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Ángel Guerra Cabrera: Unasur, memorable cumbre

La cumbre de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) sobre la grave situación en Bolivia ha sido un nuevo y rotundo grito de independencia y unidad de América Latina. Por primera vez un grupo significativo de sus presidentes condena y adopta decisiones prácticas contra una conjura golpista orquestada por el imperio del norte. Este hecho y cada idea en la Declaración de la Moneda, aunque no se mencione por su nombre, señalan con el dedo acusador a Estados Unidos: la simbólica alusión a Salvador Allende y el categórico compromiso con el respeto a la soberanía, la no injerencia en los asuntos internos, la integridad e inviolabilidad territorial, la democracia y los derechos humanos.

Eso es lo sustantivo de la cumbre, que de modo unánime dio su apoyo irrestricto al presidente Evo Morales, condenó a los grupos desestabilizadores y sus acciones vandálicas, la masacre de campesinos en Pando que “no debe” quedar impune, exigió poner fin a esas acciones y la devolución de las instalaciones gubernamentales ocupadas como condición al inicio de un diálogo “conducido por el legítimo gobierno de Bolivia” y advirtió que no aceptará el golpe “civil” atentatorio contra la integridad territorial de Bolivia. Es trascendente el nombramiento de comisiones para investigar la masacre, acompañar el diálogo de La Paz con la oposición y brindarle el apoyo logístico que requiera. Unasur, en suma, enfrentó airosamente su primer gran desafío y ello refleja la emergencia en nuestra América de un nuevo tipo de gobiernos celosos de la soberanía nacional y con sensibilidad social, obviamente impulsados por las decisivas luchas populares que han llevado a la cabeza de ellos a buena parte de los reunidos en Santiago de Chile.

La cumbre ha sido un resonante triunfo político de Evo Morales y un reconocimiento a su talla de estadista, así como al talento político con que él y los movimientos sociales bolivianos han conducido la difícil brega por una democracia de las mayorías; y una derrota política dentro y fuera de Bolivia de los prefectos separatistas y su titiritero. Constituye también una clara advertencia a éste y a las oligarquías de la región de que no podrán seguir actuando impunemente con el matonismo que acostumbraban en otros tiempos. Deja sentado un precedente importante para la defensa indeclinable de la democracia en América Latina, que aquellos sólo respetan cuando se reduce a sus aspectos formales y no toca sus intereses ni con el pétalo de una rosa. Por ello es valiosa frente a las acciones ferozmente desestabilizadoras en Venezuela, donde se ha llegado al intento de magnicidio, y a los sucesos semejantes evidenciados, con distintos grados de intensidad, en Paraguay, Argentina, Ecuador, Honduras y Nicaragua. En fin de cuentas, todos ellos convergentes a la contraofensiva que desde el ataque a la soberanía territorial de Ecuador intenta montar Estados Unidos para aplastar los gobiernos y fuerzas populares latinoamericanas que han puesto en solfa su hegemonía política y control tradicionales sobre nuestros recursos naturales.

Bolivia, Venezuela, Cuba y Ecuador son los objetivos principales a golpear pero debe considerarse que la Cuarta Flota y otros instrumentos de intervención militar como el Plan Colombia responden a designios imperiales yanquis de reconfiguración geopolítica mucho más amplios. No es casual la oposición al restablecimiento de esa fuerza de asalto en los círculos gobernantes de Brasil, potencia económica emergente de peso mundial poseedora de estratégicas reservas de agua, biodiversidad y energéticas, así como de Argentina, colosal productora de alimentos; ambos dueños de vías fluviales y geografía de enorme importancia económica y militar.

El espaldarazo a Evo en la reunión de Santiago cobra mayor importancia cuando es evidente que la batalla por Bolivia entra en su fase más crítica, pues Washington y su jauría mediática, con CNN y El País a la cabeza, persisten en su aliento a la subversión fascista. Bolivia necesita más solidaridad que nunca.

