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Alberto Mazor: ¿Europa o Micronesia?

Dentro de muy poco tiempo – bastante más corto del que ellos se imaginaban – los habitantes de los asentamientos judíos en los territorios militarmente ocupados de Cisjordania regresarán a la patria. En otras palabras, al lugar donde finalmente se sentirán en casa.

Será un país hecho según su visión. Un lugar donde la Halajá es la ley, los rabinos sus jueces y los policías sus sirvientes. Un Estado judío propio. Ya no necesitarán el disfraz de «redentores» de la tierra, de «renovadores» de la empresa sionista o de« guardianes» de las fronteras ante posibles amenazas invasoras. Ellos habrán de completar la conquista de Israel.

Por lo tanto, debemos ponernos de pie y quitarnos el sombrero ante esa minoría exiliada que reside en rocosas colinas y en «precarias» viviendas de 200 m2 subvencionadas por nuestros impuestos – mientras jóvenes de todo el país vuelven a manifiestase en las calles para poder alquilar departamentos a precios accesibles -, y que desde su lugar de exilio supo inclinar a todos los gobiernos de Israel desde 1973 a su voluntad, dándole su imagen, determinando sus leyes, sus presupuestos, su política exterior, y restringiendo fundamentalmente la capacidad de acción de sus ciudadanos con el alambre de púas de su fanatismo.

Las reacciones gubernamentales a la reciente decisión de la Unión Europea respecto a los asentamientos, demuestran que Israel sigue avanzando con paso firme hacia un Estado donde la minoría ejerce el control sobre la mayoría, requisito esencial para moverse al ritmo de un grupo dominante y poderoso. Un grupo cuyos miembros pretenden que sus delirantes valores sean considerados como ejes centrales. Un grupo encargado de darle a la nación entera la imagen de un nuevo becerro de oro al cual sirven como sacerdotes.

¿En qué otro país democrático del mundo una minoría del 5% sería capaz de determinar el estilo de vida de 8 millones de ciudadanos?

Los hechos decisivos que llevaron al establecimiento de su idea de Estado pueden rastrearse a lo largo de 40 años de pretextos y excusas. Algunos de ellos aún perviven arrinconados entre el polvo y el olvido, como esas huellas que guían la curiosidad de los arqueólogos políticos; otros aún están frescos y relucientes, tales como la ley del boicot, la ley de la Nakba, la ley de lealtad o el reciente proyecto ley de anexión de Cisjordania presentado al Parlamento, y ya se convirtieron en hábito y norma de conducta, como si a priori no existiera otra vida posible. ¿Qué pusieron en el agua que bebemos en los países de Oriente Medio en los últimos años? ¿También la democracia israelí se está convirtiendo en una «primavera pasajera»?

La mesiánica misión de los asentamientos supo camuflarse diestramente. «Sólo algunas horas más de oración en la Cueva de los Patriarcas», nos decían. «Sólo déjenos limpiar el sitio de la sinagoga en Hebrón; sólo un pequeño y acogedor barrio en Kiryat Arba; sólo un leve aumento en la población que incluya el crecimiento natural; sólo una carretera privada de acceso». Y así, como en un ejercicio militar, el «enemigo» – gobiernos, parlamentarios de centro-izquierda, movimientos por la paz – terminó comprando todos esos cuentos como si se trataran del verdadero plan.

En apariencia, lo único que le interesaba a su dirigencia era «solamente» aumentar su número de «colonos» y el tamaño del área destinada a ellos. Así fue como se las arreglaron para convencer a sus opositores, haciéndolos cautivos de esa creencia, de que la disputa era trivial y que la discusión giraba sólo en torno a la cantidad de viviendas. Porque mientras el eje del asunto fuera la construcción, nadie prestaría atención a la verdadera ocupación que estaban planeando: la conquista total del Estado de Israel.

Ahora ya no les importa quitarse el disfraz. Unas casas más o menos en Ofrá, Elón Moré o Kfar Tapuaj ya no son importantes. De cualquier forma se van a construir. Lo que interesa actualmente es hacer de esa «diáspora israelí» que reside dentro de los límites de la Línea Verde, la patria toda; liberar la nación de los arrogantes intrusos que aún permanecemos en ella. Israel con las fronteras de 1967 debe convertirse en «nuestro Estado satélite».

