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Luis Agüero Wagner: El golpismo de las ONGs

Mucha gente no pudo menos que alegrarse con la victoria en Paraguay del Obispo Fernando Lugo, convocado desde las carpas de la Iglesia Católica, que en un país que por sus índices de analfabetismo y tradición autoritaria conserva una enorme influencia en las masas imbuidas de pensamiento mágico. Pero la realidad es más complicada, y tiene que ver con el ya comprobadamente eficaz golpismo de las ONGs.

La CIA utiliza para financiar sus redes globales no gubernamentales un gran plantel de fundaciones, algunas ficticias, otras reales. También hay un gran número de organizaciones que reciben fondos de la CIA: revistas académicas de renombre, sindicatos y think tanks políticos, por supuesto que todas dedicadas a la difusión de las ideas que Washington considera oportunas. Estos beneficiarios de una supuesta asistencia en metálico en realidad son parte de una estrategia del imperio, que no se caracteriza por dar puntada sin hilo precisamente.

Estados Unidos elaboró desde el final de la guerra fría una nueva doctrina de golpes de estado soft mediante la utilización de técnicas no violentas. Inspirándose en la eficacia de las luchas políticas que desarrolló en la India Mohandas K. Gandhi, la no violencia activa, Washington trata desde hace poco más de una década de derrocar los gobiernos que no le gustan mediante un dispositivo que le garantice el apoyo de la opinión pública internacional. Para logar estos fines por medio de la nueva doctrina, las organizaciones no gubernamentales, tan populares ante los medios de difusión, juegan un papel esencial. Como señala el periodista de Counterpunch Jacob Levich, «las organizaciones no gubernamentales -asociaciones teóricamente independientes y con la reputación de humanitarias, conocidas bajo de la denominación de ONG- están ya abiertamente incorporadas a la estrategia de conjunto de Washington para consolidar su supremacía global».

En Paraguay jugaron un papel fundamental en marzo de 1999, cuando el presidente Raúl Cubas fue derrocado por medio de movilizaciones lideradas por periodistas y activistas de ONGs que fueron coordinados desde la embajada norteamericana, con notable capacidad de sincronización.
Otro tanto había acontecido en Ecuador poco tiempo antes, y volvió a repetirse en Argentina después.
En Paraguay, basta que un funcionario norteamericano visite el país y establezca sus lineamientos a través de la prensa, para que un coro polifónico de personajes vinculados a las ONGs, USAID, IAF, NED y periodistas de la misma índole levanten sus voces como un enérgico eco del visitante. Es lo que sucedió a principios de 1999, cuando bastó una visita del promotor del Plan Colombia Peter Romero y unas declaraciones en contra del gobierno de turno, para que se movilice todo el aparato manejado desde la embajada norteamericana de Asunción: beneficiarios de USAID, ONGs, movimientos políticos subsidiados por NDI, IAF, periodistas a sueldo de la NED y sus patrones los jerarcas de la SIP.

Eso también explica el poder que tiene la embajada sobre la sociedad, a la que además le resulta fácil influenciar desde los medios que reciben dinero de la National Endowment for Democracy, establecida por el Congreso norteamericano en 1983 como extensión alternativa de la CIA. En la campaña del obispo Fernando Lugo, fue notoria la preferencia de la prensa hacia los activistas de movimientos y partidos vinculados a este aparato montado por la IAF, NED y USAID.

Dos de estos grupos, el Tekojoja y el Pmas,que simularon pertenecer a la izquierda marxista, fueron sus protegidos y tuvieron una preferencial atención, a pesar de que uno de ellos ni siquiera alcanzó representación parlamentaria y el otro no tuvo ni el dos por ciento del total de votos.

Se confirmó la eficacia del andamiaje cuando fueron llamados a ocupar puestos en el gabinete exponentes que en su totalidad estaban vinculados a estos òrganos promotores del neoliberalismo, agentes del FMI y personajes promocionados por USAID. LA

Fuente: http://despertar.fullblog.com.ar/post/el-golpismo-de-las-ongs-501215969829

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Manuel E. Yepe: La manipulación de los términos

La manipulación de los términos es uno de los métodos del modelo informativo estadounidense a que más sistemáticamente y con mayor efectividad recurre la propaganda corporativa para promover su hegemonía y dominación.

Se conoce que no más de diez megacorporaciones poseen y controlan los grandes medios de información de Estados Unidos, además del negocio del entretenimiento y la cultura de masas, que abarca el mundo editorial, el de la música, el cine, la producción y distribución de programas de televisión, salas de teatro, Internet y complejos recreativos tipo Disneyworld, no sólo en su país sino similarmente en buena parte de América Latina y el resto del mundo.

Este vasto emporio está bajo el control y es parte de la élite del poder que constituye el verdadero gobierno de los Estados Unidos.

Con tal volumen de medios propagandísticos al imperio le resulta factible imponer modas y maneras a la información y la publicidad, a escala global.

