Monthly Archives: February 2013

Pedro Salmerón Sanginés: Los buenos libros de historia

 Desde que inicié la serie Falsificadores de la historia, numerosos lectores deLa Jornadatuiteros y blogueros me han preguntado, palabras más palabras menos: Si los autores más vendidos mienten con ese descaro, ¿qué libros de historia podemos leer? He dado respuestas breves, pero creo llegado el momento de hacer un paréntesis en la denuncia de los falsarios, para presentar algunos libros honestos y bien fundamentados que nos permiten conocer nuestra historia, más allá de prejuicios o ideologías.

Me preguntarán, deberán preguntarme sobre la autoridad y los criterios con que seleccioné los libros a recomendar. Por lo tanto, compartiré la responsabilidad con un grupo de historiadores que, bajo la coordinación de Evelia Trejo y Álvaro Matute, hace 12 años discutimos y seleccionamos 30 libros de historia escritos por mexicanos en el siglo XX, en función de cuatro criterios: la solidez y originalidad de la investigación; la novedad de su interpretación, su correspondencia con los hechos investigados y confrontados (mensaje a los falsificadores: la interpretación se sustenta en la investigación, no en prejuicios ni en fantasías); su buena factura (que estén bien escritos, pues); y el impacto que han tenido en el público o en el gremio (Evelia Trejo y Álvaro Matute, editores, Escribir la Historia en el siglo XX, UNAM, 2005).

Al elegir estos criterios, dejamos fuera las síntesis generales (como la Breve historia de México, de Vasconcelos), los ensayos de interpretación (como El laberinto de la soledad, de Paz); los testimonios directos (como los 8,000 kilómetros en campaña, de Obregón); y por supuesto, las novelas o los libros de ideología. También dejamos fuera a los autores extranjeros y a los aún demasiado jóvenes en el momento del cambio de siglo.

En siguientes entregas hablaré sobre la subjetividad del conocimiento histórico y sobre la necesaria relación entre interpretación e investigación, por ahora, entremos en materia. Treinta libros de 30 autores. Las reuniones para seleccionarlos fueron arduas y enriquecedoras y, al final, el siglo XX se redujo al lapso 1932-1999, con lo que quedaron fuera autores anteriores como Bulnes y Rabasa, pero entraron dos que nos abren la ventana al positivismo y al tradicionalismo que dominaban la escritura de la historia en las primeras décadas del siglo: Andrés Molina Enríquez y Vito Alessio Robles. Del primero no seleccionamos la obra fundadora de la sociología mexicanaLos grandes problemas nacionales (1909), sino el Esbozo de… la revolución agraria (1932-1936); y del segundo, Coahuila y Texas en la época colonial(1938). Don Andrés aporta una cantidad de datos que deberían leer todos aquellos que siguen creyendo, sin fundamentar su prejuicio, que no había conflictos agrarios en el porfiriato. El segundo es un monumento de erudición sobre nuestra historia regional nordestina y las razones de la pérdida de Texas.

Más cercanos a nuestras formas de hacer historia son los libros publicados en los años 40: José C. Valadés, El porfirismo (1941-1948); Jesús Sotelo Inclán, Raíz y razón de Zapata; Leopoldo Zea, El positivismo en México (1943-1944); Silvio Zavala, Ensayos sobre la colonización española en América (1944); y Salvador Toscano, Arte precolombino (1944).

Desde la historia política uno, y el otro desde la historia de las ideas y el pensamiento, Valadés y Zea presentaron un panorama equilibrado y sorprendente de ese contradictorio periodo de nuestra historia al que da su nombre el general Díaz. No hay en estos libros ni el tirano sanguinario que querrían sus detractores, ni el preclaro estadista que sueñan sus apologistas, sino el hombre fuerte de un régimen sorprendente y complejo, que a 30 años de su caída podía ser, por fin, analizado con serenidad. Como espléndido contrapunto apareció al mismo tiempo el libro de Sotelo Inclán, cuya investigación saca a la luz las profundas raíces del zapatismo y los agravios de los pueblos contra las injusticias de la modernización porfiriana, en un libro en que la solidez de los datos y la poesía de la pluma van de la mano con una explicación de largo aliento.

También resultan complementarios los libros de Toscano y Zavala, que reivindican nuestras dos raíces principales, desde una historia del arte que nacía y desde la historia de las instituciones, fuertemente influenciada por la Nueva historia francesa. Zavala pertenecía ya a una generación de historiadores interesados en la explicación del pasado para comprender el presente, de la que hablaremos en la próxima entrega.

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En mi anterior artículo iniciamos la presentación de 30 libros de historia ejemplares por la investigación en que se sustentan, su buena factura y sus aportes a la comprensión del pasado y el presente de México, con base en el libro coordinado por Evelia Trejo y Álvaro Matute Escribir la historia en el siglo XX. Continuamos hoy con autores que pretendían comprender el pasado para explicar el presente y, por lo tanto, se abstenían de juzgar la historia con criterios del presente (he ahí otros criterios para distinguir un buen libro de un panfleto ideológico). Una generación de profesionales que introdujeron nuevos temas y metodologías.

