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Jorge Camil: Micheletti (goriletti, pinocheletti)

¿Quién dijo que habíamos superado los cuartelazos, asonadas y pronunciamientos militares en América Latina? Los términos tienen resabios del siglo pasado, cuando creíamos que habían pasado a la historia. ¡Ah!, pero si le pregunta a los poderes fácticos que expulsaron al presidente Manuel Zelaya en Honduras le dirán, como lo caracterizó con increíble cinismo y vaguedad deliberada el golpista Roberto Micheletti a CNN en Español, que fue una sucesión constitucional apoyada por las fuerzas armadas. ¡Menuda estupidez!

El problema es que Micheletti, líder del Congreso a quien los golpistas le confirieron la presidencia, y Alberto Rubí, su fiscal general, han sido incapaces de precisar cuál fue el delito de lesa patria cometido por Manuel Zelaya. Vergonzosamente se contradicen, se hacen bolas; cambian constantemente la cronología de los acontecimientos, mostrando con su conducta culposa que se trató de lo que fue: un golpe de Estado.

Los golpistas, conscientes de que iniciaban una aventura a contracorriente de la historia, y antes de que surgiera la ola de reproche mundial, comenzaron a urdir ridículas teorías exculpatorias. Inventaron una supuesta carta de renuncia, aseguraron (sin precisarlo) que hubo violaciones graves a la Constitución. Éstas, las supuestas violaciones, crecieron de tono al mismo ritmo que la indignación mundial, hasta convertirse en traición a la patria. Eso dejó claro para las nuevas generaciones por qué ostentamos el título de repúblicas bananeras.

Lo único cierto es que grupos poderosos de la ultraderecha –empresarios, clero y fuerzas armadas (¡los sospechosos de siempre!)– comenzaron a sospechar que el barco de Zelaya se ladeaba hacia la izquierda. (Luis Hernández Navarro publicó en La Jornada el 30/6/09 un excelente artículo titulado: La conversión de Manuel Zelaya. En él ilustra los motivos del golpe: Zelaya se acercó demasiado a Hugo Chávez, cambió su discurso en favor de los pobres y se incorporó a la Alternativa Bolivariana para las Américas, Alba.)

¡Anatema! ¿Otro Chávez? ¿Otro país latinoamericano que se unía a la ola de países afiliados a la izquierda? Cuba, Nicaragua, Venezuela, Argentina, Bolivia, Ecuador, Paraguay, Uruguay, Brasil, Chile. ¿Y ahora Honduras? Alba y todos los países de América Latina, junto con la Organización de Estados Americanos (OEA), el Grupo de Río y Naciones Unidas condenaron el golpe sin reservas. Estados Unidos, el poder tras los golpes militares del siglo pasado en América Latina, ha actuado con sospechosa cautela, especialmente después de que Obama se reunió con Álvaro Uribe en la Casa Blanca. (Ya lo había pronosticado el propio Zelaya: si Estados Unidos no los apoya los golpistas no duran 48 horas. Lo malo es que han durado.) A pesar de los consejos de Uribe, Obama se pronunció en contra del golpe, pero no retiró a su embajador. Aun así, la superpotencia permitió a la OEA que actuara por primera vez por consenso sin línea de Washington.

La otra sorpresa fue Felipe Calderón, que como secretario pro tempore del Grupo de Río condenó el golpe en una sesión extraordinaria del organismo. Instó a los golpistas a restituir el orden constitucional y retiró al embajador mexicano de Tegucigalpa.

¿La doctrina Estrada rediviva? (Aunque le duela a Jorge Castañeda, siempre tan moderno, ésa fue la teoría que rigió con éxito la política exterior de México durante casi todo el siglo pasado; la que nos convirtió en ejemplo en América Latina: el derecho a la autodeterminación de los pueblos.) Eso no pasa de moda, Castañeda, porque la alternativa es abrirle la puerta a la superpotencia intervencionista de George W. Bush. Obama, en cambio, al menos de cara al exterior, muestra frente al gorilazo un regreso al multilateralismo de Bill Clinton, que no ha de ser nada fácil, cuando se escucha día y noche el canto de los grillos que habitan Foggy Bottom, el sótano nebuloso, donde se ha diseñado la política exterior para América Latina desde los tiempos inmemoriales de los hermanos Dulles (John, secretario de Estado, y Allen, fundador de la CIA). Pero heme aquí, recordando personajes e instituciones del siglo XX en pleno XXI. Así de anacrónicos son los acontecimientos y los actos del golpista que finalmente llegó a la presidencia por la vía de las armas.

