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Julio María Sanguinetti: No basta votar

Bien se sabe que la democracia no es sólo elecciones, condición necesaria pero no suficiente. Una democracia supone un gobierno electo por el pueblo; como dice Popper, procedimientos no violentos para sacudirse una mala administración; la adecuada autonomía de los poderes de gobierno; la vigencia consentida de un Estado de derecho y el respeto general por las libertades y garantías de los ciudadanos.

En el umbral del Bicentenario de nuestras repúblicas latinoamericanas, ese ideal tan largamente acariciado, está aún lejos. Se vota: todos los gobiernos, salvo la conocida excepción cubana, son resultado de elecciones y ello debe valorarse. Incluso en los dos países más grandes, podemos señalar algunos avances notables. Brasil posee hoy partidos nacionales estables y México ha estrenado un sistema electoral transparente con una alternancia política razonablemente aceptada.

Más allá de estas gratificantes comprobaciones, nos encontramos con inestabilidades y degradaciones imposibles de ocultar. Caído el Muro de Berlín y superada la guerra fría, nuestro hemisferio se alejó de la diabólica dialéctica de unos sustentando guerrillas marxistas desde Cuba y otros dictaduras desde Washington. Pareció que nos llegaba un tiempo de paz, en que la democracia podría brillar, pues dependía simplemente del esfuerzo de los demócratas latinoamericanos. Los hechos no han sido tan gratificantes.

En Brasil (1992), renuncia el presidente Fernando Collor de Melo ante la inminencia de un juicio político. En Paraguay (1999), el presidente Cubas renuncia y se exilia en Brasil, a raíz de las revueltas desencadenas por el asesinato del vicepresidente Argaña, quedando la Presidencia en manos del titular del Senado González Macchi, quien a duras penas termina su mandato. El caso peruano fue uno de los más detonantes, con la dimisión de Alberto Fujimori (2000), quien abandonó la Presidencia luego de ser reelecto, a raíz de descubrirse una trama siniestra de corrupción y espionaje que manejaba un capitán Montesinos, de triste memoria. Argentina (2001) vio caer al presidente Fernando de la Rúa a raíz de una crisis económica severa y el acoso de piquetes organizados que se adueñaron de la calle; todo lo cual dio paso a tres presidentes provisionales en dos meses, finalmente sustituidos por Eduardo Duhalde, quien alcanza la normalización institucional. En Bolivia, entre 2003 y 2005 se produce la estrepitosa caída del presidente Sánchez de Lozada, y más tarde la de su sustituto Carlos Mesa, para abrir espacio finalmente a la elección de Evo Morales, administrador de un país agrietado en dos partes por un persistente conflicto étnico. En Ecuador (2005), el presidente Lucio Gutiérrez cae en medio de revueltas populares.

Este sucinto relato apenas resume las caídas presidenciales. No podemos ignorar la degradación democrática que se vive bajo gobiernos populistas como el de Venezuela, donde se ha instaurado la Presidencia eterna y cerrado la principal estación privada de televisión, mientras la otra independiente sobrevive bajo amenaza. A lo que se añaden vaciamientos institucionales tan fuertes como el de que, electo en Caracas un alcalde opositor, se dictó una ley despojándolo de todas sus competencias, transferidas a una nueva superautoridad creada para administrar la ciudad capital. Tampoco cabe olvidar la permanente furia reeleccionista que entra a los mandatarios en ejercicio y que no parece terminar.

Todo esto viene a cuento de los dramáticos episodios ocurridos en Honduras, que registran el primer golpe militar de esta etapa histórica. Golpe sui géneris, porque nació del Parlamento y el Poder Judicial, que enfrentados al presidente terminaron reclamando una intervención militar para deponerlo y desterrarlo. No hay duda de que este presidente se había extralimitado hasta el punto de que no hubiera un solo diputado de su partido que levantara la mano en su favor. Pero tampoco hay duda de que cualesquiera fueran sus excesos, nunca debió ser el Ejército el arbitrario ejecutor de un derrocamiento presidencial, que bien ha sido calificado internacionalmente como un golpe de Estado.

Dos siglos de independencia no habilitan ya más excusas. No se puede seguir hablando de la herencia hispánica, del imperialismo norteamericano o del comunismo internacional. Nuestras repúblicas aún adolecen de inmadurez democrática y ello se advierte en el debate diario. Si una dictadura es de izquierda o derecha, será buena o mala para unos u otros, al margen de su condición autoritaria. Y ello ocurre en los medios políticos tanto como en las universidades, todavía ancladas en debates ideológicos que ya debían haberse librado a la historia.

