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Tricia Boreta: Las noticias más censuradas en 2007 y 2008

El último año de la administración Bush acumuló una concentración de poder ejecutivo absoluto. La Constitución fue sustituida por draconianas órdenes ejecutivas (a menudo secretas). Hubo un recrudecimiento de asaltos a los derechos humanos, tanto en el país como en el extranjero. Pero, ¿quién está hablando adecuadamente sobre esto? Sólo se muestra el borde de la realidad.


Los medios corporativos han estado demasiado ocupados en mantener entretenido al público consumidor con el sinfín de banalidades añadidas a la cobertura del espectáculo “Campaña presidencial 2008” y el Congreso ha dado un paso al lado, o aparenta vigilar y escudriñar a fondo el presupuesto federal y la Constitución, pero –al final– dejar hacer a la administración.

Proyecto Censurado y un grupo de periodistas independientes alrededor del mundo han estado siguiendo afanosamente las acciones desenfrenadas de un imperio en decadencia. Las historias de noticias no cubiertas del Proyecto Censurado 2009 revelan un aumento desesperado de la demanda de las corporaciones de EEUU por conquistar más recursos naturales, así como la creciente confianza de los sectores militares en su capacidad de silenciar y eliminar la disensión e imponer la conformidad. La lista de este año muestra más claramente cómo la voluntad de los pueblos sigue siendo el enemigo principal de la violencia de las corporaciones estadounidenses. El término “terrorismo” se está ampliando rápidamente para incluir el desarrollo del pensamiento adverso a la agenda de conquista de EEUU.

Cada una de estas 25 noticias relevantes de este año constituye una historia de “corporacioncracia”, de cómo es la vida bajo un gobierno de, por y para las grandes corporaciones multinacionales que cada vez disminuyen más el valor de la vida humana en la búsqueda de sus beneficios. Este sistema ha convertido a nuestro compromiso estadounidense de lealtad a la “libertad y a la justicia para todos” no sólo en un triste travestismo, sino también en un recordatorio importante de nuestra responsabilidad como ciudadanos de EEUU.

El simple cambio en la cara del imperio con las elecciones de noviembre 2008 probablemente dará lugar a poco más que otra orquesta rusa de los grandes medios. Pero necesitamos un cambio profundo, que traiga consigo el conocimiento, con una depuración de la verdad, y la asunción de la responsabilidad de la realidad social y ambiental que alimenta nuestro enfermo estilo de vida, el “American way of life”. Por favor, comparta las historias que aparecen a continuación. Apoye a los medios independientes y a una Internet libre. Asuma su rol por un cambio verdadero.

Traducción: Ernesto Carmona

Argenpress

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Ignacio Ramonet: La crisis del siglo

Los terremotos que sacudieron las Bolsas durante el pasado «septiembre negro» han precipitado el fin de una era del capitalismo. La arquitectura financiera internacional se ha tambaleado. Y el riesgo sistémico permanece. Nada volverá a ser como antes. Regresa el Estado.

El desplome de Wall Street es comparable, en la esfera financiera, a lo que representó, en el ámbito geopolítico, la caída del muro de Berlín. Un cambio de mundo y un giro copernicano. Lo afirma Paul Samuelson, premio Nobel de economía : «Esta debacle es para el capitalismo lo que la caída de la URSS fue para el comunismo.» Se termina el período abierto en 1981 con la fórmula de Ronald Reagan: «El Estado no es la solución, es el problema.» Durante treinta años, los fundamentalistas del mercado repitieron que éste siempre tenía razón, que la globalización era sinónimo de felicidad, y que el capitalismo financiero edificaba el paraíso terrenal para todos. Se equivocaron.

La «edad de oro» de Wall Street se acabó. Y también una etapa de exuberancia y despilfarro representada por una aristocracia de banqueros de inversión, «amos del universo» denunciados por Tom Wolfe en La Hoguera de las vanidades (1987). Poseídos por una lógica de rentabilidad a corto plazo. Por la búsqueda de beneficios exorbitantes.

Dispuestos a todo para sacar ganancias: ventas en corto abusivas, manipulaciones, invención de instrumentos opacos, titulización de activos, contratos de cobertura de riesgos, hedge funds… La fiebre del provecho fácil se contagió a todo el planeta. Los mercados se sobrecalentaron, alimentados por un exceso de financiación que facilitó el alza de los precios.

La globalización condujo la economía mundial a tomar la forma de una economía de papel, virtual, inmaterial. La esfera financiera llegó a representar más de 250 billones de euros, o sea seis veces el montante de la riqueza real mundial. Y de golpe, esa gigantesca «burbuja» reventó. El desastre es de dimensiones apocalípticas. Más de 200 mil millones de euros se han esfumado. La banca de inversión ha sido borrada del mapa. Las cinco mayores entidades se desmoronaron: Lehman Brothers en bancarrota; Bear Stearns comprado, con la ayuda de la Reserva Federal (Fed), por Morgan Chase; Merril Lynch adquirido por Bank of America; y los dos últimos, Goldman Sachs y Morgan Stanley (en parte comprado por el japonés Mitsubishi UFJ), reconvertidos en simples bancos comerciales.

Toda la cadena de funcionamiento del aparato financiero ha colapsado. No sólo la banca de inversión, sino los bancos centrales, los sistemas de regulación, los bancos comerciales, las cajas de ahorros, las compañías de seguros, las agencias de calificación de riesgos (Standard&Poors, Moody’s, Fitch) y hasta las auditorías contables (Deloitte, Ernst&Young, PwC).

El naufragio no puede sorprender a nadie. El escándalo de las «hipotecas basura» era sabido de todos. Igual que el exceso de liquidez orientado a la especulación, y la explosión delirante de los precios de la vivienda. Todo esto ha sido denunciado –en estas columnas – desde hace tiempo. Sin que nadie se inmutase. Porque el crimen beneficiaba a muchos. Y se siguió afirmando que la empresa privada y el mercado lo arreglaban todo.

La administración del Presidente George W. Bush ha tenido que renegar de ese principio y recurrir, masivamente, a la intervención del Estado. Las principales entidades de crédito inmobiliario, Fannie Mae y Freddy Mac, han sido nacionalizadas. También lo ha sido el American International Group (AIG), la mayor compañia de seguros del mundo. Y el Secretario del Tesoro, Henry Paulson (expresidente de la banca Goldman Sachs…) ha propuesto un plan de rescate de las acciones «tóxicas» procedentes de las «hipotecas basura» (subprime) por un valor de unos 500 mil millones de euros, que también adelantará el Estado, o sea los contribuyentes.

Prueba del fracaso del sistema, estas intervenciones del Estado –las mayores, en volumen, de la historia económica- demuestran que los mercados no son capaces de regularse por sí mismos. Se han autodestruido por su propia voracidad. Además, se confirma una ley del cinismo neoliberal: se privatizan los beneficios pero se socializan las pérdidas. Se hace pagar a los pobres las excentricidades irracionales de los banqueros, y se les amenaza, en caso de que se nieguen a pagar, con empobrecerlos aún más.

Las autoridades norteamericanas acuden al rescate de los «banksters» («banquero gangster») a expensas de los ciudadanos. Hace unos meses, el Presidente Bush se negó a firmar una ley que ofrecía una cobertura médica a nueve millones de niños pobres por un costo de 4 mil millones de euros. Lo consideró un gasto inutil. Ahora, para salvar a los rufianes de Wall Street nada le parece suficiente. Socialismo para los ricos, y capitalismo salvaje para los pobres.