El gobierno de facto ignoró a la OEA: hagan lo que quieran, le contestó el presidente de la Corte Suprema a José Miguel Insulza, y éste promovió al día siguiente la suspensión de Honduras. En su delirio tercermundista el golpista, cuyo canciller se refiere a Obama como el negrito que no sabe nada, indica ahora que quiere negociar, no el regreso de Zelaya, en eso fue claro, sino las medidas económicas que podrían destruir a un pueblo hundido en la pobreza. Por ahora ganó Micheletti, el empresario que expulsó a Zelaya y le impidió regresar al país bloqueando las pistas del aeropuerto con saldo de dos muertos y varios heridos; el golpista a quien el ingenio de los seguidores de Zelaya convirtió por las calles de Tegucigalpa en goriletti y pinocheletti.

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Luis Agüero Wagner: El golpismo de las ONGs

Mucha gente no pudo menos que alegrarse con la victoria en Paraguay del Obispo Fernando Lugo, convocado desde las carpas de la Iglesia Católica, que en un país que por sus índices de analfabetismo y tradición autoritaria conserva una enorme influencia en las masas imbuidas de pensamiento mágico. Pero la realidad es más complicada, y tiene que ver con el ya comprobadamente eficaz golpismo de las ONGs.

La CIA utiliza para financiar sus redes globales no gubernamentales un gran plantel de fundaciones, algunas ficticias, otras reales. También hay un gran número de organizaciones que reciben fondos de la CIA: revistas académicas de renombre, sindicatos y think tanks políticos, por supuesto que todas dedicadas a la difusión de las ideas que Washington considera oportunas. Estos beneficiarios de una supuesta asistencia en metálico en realidad son parte de una estrategia del imperio, que no se caracteriza por dar puntada sin hilo precisamente.

Estados Unidos elaboró desde el final de la guerra fría una nueva doctrina de golpes de estado soft mediante la utilización de técnicas no violentas. Inspirándose en la eficacia de las luchas políticas que desarrolló en la India Mohandas K. Gandhi, la no violencia activa, Washington trata desde hace poco más de una década de derrocar los gobiernos que no le gustan mediante un dispositivo que le garantice el apoyo de la opinión pública internacional. Para logar estos fines por medio de la nueva doctrina, las organizaciones no gubernamentales, tan populares ante los medios de difusión, juegan un papel esencial. Como señala el periodista de Counterpunch Jacob Levich, «las organizaciones no gubernamentales -asociaciones teóricamente independientes y con la reputación de humanitarias, conocidas bajo de la denominación de ONG- están ya abiertamente incorporadas a la estrategia de conjunto de Washington para consolidar su supremacía global».

En Paraguay jugaron un papel fundamental en marzo de 1999, cuando el presidente Raúl Cubas fue derrocado por medio de movilizaciones lideradas por periodistas y activistas de ONGs que fueron coordinados desde la embajada norteamericana, con notable capacidad de sincronización.
Otro tanto había acontecido en Ecuador poco tiempo antes, y volvió a repetirse en Argentina después.
En Paraguay, basta que un funcionario norteamericano visite el país y establezca sus lineamientos a través de la prensa, para que un coro polifónico de personajes vinculados a las ONGs, USAID, IAF, NED y periodistas de la misma índole levanten sus voces como un enérgico eco del visitante. Es lo que sucedió a principios de 1999, cuando bastó una visita del promotor del Plan Colombia Peter Romero y unas declaraciones en contra del gobierno de turno, para que se movilice todo el aparato manejado desde la embajada norteamericana de Asunción: beneficiarios de USAID, ONGs, movimientos políticos subsidiados por NDI, IAF, periodistas a sueldo de la NED y sus patrones los jerarcas de la SIP.