Empecemos con Justino Fernández, quien en 1952 publicó Coatlicue y en 1954Arte moderno y contemporáneo de México. Si Coatlicue es un manifiesto estético que abre los ojos a la relatividad (historicidad) de la idea de belleza, en la segunda obra muestra cómo se inauguró en México la historia del arte a partir de la discusión de ideas como estilo, personalidad y sentido, que hacen de la producción artística un espejo de la idea que de sí misma tiene una nación, una forma de entender la realidad y de situarse frente a ella. Otro fundador de escuela fue José Miranda, que en Las ideas y las instituciones políticas mexicanas, 1521-1820 (1952), relacionó las instituciones económicas y políticas con las ideas europeas trasplantadas a la Nueva España, mostrando cómo el mundo de las ideas se desprende de la realidad cotidiana. Su trabajo fue punto de partida para muchos historiadores y, aunque poco conocido fuera de la academia, es fundamental para entender los tres siglos de la dominación española.

De un impacto más evidente fue la revolución que en los estudios del pasado indígena significaron la Historia de la literatura náhuatl (1953-1954), de Ángel María Garibay, y La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes (1956), de Miguel León-Portilla. Hasta entonces sólo un puñado de eruditos conocían la poesía indígena y un puñado de arqueólogos estudiaban nuestro pasado prehispánico. Estos libros pusieron al alcance del gran público la poética, la épica, la dramática náhuatl y la interpretación de su significado. En buena medida gracias a ellos, los estudios del pasado indígena dejaron de ser una curiosidad para convertirse en una necesidad nacional. Entre el puñado de arqueólogos e historiadores contemporáneos del padre Garibay destaca Alfonso Caso, de quien se seleccionó su obra póstuma, Reyes y reinos de la mixteca (1977, completada y publicada por Ignacio Bernal), libro resultante de décadas de trabajo con los códices mixtecos y muchas otras fuentes, para presentar apenas un esbozo inicial, pero abarcador y comprensivo, de la historia mixteca.

En los albores de la profesionalización de los estudios históricos y filosóficos, se impulsaron obras colectivas de enorme aliento: en el primer terreno, el Grupo Hiperión se propuso la titánica tarea de elucidar el ser del mexicano; en el segundo, un equipo coordinado por Daniel Cosío Villegas presentó la más ambiciosa obra colectiva, totalizadora, sobre un periodo completo de nuestra historia. El historiador del Grupo Hiperión Luis Villoro propuso en El proceso ideológico de la revolución de Independencia (1953, con otro título) caminos desacostumbrados para entender a los actores sociales colectivos, en el momento en que algunos hombres y mujeres decidían inventar este país. A su vez, dentro de la colectiva y monumental Historia moderna de México (1955-1972), los tres tomos escritos por Cosío Villegas sobre la vida política de 1867 a 1911, constituyen un ejemplo de investigación exhaustiva e interpretación original y rigurosa. Ahora bien, si al lector le asustan las 3 mil páginas de don Daniel, puede optar por las Llamadas, pequeño volumen publicado por separado en el que puede tenerse una idea general de las aportaciones de la obra completa.

Cerremos este artículo con El liberalismo mexicano (1957), de Jesús Reyes Heroles, en el que un político (del que se dice que pudo ser presidente, pero no quiso) busca con rara honestidad y singular erudición el sustento ideológico de su actuación pública.

El rigor y la honestidad en el manejo y la confrontación de las fuentes, la exhaustividad de investigaciones de muchos años y la riqueza y novedad de la interpretación son elementos comunes a estos libros, verdaderos modelos del trabajo de los historiadores dignos de ese título.

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Los buenos libros de historia

Pedro Salmerón Sanginés*/III
P

ara muchos de sus lectores, Edmundo O’Gorman fue el mayor historiador mexicano del siglo XX, y no podía faltar en esta lista de 30 libros ejemplares su obra más significativa, La invención de América (1958), donde refuta la idea de descubrimiento o encuentro de dos mundos, para mostrar cómo aparece en la conciencia occidental la idea de una cuarta parte del mundo. Más allá de mostrar cómo cambia la idea del mundo en Occidente, nos hace ver cómo se construye el ser de este nuevo mundo. Muchos de los peores mitos sobre el mexicano desaparecerían si todos pudiéramos leer esta obra.

Luis González y González ya era un historiador muy reconocido cuando decidió tomarse un año sabático en su pueblo natal, San José de Gracia, Michoacán, y escribir una historia universal de ese rincón del país. Universal, en efecto: la microhistoria introducida por don Luis entiende que en lo pequeño está la cifra de lo grande, que vistas desde abajo, las transformaciones sociales, culturales y políticas adquieren otros tonos y otros ritmos. Magníficamente escrita, Pueblo en vilo (1968) es una obra maestra que nos recuerda que historiar también es conversar y conservar.

Precios del maíz y crisis agrícolas en México (1708-1810), de Enrique Florescano, se inicia mostrando con singular transparencia cómo debe proceder un historiador con respecto al análisis y la crítica de fuentes (ningún aspirante a historiador debería prescindir de su lectura), para luego, con base en esas fuentes, mostrar la pobreza de los habitantes de la Nueva España y la fragilidad de una economía atada a un solo producto en su comercio exterior (la plata) y a un solo producto para su supervivencia (el maíz). El incremento de los precios del maíz y las hambrunas recurrentes explican –entre otras cosas– el hartazgo, la ira acumulada de las multitudes que se sumaron al cura Hidalgo.

