Daily Archives: December 28, 2007

Jorge Camil: Partidocracia: república del cambalache

¿Qué diablos es la partidocracia: usted lo sabe? La respuesta fácil es que se trata de un gobierno de partidos políticos. Pero eso no resuelve el problema, porque el segundo paso sería identificar al beneficiario de este singular sistema de gobierno: ¿es el pueblo o son los propios partidos políticos? Porque si es lo segundo estamos fritos, especialmente en un país como el nuestro. ¡Imagínese!, rodeados como estamos de partidos grandes, medianos y pequeños, y hasta partidos familiares organizados para lucrar: ¿quién manda? ¿Quién obedece? ¿Cómo se ponen de acuerdo?

Aristóteles, que estudió las formas de gobierno, reconoció entre las preferibles a la monarquía, la aristocracia y la república constitucional. (Usted perdone, pero como en la antigua Grecia no había partidos políticos el discípulo de Platón no incluyó a la “partidocracia”. Ésa se nos ocurrió siglos después a los mexicanos.) Entre las formas menos deseables, que son perversiones de las primeras, Aristóteles alineó a la tiranía, la oligarquía y nuestra trillada democracia. Sí, no se asombre, el autor de La política, al igual que Winston Churchill, no consideraba a la democracia como la mejor forma de gobierno. Recomendaba que en un mundo ideal rigiera un monarca sabio y bondadoso. Pero como los mundos ideales sólo se dan en los cuentos de hadas y los monarcas bondadosos son difíciles de encontrar (ahí tiene a Juan Carlos y su iracundo “¿por qué no te callas?”), Aristóteles, siempre visionario, concibió como segunda opción una aristocracia inteligente y solidaria que gobernara para el pueblo.

Pero las aristocracias nunca son inteligentes y siempre tienden a convertirse en oligarquías, por eso sugirió, anclado en el realismo, la república constitucional: una forma verosímil, en la que se funden en santa paz gobernantes y gobernados bajo el imperio de la ley. Nosotros, aunque no lo conocemos, lo llamamos Estado de derecho, y los ingleses the rule of law (gobierno de la ley). Esta forma de gobierno era siempre preferible al poder avasallador e impredecible de las mayorías, que no es más que nuestra bendita democracia, a la que todos aspiramos gracias a Abraham Lincoln, que imploró que jamás desapareciera de la faz de la tierra el “gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo”; y también a George W. Bush, con el cuento de las supuestas bendiciones que derraman su falaz democracia, su bipartidismo y la “libertad estilo Guantánamo”.

¿Pero qué es, entonces, la partidocracia? No es democracia, puesto que nadie eligió como tales a los partidos políticos que nos gobiernan. Tampoco es monarquía, salvo que estemos dispuestos a coronar a Beltrones, Navarrete y Creel reyes de San Lázaro. Así que quítese de cuentos, la partidocracia es, como la aristocracia, el gobierno de unos cuantos. Pero como nadie en su sano juicio se atrevería a insinuar que nuestros honorables legisladores y dirigentes partidistas son precisamente “aristócratas”, debemos concluir que constituyen una oligarquía: el gobierno de unos cuantos que rigen en beneficio propio.

Al final del día la partidocracia, desmenuzada a la luz del filtro aristotélico, es una de las peores formas de gobierno: ¡un paso antes de la tiranía! Y eso es lo que muestran los resultados. Un país en estado caótico, gobernado por partidos que secuestraron a uno de los poderes de la Unión, el Poder Legislativo, para gobernar y chantajear a su antojo; para controlar a los otros dos poderes y mantenerlos a raya. El Presidente no puede moverse sin la anuencia de los partidos (en cuyas garras continúa atrapado como cordero lechal el éxito de su administración), y las sentencias de la Corte en asuntos de importancia nacional comienzan a mostrar indicios de alianzas partidistas. (Así lo manifiesta la lamentable sentencia en el caso de Lydia Cacho: un churrigueresco fallo judicial que despide el mal olor de acuerdos que le permitieron al PRI mantener a uno de los suyos en el poder, y al partido del Presidente continuar realizando las reformas prometidas.) ¿Eso es gobernar? ¡No! Es partidocracia.

Desapareció la ideología, murieron las propuestas, se desvanecieron las diferencias entre izquierdas y derechas. Todo es coyuntural: qué me das, y qué te doy. Qué necesitas de mí, y qué requiero de ti. Un gobierno de toma y daca. La república del cambalache. Un mercado en el que todo se ofrece al mejor postor. El partido del Presidente se hace de la vista gorda con los gobernadores de Puebla y Oaxaca, y el PRI, convertido en el flanco más o menos izquierdo del PAN, aprueba una reforma judicial que viola las garantías individuales y desconoce 100 años de vida constitucional, pero que le permite al Presidente cumplir acuerdos con el amigo Bush. Los partidos perdedores defenestran al IFE, y el partido ganador tolera un sustituto nebuloso que calificará la elección de 2012. Ya veremos entonces cuál será la moneda de cambio. Escribo de política en vísperas de Año Nuevo recordando a Paco Umbral: “la política es nuestro futbol, porque arreglar no vamos a arreglar nada”. Así que diviértase.