Eso también explica el poder que tiene la embajada sobre la sociedad, a la que además le resulta fácil influenciar desde los medios que reciben dinero de la National Endowment for Democracy, establecida por el Congreso norteamericano en 1983 como extensión alternativa de la CIA. En la campaña del obispo Fernando Lugo, fue notoria la preferencia de la prensa hacia los activistas de movimientos y partidos vinculados a este aparato montado por la IAF, NED y USAID.

Dos de estos grupos, el Tekojoja y el Pmas,que simularon pertenecer a la izquierda marxista, fueron sus protegidos y tuvieron una preferencial atención, a pesar de que uno de ellos ni siquiera alcanzó representación parlamentaria y el otro no tuvo ni el dos por ciento del total de votos.

Se confirmó la eficacia del andamiaje cuando fueron llamados a ocupar puestos en el gabinete exponentes que en su totalidad estaban vinculados a estos òrganos promotores del neoliberalismo, agentes del FMI y personajes promocionados por USAID. LA

Fuente: http://despertar.fullblog.com.ar/post/el-golpismo-de-las-ongs-501215969829

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Ángel Guerra Cabrera: Paraguay despierta

El ascenso de Fernando Lugo a la presidencia de Paraguay es otro jalón en la ola transformadora de América Latina, nutrida de sustanciosas y multicolores savias populares. Lugo encarna el cristianismo de profunda entraña ética que alumbró en el Nuevo Mundo cuando Bartolomé de las Casas abogó en defensa de sus pueblos originarios, luego resonante de tintes indígenas y africanos en las campanadas libertarias de Dolores, hasta sentar en la segunda mitad del siglo XX, con la teología de la liberación, una impronta en la lectura de los evangelios abrazada definitivamente a los pobres de la Tierra y enriquecedora de las corrientes laicas del pensamiento revolucionario latinoamericano.

Su memorable discurso de toma de posesión evoca la fecunda tradición de experiencias emancipatorias muy diversas que han hecho posible y perfilado el gran cambio latinoamericano actual, y se pronuncia ardorosamente por la pertinencia de su rescate. Pese a que los tiempos que corren –afirmó– se obstinan en demostrarnos que el pasado es una construcción sin implicancias en el devenir, nosotros queremos encontrar sus valores y sus signos para que en la semiótica del futuro se encuentren nítidas las motivaciones que claman por un mañana que reitere los logros y no repita los errores.

Al reivindicar a Gaspar Rodríguez de Francia y a los López, padre e hijo, como referentes del proceso que inicia en Paraguay, Lugo se colocó en la vertiente histórica más avanzada de América Latina, pues fue bajo la conducción de esos hombres que se fundó la primera experiencia exitosa de construcción nacional antioligárquica, antimperialista y antiliberal al sur del río Bravo. Allí, a diferencia de lo que ocurría en los demás países de América Latina en el siglo XIX, no había campesinos sin tierra ni mendigos ni ladrones ni niños que no supieran leer ni escribir; el ferrocarril, el telégrafo y la siderurgia surgieron y funcionaron espléndidamente como empresas del Estado; las exportaciones sostenían la inversión y el gasto social en una administración pública austera y honrada; había superávit fiscal y no existía deuda externa, los indígenas recibieron la ciudadanía y se rescató su modelo de agricultura de dos cosechas anuales; existían reservas nacionales para los malos tiempos y no se conocía el hambre. Aquello era intolerable cuando auspiciada por Inglaterra se imponía en el mundo la religión del libre comercio, adoptada ciegamente por las oligarquías del Río de la Plata y del imperio lusobrasileño. Como luego harían con Fidel Castro, Salvador Allende, Hugo Chávez y Evo Morales, los periódicos liberales satanizaban a Francisco Solano López: el Atila de Asunción era uno de los calificativos que le endilgaban al líder del único proyecto de desarrollo económico y social independiente triunfante en el continente.

