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Arnaldo Kraus: Diccionario de las infamias del ser humano

El Diccionario de las infamias del ser humano empezó a fraguarse desde que el hombre y la mujer colonizaron la Tierra. Sin ser humano la Tierra sufriría menos, daría más frutos, no desparecerían algunas especies animales y no habría diccionario. Aunque todavía no se ha publicado, la idea del libro siempre ha estado en el imaginario de algunas personas.

En los últimos tiempos, la “necesidad” del diccionario ha adquirido mayor relevancia. Muchas palabras que no figuran en los diccionarios autorizados de la lengua española son usadas con frecuencia. La razón parece obvia. El homo sapiens ha generado una amplia gama de herramientas y conductas que lo han distanciado de la esencia de la Tierra y de su propia humanidad: la vida. La Tierra como hábitat erosionado y el ser humano como protagonista enfermo y que enferma son, a la vez, víctimas y actores de ese diccionario.

Algunas ideas, todas arbitrarias, todas vigentes, todas desechables y todas corregibles para “inaugurar” el diccionario. Ante las nuevas realidades, la docilidad del lenguaje invita. Crear neologismos es obligatorio.

Colonización biológica. Conducta por medio de la cual los occidentales adinerados explotan a los habitantes de países pobres, ya sea para comprar córneas, alquilar úteros o ensayar medicamentos.

Desaparecido. Ser humano, seguramente asesinado por motivos políticos o por guerras, cuyo cuerpo no aparece y que impide el duelo familiar. Característica de muchos gobiernos latinoamericanos, entre ellos, México.

Diseño inteligente. Actitud, mediante la cual, los creacionistas, sobre todo estadunidenses, pretenden negar la teoría de la evolución, de Charles Darwin y Alfred Russel Wallace, que explica que no procedemos de un creador sobrenatural. Hoy, siglo y medio después de su famoso artículo, El origen de las especies, se sabe que las similitudes entre los genes humanos y los de otros mamíferos, gusanos, e incluso bacterias, es abrumadora. La teoría de la evolución es mal vista porque atenta contra el poder de las Iglesias.

Jaladores. Personas pertenecientes a las mafias, sobre todo guatemaltecas, que detectan embarazos y pagan u obligan a la madre a desprenderse del bebé.

Foxilandia. País en el imaginario del ex presidente mexicano Vicente Fox, donde no existe ni desempleo ni pobreza ni corrupción ni favoritismos familiares ni desnutrición ni narcotráfico.

Guantanamización. 1) Experimento estadunidense para probar los límites psiquiátricos y físicos a los que puede someterse una persona antes de enloquecer o fallecer. 2) Afrenta estadunidense contra la justicia y el orden mundial para conocer si existen o no límites para seguir imponiendo sus dictados aunque violen todos los preceptos éticos.

Infamia. Según el Diccionario de la lengua española, de la Real Academia Española, infamia significa maldad, vileza en cualquier forma. De acuerdo con el Diccionario de las infamias del ser humano, infamia es la capacidad del ser humano para denostar, humillar y maltratar a otras personas por el hecho de considerarlas distintas, desechables, pero, sobre todo, por ser otros.

Limpieza étnica. Conducta humana que busca depurar al mundo “de los otros” y que encontró su apogeo en la Alemania de Hitler, pero que sigue vigente, tal como lo saben los familiares de las víctimas musulmanas de Srebrenica o las de los jemeres rojos en Camboya.

Madres alquiladas. Madres, usualmente hindúes, que arriendan su útero a parejas occidentales con problemas de fertilidad, con la finalidad de satisfacer el deseo de procrear de las segundas y por la ingente necesidad de las primeras para impedir que la muerte se lleve a destiempo a sus seres queridos. Las madres alquiladas en Estados Unidos tienen, al menos, el consuelo de recibir “pagas adecuadas”.

Mercado de niños. Zoco donde los niños y niñas de países pobres, sobre todo centroamericanos, son comprados y colocados en el extranjero. Este negocio genera, en Guatemala, entre 100 y 150 millones de dólares al año.

Macdonalización. Metáfora que surge ante las lacras de la globalización y que es producto de la colonización alimenticia de Estados Unidos.