Hemos vivido un quinquenio milagroso del mercado internacional, que derramó excedentes fabulosos. Hubo algunos avances, pero magros en el conjunto, porque -como dice Alain Touraine- “las chances de desarrollo dependen hoy más de las condiciones políticas y sociales que de las condiciones económicas”. Sólo los países con estabilidad pudieron aprovechar satisfactoriamente la bonanza, como pasó en Chile, Brasil, Colombia o Perú. Pasada la buena racha y enfrentados nuevamente a la dura competencia de los mercados, se hace más imprescindible que nunca la seguridad jurídica y la estabilidad política. Que es, justamente, lo que vemos resquebrajarse en variadas partes del hemisferio.

Julio María Sanguinetti, ex presidente de Uruguay, es abogado y periodista.

Fuente: El País

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Dilbertina: Lorenzo Meyer y Andrés Leonardo Gómez , gracias.


Hace unos días, tuve la fortuna de escuchar una plática del Dr. Lorenzo Meyer, historiador y analista político, conferencia titulada “La viabilidad Política”, antes de entrar en materia, he de confesar que iba como adolescente a ver a mi cantante preferido. Esto suena un poco pueril pero en verdad mi estado de ánimo era ese. Al llegar al recinto donde se presento el Doctor Meyer, vimos que no había muchas personas, y nos enteramos que un día antes se había presentado Alberto Aguilar, analista de finanzas, con poca participación de público, las dos conferencias eran gratuitas, auspiciadas por un periódico local y la Universidad de Guanajuato. Claro a los cinco o diez minutos de haber llegado, al auditorio de la universidad, escalando las terribles escaleras y sin ayuda de tanque de oxigeno, el auditorio quedo repleto de personas, jóvenes en su mayoría, arrastrados a fuerza por sus maestros de Filosofía y Letras.

El primer punto que toco la moderadora del evento, que fue pregunta expresa para el Doctor Meyer, fue si habría viabilidad política en México, el con su humor casi negro, contesto que la historia le había enseñado a no dar respuestas ante estas preguntas, no tiene una bola de cristal por supuesto. A continuación y para no perderme en las cifras que dio el Dr. Meyer transcribo lo que se público al día siguiente de la conferencia:

Martín Fuentes:Democracia mexicana, en rumbo equivocado

Lorenzo Meyer, historiador y académico, comentó que no sabe para dónde vamos en este país, “pero sí sé que no vamos por donde deberíamos ir”. La democracia mexicana está en riesgo de retroceder si no va a fondo, dijo y agregó que “la mediocridad del proceso político de estos años es inaceptable porque está abriendo las puertas para regresar, no para progresar”.

El también columnista dijo, ante un abarrotado auditorio general de la Universidad de Guanajuato, que la transición más o menos pacífica del 2000 generó expectativas de que tenía que ir mejor, pero que, ahorita, puede decirse que esa oportunidad histórica, única, sin precedentes, “no la estamos usando bien”.

Al dictar la conferencia “La viabilidad política” de “El México que puede ser”, organizada por correo en colaboración con la UG, para conmemorar una década de existencia, el analista fue claro al señalar que debemos modernizarnos para exigir que la transición se convierta realmente en una consolidación y no en lo que está pasando ahora, (porque) “la mediocridad del proceso político de estos años es inaceptable porque está abriendo las puertas para regresar, no para progresar”

Meyer, quien aclaró que en las Ciencias Sociales y en la Ciencia Política “los indicadores no permiten hacer predicciones”, subrayó que los mexicanos “estamos metidos en un problema de mucho fondo” y que “no queda más remedio que hacer un diagnóstico realista y ver que no estamos aprovechando el potencial histórico que nosotros mismos nos abrimos” con la alternancia política que se dio en el 2000.

También advirtió que “no tiene sentido ponerle buena cara a nuestro proceso político”.

“Porque si no somos críticos a fondo de lo que está pasando, no podemos esperar que esto se modifique, que las tendencias negativas por donde vamos cambien a un signo positivo”, y remarcó que si aun siendo críticos, probablemente las cosas de todas maneras no marchen bien, sí hacemos lo que dicen que hacen las avestruces, “pues peor tantito”.

En ese sentido, sugirió que es obligación (pasar) “el trago amargo de estar bien concientes de que vamos más mal que bien”, aunque matizó al anotar que el potencial de ir por un buen desarrollo político para llegar a un desarrollo económico y finalmente a un desarrollo social, “sí se puede”, pero –precisó- con una conciencia bien clara por parte de los ciudadanos.

“Y que, en los momentos claves, tomemos las decisiones en función de un conocimiento de la estructura política y no dejarse guiar por inercias o eslogan de campaña”, completó Meyer, a quien dieron un recibimiento caluroso quienes asistieron al Auditorio General de la Universidad de Guanajuato.

Esa fue la conclusión a que llegó Meyer al final de su conferencia, en la que se apoyó en indicadores para pintar un panorama de la realidad del país, después de precisar que “sólo Dios” sabe a dónde va el país.