Bajo la batuta del Foreign Office y de su embajador en Buenos Aires se preparó meticulosamente la Guerra de la Triple Alianza contra Paraguay, financiada, cómo no, por la banca británica, que Eduardo Galeano fulminó en su imprescindible obra Las venas abiertas de América Latina como el capítulo más infame de la historia latinoamericana. Las oligarquías de Argentina, Brasil y Uruguay lanzaron sus ejércitos a una operación genocida que casi exterminó al pueblo paraguayo. La campaña militar que Bartolomé Mitre calculó en tres meses duró cinco años. Al final no había sobrevivido ningún paraguayo entre 15 y 65 años, sólo quedaba con vida 25 por ciento de la población tras una heroica resistencia finalizada dramáticamente con la caída en combate de López al frente de los restos famélicos y harapientos de su pueblo en armas. “Muero con la patria”, se ha afirmado que exclamó en el postrer momento. Y es que aquel Paraguay, ejemplo de soberanía, independencia y dignidad, dejó de existir con él.

Por eso Lugo ha dicho que “la digna estirpe paraguaya despierta nuevamente”. Así será.

La Jornada

http://www.jornada.unam.mx/2008/08/21/index.php?section=opinion&article=034a1mun

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Bernardo Barranco V: Fernando Lugo, el pastor de la transición

Paraguay vive jornadas históricas; no sólo puso fin a un larguísimo predominio autoritario del Partido Colorado, sin violencia, por la vía electoral, sino que arriba al poder un clérigo católico: Fernando Lugo, quien ante el vacío de liderazgos políticos asumió la responsabilidad inédita de presentarse como candidato de oposición,  enfrentando el repudio de sus adversarios políticos y de sectores del propio clero.

Hasta hace dos años Lugo era obispo de San Pedro, la región más pobre del país, y se reconoce en la tradición de la teología de la liberación, en particular admite ser discípulo del legendario obispo indigenista de Riobamba, Ecuador, Leonidas Proaño, con quien trabajó más de cinco años. El pasado 15 de agosto tomó protesta en medio de inmensas expectativas y temores que representa una transición democrática y un nuevo gobierno heterogéneo con muchos actores sin experiencia pública.

Leonardo Boff, uno de los padres de la teología latinoamericana, sancionado por Roma, describe así al nuevo presidente paraguayo: “Es un hombre que sabe escuchar y abrazar lo que viene de abajo, fruto de la experiencia de muchas generaciones. Es un honor para la propia teología ofrecer un cuadro de esta densidad política y ética para servir a un pueblo que tanto ha sufrido históricamente y que merece un destino mejor, integrado en las nuevas democracias del continente” (“Paraguay bajo el signo de la liberación”, 15/8/08).

Paraguay es uno de los países con menor desarrollo en América del Sur, con apenas 6 millones de habitantes, un pequeño sector agroexportador, que suma 7 por ciento de la población, es dueño de 93 por ciento de la superficie cultivable. El arrojo, la popularidad y la trayectoria en favor de las causas campesinas e indígenas llevaron a Fernando Lugo, siendo obispo, a encabezar en marzo de 2006 las protestas contra el presidente Nicanor Duarte Frutos, quien pretendía ostentar al mismo tiempo la presidencia del Partido Colorado violando la Constitución. Las manifestaciones fueron multitudinarias, apoyadas por católicos contra las pretensiones de Duarte, por cierto no católico, sino cristiano menonita. Posteriormente, Lugo coordina la conformación de corrientes y fracciones políticas en la Alianza Patriótica para el Cambio, y posteriormente rinde protesta como candidato opositor: “Hoy 25 de diciembre de 2006 oficialmente tomo la decisión de ponerme al servicio del pueblo paraguayo a través de la política”, renunciando así a su investidura clerical.

Lugo solicita a Roma su reducción a estado laical, al tiempo que recibe fuertes presiones eclesiásticas para desistir como candidato al extremo que el nuncio apostólico lo amenazó en un documento público: de continuar con sus aspiraciones políticas le serían impuestas penas canónicas. Efectivamente, el Vaticano rechazó la solicitud de Lugo y en febrero respondió con una suspensión a divinis, interrupción de sus funciones como sacerdote, fundamentando que: “La candidatura política de un obispo sería motivo de confusión y de división entre los fieles, una ofensa al laicado y una ‘clericalización’ de la misión específica de los laicos y de la misma vida política” (Decreto de suspensión a divinis, jueves 1/02/07, Zenit).

