925

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J. Enrique Olivera Arce: ¿Unidad para qué?

Desde lo más profundo de la descomposición del sistema económico y político de la Nación, se llama a la unidad de todos los mexicanos para hacerle frente a la escalada de violencia en que incurre el crimen organizado. Retóricamente suena bien y efectivamente, sólo con la unidad se puede ir al rescate y reconstrucción de un tejido social en crisis en el que todos estamos involucrados. Sin embargo, no son pocos los que desgarrándose las vestiduras claman por ello llevando agua a su molino. Para estos, unidad, es la consigna de moda y el especular sin sustento alguno sobre los responsables de la condenable agresión a inermes ciudadanos en Morelia, es la tarea. Pareciendo discordante y fuera de lugar el que mediáticamente desde el PRI surja la pregunta: ¿Unidad para qué?

Interrogante contra corriente que resulta por demás lógica, cuando al mismo tiempo el Secretario de Gobernación afirma que no habrá cambios en la estrategia del gobierno federal en el combate a la delincuencia organizada., sin mediar una evaluación autocrítica y creíble sobre los resultados hasta ahora obtenidos en la sacudida al avispero. Y mucho menos sobre la situación que hoy guarda el Estado-Nación, caldo de cultivo para la trasgresión impune del estado de derecho.

Después del niño ahogado, todos a una a tapar el pozo. (¿Quiénes?) ¿Cómo? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Con qué? Nadie lo sabe a ciencia cierta, pues para empezar, una guerra no se inicia dando palos de ciego, sin tener claros propósito, objetivos, estrategia, y medios para alcanzar la victoria. Naturalmente, también y en primer término, identificar al enemigo, conocer de sus propósitos últimos, calificando a su vez su capacidad real y potencial para saber a que y a quienes se pretende enfrentar.

Se nos dice de un poderío financiero del enemigo, muy superior a las disponibilidades del gobierno; se habla de sus nexos con aliados externos desparramados por todo el orbe, y se afirma todos los días, que se le va venciendo en la medida del alto número de capos de rostro patibulario que las fuerzas del orden atrapan o eliminan y que, en esa misma medida, son substituidos por otros de igual o sin duda ya, peor catadura. El cuento de nunca acabar. Pero nunca, hasta ahora, se ha tenido la atingencia de informar a la ciudadanía que el ejército de capos y sicarios que operan en el terreno, está al servicio de poderosas empresas criminales y altos ejecutivos que desde lujosas oficinas, con sofisticada tecnología planean y conducen impunemente sus ilícitas operaciones, lo mismo en México que en otras latitudes.

Nada parece indicar que contra estas altas esferas de la delincuencia organizada, personajes de cuello blanco y finas maneras, se privilegie la estrategia de la guerra emprendida. Nada se nos dice al respecto ni se observan avances en tal sentido. La cabeza principal de la hidra sigue siendo un misterio no resuelto. No se conoce al enemigo más allá de los daños que hoy lamentamos.

Por los resultados y daños colaterales, para el común de los ciudadanos queda la impresión de que no se ha tomado para nada en cuenta lo anterior. El enemigo, al que ya se califica “traidor a la patria”, es un fantasma que está en todos lados y al mismo tiempo no está en ningún lugar. Lo mismo podría ubicársele en el bando de los malos que en el de los que se dicen ser los buenos. La corrupción y la impunidad que domina en México, impide establecer distingo alguno para diferenciar a los unos de los otros.

La sabiduría popular enseña que “según el sapo es la pedrada”. Y está visto que no se alcanzará la victoria oponiendo violencia a la violencia en el terreno, si no se combate al corazón del enemigo en su madriguera, oponiendo inteligencia superior a la que hoy por hoy parece dominar en las altas esferas de la industria del crimen, como bien lo saben los señores de las fuerzas armadas que conocen de la manufactura del paño.

Así que unidad ¿para qué? ¿En torno a qué? ¿A los gobernantes en turno? ¿A un sistema de procuración de justicia cuestionado? ¿O a una inexistente política con visión de Estado que sin atentar contra los derechos humanos y clima de libertad cuya construcción ha costado mucha sangre al pueblo de México, haga de la racionalidad, buen juicio, honestidad, y un profundo amor a la patria su estandarte? La unidad a secas, en abstracto, al costo social y político que sea, únicamente conduce al pensamiento único; al fascismo dictatorial que el enemigo real pretende imponernos.