Este desastre ocurre en un momento de vacío teórico de las izquierdas. Las cuales no tienen «plan B» para sacar provecho del descalabro. En particular las de Europa, agarrotadas por el choque de la crisis. Cuando sería tiempo de refundación y de audacia.

¿Cuanto durará la crisis? «Veinte años si tenemos suerte, o menos de diez si las autoridades actúan con mano firme.» vaticina el editorialista neoliberal Martin Wolf (1). Si existiese una lógica política, este contexto debería favorecer la elección del demócrata Barack Obama (si no es asesinado) a la presidencia de Estados Unidos el 4 de noviembre próximo. Es probable que, como Franklin D. Roosevelt en 1930, el joven Presidente lance un nuevo «New Deal» basado en un neokeynesianismo que confirmará el retorno del Estado en la esfera económica. Y aportará por fin mayor justicia social a los ciudadanos. Se irá hacia un nuevo Bretton Woods. La etapa más salvaje e irracional de la globalización neoliberal habrá terminado.

Nota 1) Financial Times, Londres, 23 de septiembre de 2008

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=73489

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Robert Fisk’s World: Bush rescues Wall Street but leaves his soldiers to die in Iraq

It was a weird week to be in the United States. On Tuesday, secretary of the treasury Henry Paulson told us that “this is all about the American taxpayer – that’s all we care about”. But when I flipped the page on my morning paper, I came across the latest gloomy statistic which Americans should care more about. “As of Wednesday evening, 4,162 US service members and 11 Defence Department civilians had been identified as having died in the Iraq war.” By grotesque mischance, $700bn – the cost of George Bush’s Wall Street rescue cash – is about the same figure as the same President has squandered on his preposterous war in Iraq, the war we have now apparently “won” thanks to the “surge” – for which, read “escalation” – in Baghdad. The fact that the fall in casualties coincides with the near-completion of the Shia ethnic cleansing of Sunni Muslims is not part of the story.

Indeed, a strange narrative is now being built into the daily history of America. First we won the war in Afghanistan by overthrowing the evil, terrorist-protecting misogynist Islamist crazies called the Taliban, setting up a democratic government under the exotically dressed Hamid Karzai. Then we rushed off to Iraq and overthrew the evil, terrorist-protecting, nuclear-weaponised, secular Baathist crazies under Saddam, setting up a democratic government under the pro-Iranian Shia Nouri al-Maliki. Mission accomplished. Then, after 250,000 Iraqi deaths – or half a million or a million, who cares? – we rushed back to Kabul and Kandahar to win the war all over again in Afghanistan. The conflict now embraces our old chums in Pakistan, the Saudi-financed, American-financed Interservices Intelligence Agency whose Taliban friends – now attacked by our brave troops inside Pakistani sovereign territory – again control half of Afghanistan.

We are, in fact, now fighting a war in what I call Irakistan. It’s hopeless; it’s a mess; it’s shameful; it’s unethical and it’s unwinnable and no wonder the Wall Street meltdown was greeted with such relief by Messrs Obama and McCain. They couldn’t suspend their campaigns to discuss the greatest military crisis in America’s history since Vietnam – but for Wall Street, no problem. The American taxpayer – “that’s all we care about”. Mercifully for the presidential candidates, they don’t have to debate the hell-disaster of Iraq any more, nor US-Israeli relations, nor Exxon or Chevron or BP-Mobil or Shell. George Bush’s titanic if mythical battle between good and evil has transmogrified into the conflict between good taxpayers and evil bankers. Phew! No entanglement in the lives and deaths of the people of the Middle East. Until the elections – barring another 9/11 – they are yesterday’s men and women.

But truth lurks in the strangest of airports. I’m chewing my way though a plate of spiced but heavy-boned chicken wings – final proof of why chickens can’t fly – at John Wayne airport in Orange County (take a trip down the escalator and you can actually see a larger-than-life statue of the “Duke”), and up on the screen behind the bar pops Obama himself. The word “Change” flashes on the logo and the guy on my left shakes his head. “I got a brother who’s just come back from Afghanistan,” he says. “He’s been fighting there but says there’s no infrastructure so there can be no victory. There’s nothing to build on. We’re not wanted.” At California’s San Jose University, a guy comes up and asks me to sign my new book for him. “Write ‘To Sergeant ‘D’,” he says with a sigh. “That’s what they call me. Two tours in Iraq, just heading out to Afghanistan.” And he rolls his eyes and I wish him safe home afterwards.

Of course, the Israeli-Palestinian conflict no longer gets a look into the debate. McCain’s visit to the Middle East and Obama’s visit to the Middle East – in which they outdid each other in fawning to the Israeli lobby (Obama’s own contribution surely earning him membership of the Knesset if not entry to the White House) – are safely in the past. Without any discussion, Israeli and US officials held a three-day security-technology forum in Washington this month which coincided with an equally undebated decision by the dying Bush administration to give a further $330m in three separate arms deals for Israel, including 28,000 M72A7 66mm light anti-armour weapons and 1,000 GBU-9 small diameter bombs from Boeing. Twenty-five Lockheed Martin F-35 fighter jets are likely to be approved before the election. The Israeli-American talks were described as “the most senior bilateral high-technology dialogue ever between the two allies”. Nothing to write home about, of course.

Almost equally unreported in major US papers – save by the good old Washington Report – was a potential scandal in good old Los Angeles to which Mayor Antonio Villaraigosa recently returned after a $225,000 junket to Israel with three council members and other city officials (along with families, kids, etc). The purpose? To launch new agreements for security at Los Angeles international airport. Council members waffled away on cellphones and walked out of the chamber when protesters claimed that the council was negotiating with a foreign power before seeking bids from American security services. One of the protesters asked if the idea of handing LAX’s security to the Israelis was such a good idea when Israeli firms were operating security at Boston Logan and Newark on 9/11 when a rather sinister bunch of Arabs passed through en route to their international crimes against humanity.

But who cares? 9/11? Come again? What’s that got to do with the American taxpayer?

http://www.independent.co.uk/opinion/commentators/fisk/robert-fisks-world-bush-rescues-wall-street-but-leaves-his-soldiers-to-die-in-iraq-944071.html

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Octavio Rodríguez Araujo: ¿Política del miedo?

En Morelia, Michoacán, la noche de la celebración de la Independencia de México fue sangrienta. Dos granadas de fragmentación explotaron entre la muchedumbre: siete muertos y más de cien heridos fue el saldo conocido hasta la mañana del día siguiente. Esto no había pasado, no que yo recuerde. No fue un acto guerrillero; los grupos guerrilleros en México nunca han actuado de esta forma, se han cuidado de respetar las vidas humanas. Fue un acto terrorista, para provocar miedo y muerte, miedo a la muerte también.

A partir de ahora cualquier lugar, solitario en una calle oscura o en medio de la muchedumbre, es peligroso. Nadie sabe lo que le pueda pasar, y Calderón, insensible y obstinado, insiste –después de conocer la tragedia– en que los mexicanos “sin excepción” debemos unirnos en la desenfrenada e improvisada carrera de su desgobierno contra el crimen organizado, incluso denunciando a los agresores o proporcionando información para dar con ellos. Para completar el cuadro “aseveró que se equivocan quienes pretenden que el miedo haga presa a la sociedad” (Reforma.com, 16/09/08).