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Pedro Miguel: Revocación

Hace unas semanas la opinión pública internacional recibió información sobre el concepto de punto de no retorno. El avión de Spanair que se estrelló en Barajas, se nos dijo, estaba en V1, una combinación de situación en tierra y velocidad en la que ya no queda suficiente pista para frenar y que hace obligatorio ir al aire porque, sean cuales sean las condiciones del aparato, resulta menos arriesgado intentar un aterrizaje de emergencia que permanecer en la superficie. O sea que la ventana de oportunidad para abortar un despegue es más bien estrecha. Va del momento en que el avión comienza a acelerar hasta aquel en que llega a V1. La expresión “estás a tiempo de arrepentirte” se aplica a muchas otras circunstancias de la vida, por más que, en varias de ellas, lo irrevocable de la decisión sea relativo. No es lo mismo jalar el gatillo y transitar de la condición de asesino en potencia a la de asesino consumado, o treparse a un cohete en dirección a la Luna, que firmar un contrato de arrendamiento o dar el “sí” matrimonial ante un juez o un cura. Si los procesos físicos y biológicos son implacables, los contratos sociales son reversibles, así se trate de una constitución, y aunque a los faraones les guste pensar que sus reinados son eternos, y por mucha que sea la zozobra ante la posibilidad de que tu cónyuge te mande al diablo.

Los regímenes posfranquistas “atados, y bien atados”, o bien los fallos judiciales inapelables, son formulaciones ególatras que persisten sólo en la medida en que las sociedades las acaten. Ya llegará, en España, el momento en que la gente se decida a tirar a la basura a una casa real corrupta y zángana. Tal vez los mexicanos logremos ejercer sobre nuestros legisladores la presión requerida para que emprendan un juicio político contra los magistrados de la Suprema Corte que exoneraron al góber precioso, y cuya permanencia en los cargos es un insulto a la legalidad y un agravio a la decencia.

Antaño, cuando los monarcas veían amenazada su permanencia en el poder, decían que ésta respondía a un designio divino. Si no les quedaba más recurso, apelaban a su condición de soberanos (detentadores de una autoridad suprema e independiente y no superada en cualquier orden inmaterial) para hacer lo que les viniera en gana. Heredada por el pueblo una vez que rodaron las cabezas reales, la soberanía le otorga la facultad, entre otras, de designar, por medio de elecciones, a quienes habrán de gobernar en su nombre. Los jefes de las actuales democracias formales invocan ese principio cada vez que hacen –como los reyes– lo que les da la gana o lo que les dictan sus intereses particulares.

“La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”, reza el artículo 39 de nuestra Carta Magna. Pero nadie dijo que la soberanía, la real o la popular, fuera una fuente de decisiones irremediables. “No olvide el fraile que si una ordenanza real fundó la Inquisición, otra ordenanza puede ahogarla”, advirtió Isabel de Castilla a Torquemada un día que la arrogancia sádica del inquisidor la tenía hasta la madre (Crónica de los reyes católicos). Si supusiéramos por un momento que la elección presidencial de 2006 en México fue un proceso impoluto y legal; que se llevó a cabo no “haiga sido como haiga sido”, sino como debió ser; que en él la mayoría de los ciudadanos votó por Felipe Calderón y si éste encarnase, en consecuencia, la soberanía popular, en cualquier momento el pueblo tendría derecho, en virtud de su misma soberanía, a concluir que se equivocó. Mayor razón existe para crear un mecanismo institucional de enmienda cuando la representación es ejercida a consecuencia de un proceso comicial al menos dudoso y cuando un tercio de la ciudadanía la llama espuria e ilegítima.

El mismo miedo que impidió al grupo en el poder recontar los votos en 2006 se expresa ahora en la histeria linchadora desatada contra la idea de establecer un mecanismo legal para revocar mandatos por medio del referendo. El grumo político-económico-mediático que controla al país se llena la boca con encuestas de popularidad, pero se aterra ante la posibilidad de que el pueblo ejerza, para ratificar o rectificar, su soberanía. ¿Es subversiva y desestabilizadora la evocación del divorcio? ¿Hemos alcanzado el punto V1 de la política? ¿No tenemos más remedio que iniciar un despegue riesgoso o estrellarnos en tierra?

Y conste que nadie ha hablado de tomar el Palacio de Invierno.

* La Jornada

* http://www.jornada.unam.mx/2008/09/09/index.php?section=opinion&article=015a1pol

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J. Enrique Olivera Arce Veracruz, granero de México”, demagogia y simulación.