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Clitemnistra: El narco-reclamo

Ayer, mientras escuchaba el noticiero matutino en el radio, el locutor hizo mención a las primeras mantas que aparecieron en el país con narcomensajes. Las mantas exponían algo de lo que varios medios habían hecho mención antes: Que la tal guerra contra el narcotráfico del gobierno de facto estaba enfocada únicamente a pegarle a un cártel y a militarizar el territorio sólo de algunos.

Hoy, que aparecen nuevamente las mantas con “narcomensajes” en los puentes peatonales, no nos cabe la menor duda de que aquellos viejos acuerdos que mantenían en relativo equilibrio a la mafia en México, no sólo está en crisis, sino que se dobla sobre sí misma y hace publicos los reclamos. Algunos de ellos lo hacen con costosos spots en TV y el “narco” se limita a dejar los memos con todas las letras y tintas claras sobre mantas en todo el país.

Sólo hay dos explicaciones para estas mantas. 1) que no sean mensajes de narcos y 2) que lo sean. ¿Porqué me doy explicaciones tan burdas? Porque las implicaciones de cualquiera de estas dos opciones son las mismas.

CASO 1

Es muy extraña la manera en que estas mantas han aparecido como de la nada en puentes peatonales. No crean, yo he hecho eso muchas veces y puedo asegurarles que no es sencillo y no importa cuánta discreción procures, a cualquier hora del día o la noche hay autos y mirones. Supongo que si vas armado hasta los dientes es más sencillo pues, a lo que voy es que esas cosas no pasan desapercibidas hasta las seis de la mañana en ningún caso.

Uno se pregunta cómo es que estos presuntos narcos tan acostumbrados a la violencia se ven en la necesidad de verse tan civilizados y hacer sus manifiestos con anuncios impresos en lona a doble tinta y hasta con fotos. Será que ya se sumaron al México ganador?

Y las cabezas? Yo recuerdo bien los tiempos aquellos en que los narcomensajes se dejaban adornados como arbolito de navidad con una cabeza o algunos dedos. Las cartulinas a veces no se leían perfecto pero el reclamo quedaba claro. Y las panzas marcadas con picahielo? A poco los narcos ya se pusieron finolis?

La manera de operar en esta ocasión no coincide con las experiencias anteriores, y eso nos hace pensar que quizás no son narcos los que han puesto esos letreros, sino los mismos policiías locales. ¿Porqué? Pues porque en esta dichosa guerrita de la seguridad emprendida por el gobierno a quenes se están echando al plato son a los policías. La militarización ha causado que múltiples miembros de los cuerpos policiales de los diferentes estados y en diferentes mandos hayan sido torturados y asesinados por grupos en discordia. Estas mantas, que utilizan el lenguaje y las formas que usualmente usan los narcos es un medio de hacer una denuncia de lo que ellos saben.

CASO 2

El caso dos se resume a una llamada de atención como primer paso.

Recuerdan esas mantas que aparecieron en Reynosa hace mucho donde unos narcos hacían referencia a unos empresarios que les querían empezar a comer el mandado? También las llamadas de atención comenzaron con mantitas advirtiendo que no se anduvieron metiendo en nogocios que no conocían. El empresario en cuestión no hizo caso y apareció después decapitado con su respectiva cartulina.

Las mantas están denunciando la protección del gobierno de facto y el ejército hacia los cárteles de Sinaloa y Michoacán, adviertiendo que el problema no es con el otro bando. Entonces cuál es su problema? Pues que la protección de Felipe Calderón y el ejército no consiste en tener al cártel de Sinaloa sano y salvo en Los Pinos, sino en que la militariozación que se ha extendido por todo el país, sólo la están mandando a terrotorios que pertenecen al grupo de los quejosos. El negocio del narcotráfico es muy poderoso en este país, y las bajas en personal, las pérdidas de “terreno” y los días sin flujo de ventas propician caídas abismales en las ganancias. Así que tienen muy grandes razones para estar enojados con FeCal y sus aliados.