Casi al mismo tiempo se publicó Nacionalismo y educación en México, de Josefina Zoraida Vázquez, que explica cómo las políticas educativas del Estado fomentaron sentimientos de cohesión entre los habitantes del territorio mexicano, elementos de identidad que sentaron la base de la idea de nación y nacionalidad. De paso, muestra cosas importantísimas, como el hecho, que debería ser evidente, de lo endeble que eran los elementos de unidad e identidad en el México del siglo XIX, así como lo difícil que fue construirlos. También deja claro que la historia que se enseña a los niños no es eterna ni inocente y que depende de los propósitos de los gobernantes, así como de las discusiones de los historiadores. Es un libro que transforma nuestra idea de México.

Estos historiadores formaron parte de la Generación del Medio Siglo. Arnaldo Córdova pertenece ya a otra, contestataria y crítica, a la que da nombre el movimiento de 1968. Córdova buscó en la Revolución y en las ideas que durante ella se expresaron la naturaleza y los fundamentos ideológicos e históricos del Estado mexicano, alcanzándolo mediante un trabajo de interpretación agudo y riguroso. También explica cómo durante la convención zapatista y villista México conoció el debate de los problemas nacionales más auténticamente representativo, popular y democrático que jamás haya habido a lo largo de su historia, mostrando que esa era otra revolución, no la de los vencedores, lo que es una idea fundamental para entender nuestro pasado. El mismo año en que se publicó La ideología de la Revolución mexicana (1973), apareció La cristiada, de Jean Meyer, mexicano por naturalización que convirtió un tema hasta entonces reservado a la polémica y la diatriba en una parte ineludible de nuestro pasado: la guerra de parte del pueblo católico contra el Estado, a la que él puso el nombre de resonancias homéricas con que ahora se conoce el episodio.

Alfredo López Austin, maestro excepcional y hombre bueno y generoso, publicó en 1973 Hombre-dios. Religión y política en el mundo náhuatl, que es parte de un enorme esfuerzo por comprender la cosmovisión (es decir, la concepción del individuo y la comunidad, del tiempo y el espacio, de lo terrenal y lo sagrado, del devenir histórico) de los antiguos mexicanos. También es coautor –con Leonardo López Luján– de El pasado indígena (1996), que es la mejor puerta de entrada al universo histórico de los antiguos mexicanos, para los lectores no especializados.

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Nota: un grupo de historiadores ha empezado a analizar cotidianamente qué pasa hoy con la historia, en el blog: http://elpresentedelpasado.wordpress.com

Originalmente publicado en : La Jornada en tres partes

Parte 1: Link original http://www.jornada.unam.mx/2013/02/02/opinion/020a2pol

Parte2: Link original http://www.jornada.unam.mx/2013/02/15/politica/024a2pol

Parte3: Link original http://www.jornada.unam.mx/2013/02/23/opinion/020a1pol

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Manuel Justo Gaggero: Un Viaje Hacia las Utopías Revolucionarias (LXV): de revolucionarios y reformistas

La presencia del Che, combatiendo en Bolivia, profundizó la fuerte polémica que desde el triunfo de la Revolución Cubana se daba en el seno de la izquierda, en nuestro Continente y en todo el Tercer Mundo.

Por otra parte la tensión y finalmente la ruptura, en ese año 1967, entre la Unión Soviética y la Republica Popular China determinó nuevos alineamientos.

Nosotros, que militábamos en el seno del peronismo reconociendo como dirigentes a Alicia Eguren y a John William Cooke, entendíamos que sólo mediante la lucha armada era posible disputar, realmente, el poder a las clases dominantes y al Imperio.

Pensábamos que la Revolución liberadora debía conducir a la construcción del socialismo, y que en la misma el rol hegemónico lo tenía la clase obrera en nuestro país, dada su conformación socio económica y que esta, en su gran mayoría, se identificaba con el Movimiento.

La izquierda tradicional hablaba de una revolución democrático-burguesa o agraria y antiimperialista, reconociéndole a una, a nuestro juicio inexistente “burguesía nacional”, un rol importante.

Pensaban que existían sectores “patrióticos” en el seno de las Fuerzas Armadas y los convocaban permanentemente, denostando a los que nos considerábamos “guevaristas”, ya que nos caracterizaban como “pequeños burgueses apresurados e infantiles”, recurriendo a un texto de Lenin titulado “El izquierdismo enfermedad infantil del comunismo”; que en nada se aplicaba a este momento particular que vivía el Tercer Mundo.

Trataban de reducir el planteo del Che, acusándolo de “militarista y foquista”, y claramente anunciaron que no prestarían ningún apoyo a este, pese a los compromisos que, algunos dirigentes de estos partidos comunistas, habían contraído en La Habana.

En esta posición se alineaban las formaciones mas fieles a Moscú, que había proclamado, desde que se iniciara el proceso de “desestalinización”, que se abría una etapa de “coexistencia pacífica” con los Estados Unidos, por lo que se negaba todo apoyo explícito a los movimientos que luchaban por su liberación.

Esta postura había sido criticada públicamente por el Che en su Mensaje a la Tricontinental, criticas que nuestro compatriota profundiza en su correspondencia desde el Congo con algunos dirigentes cubanos, entre los que estaba su segundo en el Ministerio de Industrias, Orlando Borrego.