Confirmando nuestro punto de vista expresado en el apunte del pasado 14 de mayo, titulado “El Campo Mexicano. Esperanzas por votos”, el diario La Jornada en su edición del pasado 11 de los corrientes, publicó un interesante reportaje de René Alberto López, corresponsal en Tabasco, titulado “Agoniza el Plan Chontalpa; ejidatarios y campos de cultivo, casi en la ruina”. En este, el autor destaca que “hace 43 años, el proyecto de desarrollo agrícola Plan Chontalpa prometía convertir esa región en el granero del país. En sus buenos tiempos llegó a producir 30 mil toneladas de arroz. Hoy, sus campos de cultivo languidecen, la planta y la maquinaria están casi en ruinas, y los ejidatarios enfrentan problemas de cartera vencida”.

En nuestro aporte, señalamos que “Actualmente difícilmente los 22 ejidos colectivos del Plan Chontalpa, en vía de privatización y sometidos a la reproducción del sistema económico dominante, se pueden diferenciar de otros ejidos del país. La producción y productividad cedieron el paso al asistencialismo oficial de subsistencia y la política electoral substituyó a la organización social colectiva; se abandonó la infraestructura hidráulica, y cinco mil familias, a pie de vía, esperan en vano un nuevo ferrocarril que les conduzca a un mejor destino”.

Testigo y protagonista de un programa de colectivización ejidal que alcanzara su más alto nivel con la constitución de la “Unión de Ejidos Colectivos del Plan Chontalpa, Lázaro Cárdenas del Río”, y cuyo modelo de organización sustentado en la democracia participativa, se reprodujera en diversas microregiones de Tabasco y del país en el sexenio de Luís Echeverría Álvarez, en su momento me lleno de orgullo y satisfacción el ser parte de los miles de jóvenes que comprometidos con el nuevo impulso al proceso de la Reforma Agraria Mexicana, pusiéramos lo mejor de nosotros mismos al servicio de un modelo agrario que apuntara a marcar el rumbo en la construcción de un nuevo y más vigoroso estado de cosas en el campo mexicano. Hoy, con la confirmación de nuestra apreciación ya anotada, aquel orgullo y satisfacción se reduce a un mal sabor de boca. El fracaso del Plan Chontalpa me alcanza y me llena de tristeza.

No sólo fracasó el ambicioso proyecto en la región de La Chontalpa. También en todo el país se perdió la esperanza que los hombres del campo depositaran en sus instituciones republicanas, incluida la Confederación Nacional Campesina. La traición, el abandono y la demagogia neoliberal, substituyeron a organización, capacitación, asistencia técnica, crédito, y democracia participativa en el campo mexicano; en detrimento de una histórica forma de vida productiva y social con las consecuencias que en materia de pobreza, desigualdad, migración y dependencia agroalimentaria, hoy,  coloca a México como país entre los últimos de América Latina.

De ahí mi indignación cuando leo en la prensa diaria que, gobernantes y funcionarios, se llenan la boca, declarando que se apoya al campo y que en unos cuantos años Veracruz será el granero de México.  No hay tal apoyo ni es viable lo que ofrecen los políticos cuando en su imaginación construyen a base de mentiras un escenario promisorio. Lo que existe en materia agroalimentaria es un proyecto neoliberal de un gobierno de empresarios para empresarios, que privilegia a los menos y castiga a la mayoría de los hombres del campo; reduciéndolos al papel de dependientes de la caridad oficial o, en el mejor de los casos, a jornaleros en su propia tierra. Como tampoco, más allá de desplantes demagógicos electoreros, la Confederación Nacional Campesina y sus expresiones estatales, constituyen esperanza reivindicatoria alguna.

El fracaso del campo arrastra al resto del país. La  soberanía y autosuficiencia alimentaria es ya utopía. El caldo nos sale más caro que las albóndigas, y a la importación de alimentos habrá de seguirle la reducción de remesas de nuestros paisanos en el extranjero, así como la repatriación de los expulsados que ya no tienen cabida en la economía recesiva del norte, sin que exista blindaje eficaz para evitar la debacle. A la luz de los hechos, Andrés Manuel López Obrador tiene razón. O se cambia de rumbo o terminaremos en una simple colonia dependiente del capital extranjero.