Hace muchos años atrás podíamos imaginar la respuesta de la gran mayoría de los israelíes si la diáspora judía hubiese pretendido decirle al Gobierno hebreo cómo actuar, qué política seguir y cuáles valores adoptar. Pero los judíos del mundo no se atrevían a inmiscuirse en tales asuntos. En cambio, sentían orgullo de los héroes encargados de la defensa del «único Estado netamente judío y democrático».

Desgraciadamente, los valores de ese Estado ya no se corresponden con los de aquel judaísmo; el sueño de sus pioneros dejó de ser su sueño. De modo que la vieja diáspora judía dio paso a otra nueva: militar y despótica, la que dicta desde no muy lejos, apenas unos pocos kilómetros, pero desde el fondo del abismo, el nuevo orden de prioridades del Estado de Israel.

Esos son los valores que se importan a Israel desde los territorios ocupados, quienes considerados ilegales por toda la comunidad Internacional, reciben el amparo de nuevas leyes. Porque en los asentamientos no importan las resoluciones de la Unión Europea o las del Gobierno de EE.UU, ni siquiera las del Ejecutivo israelí – cualquiera sea – o las de la Corte Suprema hebrea. Tampoco cualquier ley de fidelidad tiene allí relevancia. Somos nosotros, siete millones y medio de ciudadanos israelíes, quienes estamos obligados a jurar lealtad a sus habitantes y no al revés.

En Israel, en estos días, se está respondiendo al verdadero interrogante de los habitantes de los asentamientos: ¿Europa o Micronesia? Y, si es necesario, suicidarse también por su causa.

Tishá be’Av – que conmemoramos ayer – nos recuerda que no sería la primera vez, y que conviene aprender del resultado de las anteriores.

 

Publicado en Israel en Linea

Link original: http://www.israelenlinea.com/magazine-de-semana/articulos/editorial/1689-ipatria-o-muerte.html

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Ernesto Carmona: El lado oscuro del Chile de hoy