Para nosotros, en cambio, para todos los que soñábamos con una América Latina libre, tenía un gran significado que el Che hubiera abandonado su cargo en el gobierno revolucionario cubano y jugara su vida en la selva boliviana.

Sin duda de que era una demostración más del compromiso de este con la consigna “uno, dos, tres o más Vietnam”.

En esa línea “antiguevarista” jugaba un rol central el viejo Partido Comunista Argentino, cuyo Secretario General Victorio Codovilla había impartido claras instrucciones a la militancia de no prestar ninguna colaboración a los grupos que se empezaban a organizar en el país para sumarse a la gesta iniciada por el Che.

John ya había tenido fuertes discusiones en la Asamblea de la Tricontinental realizada en La Habana con Alcira de la Peña, la delegada del PCA.

En dicho encuentro se había recibido con entusiasmo la postura, a la que adhiriera nuestro compañero, que la mejor forma de solidarizarse con los procesos revolucionarios en curso era impulsar la revolución en todos los países sometidos.

En esos primeros meses de aquél año tuvimos una reunión en Buenos Aires en el que participaron, entre otros, Gustavo Roca, el abogado cordobés que hiciera una brillante defensa de los compañeros del EJP, Luis Cerutti Costa, que estaba organizando el Instituto de Capacitación Obrera avalado por Agustín Tosco y Raymundo Ongaro y Casiana Ahumada, codirectora de la Revista “Cristianismo y Revolución, entre otros”.

En la misma tomamos conciencia de que carecíamos de información sobre lo que estaba sucediendo en Bolivia, o que esta era muy escasa.

Aparentemente las primeras acciones habían sido exitosas, pese a que los combatientes estaban realizando un reconocimiento del terreno, instalando depósitos de alimentos y municiones y armando las redes urbanas de apoyo.

Gustavo nos contó que Ernesto, como el llamaba al Comandante, su viejo compañero del Colegio Monserrat de Córdoba, lo había visitado cuando viajaba hacia Bolivia interesándose por el estado de la causa penal de los sobrevivientes de la guerrilla de Masetti.

Estaba totalmente caracterizado, irreconocible, y tenía un documento a nombre de Adolfo Mena González, de nacionalidad uruguaya, que se presentaba con documentación también falsa como observador de la Organización de Estados Americanos; de esa forma había eludido todos los puestos fronterizos.

¿Que hacer? ¿Cómo solidarizarnos con este puñado de revolucionarios que soñaban con una América libre y unida? Ese era un gran dilema, que, como veremos mas adelante, en nuestras próximas notas, no logramos develar.

Manuel Justo Gaggero es ex director del Diario “El Mundo” y de las revistas “Nuevo Hombre” y “Diciembre 20”.

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Umberto Mazzei: Notas para otro sistema económico y social

El mundo atraviesa un momento de grandes cambios. Los vencedores de la Segunda Guerra Mundial polarizaron el mundo entre la receta marxista-leninista y la receta liberal ricardiana. Ese dualismo se presentó como si no hubiese otras opciones, una especie de bipartidismo global. Ambos sistemas fracasaron. Es hora de estudiar otras escuelas del pensamiento económico y político, para dar un nuevo rumbo.

La versión socialista de la Unión Soviética comenzó a ir mal cuando el gobierno de Leonid Brezhnev (1968-1982) aumento el presupuesto de las industrias militares a expensas del resto de la economía y del bienestar social. Luego asumió una guerra de Afganistán que no podía ganar. El adversario estaba equipado, entrenado y financiado por Estados Unidos, que estaba fuera de alcance, a menos de incurrir en una guerra atómica. Muerto Brezhev, vino Mihail Gorvachev, un iluso, sino otra cosa, que entregó a sus aliados sin garantías, se abrió al neo-liberalismo y Rusia vendió a precio vil las empresas del Estado a testaferros de Wall Street.

En Inglaterra y Estados Unidos, la política la dirigen los intereses financieros desde fines del siglo XVIII y la función de Banco Central las ejercen bancos privados. En Gran Bretaña el Bank of England la ejerce desde 1844 (Bank Charter Act). En Washington un grupo de grandes bancos privados, llamado Reserva Federal, usurpó esa función a la Secretaría del Tesoro, en 1913. En ambos la política económica la dictan los llamados “Lobbies” y descuella la industria de armamento, que la orienta hacía el aumento incesante del gasto militar. Ambos sectores quitan recursos al resto de la economía real para mantener dos mundos fantásticos: el de fabulosas fortunas virtuales y el de amenazas imaginarias.

En la post-guerra, la presencia del marxismo-leninismo como ideología en el poder hizo elevar los salarios e institucionalizar la protección social de los trabajadores, principalmente en Europa, donde la Unión Soviética estaba cerca y había poderosos partidos comunistas. Esa amenaza potencial orientó la política del Estado hacia la conciliación de intereses laborales y empresariales. La desaparición del bloque soviético desencadeno la codicia. En Gran Bretaña y Estados Unidos eso produjo alucinaciones que llevaron al despeñadero socio económico. El cuento de que la libertad total a la codicia personal lleva a la prosperidad colectiva, es falso.