El triunfo arrollador de Lugo colocó al Vaticado en un dilema político y diplomático: ¿cómo reconocer a un presidente, electo popularmente, que ha sido sancionado severamente por los tribunales eclesiásticos?; especialmente cuando la ley canónica no prevé la salida de un obispo, presentándose  una situación nueva e inédita. La respuesta fue simple: por mandato directo del papa Benedicto XVI el Vaticano le concede el 30 de julio de 2008, la “pérdida del estado clerical”, con la consiguiente dispensa de “los votos religiosos hechos en el Verbo Divino, de la obligación del celibato y de las demás obligaciones que el estado clerical comporta”.

Para muchos analistas, Lugo no sólo superó la férrea defensa del autoritarismo colorado ni la oposición de Estados Unidos, sino también venció la rigidez; otros destacan el oportunismo de Roma que se desdice de su primera sanción en aras de conservar preminencias en dicho país. Lugo goza de la simpatía general del clero, aunque oficialmente el episcopado paraguayo, a unos días de su investidura, ha tomado prudente distancia del nuevo gobierno.

Muy al estilo del presidente boliviano Evo Morales, Fernando toma posesión de la presidencia el pasado 15 de agosto en una ceremonia sencilla, vistiendo sin corbata y con sandalias.

Los meses que se avecinan serán particularmente difíciles; sería absurdo  afirmar que Lugo va a cambiar el perfil del país en su mandato y que llevará adelante cambios radicales que convulsionen los delicados equilibrios de poder y de intereses. La composición heterogénea de su gabinete, la comprometida situación en las cámaras legislativas y su falta de experiencia auguran una compleja transición. Tiene a su favor el apoyo de sus principales vecinos: Brasil, Argentina y Bolivia. Ya ha firmado convenios de cooperación con Venezuela. En su discurso inicial denota preocupación por la pobreza, los indígenas, la corrupción y el desarrollo agroindustrial. Tiene a su favor enorme aceptación ciudadana, que va más allá de alta popularidad, y goza de un liderazgo ético, pero no basta la ética para gobernar, requiere estrategia, recursos, acuerdos y el desahogo de políticas públicas eficaces.

En otros momentos, sacerdotes de la teología de la liberación llegaron al poder, derrocaron dictaduras como la de Somoza en Nicaragua y la de los Duvalier en Haití, pero se quedaron cortos frente a las necesidades materiales de la población y a las expectativas de justicia social que levantaron. Es enorme el reto de Fernando Lugo, así como los riesgos; podría ser un pastor de la transición y un actor clave de la democracia.

La Jornada

http://www.jornada.unam.mx/2008/08/20/index.php?section=opinion&article=022a1pol

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Susana Oviedo: LA EJECUCIÓN DE LARRI Y MARIO

El asesinato de cualquier ser humano siempre debería escandalizarnos.

Pero más aún cuando las víctimas son niños. Independientemente de que estos hayan incurrido en la comisión de delitos, habiten en un barrio marginal.

En Concepción, Larry (11) y Mario (10) fueron hallados muertos el domingo. Del crimen del que fueron víctimas se resaltó la condición de pirañitas de ambos.

Es decir, que eran chicos que se dedicaban a robar en grupo. Por lo tanto, por aquello de “quien mal vive, mal acaba”, existía una alta probabilidad de que acabaran en una comisaría o asesinados. Así de simple.

Los datos preliminares indican que Larry y Mario eran de esos chicos doblemente víctimas. Aquellos que desde que vienen al mundo solo conocen un costado de la vida: el adverso, el difícil. Chicos para los que las palabras opciones y oportunidades no suenan a nada.

Niños con respecto a los cuales buena parte de la sociedad ya descarta pensar un futuro promisorio. Andar por la calle y encima provenir de un barrio pobre tiene un destino predeterminado. Como si la condición de pobreza y abandono estrechara indefectiblemente el derecho de vivir. Y fuera factible abordarla únicamente desde una perspectiva judicial y no como un serio problema social.