¿Y qué es lo que se puede esperar, además de miedo, después de las explosiones de Morelia? Si eso ocurrió en un pacífico festejo popular, ¿por qué no en cualquier otro tipo de acto o en un mitin de apoyo o de rechazo convocados por cualquier motivo por un líder, un partido o el mismo gobierno? En otros países ha habido actos terroristas recientes en el transporte (en Madrid el 11 de marzo de 2004 y en Londres el 7 de julio del año siguiente), en cafeterías y restaurantes, en plazas públicas, en hoteles y en las calles donde han explotado no pocos automóviles. Aquí ya contamos con esos escenarios.

En México, desde que se inició la guerra de Calderón contra los narcotraficantes, han muerto más personas que quienes se supone son las víctimas de aquéllos, es decir, los que consumen drogas ilícitas y que, también supuestamente, el gobierno trata de proteger con su guerra (¿será?). Y es ésta, la guerra, la que ha motivado el uso de granadas de fragmentación antes de Morelia, por ejemplo en Sonora el mes pasado, aunque no fueran activadas (La Jornada on line, 21/08/08), disparos con armas de alto poder en casi todas las ciudades importantes del país y asaltos a mano armada en casas y barrios, donde antes no había pasado nada de este tipo.

No. No hay motivo para tener miedo, es solamente algo que imaginamos porque los mexicanos nos hemos vuelto paranoicos y aprensivos. Imaginamos los secuestros de todo tipo y nivel, así como los levantones, los asesinatos, las mutilaciones y los asaltos. Si no fuera por nuestra delirante imaginación viviríamos tan tranquilos como antes de que Calderón iniciara su valerosa guerra rodeado del Estado Mayor Presidencial y de ambientes de seguridad de la más alta tecnología.

¿Por qué habríamos de tener miedo si sólo nos encontramos entre dos fuegos? Por un lado los bandidos y por el otro los policías y los soldados. Éstos también dan miedo: catean domicilios sin orden judicial, amagan poblaciones enteras, violan y roban cuando pueden o cuando se embriagan o se drogan. La seguridad nacional que Calderón ha querido garantizar se ha vuelto la inseguridad nacional, y todavía nos pide que lo apoyemos en esta lucha sin cuartel, que nos unamos todos (“pueblo y gobierno”), que no tengamos miedo y que combatamos con ligas y cáscaras de limón al crimen organizado y a los enemigos de México.

¿Por qué no habríamos de pensar, ya que nos han vuelto paranoicos, que el aumento de la criminalidad ha sido deliberado como una política de gobierno para justificar la militarización del país y quitarnos nuestros derechos y libertades (cada vez más restringidos)? Se ha hecho en Estados Unidos bajo el desgobierno de Bush, lo han hecho los dictadores de América Latina en aquellos tiempos que ahora, ingenuamente, creemos ya superados, ¿por qué no también en México? El argumento ha sido, precisamente, “la seguridad nacional”, y el resultado logrado ha sido su contrario. Nunca, desde hace setenta años, el país había vivido con tanta inseguridad.

Mi tía Irene (todos tenemos una tía Irene) me decía hace poco que leer todos los días “tantos muertos aquí y allá” podría resultar igual que una vacuna: insensibilizarnos ante la muerte, acostumbrarnos a vivir en un mundo (un país) irremediablemente peligroso. Tal vez tenía razón esa tía Irene, pero el problema es que alguien quiere que tengamos miedo, que no nos insensibilicemos, que no nos acostumbremos a vivir en peligro. Y la receta fue, por ahora, el 15 de septiembre en Morelia. Y en este caso da igual quién puso las granadas de fragmentación o los artefactos explosivos que hayan sido. Los muertos y los heridos nada tenían que ver con el narcotráfico ni con la lucha de Calderón y Bush contra aquél: fue una acción para provocar miedo e inseguridad y para que no pocos ciudadanos atemorizados demanden ahora que el gobierno endurezca todavía más sus políticas contra el crimen, aunque en ello les vaya perder sus derechos y libertades. El miedo y la incertidumbre, debe recordarse, propician exigencias de “mano dura y firme” entre la población, especialmente entre las clases medias. Todas las dictaduras del siglo pasado fueron precedidas de exigencias de este tipo: desde el fascismo italiano a principios de los años veinte, pasando por el nazismo alemán, hasta las últimas dictaduras latinoamericanas. Léanse, si no, las cartas y comentarios en los periódicos en Internet y no sólo en los de derecha: muchos piden o exigen mano dura y firme, y hasta más.

¡Cuidado! Something is rotten not only in the state of Denmark… but also in Mexico –se diría en un Hamlet actual.

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Robert Cohen: In the Seventh Year

David W. Dunlap/ NY Times

Foto: David W. Dunlap/ NY Times

And in the seventh year after the fall, the dust and debris of the towers cleared. And it became plain at last what had been wrought.

For the wreckage begat greed; and it came to pass that while America’s young men and women fought, other Americans enriched themselves. Beguiling the innocent, they did backdate options, and they did package toxic mortgage securities and they did reprice risk on the basis that it no more existed than famine in a fertile land.

Thereby did the masters of the universe prosper, with gold, with silver shekels, with land rich in cattle and fowl, with illegal manservants and maids, with jewels and silk, and with Gulfstream V business jets; yet the whole land did not prosper with them. And it came to pass, when the housing bubble burst, that Main Street had to pay for the Wall Street party.

For Bush ruled over the whole nation and so sure was he of his righteousness that he did neglect husbandry.

And he took his nation into desert wars and mountain wars, but, lo, he thought not to impose taxation, not one heifer nor sheep nor ox did Bush demand of the rich. And it came to pass that the nation fell into debt as boundless as the wickedness of Sodom. For everyone, Lehman not least, was maxed out.

So heavy was the burden of war, and of bailing out Fannie and Freddie, and of financing debt with China, that not one silver shekel remained to build bridges, nor airports, nor high-speed trains, nor even to take care of wounded vets; and the warriors returning unto their homes from distant combat thought a blight had fallen on the land.

So it was in the seventh year after the fall of the towers. And still Bush did raise his hands to the Lord and proclaim: “I will be proved right in the end!”

And around the whole earth, which had stood with America, there arose a great trouble, for it seemed to peoples abroad that a great nation, rich in flocks and herds and land and water, had been cast among thorns and Philistines; its promise betrayed, its light dimmed, its armies stretched, its budget broken, its principles compromised, its dollar diminished.

And it came to pass that this profligate nation, drinking oil with insatiable thirst, could not cure itself of this addiction, and so its wealth was transferred to other nations that did not always wish it well.

Wherefore the balance of power in the world was altered in grievous ways, and new centers of authority arose, and they were no more persuaded by democracy than was the Pharaoh.

For Bush ruled over the whole nation, and so sure was he of his righteousness that he did neglect the costs of wanton consumption. And he believed that if the Lord created fossil fuel, fossil fuel must flow without end, as surely as the grape will yield wine.

Therefore, in the seventh year after the fall, with 1,126 of the slain still unidentified, their very beings rendered unto dust, their souls inhabiting the air of New York, it seemed that one nation had become two; and loss, far from unifying the people, had sundered the nation.

For the rich, granted tax breaks more generous than any blessing, grew richer, and incomes in the middle ceased to rise, and workers saw jobs leaving the land for that region called Asia. And some fought wars while others shopped; and some got foreclosed while others got clothes. And still Bush spake but few listened.