La economía real se erosionó y está en vida artificial desde 2008. Es un caso de esquizofrenia: la gente de bienes y servicios reales (99%) vive una recesión, pero los dueños (1%) de las empresas en finanzas y defensa reciben jugosos bonos y dividendos. Sucede que con deuda pública se dio dinero a los bancos (“quantitative easing”) para re-inflar las bolsas de valores y el pago se cargó a los contribuyentes. Eso pudo haber sido un nuevo comienzo si las prácticas y políticas hubiesen cambiado, pero siguen igual y conducen inexorables a la crisis terminal.

Aún no hay conciencia pública de que vivimos un fallo masivo del sistema económico y político impuesto por Wall Street y la City de Londres, con su victoria de 1945. Los síntomas del colapso sin embargo son claros y el más grave es el laboral, porque los salarios mantienen el consumo. En Estados Unidos el desempleo oficial es un 8%, pero sus estadísticas esconden muchos datos (1) y el desempleo real anda en 18%, y creciendo. En Gran Bretaña la cifra oficial es 8,4%, pero excluye a 3 millones sub-empleados, con pocas horas semanales y a 4 millones del llamado “precariat”: gente en auto empleo casual, que pudiera definirse auto-desempleada. (2)

Desde 2008, el rescate de los bancos costó a Estados Unidos más de 19 billones (3) – cifra superior en un tercio de su PIB – que se usaron en nuevas apuestas del sector financiero y no para movilizar la economía. Los hogares perdieron $1,1 billón de su valor, más otros billones perdidos en inversiones y fondos de pensión. Ahora, familias que fueron de la clase media toman sopas en las cocinas de caridad. Estos inocentes pagan los riesgos absurdos en que incurrió la codicia de los banqueros y del complejo militar-industrial.

La ética socio-económica

La responsabilidad social de la economía es un asunto ético que ya separaba a Adam Smith de David Ricardo. Smith habla de un “lucro excesivo”, contrario al interés social y parasitario; Ricardo lo ve como meta económica y es el enfoque del neo-liberalismo de Milton Friedman; es lo que enseñan en los Business Schools como Economía. Es un asunto ético. Gregory Bateson ( Mind and Nature) ya dijo que “ La ética de lo optimo y la ética de lo máximo son dos éticas totalmente distintas”. La ética de lo óptimo enfatiza la calidad y se expresa con la satisfacción. La ética de lo máximo es adictiva y tiene una sola regla: más es mejor.

Los excesos son siempre tóxicos y es lo que mata la economía norteamericana y el sistema económico vigente. “La maximización de una sola variable -nos dice Bateson- típicamente termina en patología”. Una economía sana mantiene equilibrio en la prosperidad de los distintos sectores; cuando se favorece el crecimiento sólo de un par de ellos, hay una situación parasitaria. Es el caso del sector financiero y de la industria de armamento que piden por un lado austeridad económico-social y por otro crean dispendiosas guerras innecesarias.

En su agonía el sistema desmantela la economía del Estado de bienestar europeo. La banca europea pide más fondos para mantener el valor de sus malas apuestas e impone su gente en los gobiernos. Se eliminan puestos de trabajo, se precarizan el empleo y se privatiza servicios públicos. Como dice Boaventura de Sousa en su Historia de la Austeridad: “El objetivo es volver a la política de clase pura y dura, o sea, al siglo XIX”, a la del liberalismo ricardiano, a la Inglaterra descrita por Charles Dickens.

Hay otras doctrinas

En el siglo XIX prevaleció un enfoque de la economía como ciencia cuyo objetivo primario no son las ganancias del trabajo, sino las del capital invertido… y aún, sólo el de algunos. Pero también hubo quienes pensaron en las ganancias de los trabajadores y esas ideas fueron aplicadas -tímidamente- en la Europa anterior al colapso de la Unión Soviética. Ahora se les trata de ignorar y hoy sus obras son difíciles de encontrar en las bibliotecas universitarias. Su falta es que miran la prosperidad nacional como un objetivo superior a la ganancia individual; un criterio objetable para las empresas apátridas que financian centros académicos y cuya visión económica se enfoca a las ganancias trimestrales.

El primero fue el ginebrino Jean Charles de Sismondi, que publicó “Nuevos Principios de Economía Política” en 1818. Allí acuño el término proletario – que luego usó Marx- para designar a quien con su prole garantiza la mano de obra. Criticó a Ricardo y señaló que las ganancias a expensas de salarios es una política miope, porque se necesitan buenos salarios para que se consume la producción; fue también el primero en pedir la intervención del Estado para evitar los abusos capitalistas y en hablar de lucha de clases. (4)

Sismondi predijo la crisis que aqueja hoy a Estados Unidos y otros países, gracias a gobiernos cómplices. Habló de la sobreproducción que lleva al imperialismo y a exprimir el consumo con deuda sobre salarios futuros. Ahora se llama “Economía de la Oferta” y es Economía de la Deuda. Sismondi culpó la sobreproducción del distanciamiento entre valor útil del bien y su valor de cambio, que impulsa el consumo a crédito que crea una deuda esclavizante. Algo que sucedía en Inglaterra y Estados Unidos desde la primera mitad del siglo XIX. En esa época era deuda en la tienda del empleador, ahora son tarjetas de crédito. Esa tragedia se describe en la novela futurista “The Iron Heel”(1906), de Jack London.