Con crueldad, alguien decidió sacarles la vida a Larry y Mario, compañeros de infortunio, y arrojar sus cuerpecitos cerca del río, allá en el norte del país.

¿Hay que culpar a sus madres y padres por lo ocurrido?

¿O, tal vez, a los malos gobiernos que, por indolencia, inacción y corrupción, contribuyeron a que tantas familias terminaran naturalizando la pobreza al punto de dimitir de la responsabilidad del debido cuidado de los niños?

O se debe asumir con resignación la violencia -estructural y directa- que hace tiempo se enseñorea del país, y que, a medida que las instituciones son más ineficientes, va abriendo camino a propiciar prácticas como el exterminio de niños en situación de calle o en la justicia por manos propias.

O, lo peor, a que haya gente dispuesta a justificar el hecho o, aún más preocupante, que ya ni siquiera se conmueva por el asesinato de chiquillos a los que no le permitieron alcanzar la adolescencia.

Tal y como se encuentra el país desde hace tiempo, se está tornando natural el pensamiento de que ciertos niños inexorablemente no tienen derecho a llegar a ser adultos.

De ello pueden dar fe las madres que pierden a sus bebés por falta de un lugar en los servicios de terapia intensiva, como hemos visto en estos días. Esa otra violencia que niega el derecho humano fundamental a la vida.

Si los adultos que concibieron a Larry y Mario hubiesen tenido acceso a trabajo, salud, educación y vivienda, estos chicos no habrían tenido la necesidad de deambular por las calles y de arrebatar celulares o lo que fuere para ganarse otro día de sobrevivencia.

Si hubiera un Estado garante de los derechos humanos y, sobre todo, de los sectores más vulnerables de la sociedad, como los niños, con instituciones sólidas y funcionando bien, Larry y Mario hubiesen tenido las chances que se les negó.

Eran personas humanas, con derechos, potencialidades, sueños, miedos y con ganas de vivir. Como otros, merecían mucho más de lo poco que se les ofreció. Ellos, Larry y Mario, eran NIÑOS.

http://www.ultimahora.com/home/index.php?p=weblog_detalle&idBlogPost=959

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Raúl Zibechi: Paraguay: el fin de la dictadura colorada

El resonante triunfo de Fernando Lugo y la derrota del Partido Colorado luego de 61 años en el poder llenan de satisfacción a toda la izquierda y a los movimientos sociales del continente. El partido de la dictadura de Alfredo Stroessner, de las desapariciones, la corrupción y la tortura, el partido del Plan Cóndor, sufrió una aplastante derrota, aunque controla resortes importantes del poder, como la administración pública y el parlamento.

En la derrota del Partido Colorado jugaron papel destacado los movimientos campesinos. Desde el fin de la dictadura, en 1989, han sido factor clave en la resistencia al monocultivo de soya, que expulsa a miles de campesinos del campo y del país. La respuesta del colorismo ante el desborde del aparato clientelar y de control por la movilización campesina fue militarizar las áreas rurales institucionalizando las guardias armadas de los terratenientes. Más de 2 mil campesinos procesados y decenas de asesinados es el saldo de estos casi 20 años de lucha campesina, en los que se han recuperado cientos de miles de hectáreas del latifundio.

Al candidato de la Alianza Patriótica para el Cambio –un frente que va de los liberales a los movimientos sociales– le tocará lidiar con una herencia maldita. En minoría en el parlamento, está forzado a tejer alianzas con los colorados o con el golpista Lino Oviedo. Una administración pública corrupta e ineficiente, donde los funcionarios han sido nombrados siempre a dedo por los caudillos colorados, estará dispuesta a boicotear cualquier intento de cambio. El Partido Colorado en la oposición, dirigido por el hasta ahora presidente Nicanor Duarte, buscará bloquear aun las más tímidas reformas y las medidas que busquen frenar la corrupción.