Niños y niñas de la calle. Niños y niñas que superviven en las calles, usualmente en las coladeras, en la inmensa mayoría de las ciudades de los países pobres y que son resultado de problemas familiares y que exhiben la incapacidad del Estado para albergarlos. Su sufrimiento rebasa cualquier explicación.

Putin, Vladimir. Nombre en ruso de George W. Bush.

Semaforista. Habitante del antes llamado tercer mundo que sobrevive alrededor de los semáforos de las grandes ciudades y que retrasan su muerte por lo que ahí venden. La mayoría son producto del desempleo y triunfo de la rapacidad de políticos y de políticas neoliberales.

Sidoso. Ser humano infectado por el virus de la inmunodeficiencia humana y que, por (malas) “razones” médicas, por homofobia, discriminación o por el encono de la religión es víctima de menosprecio.

Sin papeles. Seres humanos provenientes de países que emigran por razones económicas, políticas o raciales a naciones en busca de trabajo y que suelen ser explotados o maltratados. Indocumentado es sinónimo. En México, deberían ser considerados héroes, ya que las remesas económicas que envían impiden que sus familiares mueran por hambre.

Sin tierra. Seres humanos que nacieron en la Tierra y en su tierra y que son expulsados por sus propios gobiernos.

El Diccionario de las infamias del ser humano es un libro en preparación. Por ahora no existe. Es un retrato de la condición humana contemporánea que incluye, en su inmensa mayoría, palabras que no aparecen en los diccionarios, pero sí en la realidad. Los términos propuestos aguardan correcciones, ampliaciones, injurias, desavenencias, opiniones y, con suerte, editor.

La Jornada

http://www.jornada.unam.mx/2008/09/17/index.php?section=opinion&article=026a2pol

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Pierluigi Sullo: La Italia clandestina

De mañana se siente temor al abrir los periódicos. La última noticia es del viernes 4 de julio: la Liga del Norte, que forma parte de la mayoría de derecha en el gobierno, propondrá una enmienda al “decreto de seguridad” por el cual se dispone que serán favorecidos, para su ingreso al país, los migrantes que hablen italiano y sean cristianos. En otro, se ordena que sobre la apertura de mezquitas se organice un referéndum ciudadano. El coordinador de los senadores de la liga ha explicado que la intención es “limpiar al país de los delincuentes, de los nómadas que traen degradación y criminalidad”. En los hechos ya se puso en práctica, en varias de las grandes ciudades (Milán, Roma, Nápoles), la identificación de los niños gitanos. La idea es del ministro del Interior, que procede de la Liga del Norte. En el manual que la policía aplica hay un renglón que indica que debe especificarse a cuál “etnia” pertenece el sujeto al que le serán tomadas las huellas digitales. No ocurría tal cosa desde 1938, cuando el régimen fascista promulgó la ley “por la defensa de la raza”. Hoy el gobierno de Berlusconi ha instituido el “Comisariado Extraordinario sobre la Emergencia Gitana”. Los comisarios son designados por los prefectos, por lo que representan al Estado central en las principales áreas metropolitanas. Éste es el caso promovido en la escalada contra los niños gitanos: el prefecto de Roma, Carlo Mosca, que proviene de la carrera diplomática y es un convencido católico, se niega a aplicar la norma con los niños.

Los niños gitanos son el último eslabón de la cadena. El gobierno está preparando normas que tipifican como delito penal la permanencia irregular en el territorio. Con esa excitativa, restan por estudiar 700 mil demandas de regularización, número muy superior a “la cuota” de ingreso establecido por la ley en vigor (que lleva el nombre del jefe del partido de la Liga del Norte, Bossi, y aquel posfascista Fini): no se pueden deportar 700 mil o un millón de personas, porque de acuerdo con la estadísticas hay regulares y no, llamados comúnmente en los medios y por la policía “clandestinos”. Por otro lado, el meollo del sistema de bienestar ha creado el fenómeno de los “cuidadores”, o sea dueños (sobre todo más entre los hombres) de migrantes que se hacen responsables de los niños y ancianos en un país que involuciona muy velozmente: la familia beneficiada que puede permitirse este tipo de asistencia no comprende por qué Úrsula la polaca o Ada la peruana, que vive en casa de los viejos protectores, sean de repente calificadas de criminales prófugas (después de un año y medio de estancia) y sujetas a expulsión.

