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Hermann Bellinghausen: La noche del viento

Con la cara cansada de ser sólo un rostro, una noche de 1979 Plotino escaló una torre alta. Un transformador había estallado durante una tormenta que duró toda la tarde y hasta los bomberos acudieron por el pequeño incendio que hubo. La quemazón fue importante, tuvieron que cambiar todo el armatoste. Y el cableado. Se hizo tarde. La cuadrilla se siguió con algunos otros postes, que esa noche estuvieron particularmente elevados.

Todos coinciden que era muy noche, madrugada casi. Los de la cuadrilla estaban exhaustos. Plotino se ofreció para el último ascenso de la jornada, con su disposición habitual. “Ora, pásale al pilón” agradecieron los demás, ya sin interés, burlones.

Subió y lo olvidaron. Hacía frío, la atmósfera enfriaba. La ciudad suburbana era un espejo amarillo y cintilante. Un animal dormido. Esporádicos focos rojos y chasquidos de llanta en el asfalto encharcado delataban el paso furtivo de carros a deshoras. Desvelados, malvivientes, clandestinos, taxistas, policías, gente así.

El aire estaba tan limpio que brillaba. Plotino en el arnés de cuero, autosuficiente con la doble cuerda, virtuoso que era del rapel, dejó a los de la cuadrilla en brazos de un fodongo sueño y escaló con entusiasmo obstinado.

Un viento en dos tiempos alzó la voz, retumbó encañonado dentro del casco y le aguijoneó las mejillas. Él aspiró, sintiéndose definitivamente vivo. La segunda luna de aquel octubre pegaba de gritos, pálida y rugosa, como una cara de verdad.

Conocía las epifanías del aire, pero aquella le trajo un nuevo alivio al corazón, encabronado desde la derrota del movimiento electricista. La Revolución mexicana, o lo que fuera, estaba irremediablemente perdida. La ilusión reformista se internaba ya en los rieles del acomodo con la nueva cara del poder. Durante unos años más, la ilusión permanecería viva. Ya no vio Plotino el acomodo de los realistas, los pragmáticos y los olvidadizos. Piernas de palo que se quebraban alegremente. Hubiera vomitado.

No se supo más de él. La cuadrilla primero, y los policías por la mañana, buscaron su cuerpo por toda la manzana: patios, azoteas, balcones. Lo boletinaron en la colonia. Ni rastros. No aparecieron los lazos, ni el arnés, ni el casco, ni Plotino o sus pedazos. Se pensó en un accidente, y luego en una desaparición posiblemente política. Ninguna hipótesis se pudo demostrar.

Plotino trepó el viento por última vez, le acarició las crines, le habló al oído, lo escuchó relinchar. Él, que no conoció el vértigo, no temía las nubes turbulentas ni las nieves eternas de los volcanes, mucho menos los cielos abiertos como aquel umbral de la aurora. ¿Oyó los “tambores del alba” que decía don Rafael Galván Maldonado? Runrún se fue pal norte estaría silbándose con los Inti Ilimani, o Simón Bolívar Simón.

Como todos, Plotino soñaba volar. A diferencia de nosotros, lo consiguió.

De seguro sigue cabalgando por ahí, a la manera de Emiliano Zapata, incapaz ya de influir en la vida terrenal, sostenido por los vientos. Sin forzar mayor comparación con el caudillo del sur, los dos han de ir en caballos igualmente blancos. A veces creo sentir en el aire abierto algo así como su galope. Ilusión pura, ya sé. Pero es una manera bonita de recordar a alguien, ¿a poco no?

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Hermann Bellinghausen: Marcos, el EZLN no busca “hegemonizar”

San Cristóbal de las Casas, Chis. 3 de agosto. El zapatismo “no es el único rebelde, ni el mejor”, ni busca crear “un movimiento que hegemonice toda la rebeldía en México”, sostuvo el subcomandante Marcos la noche del viernes al recibir en el caracol de La Garrucha a la Caravana Nacional e Internacional de solidaridad que recorre las comunidades zapatistas.