¿Qué ha cambiado en Chile desde que fue derribado el gobierno democráticamente elegido de Salvador Allende? Han transcurrido 35 años, 17 de dictadura militar y 18 de “transición a la democracia” conducida por una coalición hegemonizada por los partidos Socialista, Demócrata Cristiano y Por la Democracia, seguidos de otros menores, como el partido Radical, llamada Concertación de Partidos por la Democracia.
La primera observación es que la “transición” lleva ya más tiempo que la dictadura. Pero las condiciones de vida del pueblo han empeorado dramáticamente desde la época de Allende. Y hay poca cabida para protestar. Hoy existe una perversa democracia formal que limita el acceso de los pobres a la política y excluye de cualquier participación a la minoría comunista y a otros grupos izquierdistas. Existe un sistema binominal de elecciones que fue creado precisamente para que dos grandes bloques –la derecha y la Concertación– se alternen perpetuamente en el poder, tal como ocurre con los demócratas y republicanos en EEUU.
El fin de la dictadura no fue sólo el resultado de la lucha del pueblo, que aportó generosamente su sangre, instigado por quienes hoy gobiernan al país, sino que prevaleció un acuerdo político impulsado por los mismos factores internacionales que provocaron la caída de Salvador Allende, es decir, EEUU, la CIA, la USAID, el Fondo Nacional para la Democracia (NED, su sigla en inglés) y las grandes corporaciones transnacionales, cuyos negocios de explotación de los recursos naturales mejoraron notoriamente en estos últimos 18 años, según todos los indicadores. Los sectores que producen mayores ganancias al capital local e internacional son la minería del cobre, que es 70% privada, y la industria de la celulosa que se extrae de los bosques del territorio indígena, entre muchos otros rubros.
Neo-derecha “progresista”
La dictadura sigue presente, pero con otra apariencia, en el exitoso modelo de “desarrollo democrático” que padece Chile, pero que se exporta como imagen envidiable para otros países. La carta magna de la dictadura, que data de 1980, ha sido legitimada por sucesivas reformas constitucionales “de parche” concertadas por el gobierno con la derecha parlamentaria. Cada vez que tienen la oportunidad, las organizacionales patronales de la derecha económica manifiestan su satisfacción por la marcha de sus negocios bajo la administración concertacionista, particularmente bajo el sexenio presidencial de Ricardo Lagos (2000-2006).
En estos 18 años de “transición a la democracia”, la Concertación se convirtió en una neo-derecha, con tintura socialista y social cristiana, como ocurrió antes con los partidos “progresistas” en Europa y en otras latitudes, donde la social democracia imitó a la democracia cristiana como nueva expresión partidaria renovada de la derecha tradicional. El socialismo de hoy no es el mismo de los tiempos de Allende. El partido del presidente inmolado que pretendió realizar reformas sociales involuciona por el mismo camino que siguieron antes sus colegas socialistas de España y Francia, los laboristas del Reino Unido, el partido “trabalhista” de Brasil y tantos otros. El Chile de hoy se puede transitar libremente pero por carreteras privadas. Santiago tiene una red de autopistas urbanas que cobran. La gente se ve triste porque está endeudada, aunque existe algo de trabajo, pero precario y “flexibilizado”. Los empleadores no tienen que complicarse con la seguridad social de sus trabajadores. La educación, la salud y la previsión social se han privatizado, convirtiéndose en negocios o “industrias”
Una nueva clase política de apariencia “democrática y progresista” se incrustó en la superestructura del poder del Estado para administrar la expoliación del pueblo chileno y de sus recursos naturales con mayor “eficiencia” que los militares y con pocos reclamos de los trabajadores, gracias al control de la Concertación sobre la Central Unica de Trabajadores (CUT). Esa clase política también ha puesto en marcha un proceso de corrupción a expensas de los fondos públicos sin precedentes en la historia política republicana del país.
Los rebeldes son jovenes
Los disidentes, incluidos cientos de miles de izquierdistas allendistas, no tienen cabida en esta democracia, porque el sistema electoral binominal les bloquea su acceso al Parlamento. Los jóvenes se niegan a inscribirse voluntariamente en los registros electorales. O sea, rehúsan adquirir el derecho al voto. Una vez inscritos tendrían la obligación de concurrir a votar a riesgo de severas sanciones. Si el derecho a voto no se ejerce, en Chile hay castigo. Y el gobierno pretende legislar una inscripción automática al cumplirse la mayoría de edad de 18 años, manteniendo la obligatoriedad del voto, en un esfuerzo desesperado por recuperar la representatividad perdida. Paradojalmente, quienes se oponen a esta medida totalitaria son los propios herederos políticos del pinochetismo que ahora juegan al populismo electoral al mejor estilo del Partido Popular español.
Cuando algunos sindicatos que no están bajo el control de la Concertación y ciertos sectores de la sociedad chilena manifiestan su descontento con el nuevo modelo político-económico que favorece a los ricos, son brutalmente reprimidos por el gobierno nominalmente “socialista”, en nombre del sagrado sistema legal heredado de la dictadura que garantiza la expoliación neoliberal. Los más afectados han sido los sindicatos de trabajadores subcontratados –o tercerizados con empleo precario y “flexible”–, los estudiantes y la etnia mapuche, cuyo territorio permanece ocupado militarmente por años, sin nada que envidiarle a Palestina. Y al igual que Israel, Chile hace caso omiso a las recomendaciones de los organismos de derechos humanos de Naciones Unidas. La región mapuche, con sus habitantes en extrema pobreza perpetua, es un territorio ocupado por Carabineros bajo permanente estado de sitio, mientras sus tierras son explotadas por las industrias madereras de los grupos económicos más ricos de Chile.