Behold, so it was in the seventh year, and it seemed that America was doubly smitten, from without and within.

And, lo, a strange thing did come to pass. For as surely as the seasons do alternate, so the ruler and party that have brought woe to a nation must give way to others who can lead their people to plenty. How can the weary, flogged ass bear honey and balm and almonds and myrrh?

Yet many Americans believed the exhausted beast could still provide bounty. They did hold that a people called the French was to blame. They did accuse a creation called the United Nations. They did curse the ungodly sophisticates of Gotham and Hollywood and sinful Chicago; and, lo, they proclaimed God was on their side, and carried a gun, and Darwin was bunk, and truth resided in Alaska.

For Bush ruled over the whole nation and so sure was he of his righteousness that he did foster division until it raged like a plague. Each tribe sent pestilence on the other.

And in the seventh year after the fall, the dust and debris of the towers cleared. And it became plain at last what had been wrought — but not how the damage would be undone

http://www.nytimes.com/2008/09/11/opinion/11Cohen.html?ref=opinion

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DAVID ALANDETE: El Partido Republicano enseña su rostro más radical

En las primarias fueron contrincantes. Pero los tres principales competidores contra John McCain por la nominación del Partido Republicano se unieron el miércoles en un duro ataque contra lo que bautizaron como “la prensa liberal”, contra la izquierda, contra Washington y contra el candidato demócrata a la presidencia de EE UU, Barack Obama.

Olvidados los tiempos del conservadurismo compasivo, Rudolph Giuliani, Mike Huckabee y Mitt Romney imprimieron un tono radical a la Convención de Saint Paul y acusaron al senador por Illinois de falta de firmeza ante el terrorismo islamista y de atesorar menos experiencia ejecutiva que cualquiera de los dos miembros de la candidatura republicana.

“Los demócratas han renunciado a ganar la guerra de Irak y han renunciado a América”, dijo el ex alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani. En una severa crítica al Partido Demócrata, dijo que en su Convención, en Denver, “raramente mencionaron los ataques del 11 de septiembre de 2001. Viven un estado de negación respecto a la mayor amenaza que vive nuestro país”.

El ex gobernador de Arkansas Mike Huckabee acusó a Obama de ser el candidato que pondrá a Estados Unidos “en riesgo en un mundo peligroso”. Mitt Romney, por su parte, aportó puntos del ideario neoconservador al asegurar que los republicanos son los únicos que creen “en la distinción entre el bien y el mal”, mientras Obama “duda y se doblega” ante el terrorismo.

Giuliani defendió a McCain como “un soldado de a pie en la revolución conservadora de Reagan”. De hecho, los tres ex candidatos le atribuyeron a McCain el rol de defensor del legado del célebre presidente republicano de los años ochenta. “El camino adecuado es el que lideró Ronald Reagan hace 30 años y que ahora recorrerán John McCain y Sarah Palin”, dijo Romney, que fue gobernador de Massachusetts entre 2003 y 2007.

En su intervención, este político mormón unió directamente la presidencia de George W. Bush a la candidatura de McCain. “Bush definió a los Estados que patrocinan el terrorismo como lo que son: un eje del mal”, afirmó, en una defensa de la tradición neoconservadora de los años más recientes del Partido Republicano. “El islamismo radical y violento es el demonio, y debemos vencerlo”.

“Queremos pasar de un Washington liberal a un Washington conservador”, dijo Romney, en tono desafiante. “Los liberales cambiarían la sociedad de las oportunidades por la dependencia de la caridad del Gobierno”, dijo, detallando a continuación un ideario económico netamente republicano: “El camino adecuado consiste en reducir el gasto del Gobierno, en bajar los impuestos, en exterminar las grandes regulaciones y los mandatos, detener las tasas a las empresas y enfrentarse al apetito de tiranosaurio de los sindicatos”.

Tanto Romney como Giuliani acusaron a los demócratas de la crisis energética que vive EE UU. Ambos defendieron la propuesta de McCain de abrir las costas estadounidenses a más perforaciones petrolíferas. “Es el Congreso liberal el que nos hace más dependientes de los tiranos de Oriente Próximo”, dijo el ex gobernador de Massachusetts.

Los discursos de los tres ex candidatos fueron, también, una defensa de la experiencia política de Sarah Palin y un encendido ataque personal contra Obama y su compañero de candidatura, Joe Biden. ” tiene ya más experiencia en un puesto ejecutivo que toda la candidatura demócrata”, dijo el ex alcalde de Nueva York. “Ha sido alcaldesa, y sabéis cómo me gusta este trabajo. Lo siento, Barack, si [el puesto de alcaldesa] no es lo suficientemente glamuroso”, dijo.

Los tres antiguos adversarios se sometieron obedientemente a la disciplina de partido en sus comparecencias. Sólo uno, el ex gobernador de Arkansas y ministro baptista Mike Huckabee, reconoció entre risas que, al principio, hubiera querido ser él quien leyera el discurso de aceptación de la candidatura el jueves por la noche. Pero el Huckabee del miércoles fue un ariete más en la táctica de acoso y derribo diseñada por el estratega electoral Steve Schmidt, amigo personal de Karl Rove y arquitecto de la campaña de McCain. “Sarah Palin obtuvo más votos como alcaldesa de Wasilla, Alaska, que Joe Biden en su candidatura a la presidencia”, dijo.

Fue Huckabee quien más se cebó con “los medios elitistas” por subrayar diversas polémicas en las que Palin se ha visto envuelta recientemente. La prensa, dijo, “ha hecho algo que parecía imposible de conseguir: unir al Partido Republicano y a todos los estadounidenses en apoyo del senador McCain y la gobernadora Palin”.

http://www.elpais.com/articulo/internacional/Partido/Republicano/ensena/rostro/radical/elpepuint/20080905elpepiint_3/Tes

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Vicky Pelaez: EE.UU. necesita urgentemente otra guerra

“La guerra es el más viejo, vicioso y más lucrativo fraude”. —General Smedley Butler La vieja premisa de los historiadores, indicando que “en el transcurso de la historia, la guerra siempre ha sido utilizada por líderes poco visionarios como un remedio inmediato para solucionar los problemas económicos nacionales” está más latente que nunca aquí en los Estados Unidos donde buscan desesperadamente salir de la recesión que generó el gobierno de George W. Bush. Con el dólar en caída, los bancos con problema de solvencia, la bolsa de valores tambaleante, la burbuja de bienes raíces desinflándose aceleradamente, etc., no es extraño lo que declara el secretario de defensa Robert Gates al decir, “necesitamos aumentar significativamente nuestra capacidad militar para poder enfrentar grandes ejércitos. No sabemos lo que pasará en Rusia, China, Corea del Norte, Irán o en cualquier otro país”.

El Director de la Agencia Nacional de Inteligencia (DNI), John Michael “Mike” McConnell fue inclusive más explícito cuando presentó su Informe Anual a la Comisión de Inteligencia del Congreso sobre ‘los peligros latentes para la seguridad nacional’. Dijo: “Rusia, China y los países de la OPEC, especialmente Venezuela e Irán podrían utilizar su bonanza financiera para su expansión geoestratégica y política en detrimento de los intereses vitales de Norteamérica en el planeta”. En realidad lo que quiso decir es: “nuestros enemigos tienen plata y con ella pueden comprar gente y las compañías que quieran”.

