Mi afición por la lectura data de mi infancia y como buena autodidacta, nunca seguí ningún tipo de orden en mis lecturas; viéndolo en retrospectiva no sabría decir si esto fue bueno o no. Es más, ni siquiera me lo habría cuestionado de no ser por algo leído en los Cuadernos de Notas de Las Memorias de Adriano, donde Marguertite Yourcenar apunta que hay libros a los que uno no debe atreverse hasta haber cumplido los 40 años. Esta reflexión la hace recordando lo joven que era cuando elaboró la primera versión de ese libro, entre los 20 y los 25 años y que más tarde destruiría completamente.
Dice la autora belga sobre su acercamiento a la vida y obra del emperador Adriano Augusto:
“En todo caso, yo era demasiado joven. Hay libros a los que no hay que atreverse hasta no haber cumplido los cuarenta años. Se corre el riesgo, antes de haber alcanzado esa edad, de desconocer la existencia de grandes fronteras naturales que separan, de persona a persona, de siglo a siglo, la infinita variedad de los seres; o por el contrario, de dar demasiada importancia a las simples divisiones administrativas, a los puestos de aduana, o a las garitas de de los guardias. Me hicieron falta esos años para aprender a calcular exactamente las distancias entre el emperador y yo.”*
Leo esto y pienso que la esencia de su reflexión, va mucho más allá de la escritura. Bien podría aplicarse a la política, el arte de gobernar, a la vida misma. ¿Será que alguno de nuestros eminentes políticos haya leído alguna vez Las Memorias de Adriano?
* Marguerite Yourcenar. Memorias de Adriano. Cuadernos de Notas. Ed. Sudamericana, Barcelona 1999, pág. 297