El gobierno de la socialista Michele Bachelet eligió el camino de la represión, hasta con 1.500 detenciones de jóvenes estudiantes en el mes de julio 2008. La policía militarizada de Carabineros ejerce una brutalidad sin restricciones, incluso en detenciones regulares ordenadas por algún tribunal. El fallecimiento del jefe policial en un accidente aéreo en Panamá, mientras andaba de compras con su familia y ciertos allegados, fue convertido en tragedia nacional por el gobierno y los medios de comunicación, con duelo oficial y un derroche propagandístico que elevó al difunto a la categoría de un santo.
El rol de los medios
Todo esto ocurre mientras existe una creciente criminalización de la protesta civil, que comenzó reduciendo a 14 años la responsabilidad penal de los jóvenes. Los estudiantes que protestan en las calles corren el riesgo de ser procesados como autores de crímenes, no de desórdenes públicos, como ya ocurre en países como El Salvador, que hizo suya la ley antiterrorista de EEUU, la Patriot Act. Sin embargo, cuando un estudiante de 15 años es detenido y apaleado por Carabineros en las calles de cualquier ciudad, debe permanecer detenido hasta que sus padres vayan a rescatarlo a la comisaría. Es decir, hay un doble estándar entre los derechos ciudadanos y la responsabilidad penal que siempre opera contra los jóvenes.
El debate parlamentario se realizada entre cuatro paredes, casi igual que en los tiempos de la dictadura, sólo que ahora la sala es más grande y hay más protagonistas de la clase política disfrutando de un salario que pagan “todos los chilenos”. Tampoco hay debate público democrático en la prensa, donde no hay acceso para todas las opiniones ni existe cabida para los críticos y disidentes. Los grandes medios de comunicación –cuya propiedad está súper concentrada– apoyan las medidas represivas y demás políticas del gobierno que son del agrado de los grupos económicos y de los poderes fácticos. Los medios practican un doble juego de apoyo y crítica, aunque las portadas más populares se dedican a temas banales. Dos empresarios controlan la prensa escrita del país, Agustín Edwards y Alvaro Saieh, a través de sus diarios insignia El Mercurio y La Tercera. La televisión exhibe el mismo signo ideológico, estigmatiza las protestas sociales, cultiva la banalidad y criminaliza peyorativamente a sus protagonistas a través de todos los canales. El candidato presidencial Sebastián Piñera, que es la versión local de Silvio Berlusconi, tiene su propio canal de televisión, mientras otro responde al Vaticano, un tercero pertenece al multimillonario Ricardo Claro, del Opus Dei, otros dos pertenecen al magnate mexicano Angel González y el canal del Estado es co-gobernador por los intereses comunes de un directorio acordado en cuotas entre la derecha y la Concertación.
Diputados “elegidos” a dedo
Resulta imposible describir in extenso en una simple crónica al Chile de hoy, a 35 años de la muerte de Salvador Allende. Hay múltiples brochazos para pintar esta situación. Por ejemplo, en estos días los chilenos se enteraron de la asunción de un nuevo diputado que jamás fue sometido al voto popular. Se trata del reemplazante socialista del fallecido Juan Bustos, presidente de la Cámara. La ley permitió que el sucesor fuera designado a dedo por el partido del difunto. El premio recayó en Marcelo Schilling, que se hizo célebre como organizador de “La Oficina”, una instancia de espionaje interno creada por Patricio Aylwin (2000-2004) que Ricardo Lagos convirtió en la Agencia Nacional de Inteligencia (ANI), para vigilar a los disidentes domésticos.
Los empresarios exportadores de productos primarios como uvas, manzanas y peras llevan años quejándose de la devaluación del dólar, que es un fenómeno mundial, no chileno. Con dinero proveniente de las ventas del 30% del cobre que el Estado sigue poseyendo (Allende nacionalizó el 100% de ese recurso), el Banco Central destinó 8 mil millones de dólares para comprar dólares durante todo 2008, haciendo subir artificialmente el precio de la divisa extranjera en el mercado interno a fin de beneficiar a los exportadores. Con esta medida se desató una inflación que eleva dramáticamente el costo de la vida y de la energía, que es básicamente importada como gas de Argentina. De paso, se violó una de las sagradas normas de la economía neoliberal, al manipular “la mano libre del mercado”, pero esto no le importa a los diarios como El Mercurio, que defienden a sangre y fuego el neoliberalismo. El ministro de Hacienda Andrés Velasco llegó a decir que las últimas cifras de aumento del desempleo son buenas porque indican que hay más gente buscando trabajo (sic).
…Y echaron a mi vecino…
Chile fue el país más golpeado por el retrógrado experimento neoliberal mundial que comenzó en los años 70. Precisamente para esa experimentación con un pueblo atado, encarcelado o asesinado, sin capacidad de reclamar, se estableció una dictadura militar. Hoy sus cifras macroeconómicas son buenas, se muestran como ejemplares para otros países, pero los números benefician exclusivamente a los que ya son ricos y al capital extranjero. Los grandes empresarios suelen decir por televisión que ahora sí el país va por “el camino correcto” del crecimiento. Pero crecimiento ¿para dónde? ¿Hacía qué?… Mientras yo escribía esta historia en esta mañana de lunes, vino la policía, un tribunal y la fuerza policial a desalojar y lanzar a la calle a mi vecino de clase media porque no ha pagado su departamento… Como diría Bertold Brecha, ¿cuándo vendrán por mí?…