Desde entonces los excesos congénitos y visibles del capitalismo y el papel del Estado para corregirlos han inspirado propuestas concretas, que se puede clasificar en dos tesis básicas.

El grupo de Karl Marx y sus seguidores, considera al capitalismo irredimible e inmerso en un proceso dialéctico fatal que lo lleva a su propia destrucción violenta. Lo remplaza una sociedad sin propiedad individual.

Creo que Marx y sus seguidores son utópicos cuando basan su tesis violenta en la solidaridad proletaria. La solidad es precaria entre gente que lucha por sobrevivir y más si se les niega la aspiración a la seguridad de tener hogar propio. La solidaridad de clase existe, pero entre los muy ricos. A pesar de eso, el marxismo es válido como método de estudio socio-económico y tiene aportes básicos para una propuesta que remplace al ricardismo puro o neoliberalismo.

El otro grupo piensa que el capitalismo es utilizable en beneficio de la sociedad con políticas de control; además de Sismondi, descuellan Friederich List, Werner Sombart, Max Weber, Wilfredo Pareto, John Maynard Keynes y en reversa Deng Xiaoping, en China.

Creemos que este segundo grupo es más realista y coincide con un postulado de la ciencia política, mencionado antes por Sismondi, Iturbide, Sarmiento y otros: En cosas de Estado los saltos son efímeros. Se progresa por evolución, como en la naturaleza, y las instituciones que perduran reflejan las circunstancias, la cultura y las ideas de sus ciudadanos.

Este grupo de autores también fue influyente. List, impulsó la industrialización de Alemania; John Maynard Keynes desarrollo la función económica del salario; Weber y Pareto orientan aún la economía social. Sombart (5) acuñó el término capitalismo (Marx no lo usa) y el concepto de la destrucción creativa, que usó su alumno Joseph Schumpeter. Su trabajo más célebre no existe en inglés porque la Universidad de Princeton, tiene el derecho exclusivo (6) y no lo hace.

Hay otros autores importantes que podemos estudiar: Vasili Leontief, Nicolai Kondratieff, Joseph Schumpeter, Jon Elster, John Roemer y la venezolana Carlota Pérez cuyo libro “Las Revoluciones Tecnológicas y el Capital Financiero” (7) cubre 250 años de historia y muestra que los cambios y las revoluciones técnicas tienen una notable regularidad y obligan al rediseño institucional social y político. Vivimos uno de esos momentos.

Notas:
1) No se cuentan los desempleados que dejan recibir su seguro de deséemelo aunque sigan sin trabajo. Se cuentan como empleados a los desocupados que trabajan algunas pocas horas semanales a destajo. Hay unos 50 millones en Estados Unidos que viven bajo el nivel calificado de pobreza. Morris Berman, Why America Failed.
2) The Guardian, John Philipott: We need employment statistics that confront political spin. 16 January 2013.
3) Es el término internacional y español; los anglosajones les dicen trillions.
4) Economie politique (1815), Nouveaux principes d’économie politique (1819).
5) El Capitalismo Moderno (Der Moderne Kapitalismus, 1902 y su última versión en 1927.
6) Fuente: fr.wikipedia.org/wiki/Werner Sombart

 

Publicado en: Argenpress
Link original: http://www.argenpress.info/2013/02/notas-para-otro-sistema-economico-y.html

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Boris Pasternak: Hay que vivir sin imposturas

Hay que vivir sin imposturas
Vivir de modo que con el tiempo
Nos lleguemos a ganar el amor del espacio,
y oigamos la voz del futuro.

Hay que dejar blancos
En el destino y no en el papel
y en los márgenes anotar
Pasajes y capítulos de la vida entera.

Debemos sumirnos en el anónimo
Y ocultar en él nuestros pasos
Tal como se oculta el paisaje
Tras una niebla espesa.

Otros siguiendo tus huellas, frescas
Recorrerán tu camino palmo a palmo,
Pero tú mismo no debes distinguir
La derrota de la victoria
No debes renunciar ni a una brizna de ti mismo.

Tú debes estar vivo.
Solamente vivir
Hasta el final.

 

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Marichuy: Ni optimismo ficticio, ni pesimismo exacerbado

El mundo en crisis y el país sumido en el terror delincuencial y económico, no dejan espacio para ningún ilusorio optimismo. Como nunca nos queda claro que Thomas Hobbes tenía razón y que el hombre sigue siendo el lobo del hombre; sabemos también, que nuestro leve catarrito devino en pulmonía de pronóstico reservado. No obstante, el pesimismo exacerbado no parece el mejor camino para transitar a lo largo de este difícil 2009; quizá sea momento para recordar las palabras de Benedetti:

“usted aprende

y usa lo aprendido

para volverse lentamente sabio

para saber que al fin el mundo es esto

en su mejor momento una nostalgia

en su peor momento un desamparo

y siempre, siempre

un lío”

 

[Mario Benedetti Currículum, Fragmento]

 Así que como dicen los franceses:

Malgré tout… bonne et heureux année 2009¡!

http://www.poemas-del-alma.com/curriculum.htm

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Homar Garcés: Será el chavismo capaz de emular a Chávez?