* La Jornada
* http://www.jornada.unam.mx/2007/12/28/index.php?section=opinion&article=016a1pol

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José María Pérez Gay: Benazir Bhutto (1953-2007)

En todo linaje político, el deterioro ejerce su dominio. Benazir Bhutto, única mujer que ha llegado a ser jefa de Estado en una nación musulmana, fue asesinada ayer, jueves 27 de diciembre, por un suicida que le disparó en el cuello y en el pecho y, segundos después, se voló matando a 15 personas durante uno de los actos de la campaña electoral de Bhutto, en la ciudad de Rawalpindi, en el norte de Pakistán.

Benazir nació en Pakistán el 21 de junio de 1953, creció a la sombra de su padre, Zulfikar Ali Bhutto, presidente y primer ministro de Pakistán (1971–1977), uno de los políticos civiles accesibles a las supersticiones del mando militar, enemigo encarnizado de la India y mano dura en el gobierno local. Zulfikar Ali Bhutto envió a Benazir, su hija mayor, a estudiar administración pública y ciencias políticas a las universidades de Harvard y Oxford. Una mujer de vertiginosa riqueza mental –decían sus más próximos colaboradores–, hábil en el manejo de los intereses políticos más contradictorios, Benazir nunca pudo escapar al cerco que le heredó su padre. A mediados de 1977, un golpe de Estado derrocó a Zufilkar y, unos meses después, el general golpista Zia ul–Hak lo condenó a la horca.

A principios de 1988, el general Zia ul–Hak murió en un accidente aéreo, Benazir Bhutto tuvo su primer hijo y barrió en las elecciones con su Partido Popular Pakistaní, obtuvo casi la mayoría absoluta. Sin embargo, muy pronto comenzaron las disputas con el Estado Mayor del Ejército; 18 meses más tarde la derrocaron bajo acusaciones de corrupción y tráfico de influencias. El Tribunal Supremo la encontró culpable, Benazir se defendió hasta lograr un fallo favorable.

Por increíble que parezca, Benazir volvió a triunfar en las elecciones de 1993; pero el destino se ensañó otra vez con ella. Su hermano Murtaza murió asesinado en un tiroteo con la policía. Su hermano menor, Shahnawaz, había muerto en circunstancias violentas en la riviera francesa. Por ese entonces, Benazir acusó a Faruk Leghari, presidente de Pakistán, de la muerte de su hermano. ¿Por qué regresó Benazir Bhutto a su patria? El atentado del 17 de octubre en el cual por poco pierde la vida le reveló que no había otra salida que la muerte, una política tan avezada como Benazir lo sabía de memoria.

Desde principios de 2007, Pakistán se había hundido en una lucha por el poder de la que resultaba imposible salir con vida. Una manifestación de extremistas islámicos violentos –que exigía la puesta en práctica de la sharia o ley islámica en Pakistán– escapó del control de las autoridades y, en un abrir y cerrar de ojos, dio comienzo una batalla con ametralladoras calibre 50 y misiles tierra-aire contra las fuerzas de seguridad paquistaníes cerca de Lal–Masjid, la mezquita roja. La policía federal sostuvo desde un principio que los violentos pertenecían al movimiento Harktul-Jihad-e-Islami –prohibido en Pakistán– señalado como un eslabón más de la cadena internacional Al Qaeda. Los clérigos y sus estudiantes islamistas radicales se atrincheraron en la mezquita en la que se encontraban más de mil 800 personas, incluso mujeres y niños; tomaron a muchos fieles como rehenes y los usaron después como escudos humanos. Ningún medio informativo supo bien a bien que exigían; la madrasa Jamia Hafsa (escuela coránica femenina) se encuentra a un lado, un edificio más en las construcciones de la mezquita y era –hasta dónde se sabe– un nido de mujaidines (militantes de la guerra santa).

Los ataques recientes revelan cada vez más que los mujaidines que lanzan bombas, o se vuelan en los aires con una carga de dinamita en el pecho, son cada vez menos los militantes de Al Qaeda; en cambio son cada vez más los shahid (mártires) que han pasado unos meses –y de modo fugaz– con los grupos islámicos radicales antes de convertirse en informantes y terroristas. En La nueva red Al Qaeda (Hamburg, 2006), Yassin Musharbash, un experto en materia de informática y operaciones de seguridad, afirma que éste es el caso de los cuatro mujaidines (voluntarios internacionales) que llevaron a cabo los atentados en Londres; sólo dos de ellos habían vivido tres o cuatro meses en la Madrasa de Pakistán, los otros dos eran médicos de profesión establecidos en Londres.

El asesinato de Benazir Bhutto ha revelado que un político tan represor y diestro como Pervez Musharraf no puede contener, ni mucho menos derrotar a la furia destructora del Islam extremista. Los atentados suicidas se multiplican en la frontera con Afganistán. La forma más pura del terror islámico es el atentado suicida. Ejerce un poder de atracción irresistible sobre el perdedor radical, escribe Hans Magnus Enzensberger, pues le permite dar rienda suelta a sus delirios de grandeza. Nadie puede decir que es un cobarde. El valor que lo caracteriza es el valor de la desesperación. Su triunfo consiste en que no se le puede castigar, pues el mismo se encarga de castigarse con la muerte. El video reivindicativo de Al Qaeda tras los atentados de Madrid de marzo de 2004 lo revela con toda claridad: “Vosotros amais la vida, nosotros amamos la muerte, y por eso venceremos”.

Nadie podrá contestar a la pregunta: ¿por qué razón regresó Benazir Bhutto a Pakistán? Nadie puede saltar sobre su propia sombra.

* La Jornada
* http://www.jornada.unam.mx/2007/12/28/index.php?section=opinion&article=022a1mun

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