Lo que más molesta a los halcones de EE.UU., es el resurgimiento de Rusia como potencia económica y militar. Sus incalculables recursos energéticos, de acuerdo a los estrategas estadounidenses, influirán en el futuro rumbo de la Unión Europea que no tiene otra alternativa para sus necesidades energéticas que el petróleo y el gas ruso. Esto la alejaría de Estados Unidos y haría resquebrajarse a la OTAN, que actualmente es el pilar del dominio norteamericano en Europa. En la percepción del Secretario de Defensa Robert Gates, estas condiciones obligan a las fuerzas armadas de EE.UU. a prepararse para la guerra contra Rusia. Por lo pronto ya planifican rodear Rusia con un sistema de radares y misiles que van a ser instalados en Polonia, República Checa y posiblemente Georgia. Así piensan controlar todo el territorio, pero los rusos les mostraron hace poco, que tienen misiles que no pueden ser interceptados.

Estados Unidos, primero, teme una futura alianza militar entre Rusia y China que le haría perder en una posible guerra, y segundo, percibe que la expansión financiera y económica de China en Africa, Asia, América Latina e inclusive en EE.UU. está debilitando la influencia norteamericana en el mercado global, y está haciendo reducir su acceso a recursos naturales. Así, China también entró en la lista de potenciales enemigos. A esto el Jefe del Comando Conjunto chino, general Chen Bingde, contestó: “No somos enemigos de nadie, y si EE.UU. está asustado de nuestro desarrollo económico y militar, eso quiere decir que Norteamérica no tiene intestinos y es extremadamente miedosa. Nuestro gasto anual militar es de 45 mil millones de dólares, mientras que EE.UU. derrocha unos dos millones de millones”.

Resulta que EE.UU., en la perspectiva del Director de Inteligencia McConnell, tiene enemigos por todos lados y lo más alarmante dice que su número está creciendo en su propio “patio trasero”. Ya no es solamente Cuba sino Venezuela, Bolivia , Nicaragua y Ecuador. Para McConnell, Hugo Chávez es “más peligroso que su maestro Fidel Castro debido a las enormes cantidades de petrodólares que tiene y la dependencia norteamericana, aunque limitada, del oro negro bolivariano”. Lo que espera McConnell, es que la alianza estratégica latinoamericana, donde Cuba y Venezuela son líderes, no prospere, debido a ciertas “diferencias entre Raúl Castro y Hugo Chávez”.

Mientras tanto EE.UU. ha desatado una campaña sucia internacional millonaria para sabotear, no sólo el proyecto bolivariano, sino a todos los que quieren una independencia económica, para esto no excluye futuras guerras en nuestro continente, es decir, hacernos pelear entre hermanos para llenar sus arcas.

http://www.elciudadano.cl/2008/02/13/eeuu-necesita-urgentemente-otra-guerra/

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Chris Floyd: Italia lidera la revancha fascista en las democracias occidentales

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

El primer artículo firmado que publiqué en un periódico tuvo que ver con el ascenso de partidos políticos en Italia que orgullosamente proclamaban su descendencia de los fascistas de Benito Mussolini. Fue hace casi 30 años, cuando los recuerdos de la era fascista en Italia y Alemania estaban todavía relativamente frescos: no había que ser muy viejo – apenas de mediana edad – para recordar haber crecido bajo esos regímenes o haber sido afectado por su sombra de una u otra manera. Y, desde luego, los regímenes en España y Portugal sólo habían terminado unos pocos años antes de que apareciera el artículo. De modo que el surgimiento de partidos importantes abiertamente neo-fascistas en Italia – la cuna del movimiento – fue un verdadero choque en esos días.

Ya no choca, claro está. Durante los últimos 14 años, la política italiana ha sido dominada por un bloque alineado con los fascistas, dirigido por un malafamado oligarca, Silvio Berlusconi. Una breve descripción del dudoso neo-Duce que escribí hace cinco años para Bergen Record – en ocasión de la visita de Berlusconi al rancho Crawford de su buen amigo, el malafamado oligarca George W. Bush – sigue valiendo hoy en día:

Berlusconi es el hombre más rico de Italia, un magnate de los medios que ahora controla un 90% de los medios audiovisuales de la nación y gran parte de los medios impresos – periódicos, revistas, y libros – así como al principal equipo deportivo de Italia, la mayor firma de servicios financieros y una vasta cartera de otros fondos financieros. Su primer período en el poder terminó en un revoltijo de procesos por corrupción; el segundo ha sido marcado por una torpe manipulación de los medios y un chocante uso de su mayoría parlamentaria para amañar leyes que lo eximen a él y a sus compinches de procesamientos actuales y de futuras investigaciones.

Gobierna Italia mediante una coalición derechista que incluye a un partido que se proclama “sucesor” de la siniestra facción del dictador fascista Benito Mussolini. Ha renegado rotundamente de sus anteriores promesas de desprenderse de sus propiedades en los medios, mientras conduce una implacable campaña orientada a debilitar la autoridad del sistema judicial de Italia, un baluarte del sistema democrático nacional en permanente turbulencia. Ha despedido a periodistas de la red estatal de televisión de Italia por criticar a su gobierno – un acto de libre expresión que Berlusconi calificó de “criminal.”

Berlusconi fue expulsado de su puesto en 2006, pero volvió al poder este año encabezando su coalición de línea más dura hasta la fecha. Y hogaño – en nuestro mundo post-11-S, cuando los gobiernos occidentales han adoptado como nunca antes la agresión, el autoritarismo y la adoración del poder brutal – no es necesario que los camisas negras de Berlusconi garrapiñen sus tendencias fascistas. Sin embargo, aunque hemos aprendido a esperar lo peor de nuestras democracias degeneradas (y pocas veces nos desilusionan), sigue siendo una especie de choque cuando se ve que Italia resucita una de las políticas más brutales del fascismo, la satanización oficial de todo un grupo étnico – de uno de los objetivos históricos más afectados: los gitanos. Seamus Milne informa en el Guardian:

En el corazón de Europa, la policía ha comenzado a tomar huellas digitales de niños por su raza – con apenas un murmullo de protesta de gobiernos europeos. La semana pasada, el nuevo gobierno derechista de Silvio Berlusconi anunció planes para realizar un registro nacional de todos los gitanos – gente roma y sinti – estimados en unos 150.000 – sean nacidos en Italia o inmigrantes. El ministro del Interior y luminaria central de la xenófoba Liga Norte, Roberto Maroni, insistió en que la toma de huellas digitales de todos los roma, incluyendo a niños, era necesaria para “impedir el pordioseo” y, si era necesaria, apartar a los niños de sus padres.

La campaña étnica de toma de huellas digitales forma parte de una medida de fuerza contra los tres millones y medio de inmigrantes de Italia, en su mayoría legales, realizada en una atmósfera de retórica cada vez más histérica sobre crimen y seguridad. Pero los vituperados roma, cuyas familias han estado, en algunos casos, en Italia desde la Edad Media, sufren la peor parte. El objetivo es clausurar 700 campos de okupas roma y obligar a sus habitantes a abandonar las ciudades o el país. Durante la misma semana en la que Maroni defendió sus planes de registro racial en el parlamento, la máxima corte de apelaciones de Italia dictaminó que era aceptable que se discriminara a los roma sobre la base de que “todos los gitanos son ladrones,” no debido a su “naturaleza gitana.”