Si este es el caso ya estaremos viendo letreros más fuertecitos colgados de los puentes, supongo yo.

La violencia desbordada que existe hoy en México es consecuencia directa de  la impunidad que gozan los grupos delictivos y la protección que desde el poder se le da. Por tanto, los compromisos de unos con otros varían de acuerdo a los cambios políticos y la situación económica del país. Si bien hemos planteado dos supuestos casos en que este conflicto de las mantas puede o no pertenecer a grupos de narcotraficantes, lo único que no cambia ahí son los mensajes en sí: la denuncia del involucramiento y protección de Felipe Calderón, el ejército más otros mandatarios con conocidos delincuentes.

Los “narcomandatarios”  enlistados con nombre y apellido son los señalados por no cumplir los acuerdos tácitos de los grupos de delincuencia organizada. Por ello, podemos esperar en los siguientes meses el reacomodo de  todos los involucrados y el escarmiento a quienes se hayan querido pasar de listos.

Y la pregunta obligada es: ¿Cómo es que todo mundo le truena los dedos a Felipe Calderón?

Alejandro Martí le dice que si no puede se vaya, la mujer de Nelson Vargas exije que haga su trabajo, los empresarios los hacen como chancla, las telvisoras lo traen como yoyo, el ejército se manda solo y los narcos le tienen que estar recordando a donde y a quienes pertenece. El gobierno de FECal  ha probado más de una vez que no puede cumplir con su parte de los acuerdos adquiridos a partir de la compra de su silla presidencial. Y ahora los verdaderos dueñosde esa silla, los pusieron el dinero, los que manejaron los medios, los que lo hicieron mandatario y quienes hasta ahora lo siguen sostenciendo hacen respectivos reclamos.

Yo no lo sé de cierto. lo supongo… porque eso es todo lo que puedo ver.

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J. Enrique Olivera Arce: Escepticismo. El pueblo a las pruebas se remite

Cadena perpetua, para los luchadores sociales del pueblo de Atenco. Impunidad y apapacho para sátrapas confesos que desde el gobierno  atropellan al pueblo.

Doble moral y doble rasero es la lectura obligada que deja el cónclave elitista en el que lo más representativo de la clase gobernante se comprometiera a lo que por principio, saben que no pueden ni deben cumplir, so pena de escupir para arriba. Hablar de la soga en casa del ahorcado no siempre es lo más afortunado cuando a la luz de la realidad nacional, un pueblo escéptico y profundamente agraviado, reacciona frente al discurso mediático de su victimario con un indiferente y desganado ¡Que renuncien todos!

Hoy el tema de moda es la seguridad pública frente a manifestaciones criminales, sin más objeto aparente que desviar la atención del  ciudadano de a pie sobre otros quizá estratégicamente más relevantes como la seguridad energética, la seguridad alimentaria o la seguridad social. Mañana o pasado bien podría utilizarse como cortinilla de humo cualquier otro pretexto que cale coyunturalmente en el estado de ánimo prefabricado por los medios,  de  una ciudadanía que ya no ve lo duro sino lo tupido.

Como ya es costumbre, lo pactado renuncia a lo obvio y choca con el manejo presupuestal y la inclinación a la rapiña de los virreyes estatales. Los gobernadores se suman al pacto y lo aplauden de dientes para afuera, pero ¿estarían dispuestos a renunciar al control de sus organismos de seguridad,  y en nombre de la eficacia dejar en manos de la federación el manejo y control de la totalidad de los recursos presupuestales asignados a la tarea? Ni el más optimista de los mexicanos se atrevería a inclinarse por la afirmativa.

El caso es hacer mucho ruido aunque las nueces sean escasas, ante la incapacidad de la clase gobernante para atender y enfrentar con eficiencia y eficacia, problemas torales de una nación que marcha a paso acelerado en pos de la banca rota. Tiene razón la periodista Marcela López Zalce, cuando en Milenio escribe que “no hay nada que celebrar”. El pacto por la seguridad al igual que el pacto para la reforma del Estado, o el signado en su momento para el rescate del campo, son letra muerta. La clase gobernante seguirá por el camino andado de la mediocridad, la corrupción y la impunidad, ante el escepticismo y creciente indiferencia de los subordinados.