Acompañado por el teniente coronel Moisés y los comandantes Isaías y Masho, se pronunció por alcanzar “un encuentro de rebeldías, un intercambio de aprendizajes y una relación más directa, no mediática sino real, entre organizaciones”.

Ante caravaneros procedentes de diversos países, particularmente europeos, el jefe militar rebelde subrayó que “el cuento de una izquierda institucional” que llega al poder “está perfectamente claro para los españoles, con José Luis Rodríguez Zapatero o Felipe González”, o para los franceses, con “el barón” François Mitterand.

“En México no. Sigue habiendo esa expectativa: que es posible que la izquierda que padecemos ahora, si llega al poder, va a gobernar sin dejar de ser de izquierda”. Prácticamente todos los países del mundo dan cuenta de lo contrario, recalcó. “De gente de izquierda, no necesariamente radical, que en el momento en que llega al poder deja de serlo. Varían la velocidad, la profundidad, pero indefectiblemente se transforman. Eso es ‘el efecto estómago’ del poder: o te digiere o te hace mierda.”

En México, ante el acercamiento de la izquierda al poder, surgió “este proceso de digestión y defecación” sobre ella. “Perdónenme si rompo algún corazón, pero el centro no está en el centro, está pegado a la derecha”.

Recordó que un grupo de intelectuales, artistas, líderes sociales pedía a los zapatistas volver la historia a 1984, “cuando pensábamos que si un grupo, o una persona, llega al poder, transforma todo hacia abajo. Que depositáramos la confianza, el futuro, nuestra vida y nuestro proceso a un iluminado, a una persona, junto con una banda de 40 ladrones que es la izquierda en México”.

Expuso: “No es que nos sea antipático el presidente legítimo, sino simple y sencillamente no creemos en ese proceso. No creemos que alguien, ni siquiera tan guapo como el subcomandante Marcos, sea capaz de hacer esa transformación”.

El rompecabezas del poder y la pieza que no encaja

El zapatismo es incómodo, agregó. “Como si en el rompecabezas del poder llegara una pieza que no encaja, y hay que deshacerse de ella. De los movimientos que hay en México, uno de ellos (no el único), el zapatismo no permite conformarse, rendirse, claudicar, venderse”, mientras que en los movimientos de arriba “ésa es la lógica”. El “corrimiento a la derecha” de la izquierda que participa en el poder “se oculta diciendo que el EZLN se radicalizó, pero nuestro planteamiento sigue siendo el mismo: no buscamos la toma del poder, pensamos que las cosas se construyen desde abajo.

“El poder es un club exclusivo. La ‘sociedad del poder’ tiene reglas, y sólo se puede acceder a ella si se cumplen. Cualquiera que busque la justicia, la libertad, la democracia, el respeto a la diferencia, no tiene posibilidad de acceder ahí, a menos que claudique de esas ideas.”

En su primera aparición en público en lo que va del año, el vocero rebelde comentó: “Se dice, no sin razón, que en los últimos dos años el subcomandante Marcos trabajó, con empeño y éxito, en destruir la imagen mediática que se había construido en torno a él”.

También hizo mención de los “intermediarios”, dispuestos a viajar “con los gastos pagados a recibir aplausos y alguno que otro favor”. Admitió que la aparición de los “coyotes de la solidaridad” ocultó la existencia “de otros abajos”. Con la Sexta declaración de la selva Lacandona vino “la ruptura con este sector, y la búsqueda, en México y en el mundo, de otros que fueran como nosotros, pero diferentes”.

Marcos señaló que además de la posición que sostienen los zapatistas frente al poder, hay una característica “esencial”: la renuncia a hegemonizar y homogenizar la sociedad. “No pretendemos un México zapatista, ni un mundo zapatista. No pretendemos que todos se hagan indígenas. Nosotros queremos un lugar, aquí, el nuestro, que nos dejen en paz, que no nos mande nadie. Eso es la libertad: que nosotros decidamos lo que queremos hacer.”