Redadas oficiales y cierres forzados de campamentos de los roma han sido salpicados de ataques por grupos de energúmenos vigilantes. En mayo, rumores del secuestro de una bebé por una mujer gitana en Nápoles provocó una orgía de violencia racista contra campamentos de los roma por matones que enarbolaban barras de hierro, incendiaron caravanas y expulsaron a gitanos de sus chabolas en docenas de ataques, orquestados por la mafia local, la Camorra. ¿La reacción del gobierno de Berlusconi a los ataques incendiarios y la limpieza étnica? “Es lo que pasa cuando los gitanos roban bebés,” se desentendió Maroni; mientras su colega en el gabinete y líder de la Liga Norte, Umberto Bossi, declaraba: “La gente hace lo que la clase política no puede hacer.”

Hay que recordar que esto sucede en un Estado que bajo la dictadura fascista de Benito Mussolini jugó un rol obsecuente en el Holocausto, en el que se calcula que murió un millón de gitanos como seres “subhumanos” junto al genocidio nazi cometido contra los judíos. Las primeras expulsiones de gitanos por Mussolini ya tuvieron lugar en 1926. Ahora los herederos políticos del dictador, la pos-fascista Alianza Nacional, son miembros de la coalición de gobierno de Berlusconi. En caso de que alguien no se haya dado cuenta, cuando Gianni Alemanno, de la Alianza, fue elegido alcalde de Roma en abril, sus partidarios hicieron el saludo fascista gritando “Duce” (equivalente al “Führer” alemán) y Berlusconi se entusiasmó: “Somos la nueva Falange” (El partido fascista español del general Franco).

Como señala Milne, esta revancha fascista no ha provocado la menor protesta de los dirigentes del “mundo libre.” Por cierto, la semana pasada saludaron con los brazos abiertos el retorno de Berlusconi al círculo dorado de los supremos del G-8. Bush fue el más entusiasta de todos, saludando a su viejo amigo y socio en crímenes de guerra con gritos exaltados de “¡Amigo!” (Bueno, en todo caso es una palabra extranjera, no del todo italiana), para luego compadecerse por sus continuos procesamientos penales (de los que, una vez más, trata de librarse utilizando poderes estatales). “Leí que los tribunales lo están persiguiendo de nuevo,” dijo el violador de leyes estadounidense al sórdido mercader italiano. “Es increíble. Nunca he visto nada parecido. Lo persiguen constantemente.” (Sólo se puede esperar que implacables fiscales también “persigan constantemente” a Bush en los años por venir.)

II.

Pero Milne hace otra observación. El ascenso del neofascismo en Italia, y en otros sitios, tiene que ver con el colapso – o más bien la capitulación – de los partidos de centroizquierda ante las perniciosas doctrinas de la derecha. Por doquier, esos partidos – los demócratas en EE.UU., los laboristas en el Reino Unido, diversos socialdemócratas en toda Europa – se han convertido en deslucidas copias de partidos conservadores, adoptando políticas que han degradado la sociedad, destruido comunidades, reforzado la injusticia, recompensado la codicia, envenenado la tierra, apoyado el militarismo y la agresión, infligido vastos sufrimientos a naciones en desarrollo (a través de la camisa de fuerza de las “reformas de mercado,” es decir el bienestar de cómplices de las corporaciones), subvertido la democracia, disminuido la libertad y aniquilado la noción misma del bien común.

[Sin embargo, somos demasiado benévolos al calificar este proceso de “capitulación.” Como ha señalado muchas veces Arthur Silber, los demócratas – y el nuevo laborismo y otros cobardes partidos de centroizquierda – han apoyado la agenda derechista de la dominación elitista, del militarismo y del desdén por el bien común porque están de acuerdo con ella. Toda personalidad con puntos de vista auténticamente “progresistas” ha sido segregada y discriminada por la maquinaria del gran dinero que dirige a los partidos. Gente semejante constituye siempre una minoría entre las facciones egoístas que compiten por dominar los asuntos de una nación. Pero solía haber una minoría más sustancial de personas semejantes en la política de EE.UU., con suficiente influencia como para afectar a veces la política nacional e incluso lograr algunos éxitos. Pero esa variedad ha sido casi totalmente expurgada, como lo hemos visto en el último Congreso demócrata – el Congreso más criticado e impopular de la historia de EE.UU.]

Volviendo a Milne:

… el mismo fenómeno puede ser visto en diversos grados por toda Europa, donde están en marcha partidos racistas e islamófobos: por ejemplo el Partido del Pueblo Suizo de extrema derecha, que logró el martes recolectar suficientes firmas para imponer un referendo sobre la prohibición de minaretes en todo el país. En Gran Bretaña, como subrayó la cinta sobre la islamofobia de Peter Oborne en Channel 4, una mendaz campaña mediática y política ha alimentado la hostilidad y la violencia antimusulmana desde los atentados de 2005 en Londres – igual como la hostilidad contra los solicitantes de asilo fue provocada en los años noventa. La degeneración social y democrática a la que ha llegado Italia puede ocurrir en cualquier sitio en el clima existente.

Italia suministra otra lección para Gran Bretaña y el resto de Europa. La victoria electoral de Berlusconi en abril se basó en el colapso de la confianza en el gobierno de centroizquierda de Romano Prodi, que se aferró a un limitado programa neoliberal y fracasó miserablemente en el cumplimiento de sus promesas a sus propios electores. Mientras tanto, políticos de centroizquierda como Walter Veltroni, el ex alcalde de Roma, hicieron el juego a la agenda xenófoba de los partidos derechistas en lugar de enfrentarla – destruyendo campamentos gitanos y afirmando de modo absurdo el año pasado que un 75% de todos los crímenes eran cometidos por rumanos (confundidos a menudo con los roma en Italia).

Lo que realmente se requería, como en el caso de otros países que tienen inmigración en gran escala, era acción pública para suministrar viviendas y puestos de trabajo decentes, medidas enérgicas contra la explotación de trabajadores inmigrantes y apoyo al desarrollo de los vecinos de Europa. Ahora se ha perdido esa oportunidad, ya que Italia sufre un espasmo aciago y retrógrado. La persecución de los gitanos es una vergüenza para Italia – y una advertencia para todos nosotros.

En la actual campaña presidencial de EE.UU., podemos ver que esta dinámica de colaboración de centroizquierda con la derecha – que ha estado teniendo lugar durante casi un cuarto de siglo en ese país – se desarrolla de nuevo. La “oleada” de Barack Obama hacia la derecha – como lo muestra su voto a favor de la tiránica medida de la FISA [Ley de Vigilancia de Inteligencia Extranjera] – es sólo otra repetición de este proceso. De la misma manera, su apoyo a la Guerra contra el Terror; es verdad, quiere hacerla de un modo “mas eficiente,” y tal vez agregar unos pocos objetivos más – en Pakistán, digamos – pero quiere realizarla. No oculta que quiere continuar ese proyecto militarista, que ya ha matado a cientos de miles de personas inocentes, llevado a la bancarrota el tesoro nacional, y ahora – con el aumento del precio del petróleo debido a la Guerra contra el Terror – estrangulado toda la economía nacional. Todo esto – especialmente el continuo embrutecimiento y vulgarización de la idiosincrasia nacional – es precisamente lo que se requiere para alimentar el neofascismo.