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José Cueli: La différance

En el capítulo Políticas de la diferencia, del libro Y mañana qué, Jacques Derrida y Elizabeth Roudinesco llevan a cabo una interesante reflexión en torno a un tema que a todos nos atañe: la diferencia. Dicho concepto es vasto y complejo, ya que involucra y trasvasa a prácticamente todos los fenómenos humanos en las vertientes sexual, étnica, política, religiosa, cultural y social.

Este aspecto esencial y decisivo en la esencia de la persona se encuentra también en la base de casi todos los conflictos humanos. desde la discriminación, marginación y exclusión hasta los de carácter bélico, las limpiezas étnicas, la criminalidad y el terrorismo. De ahí la importancia de profundizar en este aspecto tan complejo. Y en ello quizá sea justamente Derrida, en la actualidad, quien mejor ha sondeado las profundidades de tan seria problemática.

En la nueva corriente filosófica postulada por Derrida como deconstrucción, un concepto crucial es el de la différence. Derrida escribe (como señala Roudinesco) por primera vez este término en 1965, en un artículo dedicado a Antonin Artaud, “La palabra soplada”, que aparecería por primera vez en la revista Tel Quel y posteriormente en su libro La escritura y la diferencia. Cabe aquí aclarar que en francés différence y différance se pronuncian de la misma manera y que la ambigüedad sólo se percibe en la escritura. Según Roudinesco el término hace pensar tanto en el Nietzsche de El nacimiento de la tragedia como en la noción de lo heterogéneo de Georges Bataille, quien influenciado por el pensamiento de Marcel Mauss hace una distinción estructural en el análisis de las sociedades humanas, en el cual distingue dos polos posibles: el de lo homogéneo o campo de la sociedad humana y productiva, y el heterogéneo en el cual situaría lo pulsional, lo sagrado, la locura, el crimen, lo improductivo, lo excrementicio, lo cual, para él, resulta imposible de simbolizar o asentar en el campo de la razón. Sería, por tanto, una existencia “otra”, fuera o mejor dicho expulsada de todas las normas. En este punto Roudinesco enlaza con la différance derridiana que, según la autora, trataría de definir (si esto es posible) una suerte de “parte maldita”, “una diferencia en el sentido del absoluto o de la duplicidad, algo que no se deja simbolizar y que excede a la representación”. Ella interpretaría la différance como la “anarquía improvisadora” que sería portadora de la negatividad, pero también de una alteridad que escaparía sin cesar a lo mismo y a lo idéntico.

Esta idea fue desarrollada por Derrida tanto en La pharmacie de Plato, como en su texto La diseminación. En esta lectura del Fedro, el filósofo francés analiza el mito de Thot (Theuth), quien es a la vez dios de la escritura, droga (pharmakon) y remedio contra la misma. Frente a la disertación de Roudinesco en torno a la différance, Derrida responde: “lo que la différance tiene de universalizable frente a las diferencias es que permite pensar el proceso de diferenciación más allá de toda especie de límites: y se trate de límites culturales, nacionales, lingüísticos e incluso humanos. Hay différance no bien hay una huella viviente, una relación vida/muerte, presencia/ausencia”.

Agrega que la différance no es una distinción ni una esencia ni una oposición, sino un movimiento de espaciamiento, un “devenir espacio” del tiempo, un “devenir tiempo” del espacio, una referencia a la alteridad.

Derrida concluye que bajo estas circunstancias siempre ha desconfiado del culto a la identidad, así como de lo comunitario, ya que conlleva, entre otros riesgos, el de desembocar en un narcisismo de las minorías. Por ello, para él y “el comunitarismo o el Estado-nacionalismo” representan las figuras más evidentes de ese riesgo y, por tanto, de ese límite en la solidaridad.

“El riesgo debe ser revaluado a cada instante, en contextos móviles que den lugar a transacciones siempre originales”. Nos alerta, por tanto, ante el hecho de no caer en reduccionismos en cuanto a las responsabilidades políticas ante situaciones tan complejas, contradictorias y sobredeterminadas.

* La Jornada
* http://www.jornada.unam.mx/2008/03/21/index.php?section=opinion&article=a06a1cul

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