Tras ofrecer a sus visitantes un “rápido recorrido” por la historia de EZLN, iniciada hace 25 años en la selva Lacandona, les habló de la “herencia moral y ética de los que nos fundaron. Tenemos una deuda moral con nuestros compañeros. No con ustedes, no con los intelectuales que se alejaron, no con los artistas, ni los escritores, ni los líderes sociales que ahora son antizapatistas”.

La deuda es “con aquellos que murieron luchando”, concluyó. “Queremos que llegue el día en que podamos decirles a nuestros muertos tres cosas nada más: no nos rendimos, no nos vendimos, no claudicamos.”

http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2008/08/04/marcos-el-ezln-no-busca-hegemonizar

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Blanche Petrich y Hermann Bellinghausen: El EZLN y juntas de buen gobierno, una alternativa: activistas internacionales

San Cristóbal de las Casas, Chis., 15 de diciembre. Frente al vocero e ideólogo del zapatismo el subcomandante Marcos, un teórico de los movimientos de resistencia belga, Francois Houtart, y dos organizadores de movimientos de masas, Ricardo Gebrim, del Movimiento de los Sin Tierra (MST) de Brasil, y Peter Rosset, de Vía Campesina, reconocieron en el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y sus juntas de buen gobierno la alternativa del futuro para construir “desde abajo y sin entrar a un callejón sin salida” nuevas formas de lucha para enfrentar el capitalismo y sus efectos de destrucción sobre la tierra y el trabajo.

Fue en la tercera jornada del Coloquio Internacional en Memoria de Andrés Aubry, el intelectual francés que hace décadas arraigó en tierras chiapanecas y que ha sido, para todos los ponentes, un referente clave de su estudio y aprendizaje. Este sábado a mediodía, siempre con abundante concurrencia en la boscosa sede de la Universidad de la Tierra, a orillas de esta ciudad, se habló de las opciones para el socialismo del siglo XXI y de la forma como el proceso de las autonomías zapatistas o del “antilulista” MST se enfrentan por partida doble al nuevo embate del capital, en el que todo se compra y se vende, incluidas las personas y la naturaleza, y a las contradicciones propias de las nuevas y viejas izquierdas.

Al calor de las conferencias, Houtart, con todo tacto, puso el dedo en un renglón que parece dejar cabos sueltos y, al mismo tiempo, incomodar a algunos: la abierta animadversión del subcomandante hacia los amarillos, los perredistas.

Fue a propósito de lo que el sacerdote belga de la Universidad de Lovaina y secretario del Fórum Mundial Alternativo planteaba como el desafío de poder mediar y conciliar entre el “optimismo antisistémico y la necesidad de institucionalizar las rebeliones”. Y abordó el espinoso tema desde Brasil y Nicaragua. “Fue duro, para los movimientos en resistencia de esos países decidirse a votar por Luiz Inacio Lula da Silva o por el Frente Sandinista, a pesar de sus desviaciones, para evitar el avance de la derecha, tanto en lo interno como en lo regional. Con todo respeto me pregunto si en México un razonamiento parecido nos hubiera podido evitar a un gobierno de derecha e ilegítimo”. Cauteloso remató: “es solo una interrogante”.

La pregunta no quedó sin respuesta por parte de Marcos, con el mismo tacto. Cuando tocó su turno en la palabra recordó que cuando los zapatistas critican a los gobernantes y líderes del PRD “no estamos hablando de personas en particular. Estamos hablando de nuestros verdugos, nuestros perseguidores.” Y reiteró un tema que ha abordado muchas veces antes. “Si nosotros hubiéramos apoyado la opción de derecha, hoy estaríamos en un gran bajón. Nosotros sólo alcanzamos a intuir lo que pasaba.”