Y ya se está atiborrando en su patria ancestral. Haciendo redadas de niños gitanos, tomando sus huellas digitales, expulsándolos de sus casas, aplaudiendo pogromos – como dijera Faulkner: el pasado nunca se muere; ni siquiera es pasado.

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=71371

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Emilio Menéndez Del Valle :Casi todos hablan con Dios en Estados Unidos

En la política del gran país norteamericano, el fundamentalismo religioso tiene una influencia sin parangón en cualquier otra nación avanzada. La religión vuelve a ocupar un gran papel en la campaña electoral

De una u otra manera, la religión ha impregnado el tejido social norteamericano desde que los peregrinos puritanos llegaron al país. Si bien el lema Confiamos en Dios que figura en la moneda norteamericana fue inspirado por el presidente Lincoln en la segunda mitad del siglo XIX, 30 años antes Alexis de Tocqueville ya se manifestaba asombrado por la “intensa religiosidad que todo lo invade” en aquellas tierras. Y la modernidad ha conocido desde el formidable discurso del presidente Kennedy en 1960 sobre la separación de poderes entre Iglesia y Estado hasta el relato de Kevin Phillips en su libro American Democracy, que describe a George W. Bush como “fundador del primer partido religioso norteamericano”. En realidad, Bush ha creado una presidencia basada en la fe.

John Kennedy tenía base suficiente para mostrarse tajante en este asunto, pues los Padres Fundadores habían establecido una clara línea divisoria entre Estado e iglesias, pero, aunque en teoría dicho principio ha sido aceptado por todos, es motivo de controversia. Como recuerda John Gray, si bien constitucionalmente están separados (además ni la religión ni Dios figuran en la Constitución), el fundamentalismo religioso tiene una influencia normativa en la política sin parangón en cualquier otro país avanzado. En la campaña electoral de estos meses la religión, en lugar de desvanecerse o retirarse al ámbito privado, ha ocupado el núcleo de la política.

Uno de los más relevantes fundadores de la República, Thomas Jefferson -cuyo activismo político no consistía en potenciar a Dios sino en negar la autoridad del rey de Inglaterra, y que cuando defendía los derechos inalienables del naciente pueblo republicano lo hacía al margen de cualquier creencia religiosa-, se habría quedado atónito ante la invasión de la política por la religión durante las últimas décadas. Es cierto que la Constitución, precisamente por exigir la separación, ha protegido a las iglesias de cualquier acto invasivo del Estado, pero hay que recordar que la idea de libertad individual no nació de la religión sino precisamente de la lucha contra ella. De ahí que convenga resaltar que cuando los cristianos fundamentalistas norteamericanos se sirven de la teocracia bíblica como de un manual de política contemporánea, atentan contra la libertad y los principios democráticos.

Llama la atención en Europa que sólo el 26% de los norteamericanos piense que sus dirigentes políticos expresan en demasía sus creencias religiosas personales o que tres de cada cuatro estimen que el presidente ha de tener fuertes sentimientos religiosos. En definitiva, la mayoría de los ciudadanos exige la presencia de la religión en la política. Parece que ello ha llevado al candidato republicano McCain, anglicano que siempre ha pensado que la religión es asunto privado, a sacar partido de la circunstancia. En línea similar se ha movido Obama y, por supuesto, Clinton.

No obstante, los liberales en sentido yanqui han comenzado a trillar ese campo como reacción a la ofensiva de la derecha. En 1960, el mismo año del discurso de Kennedy, ya el predicador fanático Billy Graham -del que Bush se dice seguidor- se dirigía por correo a dos millones de familias adoctrinándoles para que en sus eventos dominicales indicaran a los cristianos la dirección de su voto.

Más que nunca, en esta larga campaña electoral -y aunque Dios no debería ser ni demócrata ni republicano- todos los candidatos conectan con él. Las citas textuales así lo ilustran. El presidente Bush tiene especial protagonismo y relación con la divinidad a propósito de Irak. Está claro que desde el principio persiguió disfrazar de fe religiosa la invasión de Irak. Con soltura, en octubre de 2005 dijo que Dios le había pedido acabar con la tiranía en Irak. Con idéntico desparpajo, dos meses después, declaró a Fox News: “De alguna manera, Dios dirige las decisiones políticas adoptadas en la Casa Blanca”. En un chiste memorable publicado en The New York Times, un consejero dice a Bush: “Señor presidente, cuando Dios le pidió que invadiera Irak, ¿le dio alguna idea sobre cómo salir de allí?”.

Todo esto puede parecer incomprensible a muchos europeos, pero no a muchos norteamericanos, incluida la mayoría de las iglesias evangélicas (un cuarto del electorado) que siguen al partido republicano, que han seguido a Bush y que manifiestan: “Nuestro presidente es un auténtico hermano en Cristo y puesto que ha llegado a la conclusión de que la voluntad de Dios es que nuestra nación esté en guerra con Irak, con gusto cumpliremos”.

El actual presidente ha querido resaltar esa relación especial: “El rezo y la religión me sostienen. No veo cómo se puede ser presidente sin una relación con Dios”. O también: “Estados Unidos promueve el papel de la fe en la plaza pública”. Y la comunidad evangélica tiene un notable activismo político: “Dios está a favor de la guerra”, citando Éxodo 15-3, o “Yavé es un fuerte guerrero”. “La invasión americana de Irak creará nuevas y excitantes posibilidades de convertir a los musulmanes”, dijo impertérrito Marvin Olasky, entonces consejero de Bush para “una política basada en la fe”.

Y a todo esto, ¿qué es de los demócratas? En 2004, John Kerry optó por decir que había sido monaguillo -“la verdad es que la fe afecta a todo lo que hago”, decía mientras visitaba iglesias y citaba la Biblia-. Un asesor llegó a decir que “el senador Kerry se siente cada vez más cómodo hablando públicamente de Dios y su fe”.

De Hillary, sus biógrafos decían en 2007 que es la demócrata más religiosa desde Carter, pero que no va con la religión por delante. Sin embargo, tal como está el patio, en un reciente debate con Obama sobre Fe y valores, manifestó que desde niña sentía “la presencia de Dios en su vida”.

Ya en 2007, Obama decidió que no tenía más remedio que entrar en el juego. Manifestó entonces que “la derecha religiosa ha secuestrado la fe y dividido al país”. Añadió, empero, que la religión tiene un papel que cumplir en la política, aunque -intentando fundir religión y progre-sismo- elogió a los creyentes que “usan su influencia para unir a los americanos contra la pobreza, el sida y la violencia en Darfur”.

En los últimos meses se está iniciando en la derecha religiosa evangélica una significativa movida que reflejan oportunamente las encuestas. Según las mismas, una parte muy importante -aunque todavía no mayoritaria- de los electores evangélicos está evolucionando de forma radical. Una de ellas asegura que un tercio de los evangélicos opina ahora que el activismo político es dañino. Los directores de dicho sondeo interpretan que los encuestados han comenzado a percatarse de que la fusión de Bush y Jesucristo “perjudica a la cristiandad”. Otra encuesta concluye que el 75% de los jóvenes no religiosos y la mitad de los que van a misa manifiestan que las iglesias cristianas están hoy en día “demasiado implicadas en la política”. Además, el 20% de los evangélicos sondeados piensa que haber asumido el programa político conservador “ha contribuido a destruir la imagen de Jesucristo”.