Si el Sr. Calderón Hinojosa esperaba otra cosa de la cumbre planeada para satisfacer su particular afán de legitimarse ante los mexicanos, terminó por ceder su escaso y cuestionado capital político al poder real de la Nación. La clase empresarial exige resultados concretos o la renuncia de los servidores públicos responsables. En tanto que las clases subordinadas, con mayor realismo, descalifican el intento, con un simple “a las pruebas me remito”.

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Jorge Camil: Que renuncie el gobierno

Gobiernos van y vienen, de uno y otro partido, pero la inseguridad va en aumento. Nada funciona. Fracasan irremediablemente promesas, planes, estrategias y buenas intenciones. Fracasan porque el gobierno tiene una percepción distorsionada de la magnitud del problema para la sociedad civil, y porque al estar enfocado exclusivamente en los problemas que considera “verdaderamente importantes” (el petróleo, las relaciones con Estados Unidos, la Iniciativa Mérida, la consulta nacional sobre el petróleo y las reformas de todos colores) demuestra que no tiene sensibilidad, pero tampoco consideración, empatía y respeto por la sociedad civil.

Para los ciudadanos, la alarmante escalada de violencia significa perder la tranquilidad, la dignidad, nuestra forma de vida (que es la esencia de la libertad) y eventualmente, como fue el caso de Fernando Martí, la vida misma. Para el gobierno, en cambio, el tema parece ser un problema de imagen y frases de campaña, así que con gran desparpajo lo atacan con retórica y armas mediáticas: ¡vamos ganando!, repiten victoriosos con la frente en alto y la mirada fija en 2009 y 2012, aunque todos sepamos que van perdiendo. ¡Felicidades Germán Martínez!, ahora sabemos que la guanajuatización de México va por buen camino. Sí, por el “Camino de Guanajuato”, ahí donde “la vida no vale nada”.

La retórica oficial y las frases de campaña se estrellan diariamente con una realidad que ofende y horroriza a los mexicanos: 10 o 20 ejecutados (¿qué más da?), dos o tres decapitados (una de las cabezas, la aparecida en las páginas de Paris Match hace un par de semanas, con un guiño macabro, como diciendo: “aquí se ven”). Un industrial regiomontano secuestrado diariamente, un jovencito inocente (¿presagio del México futuro?) secuestrado y asesinado sin piedad, y un aumento exponencial en la tasa de plagios: 37 por ciento en el Distrito Federal y 60 por ciento en el estado de México. Más empresarios mexicanos emigrando a Estados Unidos. Hemos perdido el control de nuestro propio destino. ¿A quién le importa el terror de la joven madre que llevando a su bebé en el asiento trasero recibe en plena luz del día una mentada de madre y un humillante pistoletazo en la cabeza para robarle el reloj? ¿A quién le importan los miles de relojes y anillos robados diariamente en los embotellamientos de la ciudad de México? ¡Por favor! ¿Anillos? ¿Relojes? ¿Mentadas? ¿Cuando estamos salvando al mundo, y pasando a la historia como autores de importantes reformas electorales, fiscales y energéticas? ¿Secuestros exprés? Que los atienda la policía ministerial (¡nosotros somos “estadistas”!). O que no los atienda nadie, porque los ciudadanos atropellados, a fuerza de sufrir, hemos aprendido a no denunciar.