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J. Enrique Olivera Arce: México va por donde va y al que no le guste que compre otro

Ni tan poco ni tan mucho, sólo el necesario, diría el que el IFE por sus pistolas decreta que ese si es tan  legítimo como auténtico, al reconocer la necesidad de equilibrar mercado con Estado. Así fuera de dientes para afuera o porque la realidad le obliga, Calderón Hinojosa tardíamente descubre el hilo negro cuando ya  tan poderosa es la libertad del mercado para manejarnos a su antojo, como insignificante lo es el Estado mexicano para defendernos.

Sobran regulaciones y no hay alicientes para invertir en este subdesarrollado país, dicen quejumbrosos empresarios, transfiriendo sus caudales al exterior. Se equivocan de cabo a rabo,  y para muestra basta un botón. El que fuera  sector financiero nacional ha roto el récord mundial de velocidad en recuperar el capital originalmente invertido en el menor tiempo posible. La gran prensa se pregunta ¿Quién gana, limpio de polvo y paja, cerca de un millón de dólares por hora? No hay que dar muchas vueltas: la banca que opera en México que por algo es extranjera.

Sobre el particular, Carlos Fernández-Vega apunta que en mayo de 2001 la trasnacional estadunidense Citigroup adquirió Banamex mediante el pago en efectivo de 6 mil 500 millones de dólares y otro tanto en acciones del grupo, llevándole poco más de seis años recuperar su inversión, acumulando utilidades netas por casi 72 mil millones de pesos. En marzo de 2004, la trasnacional española BBVA compró el porcentaje que le faltaba (40.6) para que Bancomer fuera íntegramente de su propiedad. Para ello desembolsó alrededor de 4 mil 100 millones de dólares. De aquel entonces a la fecha, los neocolonialistas españoles del Banco Bilbao Vizcaya Argentaria han acumulado casi 60 mil millones de pesos en utilidades netas, de tal suerte que en unos cuatro años recuperaron su generosa inversión, reportando a la fecha un excedente cercano a mil 300 millones de U.S. dólares.

Más de 132 mil millones de pesos en utilidades netas se han embolsado ambas instituciones en unos 6 años. Y 285 mil millones si se considera al sistema bancario en su conjunto, dice el experto que le sigue la pista al mundo empresarial. Excedentes que en su mayoría son repatriados para dar soporte a las economías de los países de origen de la banca extranjerizada.

Así de poderosa es la libertad de comercio que premia a inversionistas extranjeros y mata de hambre a más de 50 millones de compatriotas. En tanto que el Estado mexicano, engolosinado con los excedentes petroleros, manifiesta su pequeñez rescatando y condonando impuestos a Roberto Hernández, Garza Lagüera y demás osados muchachos, rampleros y cuenta chiles, que figuran de manera destacada en los archivos del FOBAPROA.

El Estado mexicano es un fracaso, afirman analistas norteamericanos, en tanto que el Banco Mundial señala que  México ya no es competitivo; hay que venderlo a quienes si saben hacer negocios; lo mismo da que sean gringos o gallegos, que se interesen en petróleo, electricidad, turismo o alimentos, pero ya, que el tiempo apremia.

¿Y Carlos Slim no es acaso mexicano? También sabe hacer dinero de la nada, le valen las regulaciones y los diezmos aportados a la corrupción, transformando mierda en oro, dicen algunos pazguatos. Si, es mexicano y efectivamente sabe para qué es valerse del Estado y sus debilidades para acumular riqueza, pero aguas, por si las dudas este señor ya se nos va con la música a otra parte, como que sabe lo que son sus alas cuando la lumbre ya llega a los aparejos.