La incógnita originada a raíz del estado de salud del Presidente Hugo Chávez y la perspectiva de unas nuevas elecciones presidenciales ante la imposibilidad que éste no pueda seguir dirigiendo el gobierno de Venezuela obliga a todos sus seguidores a plantearse seriamente si le darán o no continuidad al proceso revolucionario bolivariano, generando mayores mecanismos de participación popular y unas relaciones de producción que ayuden a erradicar la explotación capitalista.

Con mayor énfasis en ello debiera actuar la actual dirigencia chavista, tomando en cuenta que -tras más de una década ininterrumpida- el proceso revolucionario bolivariano produjo mejoras sustanciales de las condiciones de vida de una amplia gama de familias venezolanas (incluso de aquellas que son propietarias de grandes medios de producción, las cuales han incrementado sus ganancias anuales, y aun así siguen adversando abiertamente al régimen de Chávez). Pero ello no es suficiente ni debe ser lo máximo que se podría aspirar alcanzar, a imi.tación de cualquier otro proceso de carácter nacionalista y socialdemócrata. La interrogante, por consiguiente, tendería a despejarse en la misma medida que el chavismo sea capaz de asumir decididamente el compromiso histórico de construir el socialismo revolucionario del siglo XXI.

El chavismo entonces tendrá que comprender que la unidad lograda por el carisma de Chávez debe concretarse mediante la elaboración, el debate y la ejecución de propuestas revolucionarias viables, a fin de asegurar la transición que haga definitivo el socialismo, en las cuales se remarque y respete la vital importancia de los sectores populares en la sustentación y orientación del proceso revolucionario bolivariano. Tratar de convivir con el enemigo ideológico que ansía su fin, sería un error táctico que acarrearía graves consecuencias a este último para que se mantenga en el tiempo, acabando por reproducir los mismos vicios y corruptelas administrativos existentes al amparo del pacto de Punto Fijo. En vez de esto, aquellos que se hallan al frente del gobierno, de los partidos políticos y de las diferentes organizaciones de base tienen ante sí el reto de refundar la República venezolana en lo que implicaría una real transformación socialista de la sociedad en todos sus órdenes, de una manera revolucionaria verdaderamente radical. Para ello es imprescindible sistematizar, extender y profundizar la formación de una conciencia realmente revolucionaria y socialista (no retórica) entre los sectores populares, sin dogmas y en medio de un debate abierto y constante como elemento característico del pensamiento y la práctica del socialismo bolivariano. Al mismo tiempo, tendría que abocarse al establecimiento de una dirección colegiada del proceso revolucionario bolivariano, provista de un programa revolucionario común que incluya todos los criterios y expresiones de las diversas agrupaciones políticas y sociales que lo impulsan.

Toda esta coyuntura representa una extraordinaria oportunidad para que el chavismo -en todas sus vertientes existentes- demuestre hasta qué nivel está dispuesto a llevar a cabo la revolución socialista bolivariana en Venezuela, y si es capaz de emular o no a Chávez, dedicando todas sus energías vitales a dicha meta a tiempo completo, y de medir sus potencialidades creadoras frente a las amenazas enemigas, jugándose no sólo el destino del país sino el de todos los demás pueblos de nuestra América que confían en su ejemplo y perseverancia.

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Juan Diego García: Los diálogos de la paz. Un balance y unas perspectivas

El desarrollo de las conversaciones de paz entre el gobierno colombiano y las FARC-EP parecen desarrollarse con vigor y aunque no se conoce el alcance de los posibles acuerdos entre los insurgentes y la delegación del presidente Santos en La Habana, todo indica que al menos en la cuestión agraria existe un punto de encuentro bastante significativo en relación a las formas más improductivas de la gran propiedad rural y la necesidad de su modernización. Eso explicaría la reacción airada del gremio ganadero, principal representante del estamento latifundista del país que ve amenazados sus privilegios.

De la misma forma se explican las demás reacciones adversas a estos diálogos de paz por parte de grupos que interpretan los supuestos avances como una amenaza para sus intereses: políticos agrupados en torno al expresidente Uribe, usurpadores de tierras, militares y militaristas, empresarios de la guerra y los ideólogos a sueldo de la extrema derecha.

Una solución exitosa favorecería sin duda a Juan Manuel Santos, ya sea que apueste a la reelección presidencial, ya sea que aspire a alguna designación importante a escala internacional (se rumora que podría ser propuesto como futuro secretario general de Naciones Unidas). Algunas fuentes lo mencionan también como posible candidato a premio Nobel de la paz. En todos estos casos, la perspectiva no puede ser más favorable si Santos consigue cerrar medio siglo de guerra civil y pasar a la historia regional como el presidente de la paz.

Para las FARC-EP los resultados (hasta el momento) resultan bastante alentadores pues ha conseguido darle un sentido diferente a la agenda pactada. En efecto, en parte por iniciativa de la guerrilla, en parte por la misma dinámica vigorosa de los movimientos sociales, la cuestión de la paz ha ido ganando terreno en el debate público dentro del país, algo que no estaba en los planes del gobierno. Por lo visto, las autoridades deseaban sacar el debate del territorio nacional, reducir al máximo el temario (según el delegado gubernamental casi nada importante estaba a debate) y exigían alcanzar los acuerdos en el menor tiempo posible (el llamado “acuerdo express”).