Así, respaldado con resultados de encuestas de opinión, el doctor en Relaciones Internacionales por el Colegio de México expuso por ejemplo que, en mayo de este año, sólo el 16 por ciento de los mexicanos cree que se gobierna para beneficio de todos, aunque recordó que “la separación entre gobernantes y gobernados viene de la época de la Colonia”.

Y que “algunas veces o nunca” confían en el gobierno el 76 por ciento de la población, lo que consideró “terrible”, así como que cuando se dio el salto a la democracia, menos de la mitad la apoyaban como sistema político, además de que el 88 por ciento de los ciudadanos tienen poco o nada de interés en la política, por lo que podría decirse “que la mayoría decide, pero la mayoría no sabe nada” del “día a día del juego del poder”.

Meyer Cosío, quien definió al régimen priista como “el sistema autoritario más exitoso del siglo 20”, también habló del papel de los medios, sobre todo de la televisión, “que no ha cambiado desde que nació como la secretaría de propaganda del PRI” y con la que más se informan los ciudadanos, a pesar de que el análisis de la realidad mexicana está más en la prensa escrita.

Las elecciones de 2006 y sus consecuencias no quedaron al margen y ante alumnos y profesores y público en general, así como políticos de diversas tendencias y funcionarios públicos, expuso que en agosto de ese año el 51 por ciento dijo que no sabía si vivía en democracia y en junio de este año el 36 por ciento de la población consideró que en esos comicios hubo fraude.

“Para que una democracia funcione, el ciento por ciento debe decir que no hubo”, apuntó, y quien también curso estudios de posgrado en el Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Chicago subrayó además que “para que el sistema funcione el perdedor debe aceptar que perdió”, en alusión a la postura que ha mantenido desde entonces Andrés Manuel López Obrador.

Subrayó que el gasto que se invirtió en las elecciones fue “enorme” y “pobre” el resultado desde esa óptica, todo “un desastre en términos de mercado” que imputó al Instituto Federal Electoral.

También incluyó en su disertación la credibilidad en las instituciones y subrayó que la mayoría de los mexicanos creen más en las de corte autoritario: universidades, Iglesia y Ejército, que datan de la época colonial, y no en las que tienen qué ver con la democracia, como partidos políticos y el IFE que resulta “tan caro”.

Arrancó un espontáneo aplauso entre muchos de los asistentes al manifestar que “cuando alguien dijo ‘al diablo con sus instituciones’, es que ya se fueron al diablo…hace tiempo, no hay confianza en ello (y) no es que lo diga yo, lo dicen las cifras, salvo que Mitofsky mienta”.

A continuación expuso, también respaldado en indicadores, que en agosto del 2006 el 26 por ciento de la población estimó que las leyes en México se usan como pretexto para cometer arbitrariedades, mientras que un mayor porcentaje consideró que “para defender los intereses de la gente con poder”.

Reconoció que sí existe actualmente pluralismo político, y que los ciudadanos aceptan autodefinirse como de izquierda, derecha o de centro en el espectro político, aunque insistió en que no tienen relación con la clase política porque incluso ni a nivel estatal –sin exceptuar a esta entidad– tienen idea de cómo se llama quien los gobierna.

El autor de “El cactus y el olivo” también mostró indicadores que reflejan la desigualdad social del país que también se manifiesta por regiones, y expuso que eso, y la falta de dinamismo en la economía, constituyen un obstáculo para la democracia y formuló una pregunta para la que dijo no tener respuesta: “¿Hasta dónde aguanta la desigualdad política a la desigualdad social?” en un país donde vive el segundo o tercer hombre más rico del planeta, Carlos Slim.

Puntualizó que existen otros obstáculos, como la corrupción, rubro en el que México “está entre Ghana y Panamá” con un 3.5 en una escala de 10 puntos como máximo, y la inseguridad, renglón en el que destacó que las ejecuciones pasaron de 667 en el 2004 a 2 mil 275 el año pasado, mientras que en éste suman ya 3 mil 400.

Al concluir la conferencia, llovieron preguntas a Meyer para conocer su opinión en torno a temas vigentes como la necesidad de una nueva cultura ciudadana, la participación del Ejército “para cuidarnos”, la cual, advirtió Meyer, “va a cobrar” en su momento esa institución que “siempre ha sostenido al régimen”, incluido el actual.

Recordó que sacar el Ejército a las calles fue una de las primeras acciones de Felipe Calderón, quien se puso “ese uniforme rarísimo, esa mezcla de civil con uniforme” con el que “estéticamente quedó derrotado”.