La capacidad de presión del agronegocio y de los ganaderos será otra dificultad mayor para el gobierno de Lugo. En pocos años Paraguay se ha convertido en gran exportador mundial de soya, cultivo que ya cubre más de 2 millones de hectáreas. Estos sectores, aliados a menudo con el contrabando y en ocasiones el narcotráfico, serán los grandes desestabilizadores, a juzgar por lo que viene sucediendo en Bolivia. El nombre del futuro ministro de Agricultura es una de las claves del nuevo gobierno, que todos esperan conocer en Asunción.

La heterogénea alianza que llevó a Lugo al gobierno tiene como socio mayoritario al Partido Liberal, que colocó en la vicepresidencia a Federico Franco. Aunque lleva décadas en la oposición, y muchos de sus militantes fueron perseguidos por la dictadura de Stroessner, los liberales son parte del sistema hegemónico en Paraguay. Difícilmente serán un aliado a la hora de introducir cambios de fondo, ligados como están a las tramas clientelares y a prácticas de corrupción similares a las de los colorados. Los medios anuncian que el futuro canciller será el liberal Marco Balmelli, un hombre con buenas relaciones con Washington, crítico del Mercosur y distante de Bolivia y Venezuela.

Además de las dificultades internas, el futuro gobierno de Lugo deberá renegociar los tratados de las represas de Itaipú (con Brasil) y Yacyretá (con Argentina), uno de los ejes de su campaña electoral. Una frase que suele escucharse a menudo en Asunción dice que “Brasil explota a Paraguay en Itaipú”. Ése fue uno de los grandes titulares del diario ABC Color el día del triunfo de Lugo. Para la derecha, es útil desviar la atención hacia el exterior como forma de dejar intactos los privilegios locales. Sin embargo, no les falta razón a los paraguayos, ni al propio Lugo, cuando demandan una urgente revisión de esos tratados.

La represa binacional de Itaipú tiene una potencia instalada de 8 mil 250 megavatios, de los cuales Paraguay consume 5 por ciento y debe exportar 95 por ciento a su vecino a precio de costo, según el tratado firmado por la dictadura de Stroessner en 1973. Itaipú abastece 20 por ciento de la energía que consume el industrializado Brasil. Paraguay recibe apenas 300 millones de dólares al año, muy por debajo del precio internacional y del costo de reposición de la energía vendida. Ricardo Canese, ingeniero especializado en energía, estima que los 53 mil GW que se venden anualmente a Brasil tienen un precio de mercado no inferior a 4 mil millones de dólares, algo así como dos tercios del producto interno bruto de Paraguay. Lugo no pretende llegar tan lejos, pero sostiene que su país debe recibir entre uno y medio y dos mil millones de dólares, o sea, entre cinco y siete veces el valor actual.

En un principio, Lula dijo que hay un acuerdo firmado y que no está dispuesto a revisarlo. Los paraguayos sostienen que el tratado fue firmado en la dictadura de Stroessner, envuelto en casos de corrupción, y que es hora de sentarse a discutir. Afortunadamente, el canciller brasileño Ceslo Amorim dijo: “vamos a continuar discutiendo con Paraguay cómo puede obtener una remuneración adecuada por su energía”. Y reconoció que un aumento del precio “sería lo justo” y que “Brasil no quiere ser visto como un país imperialista”. En la última reunión de gabinete, Lula admitió flexibilizar la posición de Brasil para aumentar el precio de la energía que compra a Paraguay.

La revisión de estos acuerdos no es tema menor. Recuperar la soberanía energética es, para Paraguay, lo mismo que la nacionalización de los hidrocarburos para Bolivia. Un sustancial aumento de los ingresos del paupérrimo Estado paraguayo sería un balón de oxígeno para afrontar reformas urgentes en la salud y la educación, además de la necesaria reforma agraria. Todo indica que superar tantas dificultades hace necesario que los movimientos sigan presionando para evitar que el gobierno de Lugo, quien tendrá la enorme responsabilidad de desmontar el sólido aparato clientelar colorado, quede atrapado por las alianzas que debió tejer para llegar al gobierno.

* La Jornada
* http://www.jornada.unam.mx/2008/04/25/index.php?section=opinion&article=024a1pol

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