Los barruntos de una gran tormenta ya están a la vista. La economía, petrolizada y dependiente de la de nuestros vecinos del norte, está en crisis terminal, ni crece ni ofrece esperanzas de reactivación en el corto y mediano plazo; la soberanía y autosuficiencia alimentaria, están en la lona, sin que se vislumbre solución viable alguna para su rescate; la crisis del sistema político se profundiza, perdiéndose representatividad, confianza y credibilidad institucional, avanzando hacia un perverso autoritarismo meta constitucional  bajo el control de la partidocracia, el duopolio televisivo y los gobernadores insulares. Mezcla explosiva que ya toca peligrosamente a nuestra puerta. Y sin embargo, desde las altas esferas de la administración pública federal se insiste en mantener el rumbo a contracorriente.

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Adriana Altagracia Reyna Bravo:El petróleo y la soberanía

El petróleo históricamente ha sido un elemento vital para el desarrollo económico, desde el surgimiento del capitalismo hasta hoy y no solo para México, sino para cada Estado. Por lo que disponer del energético ha estado como principal interés de todos los países en el mundo.No es un secreto que las grandes potencias económicas, como Estados Unidos e Inglaterra se posesionan del energético, controlan su producción y su distribución en el mundo.

Estas naciones capitalistas para cumplir su principal objetivo que es el control económico sobre los países del Tercer Mundo se valen de corromper funcionarios, crear guerras, promover golpes de Estado, alterar procesos electorales, bloquear países, logrando así imponer gobernantes que estén al servicio de los intereses capitalistas.

Para ellos, todo se es válido, no existe en ellos limitación ética o moral.

México es ahora punto de principal interés por la gran fortuna que posee de este hidrocarburo, riqueza que despierta la ansiedad de los acaudalados imperialistas, de lo que se les viene prometiendo desde hace cuatro sexenios y lo que va de este, la famosa “reforma energética”, con la cual se pretende sigilosamente la privatización de Pemex, trae como consecuencia quitarnos la posibilidad de llegar a ser un Estado con soberanía plena e independencia más allá de la simple formalidad declarativa.

Son diversos los argumentos usados para tratar de engañar al pueblo mexicano sobre la extrema urgencia de llevar a cabo la reforma energética enarboladora de principios de privatización, pero entre los argumentos favoritos están:

La falta de recursos, de muchos millones de dólares, para fortalecer la industria petrolera. Que el Estado no los tiene y, si los tuviera, debería dedicarlos a otras cuestiones, según ellos más importantes, ¿Qué acaso no es de suma importancia la independencia y soberanía del país?, ¿Qué acaso no es importante la defensa del patrimonio del Estado?, ¿Qué acaso no es importante el que Pemex aporte el 40% de la economía nacional?

Es verdad que Pemex requiere inversión, pero las cifras pronunciadas por los neoliberales son cifras infladas exageradamente, los recursos que necesita Pemex sí los dispone el Estado, incluso la misma industria petrolera es capaz de costear la inversión, a condición de que los neoliberales, dejen de descapitalizarla.

Cobrándole impuestos tan elevados que la llevarán a registrar pérdidas con lo que lograrán legitimar la privatización, también se valen de impedir por completo su desarrollo, como se dio desde el gobierno de De la Madrid cuando se optó la vía de la venta de petróleo crudo, en vez de construir más refinerías para elaborar las gasolinas, mientras se debilitaron las ramas de la petroquímica, las que con inversión permiten mayor capitalización y autonomía.

Los neoliberales sostienen que la vía de desarrollo de la intervención del Estado en la economía fracasó, que ahora lo fundamental es “abrir las economías” al libre flujo de los capitales.

Una de las herramientas de los neoliberales es, el cambiar el nombre de las cosas, con la esperanza de contrarrestar la resistencia del pueblo, confundirlo e inmovilizarlo, usan palabras como “fortalecer”, “transformar”, “modernizar”, “apoyo de empresas especializadas” “abrir la industria al capital privado”.

Y falsamente dicen que eso no es privatizar, a sabiendas que cualquier modalidad que se use para que lo que es en exclusiva del ámbito público, como el petróleo, pase al ámbito privado, es privatizar.

México, igual que cualquier otro país dependiente, puede y debe modernizarse para conseguir usar, adquirir e incluso crear tecnologías avanzadas. La modernización se puede dar por cualquiera de dos caminos:

Uno es ciertamente el de privatizarlo todo, entregar todas las fuentes económicas y todos los recursos naturales al capital privado, camino que implica dos graves consecuencias. La pérdida total de la soberanía nacional, es decir, la recolonización del país.

