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Gerardo Fernández Casanova:México: Lo peligroso de la seguridad

“Que el fraude electoral jamás se olvide”
Es del conocimiento general que el régimen ultraconservador de George W. Bush aprovechó el siniestro de las Torres Gemelas de Nueva York para, por un lado, afianzar su tambaleante administración gubernamental y, por el otro, para instaurar un estado policiaco de terror, limitante de las libertades civiles de las que tanto se preciaban los norteamericanos, al grado de dar pábulo a la tesis del autoatentado que, por cierto, cada vez gana más adeptos. So pretexto de combate al terrorismo, el norteamericano común está a expensas de ser espiado y detenido por la simple sospecha o por la acusación anónima. La parafernalia mediática desatada en torno al supuesto atentado terrorista logró que, de manera insólita, esa sociedad tan celosa de su concepto de libertad cayera en el garlito y aceptara, sin mayor reflexión, una ley patriótica de corte nazi, mediante la cual se rompió el sano equilibrio entre las facultades del estado y los derechos del individuo. Peor aún para los extranjeros que se ven en la necesidad de emigrar a ese país, en busca de oportunidades de trabajo que no encuentran en sus lugares de origen. La experiencia está ya suficientemente documentada y, a no dudar, es uno de los asuntos que están llevando a la sociedad yanqui a demandar un cambio profundo a los candidatos participantes en el proceso electoral que se lleva a cabo actualmente.
El asunto viene a cuento ante la irreflexiva pretensión de endurecimiento policial que hoy se vive en México. Es indudable que la ola de violencia ha tomado perfiles insoportables, no sólo por la guerra desatada entre las mafias de narcotraficantes, sino por su extensión a otras formas de afectación a la libertad y al patrimonio de la gente, particularmente por la práctica del secuestro en sus diferentes modalidades. Ya expresé anteriormente mi opinión al respecto de sus causas y de la manera idónea de combatirlas; hoy quiero insistir en señalar el error de la intención de combatir el delito con el endurecimiento del tratamiento policial. En estos días el Senado se apresta a la aprobación de reformas a la legislación en materia penal, cuya tendencia es correspondiente a la irreflexiva demanda de una parte importante de la sociedad, que reclama mano dura y más policía contra el crimen.
El lamentable caso del joven Martí, asesinado por sus secuestradores después de haber cobrado el rescate, hace las veces, para el régimen de Calderón, del siniestro de las Torres Gemelas para el de Bush. Es la oportunidad para criminalizar la pobreza y colocar al ciudadano en condición de indefensión ante la autoridad y, por ende, sumiso ante la acción gubernamental. Desde su vergonzante toma de posesión, el gobierno del fraude se apuntaló en la protección del ejército, convertido en tropa de gendarmes, con el pretexto del combate al crimen y al narcotráfico. Eficaz para la amenaza de represión ante el descontento social, ha resultado en un rotundo fracaso en el combate al crimen. El cinismo del régimen llega al extremo de convertir su fracaso en un nuevo elemento para estrechar más el cerco sobre la libertad ciudadana, con el beneplácito de quienes marcharon con velas y vestidos de blanco que, en adelante, serán también afectados en su bienestar y su libertad por la vigencia del estado policiaco. Están listos para aplaudir los acostumbrados levantacejas televisivos y las plumas a sueldo de la derecha retrógrada, y hasta el INEGI va a reportar una disminución de la tasa de desempleo con tanto gendarme que van a contratar; ahora que, si así lo desean los reclamantes particulares, se les puede conceder la inclusión en la nómina de gobierno a sus numerosos guaruras y guardaespaldas. Todo sea en aras de rejoder al jodido.
En todo esto, los que brillan por su ausencia son los derechos humanos. Pareciera que hoy retoman la famosa frase de aquel Arturo Montiel, de pésima memoria y que fuera Gobernador del Estado de México, quien aseveró que los derechos humanos sólo servían para proteger a las ratas (refiriéndose a los rateros). Si algún sentido válido tiene el esfuerzo por defender los derechos de la ciudadanía, es en la materia que tiene que ver con la administración de la justicia, tan frecuentemente cargada hacia el lado criminal y contraria al ofendido; no es de gratis que la gente le teme tanto al delincuente como al policía, si no es que más. Si en los países que se precian de ser civilizados, que cuentan con policías profesionales y bien pagadas, se registra una lucha permanente por evitar el abuso de la autoridad, qué podemos esperar de policías analfabetas, mal pagados y reclutados en el lumpen. Desde luego, nada bueno.
Valga el oxímoron, lo peligroso de la seguridad.

http://www.argenpress.info/2008/09/mxico-lo-peligroso-de-la-seguridad.html

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