http://www.argenpress.info/2008/09/35-aos-de-salvador-allende-el-lado.html

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J. Enrique Olivera Arce: ¿Por qué los perredistas disidentes no se irían al PRI?

En mi apunte anterior, publicado amablemente a principios de semana por “gobernantes.com”, concluía que de darse la desbandada en las filas del PRD, caso de que la corriente de “los chuchos” no lograra la unidad del partido en la actual coyuntura de crisis, quienes abandonaran las filas del sol azteca se verían en la disyuntiva de sumarse al abstencionismo u optar por sumarse a Convergencia o al PT.  Para algunos amigos del tricolor, y otros del sol azteca, mi apreciación fue calificada de sectaria y con una clara inclinación a favor de los sectores de la  izquierda representados por Andrés Manuel López Obrador. Todo por no incluir al PRI entre las opciones a considerar por los militantes en la presumible “desbandada” en el PRD, así como juzgar a priori  el desenlace de la crisis perredista y el fracaso anunciado de “los chuchos”.

Pues bien, mi argumentación se sustenta en una percepción generalizada de que los esfuerzos de la corriente de “los chuchos” para mantener la unidad no prosperan, antes al contrario, la ruptura se da como un hecho irreversible. Más temprano que tarde, la separación de una militancia de base cuyos intereses no son afines con la estructura, dirigencia y manera de hacer las cosas de la corriente que hoy controla al partido, es más que una simple presunción. La “desbandada” vendría por añadidura y con ella, la opción para la militancia disidente de tomar el camino que mejor convenga a sus intereses. Especulación, si se quiere, pero de ninguna manera ajena a hechos objetivos.

En todo caso, lo improcedente sería ignorar o minimizar la crisis que hoy vive el PRD,  y las diferencias de forma y fondo entre las dos corrientes dominantes. Objetivamente, el partido en los hechos, se partió en dos. Cada una de las partes quedaría en libertad de acceder a lo que considere su mejor opción, incluida la construcción de la unidad a partir de una hasta ahora lejana posibilidad de refundación, ó la construcción de un nuevo partido sobre bases diferentes.

En ningún momento siquiera sugiero que una u otra corriente, de no lograrse la unidad, deberá abandonar o se quedarse en el partido. Tampoco sugiero que la mejor opción sea el mantener una unidad forzada y mucho menos, recomiendo que quienes abandonen, se sumen a los partidos políticos arriba mencionados. Como simple observador y sin militar en  el PRD, en todo caso mi opinión, al interior de ese partido, es irrelevante. Únicamente me remito a hechos del dominio público y a la lógica elemental, que hablan de una fractura sin retorno visible, y en ello sustento mi argumento.

Por cuanto a no mencionar al PRI entre las opciones apuntadas, no lo considero una posición sectaria. Simplemente no se menciona al tricolor como opción, porque parto de la idea de que quienes se separen de las filas del PRD, son aquellos sectores a los que, mediáticamente, se les considera como la izquierda “radical” e “intolerante”. Ciudadanos que si no aceptarían ya militar en un partido que consideran se ha inclinado a la derecha, por lógica simple tampoco aceptarían militar ni en el PAN, ni en un PRI que no se decide entre su pasado y compromiso histórico y su vuelco a la derecha confiando en los “tesoritos” que oferta Calderón Hinojosa.