Vocablos como libertad, democracia, derechos humanos, y tantos otros son aplicados con deliberada reiteración hasta identificarlos con su ordenamiento político, económico y social, con fuerte carga de connotaciones laudatorias.

Sobre algunos de estos términos asumen la posición de árbitros y custodios, reservándose la facultad de calificar, respecto a ellos, a cualquier ordenamiento ajeno y así reprobar a los que difieran del modelo que conviene a su política exterior.

Mediante la insistencia mediática en el uso de los calificativos, acuñan términos peyorativos como tiranos, dictadores, terroristas y extremistas para aplicarlos contra dirigentes políticos inconvenientes, hostiles a la hegemonía estadounidense.

Tan alto es el grado de penetración que han llegado a lograr con su abrumadora propaganda mediante la imposición de términos acuñados al efecto, que no es extraño encontrar en cualquier país de América Latina a personas sencillas que digan con mucha convicción: Fidel Castro será un dictador, pero yo estoy de acuerdo con todo lo que él dice y hace. (Una tonada colombiana que se popularizó por todo el continente en los años 60 del pasado siglo dice: ‘si las cosas de Fidel son cosas de comunista, que me pongan en la lista, que estoy de acuerdo con él’).

Recuerdo que, antes de triunfar la revolución cubana en enero de 1959, era tanta la propaganda anticomunista inyectada en este país caribeño que en una publicación clandestina algún revolucionario escribió en cierta ocasión algo así como: ‘…Nos acusan de ser comunistas y no es verdad… comunistas son ellos, los batistianos y los yanquis’. Los medios habían dotado al término ‘comunismo’ de tal connotación de los peores epítetos que era innecesario reiterarlos.

El término democracia ha sido probablemente el más injuriado por su apócrifo uso a lo largo de la historia. En la Grecia antigua surgió como calificativo de un sistema de gobierno ejercido por el pueblo, pese a que el ordenamiento político que calificaba estaba diseñado para satisfacer los intereses de la clase dominante y era excluyente de una buena parte de los integrantes de aquella sociedad.

Pero jamás en la historia otro imperio había abusado de manera tan pertinaz de su uso para la inyección de valores aparentes a su autoestima nacional y para proyectarse desdeñosamente sobre las demás naciones, como el gobierno estadounidense actual.

Hay términos prácticamente excluidos del lenguaje mediático que manipula la gran prensa al referirse a las motivaciones de los movimientos populares. Sobresalen por su ausencia los que se identifican con aspiraciones nacionales como independencia, autodeterminación, patriotismo y soberanía, así como otros que reflejan aspiraciones sociales populares como lucha de clases, igualdad, revolución, rebeldía y muchas más.

En cambio, han retomado el término populismo, que se identificó en las ciencias sociales a mediados del pasado siglo como calificativo de las políticas ‘inflacionarias’, ‘irresponsables’ y ‘aventureras’ de los presidentes Getulio Vargas, de Brasil, y Juan Domingo Perón, de Argentina, argumentando que para lograr el apoyo popular de que disfrutaban incurrían en concesiones sociales incompatibles con las sutilezas de la economía y las finanzas.

Lo refieren ahora a gobernantes populares como el venezolano Hugo Chávez, el boliviano Evo Morales y el ecuatoriano Rafael Correa. Y lo insinúan puntualmente para calificar a los demás líderes independentistas, como para llamarles al orden cuando actúan en forma que amenaza intereses de los explotadores.

Cuando se habla de derechos humanos, limitan el término a los derechos civiles e ignoran los derechos sociales, tan humanos como aquellos: laborales, económicos, alimentarios, educativos, a la salud…

Desafían la lógica y la semántica cuando manipulan en sus lemas palabras de significado contradictorio con la orientación política de sus objetivos, como transición, cambio, y hasta revolución.

En Cuba, han pretendido desplegar una campaña usando el término cambio con un sentido contrarrevolucionario, obviando el hecho de que la revolución cubana ha sido y sigue siendo la fuente de inspiración de los cambios actuales en Latinoamérica.

También contra Cuba, definen como ‘disidentes’, ‘dirigentes de la oposición’, ‘periodistas o bibliotecarios independientes’, ‘activistas por los derechos humanos’ y otros similares a quienes reclutan y pagan en la isla para servir sus fines subversivos.

Un caso extremo de manipulación es el uso del término popular para designar al partido de la derecha española que tiene como dirigente ‘popular’ nada menos que al bochornoso instrumento de la superpotencia que es José María Aznar.

Se hace el juego al imperio cuando se le concede derecho de propiedad sobre ciertos términos de los que se ha apropiado o pretende apropiar para describir, identificar o nombrar eventos que no son exclusivos de su orden social como son sociedad civil, desarrollo humano y otros que los pueblos deben utilizar en beneficio propio.

La manipulación de los términos por la propaganda corporativa con el propósito de predisponer a los pueblos para el consumo de sus mensajes deformadores, no debe subestimarse.

* Argenpress
* http://www.argenpress.info/nota.asp?num=049705&Parte=0

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