Nuestros gobernantes deben respirar con alivio, porque ya no denunciamos plagios, violaciones, robos, extorsiones ni fraudes. Pronto dejaremos de denunciar homicidios. ¿Denunciar, mientras Marcelo organiza la consulta petrolera y el Presidente decide su próximo periplo internacional? Para eso hay leyes y “autoridades competentes”. ¿No hemos oído hablar, ignorantes de nosotros, de la nueva división del trabajo, en la que unos nacen para gobernar, y otros nacemos para pagar impuestos? ¿Quién en las altas esferas de gobierno –pregunto– recoge la frustración de los millones de obedientes autómatas que dejamos en casa nuestros objetos de valor? ¿Y quién, al interior del gobierno, comprende que al despojarnos voluntariamente de anillos y relojes, al renunciar a nuestra forma de vida, nos despojamos de nuestra dignidad? Ellos, los criminales, con la tolerancia del gobierno, fijan ahora nuestro radio de acción. Nos indican cómo vivir y cómo vestir. Se acabó el libre albedrío, que era hasta hace poco la esencia de la vida democrática. Ellos, los del gobierno, viven despreocupados en una burbuja de camionetas blindadas, charolas, escoltas y armas de grueso calibre pagadas por nosotros para proteger a los suyos, mientras nosotros vivimos atemorizados y enclaustrados, prisioneros en un mundo de ¡sálvese quien pueda! Por eso no hay solución, porque gobierno y ciudadanos partimos de percepciones distintas y mundos diferentes. Nos movemos por separado en un mar de oscuridad. Andamos, como diría el poeta Jaime Torres Bodet, “el uno en pos del otro, sin hallarnos”.

En la introducción de su entrevista con Felipe Calderón El País advirtió que el número de muertos, más de 5 mil “provocaría un cataclismo en cualquier democracia europea”. Pero aquí no pasa nada. Ni pasará. Hasta que Calderón entienda que si fracasan todas sus reformas, pero nos regresa la seguridad, pasará a la historia como el mejor gobernante de México; hasta que Marcelo Ebrard caiga en la cuenta de que si erradica la inseguridad en el Distrito Federal será presidente de México en 2012. Hasta que ambos comprendan que la inseguridad viene de una empresa perversa en la que están involucrados criminales, policías, autoridades y el sistema judicial. Si no pueden, la renuncia sería una salida honorable que les ganaría el reconocimiento y respeto de la sociedad civil.

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J. Enrique Olivera Arce: Jóvenes y amas de casa, víctimas propiciatorias de un sistema injusto

“Hemos descubierto al enemigo: somos nosotros”

        • Joan Prats

Ocho jóvenes, tres de ellos adolescentes de entre 13 y 15 años, fueron asesinados la madrugada de ayer domingo, en Guamúchil, Sinaloa, dieron  a conocer los principales diarios de México. La Procuraduría de Justicia de Sinaloa informó que del lugar de los hechos fueron recogidos poco más de 300 casquillos de armas de fuego G-3, AR-15, 9 milímetros, y AK-47

Hasta el momento de redactar este apunte, a diferencia de lo acaecido en el antro News Divine de la ciudad de México, ni los presentadores de noticias de las televisoras ni las buenas conciencias de la reacción han procedido al correspondiente desgarre de vestiduras y mucho menos a soliviantar a la opinión pública en contra de las autoridades con motivo del artero crimen perpetrado en Guamúchil. ¿Es que acaso estas alarmantes noticias no merecen la indignación nacional? ¿O es que como sociedad ya nos estamos acostumbrando a mantenernos indiferentes frente al clima de inseguridad que se apodera del país, cuando los reprobables hechos provienen de la llamada “delincuencia organizada”? Salvo, claro está, cuando los medios de comunicación con fines interesadamente políticos, llevando agua a su molino, tocan las fibras más sensibles de los mexicanos fabricando chivos expiatorios.

La violencia que impera en el país dejó la semana anterior 124 muertos en 11 estados. El recuento total incluye los estados de Sinaloa, Chihuahua, Sonora, Baja California, Guerrero, Chiapas, Michoacán, Jalisco, Nuevo León, Durango y estado de México, reduciéndose mediáticamente el fenómeno a un asunto de estadística.

En otra nota, en la edición de ayer lunes del diario La Crónica, se dice que Genaro García Luna, titular de la SSPF declaró que: “Hemos encontrado, más en la industria del secuestro, la participación directa de amas de casa, de las mamás, ya no es sólo el hijo, sino la mamá del hijo que secuestra, custodiando a la víctima”, agregando, “Se dispensa que un hijo se desvíe al alcohol o la droga, ahora la mamá secuestra y esta perspectiva es grave, porque el eje de la sociedad, que es la familia, vive una perspectiva equivocada, diferente y esta es la vertiente que me ha tocado conocer y estudiar”.