Así como la renuncia a una distribución justa del producto social, que por la vía privatizadora se concentra de en pocas manos, condenando al pueblo al aumento desmedido de la tasa de desempleo, pobreza, inseguridad, marginación, al restringido acceso a la salud y educación.

El otro camino es desarrollar su economía con soberanía y equidad en la distribución y convertirse en un país completamente independiente. Pero esto requiere de la intervención vigorosa y decidida del Estado en la economía, no como mero rector, porque eso no resuelve nada, sino como agente directo, productor y distribuidor de los bienes estratégicos y prioritarios para el interés nacional, generador de satisfactores, estimulador y garante de formas sociales y cooperativas de producción.

“Nacionalizar es descolonizar”, sentenciaría el maestro Vicente Lombardo Toledano, nacionalizar entendido como “poner la industria al servicio de los intereses económicos del país, por encima de los intereses particulares”.

Otro argumento es, que si la industria se abre al capital privado los combustibles se abarataran, lo que es falso. El petróleo se abarató a partir de que la industria fue nacionalizada. Si se privatiza, los combustibles volverán a encarecerse. Justamente ha sucedido en todos los países del mundo en los que se ha privatizado.

Así también el argumento de que van a buscar formas para que, la industria se mantenga bajo la rectoría del Estado, lo cual no es suficiente, por lo ya antes explicado.

Al gobierno mexicano le bastó en 1938 un solo discurso para expropiar industria petrolera. Setenta años después no le alcanzan miles de declaraciones, intervenciones, entrevistas, documentales, anuncios por radio, televisión, periódico. Para a costa de los mexicanos, devolverles a los viejos conocidos, ostentadores de la riqueza nacional nuestro principal ingreso económico y parte medular de nuestra soberanía nacional.

Como se ve, los argumentos de los privatizadores no resisten el menor análisis. Pero se mantienen pues el negocio es grande, prometedor, sumamente rentable, representa una ganancia exorbitante a los poderosos intereses privados, locales y extranjeros.

El petróleo es un instrumento de sostenimiento o liberación según sea el caso del país al que se refiere, en México el petróleo debe actuar como instrumento para terminar con la dependencia en la que actualmente vive el país

Si nacionalizar significa descolonizar, en contraparte, privatizar significa recolonizar. Por eso es que México ha perdido en mucho, la calidad de país independiente y soberano, a causa de este proceso antipatriota que nace en el mismo gobierno, el cual ha demostrado su entreguismo, al supeditar nuestra política petrolera a los intereses de los consorcios transnacionales y, particularmente, de Estados Unidos.

Hoy no contamos con un presidente patriota, como lo fue Cárdenas, ni con un ideólogo y estratega de la estatura de Vicente Lombardo Toledano, tampoco con la existencia de las grandes organizaciones sindicales independientes, hoy tenemos en el gobierno a la burguesía subordinada, hoy los líderes de las organizaciones sindicales se encuentran corrompidos.

Pero con lo que sí contamos es con la existencia de las posibilidades de retomar la lucha por la autonomía y llevarla más allá, hasta alcanzar nuevas y aun más significativas victorias.

También contamos con la clase obrera mexicana, en gran medida la expropiación fue obra de ella y su defensa ante el peligro de su desnacionalización también lo es.

Es aquí donde todos y cada uno de nosotros, la juventud debemos reconocer nuestra responsabilidad de defender el patrimonio de nuestro pueblo, organizándonos, informándonos y exigiendo al gobierno evitar que el capital extranjero recupere su dominio sobre ésta riqueza. Lucha que nos lleva al disfrute de un Estado soberano, autónomo e independiente que realmente garantice el desarrollo y el bienestar integral de toda la sociedad mexicana.

Adriana Altagracia Reyna Bravo *Ganadora del primer lugar de ensayo en el concurso ‘La Política y la Administración Pública de cara a la Reforma Energética de México’, convocado por Comité ‘Euquerio Guerrero’ de la Facultad de Derecho de la UG, perteneciente a la Asociación Nacional de Estudiantes de Ciencia Política y Administración Pública (ANECPAP).

Artículo Original: Diaro AM

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