Mis amigos podrían argumentar que Convergencia y PT en nada se diferencian de la estructura vertical, autoritarismo, y dirigencias patrimonialialistas del propio PRD y de otros partidos del espectro. Pudieran tener razón quienes ello señalen, salvo por otro hecho objetivo: En la coyuntura, la disidencia perredista a la que hago alusión, se identifica en objetivos, estrategias, visión de mediano plazo y tareas inmediatas, asumidas por Convergencia y PT en el movimiento ciudadano en defensa del petróleo, que encabeza López Obrador. Mañana quien sabe, pero hoy por hoy, y eso incluye al 2009,  tal movimiento ciudadano es factor de atracción, aglutinación y unidad para la izquierda. Los hechos lo confirman.

En cuanto a la otra opción, el sumarse al abstencionismo, que implicaría el voto en blanco ó el no sumar votos a favor de cualquier partido de los que conforman el abanico de opciones político-electorales, no es descabellado el considerarla. Cada vez son más los mexicanos víctimas de frustración, cansancio y decepción, que ya no confían en el sistema de partidos políticos en los que se sustenta la democracia representativa mexicana. La disidencia perredista no tiene por qué ser excepción.

Como también es mayor el número de mexicanos que por principio, rechazan la idea de que en la “democracia” una despensa es igual a un voto, en que se sustenta actualmente la oferta electoral. La crisis al interior del PRD, fruto del llamado “cochinero”, tocó fondo en el momento mismo en que unos optaran por la despensa y venta del voto, en tanto que otros mantuvieran en alto dignidad y civilidad. En otros partidos, el fenómeno podría no ser diferente. El abstencionismo no deja de ser el fantasma a vencer en el 2009, luego cabe señalarle como opción posible.

Lo verdaderamente trascendente en torno a mi opinión vertida y publicada, no es lo que mis críticos señalan. Lo relevante y lastimoso, a mi juicio, es la ausencia de señalamientos en torno a lo sustantivo del artículo: el debate en el Senado de la República. Para mis amigos del tricolor y del sol azteca, el debate ni se ve ni se oye, simplemente les es indiferente. Estamos en Veracruz, no cabe duda.

Correo electrónico: pulsocritico@gmail.com

Página Web: http://pulsocritico.com

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Cristóbal García Vera: El discreto viaje hacia la otra orilla de José Saramago

El escritor portugués José Saramago acaba de adherirse a la Plataforma de Apoyo a Zapatero (PAZ), creada por ‘intelectuales’ y artistas afines al PSOE con motivo de las próximas elecciones del 9 de marzo. Así lo anunció en un comunicado esta Plataforma, algunas de cuyas caras más conocidas son las de Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Ana Belén, Víctor Manuel o Miguel Bosé. De esta forma, el Nobel portugués afincado en la isla de Lanzarote se suma a la petición realizada a los ciudadanos por los integrantes de “PAZ”, para que “mayoritariamente vuelvan a apoyar a José Luis Rodríguez Zapatero” (1) y al “deseo de que éste sume otra legislatura que le permita continuar con el proyecto que inició hace cuatro años”. (2)

¿Qué apoya realmente José Saramago?

Los hombres y mujeres que integran la Plataforma de Apoyo a Zapatero piden el voto para el actual presidente del Gobierno – según expresan en su manifiesto – “porque éste cumplió su palabra de retirar a las tropas españolas de Irak… y ha recuperado una política internacional basada en la cooperación, el multilateralismo y la defensa de los derechos humanos”. O porque – afirman – “ha acompañado los logros de la política económica con la mejora del bienestar de toda la ciudadanía… y ha promovido la ampliación de derechos civiles más importante de nuestra historia reciente”. (3)

Este mensaje, en realidad, no hace más que reproducir la propaganda oficial del PSOE, pero a nadie se le escapa que al ser difundido por personajes populares y presuntamente “progres” puede calar más fácilmente entre cierto sector de la población. Para muchos de sus destinatarios la emoción provocada por la pegadiza canción “Defender la alegría” – compuesta para sonorizar el apoyo a Zapatero – sustituirá al esfuerzo por contrastar la veracidad del discurso. Pero José Saramago, que alquila su prestigio como izquierdista para esta campaña de la socialdemocracia española, no es una de esas personas que ignora cual es la verdadera política del Partido Socialista Obrero Español.