Declaraciones estas últimas con las que se pone el dedo en la llaga. La criminalidad ha dejado de ser expresión aislada a combatir por los órganos del Estado encargados de proporcionar seguridad y justicia, constituyéndose en un fenómeno multidimensional generalizado, que amenaza con cubrir todo el territorio nacional. Poniendo al descubierto el alto grado de deterioro del tejido social, y en entredicho la vigencia misma del Estado como tal. Por tanto, un problema estructural multisectorial de orden político, que no se puede ni debe combatir únicamente con el uso de la fuerza. Más considerando que la desigualdad, la pobreza, la corrupción y la impunidad no le son ajenas al fenómeno delincuencial, en tanto contribuyen a la falta de credibilidad en las instituciones tradicionales frente a una realidad agobiante, que excluye de expectativas de desarrollo a cada vez más amplias capas de la población.

La sociedad mexicana vive una severa crisis de pérdida de valores, que se debe reconocer para actuar en consecuencia en todos los órdenes de la vida cotidiana. Cuando la criminalidad permea ya en la juventud, generando víctimas y victimarios entre adolescentes, amas de casa, madres de familia, que renuncian a su deber para con sus hijos y la sociedad, solidarizándose activamente con los delincuentes,  sin que ello sea motivo de indignación nacional, debería ser un grito de alerta y un llamado de atención lo mismo para quienes gobiernan este país que para la ciudadanía toda.

México se nos deshace entre las manos y las autoridades, en los tres órdenes de gobierno, insisten en que todo va bien. La mira de la clase dirigente está puesta en como deshacer el nudo gordiano del estancamiento económico en un modelo de desarrollo agotado, ocultando la realidad bajo el manto del triunfalismo mediático. No se puede seguir por este camino. No cuando el desempleo y la desesperanza orillan a los jóvenes y a las amas de casa a la muerte o delinquir, siendo víctimas propiciatorias de un sistema injusto, cuya única motivación es generar pantagruélicas riquezas para unos cuantos a costa del sacrificio de las mayorías.

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Gustavo Iruegas: Libreto de una farsa

Lugar: En las áridas regiones de América del Norte, que se extienden hacia el sur y pretenden incluir hasta Yucatán, “tierra de ruinas y enormes pirámides [donde las personas] conservan todavía, en su rostro y en sus formas, las características de sus antepasados: la gran raza de los antiguos mayas.”I

Tiempo: El de siempre, el de la defensa de la soberanía y del patrimonio; no podría ser otro.

Personajes:

Aigásido, hombre venal, en los hechos Presidente de México.

Miomundo, hombre venal, en los hechos Presidente de Estados Unidos.

Doctor Witch, tenebroso operador de Miomundo.

Catecúmeno, diáfano operador de Aigásido.

Grey norteña, legisladores de Estados Unidos

H. Grey sureña, legisladores de México

PRIMER ACTO

Voz en off.

El gobierno de Estados Unidos aprendió una dura lección cuando prohibió la venta de bebidas alcohólicas en su territorio. La prohibición impulsó el negocio y la persecución desató una incontrolable ola de violencia que obligó a liberar el comercio del alcohol. De la misma manera, el negocio del narcotráfico debe su éxito a la prohibición y persecución de su comercio. La solución para los grandes narcotraficantes estadunidenses ha sido mantener la prohibición para conservar los precios altos, pero hacer la persecución en el extranjero para que esos pueblos y gobiernos sean los que paguen el costo social y político de la violencia. Tal política requiere la complicidad de los gobiernos involucrados.

Miomundo y Aigásido, conversan bajo los arcos de un portal del casco de una antigua hacienda henequenera de Yucatán. Ambos usan guayaberas.

Miomundo: Amigo Aigásido, los narcotraficantes han aumentado sus actividades en México y ustedes no han sido capaces de detenerlos. Por el contrario, sus actividades criminales prosperan y nosotros no podemos ayudar más porque la opinión pública rechaza nuestra presencia. Ustedes tienen que ayudarnos con eso.

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