Houtart, el primer orador, habló del fracaso del socialismo del siglo XX, “que tuvo que caminar con las piernas del capitalismo” y que no logró mínimas premisas, como el desarrollo del uso sustentable de los recursos, privilegiar el valor de uso por encima del valor de cambio, crear una democracia generalizada y permitir la multiculturalidad. Estos son, añadió, algunos de los ejes del socialismo del siglo XXI que, advirtió además, “no podrá ser logrado por decreto”. Por el contrario, concluyó, las luchas antisistémicas deberán no sólo criticar sino contratacar “los procesos de acumulación y su efecto destructivo de la tierra y el trabajo.”

Ricardo Gebrim, de Brasil, apuntó que cuando en 2002 el conjunto de la izquierda brasileña alcanzó tocar su sueño –“Lula la”, Lula allá, en el poder– se agotó el ciclo en el que todos creían que empezaría la transformación y empezó la decepción. “Lula nunca se propuso contruir una fuerza social del cambio”. Pese a la frustración, añadió, 25 años de lucha no se desmontan tan fácil y una parte de esa izquierda, el MST, han iniciado un nuevo ciclo reconociendo “que la democracia electoral es un mecanismo de reproducción del imperialismo”.

Citó la experiencia bolivariana de Venezuela como “la conquista de una acción insurgente por la vía electoral”, y la de Bolivia, “mucho más clara aún, de una acción insurreccional que combinó su movilización con la lucha institucional”. Explicó la nueva fase que vive el MST de Brasil con una consulta popular entre los movimientos populares para buscar una nueva forma de organización política al margen del Partido del Trabajo oficial. Y concluyó con una frase de aliento: “Todo tiempo de baja tiene su fin. Hay que estar preparados y mirar hacia el horizonte”.

Peter Rosset, del Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano y participante frecuente de los encuentros zapatistas, recordó que la embestida de las empresas trasnacionales para apropiarse de los recursos naturales se ha agudizado en la medida en que se agotan otras esferas de negocios. “Hoy hay un proceso de apropiación de la naturaleza como no lo habíamos visto desde el periodo colonial”, apuntó. Y para lograr sus fines, el capital primero desaloja a la gente de sus tierras y después restructura los territorios.

En México, citó, son 6.2 millones de campesinos despojados desde que entró en vigor el TLC, en 1994. En Brasil, cada año son desalojados del campo 200 mil familias. En la India se han creado territorios especiales enormes, que ocupan las mejores tierras para proyectos industriales y agroindustriales. Y ahí donde hay resistencia al despojo, la respuesta del Estado es la misma: militarización, paramilitarización, guerra. Además, advirtió sobre la nueva trampa, en la que coinciden George Bush, “el ex compañero Lula” y muchos otros gobiernos: las reservas ecológicas que son “vaciadas” de comunidades campesinas para ser entregadas a los proyectos de biotecnología, turismo o biocombustibles. “Hoy –expresó– el capitalismo se viste de verde, que no es otra cosa que parte del mismo genocidio.”

Pero a estas tendencias se oponen, en todo el mundo, movimientos rurales de nuevo tipo, autónomos, algunos antisisitémicos y otros aún con vínculos institucionales, pero todos ensayando formas de lucha “que van desde el pacifismo gandhiano, pasando por la acción directa, hasta, en algunos casos, la lucha armada”.

Citó muchos ejemplos. El MST, cuyas organizaciones en Brasil abarcan ya una superficie similar a la de Italia, el zapatismo, el de la Asociación de Campesinos de Cuba y movimientos tan diversos como los de Indonesia, Zimbawe, Paraguay y Tailandia, en donde se han organizado algunos caracoles de inspiración chiapaneca.

En suma, concluyó Rosset, “no hemos perdido la guerra. Y no sólo eso, creo que podemos ganarla”.

* http://www.jornada.unam.mx/2007/12/16/index.php?section=politica&article=010n1pol

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