José Saramago es consciente de que el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero, pese a haber retirado las tropas españolas de Irak, ha sido un fiel aliado de los EEUU en su “guerra global contra el terrorismo”. Así, el ejército español no sólo se ha mantenido en el ocupado Afganistán, sino que el Gobierno ha aumentado el número de soldados destinados en este país. Igualmente, a finales del año 2004, el Gobierno de Zapatero envió soldados a Haití, para apoyar el golpe de Estado contra el presidente Aristide. En El Líbano, 1100 militares españoles participan en una misión que tiene como objetivo proteger los intereses del agresor Estado de Israel. Por otro lado, el ejecutivo español continúa colaborando con los EEUU en Irak, mediante sus servicios secretos y formando militares, policías y diplomáticos para el gobierno títere impuesto por los ocupantes. El manto de legalidad conferido a estos atropellos por la ONU no disminuye un ápice el sufrimiento de los cientos de miles de víctimas de estas guerras. ¿Cómo alguien como José Saramago – que a menudo se presenta como abanderado de la Justicia y los derechos humanos – puede olvidar a estas víctimas, contribuyendo a engañar a la población española con el supuesto pacifismo de la política exterior del PSOE? ¿Constituyen los muertos, los torturados, los despojados, una parte de ese “mal menor” que debe asumirse para evitar el advenimiento del Partido Popular?

José Saramago también es consciente -o debería serlo- de que, durante el mandato de José Luis Rodríguez Zapatero, el conjunto de la ciudadanía ha estado lejos de notar esa “mejora del bienestar” a la que se refieren sus acomodados correligionarios de “PAZ”. En un periodo de espectacular crecimiento económico, en el que los bancos y las multinacionales españolas no han parado de romper récords de beneficios, el salario medio real de los trabajadores ha disminuido. El enriquecimiento de los especuladores del ladrillo, tan favorecidos en la etapa de Zapatero como en la de José María Aznar, ha seguido aumentando el precio de las viviendas hasta convertirlas en un privilegio al que no pueden acceder millones de personas. Y la Sanidad y la Educación públicas continúan estando infradotadas. Tal y como manifestaba el propio Saramago el trece de junio del pasado 2007, “aunque se llamen así los partidos que están en el poder ya no hay gobiernos socialistas”. (4) Cierto es que al afirmar algo tan evidente, que desde hace tiempo la política neoliberal ha sido asumida como propia por la socialdemocracia europea, José Saramago ya salvaba entonces al Partido Socialista Obrero Español. En opinión del premio Nobel, en “España, el gobierno socialista compensa la política neoliberal, de la que no se puede escapar, con importantes leyes de tipo social”. (5) ¿Ignorará Saramago que, pese al bombo y platillo con el que se nos ha vendido la Ley de Dependencia, el Estado español continúa teniendo el gasto social más bajo de todos los países de la UE con similar desarrollo económico, y que el ejecutivo de Zapatero ha mantenido este déficit social? ¿Por qué, entonces, no son socialistas los gobiernos socialdemócratas de otros países y sí lo es el español?

Cabría preguntarse, igualmente, por las razones que conducen a José Saramago a suscribir alegremente que, durante estos cuatro años, se ha producido “la ampliación de derechos civiles más importante de nuestra historia reciente”. ¿Acaso no existen tampoco para el premio Nobel -como para los grandes medios de comunicación -los condenados en el macroproceso 18/98, denunciado por centenares de juristas internacionales como un “juicio político”? ¿Considera quizá, José Saramago, que la ilegalización de partidos políticos también contribuye a ampliar los derechos civiles de la población?

Los antecedentes de Saramago: “¿Jesús de Polanco?, un hombre admirable”

En cualquier caso, la decisión de Saramago de sumarse a la campaña de apoyo a Zapatero no debería sorprender a quienes hayan seguido su trayectoria durante los últimos años. Con la injustificada venia que suele otorgarse a los “iconos de la izquierda”, el escritor portugués ha venido protagonizando un paulatino proceso de derechización con episodios especialmente desafortunados.