Sin embargo, las cosas no han transcurrido según estos propósitos pues si bien es conveniente ajustar los procesos a tiempos razonables éstos no deben llevar a precipitaciones irresponsables tratándose de un asunto de tanta trascendencia como poner fin a un conflicto armado de tan larga duración; tampoco tiene mucho sentido desvincular los puntos de la agenda acordada del modelo económico, del sistema político o de la doctrina militar del país. Impedir o limitar la participación ciudadana puede entenderse como una táctica gubernamental para no dar ventajas a la guerrilla pero ha sido inútil y la ciudadanía ha dado muestras de una enorme madurez democrática en las formas y bastante manejo de la problemática nacional ofreciendo diagnósticos muy sólidos y soluciones bastante apegadas a la realidad. En este aspecto, el gobierno ha visto frustrados sus propósitos y es evidente que las FARC-EP han sabido aprovechar al máximo su oportunidad de interlocución con la sociedad.

La imagen de la insurgencia no podía ser mejor. En contraste con la idea difundida por los medios y por éste y anteriores gobiernos, los delegados de las FARC-EP dan muestras de un conocimiento muy sustentado de los problemas del país y utilizan un lenguaje de altura que nada tiene que ver con el discurso de un grupo de delincuentes comunes o con las soflamas incendiarias de terroristas desalmados. Además, y para sorpresa de quienes esperaban propuestas utópicas (en el peor sentido de la expresión), los delegados de la insurgencia han dado muestras de un gran realismo y disposición a los acuerdos en un asunto tan sensible como la cuestión agraria, de honda significación para un movimiento guerrillero de orígenes campesinos y que tiene en las zonas rurales sus principales apoyos.

El cumplimiento de la tregua unilateral que decretó la insurgencia disipa las dudas sembradas por algunos sectores contrarios al proceso, según las cuales existirían divergencias en las filas de las FARC-EP. Exceptuando incidentes menores, los guerrilleros acataron satisfactoriamente las órdenes impartidas demostrando que existe cohesión y una unidad de mando efectiva.

Pero probablemente la mayor victoria de las FARC-EP es precisamente haber sido aceptada como interlocutor válido, como entidad política, una consecuencia natural de la decisión inteligente de Santos cuando aceptó -desde el mismo comienzo de su mandato- que en el país existe un conflicto de naturaleza social y política al que no se puede buscar solamente soluciones de tipo militar. Era apenas lógico que el paso siguiente fuese el que se ha dado: sentarse a dialogar con los interesados para buscar una salida civilizada, una negociación política del conflicto.

Cuando la delegación guerrillera en La Habana presenta diez propuesta para resolver la cuestión agraria recogiendo en buena medida las propuesta de diversos sectores sociales ligados al campo, pero también de la academia, de asociaciones de productores, de iniciativas ciudadanas y hasta propuestas de gentes anónimas que hacen llegar a la capital cubana sus ideas y sugerencias están dando forma concreta a su legitimidad como voceros de determinadas reivindicaciones de la población, con independencia de la dimensión efectiva de unos sectores sociales que así ven recogidas sus exigencias. O sea, están mostrando cómo podrían ejercer como fuerza política legal, que es precisamente otro de los puntos centrales de la agenda acordada en estos diálogos. En lugar de obstaculizar (criminalizando) estos contactos de la insurgencia con la ciudadanía, el gobierno debería en sana lógica propiciarlos dando todo tipo de facilidades y ofreciendo a su vez las soluciones que en su opinión resultan más ventajosas para el país.

El proceso ya no está solo en La Habana; su secretismo se ha roto (para bien del país); crece la opinión de que, si bien por una parte es necesario concretar acuerdos para no convertir las conversaciones en interminables diálogos de sordos, por otra parte debe darse a estos delicados asuntos el tiempo que razonablemente exijan.

Los grupos afectados (sobre todo los terratenientes y ganaderos) están muy activos movilizando sus recursos (que son enormes) con la perspectiva de torpedear el desarrollo de los diálogo, conseguir que Santos se vea obligado a suspenderlos y renuncie a toda tentativa de reforma. Y si éstos culminan exitosamente, hacer imposible su aplicación como ya sucedió varias veces en el pasado cuando proyectos de reforma agraria provocaron la violenta reacción del gremio terrateniente hundiendo no solo el proyecto sino al país en una guerra civil como la actual, que tiene sus raíces precisamente en la violenta respuesta del sistema a los reclamos de los campesinos.

El gobierno no debería perder los nervios cuando constata que las FARC-EP han hecho una gestión bastante exitosa de estos diálogos de paz en La Habana. Por el contrario, debería aprovechar la ocasión para concretar los avances y ganar el favor de la opinión pública nacional (ya cuenta con un amplio apoyo internacional). En el debate abierto su papel sería demostrar de manera fehaciente que sus propuestas son mejores que las que ofrece el movimiento guerrillero y sería nefasto que en una demostración de impotencia, producto de sus propias limitaciones y ante las presiones de la extrema derecha, dieran una patada a la mesa y se retiraran alegando motivos secundarios, por lo general propiciados en forma de provocación por los mismos que ahora conspiran abiertamente contra el proceso.

 

Link original: http://www.argenpress.info/2013/02/los-dialogos-de-paz-un-balance-y-unas.html

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