Hablando de jóvenes y de Jesús, Relevant, una revista dedicada a los evangélicos menores de 25 años, preguntó en febrero a su audiencia por quién votaría Jesús en los comicios de noviembre. La mayoría respondió que por Obama. Y añadió que estaba en contra de la guerra de Irak.

Aún más sintomático: otra encuesta de marzo descubre un creciente interés del mundo evangélico por los temas sociales y concluye (otras fuentes son menos contundentes) que hoy en día el tema de mayor relevancia moral no es el aborto, sino la desigualdad socioeconómica entre Estados Unidos y Europa, de un lado, y el mundo subdesarrollado, de otro. Tal vez Obama se apoya en todo esto cuando elogia a los creyentes que usan su influencia para unir a los americanos contra la pobreza.

En cualquier caso, ¿será verdad que Europa y Estados Unidos comparten valores comunes? ¿Es creíble este contradictorio conglomerado de impresiones, valores y creencias? En EE UU lo es y desde luego muchos parecen hablar con Dios. En Europa somos más humildes y ni siquiera lo intentamos. Muchos vivimos como Edward, ese personaje de Ian McEwan en Chesil Beach que manifestaba estar agradecido de vivir en una época (la Inglaterra de McMillan en los años sesenta, los Estados Unidos de Kennedy) en que la religión se había vuelto, en general, irrelevante.

Emilio Menéndez del Valle es embajador de España y eurodiputado socialista.

http://www.elpais.com/articulo/opinion/todos/hablan/Dios/Estados/Unidos/elpepuopi/20080526elpepiopi_11/Tes

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Miguel Marín Bosch: Cinco años miserables

La semana pasada se cumplieron cinco años de la invasión y ocupación de Irak por Estados Unidos. Washington improvisó una coalición de una veintena de países, cuya participación, con excepción del Reino Unido, ha sido discreta, por no decir simbólica.

La fase inicial del intenso ataque militar duró poco menos de ocho semanas. Con la toma de Bagdad, el presidente George W. Bush pudo declarar en mayo de 2003: misión cumplida. ¿Recuerdan esa imagen de Bush a bordo de un portaviones, con los brazos alzados? Era todo sonrisas.

La invasión fue fácil, pero la ocupación ha resultado ser una pesadilla. ¿Cuál es el saldo actual de esta aventura de Washington?

El pasado domingo murieron cuatro soldados estadunidenses, elevando así a 4 mil el número de efectivos muertos. Reino Unido ha perdido 175, y el resto de la coalición, 173. El 97 por ciento de las pérdidas estadunidenses han ocurrido después de que Bush proclamó la victoria.

Las autoridades estadunidenses calculan que cerca de 100 mil civiles iraquíes han muerto. El total debe ser mucho más alto, ya que no hay fuentes de información fidedigna.

Además de los desaparecidos, hay millones de desplazados. En 2003 Irak tenía una población de alrededor de 26 millones. Una quinta parte de sus habitantes se ha desplazado internamente o ha buscado refugiarse en los países vecinos, sobre todo Siria y Jordania. Se trata de uno de los mayores movimientos de personas en décadas recientes.

¿Cuánto está costando la guerra en Irak? Algunos calculan que se gastan unos 100 mil millones de dólares por año. Empero, la suma final será mucho mayor. Antes de la guerra, el entonces secretario de defensa, Donald Rumsfeld, había dicho que costaría entre 50 y 60 mil millones de dólares. Cinco años después Washington dice haber gastado 10 veces esa cantidad. Pero también se queda corto.

Una cosa son los gastos en los presupuestos que periódicamente somete la Casa Blanca para la aprobación del Congreso; otra muy distinta son los gastos escondidos o invisibles, es decir, los que no aparecen en las cuentas oficiales. La contabilidad de estos últimos es precisamente lo que analizan Joseph E. Stiglitz y Linda J. Bilmes en su libro que acaba de ser publicado: The three trillion dollar war: the true cost of the Iraq conflict.

Se trata de aquellas erogaciones que no aparecen en la contabilidad gubernamental. Por ejemplo, no se habla de los incentivos monetarios que se ofrecen para reclutar a más soldados. Tampoco se toma en cuenta el costo de rehabilitar a los efectivos heridos.

El tema de Irak ha incidido, aunque poco, en la campaña presidencial en Estados Unidos. Es obvio que la crisis económica y financiera de ese país preocupa más al electorado. Pero los candidatos se han apresurado a definir lo que sería su política hacia Irak. Desde luego que no es lo mismo hablar en campaña que actuar una vez en la Casa Blanca.

El senador John McCain, quien acaba de hacer un viaje al Medio Oriente, está satisfecho de la posición que asumió hace un año, cuando todos daban por muerta su candidatura. En 2007 McCain apoyó (él diría que fue su idea) un importante incremento en el número de efectivos estadunidenses (el llamado surge) para mejor controlar ciertas regiones y barrios de Bagdad y convencer a la población de la bondad de la presencia militar estadunidense. Según Bush y el artífice del plan, el general David Petraeus, la situación en Irak ha mejorado notablemente en el último año. Los bombazos son menos y las muertes también han disminuido. Pero aún hay lugares donde no se notan los efectos del llamado surge.

Los candidatos por el Partido Demócrata, en cambio, abogan por un pronto retiro de las tropas de Irak. El senador Barack Obama, que se opuso a la guerra desde un principio, ha dicho que, de llegar a la Casa Blanca, ordenará el retiro inmediato de las tropas. Dicha posición tiene el apoyo de la mayoría de los demócratas.

Cuando la senadora Hillary Clinton se percató de lo anterior, cambió su posición. En un principio propuso un retiro escalonado, que se llevaría a cabo en varias etapas, empezando varios meses después de asumir la presidencia. Ahora ha adoptado una posición casi idéntica a la del senador por Illinois.

En este último año de la administración de Bush se debaten dos cuestiones: el retiro de Irak de las fuerzas de la coalición, y un posible ataque aéreo a Irán para destruir sus instalaciones nucleares. La insistencia de algunos en Washington de atacar Irán llevó al almirante William J. Fallon, el comandante de las fuerzas estadunidenses en el Oriente Medio, a renunciar a su cargo el pasado 11 de marzo. Simplemente no estaba de acuerdo con aquellos políticos que insisten en bombardear Irán.

Uno de esos políticos es el vicepresidente Dick Cheney. En su recorrido por el Medio Oriente, el domingo pasado, Cheney se entrevistó con varios dirigentes israelíes. Desayunó con el líder de la oposición, Benjamin Netanyahu, pero no hablaron de la deplorable situación de los palestinos en los territorios ocupados. El tema que dominó su conversación fue Irán, cuestión predilecta de estos dos políticos halcones.

En este año de campañas presidenciales el electorado estadunidense está más interesado y preocupado por cuestiones internas. Está buscando a un candidato que mejore la economía y resuelva la cuestión del desempleo. También quiere que se reduzcan los gastos médicos, que se proteja el medio ambiente, que baje el costo de la energía y que se reforme el sistema educativo. Estas son algunas de las cuestiones en que la administración de Bush ha sido un rotundo fracaso.

Entre la crisis económica y la situación en Irak, el nuevo presidente de Estados Unidos tendrá un difícil, por no decir imposible, inicio de gestión.

* La Jornada
* http://www.jornada.unam.mx/2008/03/27/index.php?section=opinion&article=023a1pol

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