Su decidido posicionamiento junto al grupo PRISA en una de sus más agresivas campañas contra el gobierno cubano o su descalificación, como meras “bandas armadas”, de la guerrilla colombiana de las FARC provocaron las primeras críticas aisladas contra el Nobel portugués. Apenas generó muestras de rechazo entre la “izquierda”, en cambio, el apoyo que también concedió en las pasadas elecciones autonómicas al candidato del PSOE a la presidencia de Canarias, Juan Fernando López Aguilar, quien en su día mostró su respeto por el “Estado de Derecho” “construyendo imputaciones” para mantener en la cárcel a un preso que ya había cumplido su condena.

Mayor desconcierto generó el panegírico que José Saramago dedicó a Jesús de Polanco, tras la muerte del que fuera dueño del Imperio mediático que publica sus libros. Participando en un lugar destacado del homenaje rendido en El País a este tiburón de la comunicación, Saramago recordaba al magnate como “un caballero…y la más delicada y afable de las personas que puedo recordar en este momento”. (6)

En su empeño por no desmerecer de sus colegas de PRISA a la hora de recordar al patrón, Saramago llegó a afirmar también que Polanco poseía la “cualidad del estoicismo”, “muy infrecuente en estos tiempos” (7), ya que nunca lo oyó quejarse por los fuertes dolores que le provocaba la enfermedad que acabó con su vida. Desde luego, con muy buenos ojos debía mirar José Saramago a este empresario, enriquecido gracias a sus buenas relaciones con los jerarcas del franquismo, para suponer que, como proclamaban los estoicos, intentó alcanzar la libertad y la tranquilidad de espíritu renunciando a las comodidades y que su vida estuviera regida por los principios de la razón y la virtud. Pero, además de esta mirada amable hacia el fallecido, se antoja necesaria también una escala de valores muy poco congruentes con un discurso de izquierdas para afirmar -como hizo entonces el escritor portugués- que “admiré a este hombre (a Polanco) y respetaré, mientras viva, su memoria”. (8)

Para concluir su sentido homenaje a Jesús de Polanco, José Saramago rememoraba una significativa anécdota protagonizada por el finado, él mismo, y su esposa Pilar “en el Palacio real, en la antesala de los saludos oficiales”. En este escenario tan glamoroso, Polanco -al parecer- elogió un libro de Saramago diciendo “tu libro es bueno, tú te llevas la gloria, pero yo me quedo con la plusvalía’. “Hablaba Polanco -recordaba luego el escritor- con una sonrisa, la más divertida que se podría esperar de semejante conversación, pero con sus ojos parecía pedir cierta disculpa: ‘El mundo es así, no he sido yo el inventor del capitalismo, decía. Tenía razón. Un día nacemos, otro morimos, y el mundo continúa”. (9)

Una disculpa semejante podría argüir José Saramago, probablemente, ante quien se atreviera a recordarle algunas de las razones por las que resulta inmoral su apoyo a la candidatura de José Luis Rodríguez Zapatero. Porque, al fin y al cabo, el mundo es así y tampoco lo ha inventado el escritor portugués. Unos ganan y otros pierden y en esta jungla, por el momento, él se encuentra entre los primeros. Desde esa favorecida posición resulta muy cómodo, preciso es reconocerlo, sumarse a iniciativas como “PAZ” y entonar despreocupadamente una “defensa de la alegría”. O, al menos, de la de aquellos privilegiados que alcancen a conocerla.

Notas y referencias bibliográficas:
1) Del Manifiesto de la Plataforma de Apoyo a Zapatero. “En defensa de la alegría”.
2) Apoyan José Saramago y Günter Grass a Zapatero. EFE
3) Del Manifiesto de la Plataforma de Apoyo a Zapatero. “En defensa de la alegría”.
4) José Saramago: ‘Hoy día no conozco nada más estúpido que la izquierda’. Intervención en el ciclo literario “Lecciones y Maestros”. Agencias
5) Ibídem.
6) José Saramago. “Un estoico”. El País. 22/7/2007.
7) Ibídem.
8) Ibídem.
9) Ibídem.

* Argenpress
* http://www.argenpress.info/nota.asp?num=052539&Parte=0

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