Los contrapesos políticos y el papel de la sociedad para suplir a los partidos, inmersos “en una crisis de representatividad”, fueron otras preguntas que se plantearon a Meyer, a quien también pidieron opinar si el mexicano es un Estado Fallido, y tras definir que es aquel “que no tiene capacidad para cumplir con sus obligaciones mínimas, como la defensa de la vida, la integridad física de los ciudadanos y su propiedad”, sostuvo que “diría que en esa parte ya es un Estado Fallido”.

http://www.correo-gto.com.mx/notas.asp?id=87127

Al ver como se iban haciendo pequeños, las autoridades presentes, tanto de la Universidad como del Estado, me quedaron varías inquietudes, la primera, Lorenzo Meyer ha pasado toda su vida en la Universidad, como estudiante, catedrático e investigador, dijo que si la Universidad la conociéramos por dentro dejaría por mucho de ser una institución creíble, ahí las autoridades presentes con todo y rector se hicieron pequeños.

Mi siguiente reflexión es el papel que jugamos ahora los que nos atrevemos a leer un blog o a cometer el pecado de escribir en ellos, para hacer un poco de conciencia en los lectores despistados que pasan por aquí, si bien el lo dijo mejor que yo, no somos buenos ciudadanos, el ir a votar y sentirnos que hemos cumplido con nuestra obligación no nos hace ser buenos ciudadanos, lo que nos haría ser buenos ciudadanos es exigir a las autoridades que cumplan con lo que han prometido, que cumplamos con decirle al vecino, al compañero, al amigo que se interese por los asuntos políticos, no dejemos que la televisión y el spot decida por nosotros. Pensemos y exijamos todos los días desde abajo para que nuestro voto sea verdaderamente valido.

Y vuelvo a retomar el tema de Germán Martínez, al decir “guanajuatizar” el país, bueno Guanajuato es el penúltimo estado de la república mexicana que conoce el nombre de su Gobernador, lo que quiere decir que bien poco nos interesa la política, o el perfil del Gobernador es tan bajo porqué no hace nada. Así que si de Guanajuatizar se trata al país, es no conocer ni al mismo Presidente de México o al menos al que se ostenta como tal, lo cual en este momento sería muy bueno para él y su equipo, Germán Martínez ha dicho lo correcto, guanajuatizar es olvidar por quien votaron algunos, hacer más grises a los gobernantes del PAN, lamentablemente para mi salud, yo no me olvido de Caldeón ni de su equipo. Quiero puntualizar algo que en el periódico no han anotado, una de las gráficas que presento Lorenzo Meyer, fue el número de votos con los cuales habían ganado la presidencia de la República desde los tiempos de López Portillo hasta el 2006, sin dejar de poner en amarillo, al final de la tabla, el nombre del que miles de personas consideramos el presidente legitimo de México, Andrés Manuel López Obrador, ¿Humor negro o una realidad? Al final el Doctor Meyer, lo pone en la tabla….bien Doctor por considerarlo también como actor político de este México.

Al salir de la conferencia, el aire de octubre azotaba nuestras caras, salí con ánimos de hablar cada día de lo que veo en este país y en mi estado, ups, todo muy bien hasta que llegamos al final de las escalinatas, y ver lleno de guaruras toda la plaza principal, y un automóvil blindado del ejército, que pasa en México, para llegar a esto, si el procurador o los diputados tienen amenazas, ¿No es mejor, que lo vean por circuito interior, en la comodidad de la sala de su casa? Para no exponernos a nosotros los ciudadanos. Y recordamos lo que había dicho el Doctor, Calderón saco al ejercito a las calles, ¿qué costo político, exigirá este llamado ejército Mexicano, en el futuro por sacarlo a combatir a las calles?

Del viernes al sábado en todo el país se vivió de nueva cuenta una ola de violencia, 42 muertos en todo el país, si esto no es guerra que me digan que no pasa nada… también quiero extender mi felicitación al joven Andrés Leonardo Gómez Emilsson y a sus valientes padres, primero por el premio que recibió, con justo merecimiento, por no haber dado la mano al presidente espurio, tal y como lo increpo el joven en el acto donde fue entregado el reconocimiento, es una pena que Calderón se ponga a hablar de libertad de expresión y el estado mayor se lleve a dos jóvenes al juzgado, y que el magnánimo FECAL, diga que no presentarán cargos contra ellos ¿Qué cargos pueden fincarle ante la verdad dicha? Seguramente deberemos aprendernos este nombre, confió en que la juventud de este país tenga líderes formándose, Andrés Leonardo es para mí uno de esos jóvenes.

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Miguel Concha: Sistemas penitenciarios y derechos humanos

Los regímenes latinoamericanos se encuentran hoy ante el dilema de favorecer la seguridad por encima de los derechos humanos. En muchos de ellos se han destinado enormes recursos económicos al resguardo y castigo de las personas sancionadas, que nunca serán suficientes ante el crecimiento de la delincuencia y el acelerado ritmo de encarcelamiento.

Conceptos como “democracia”, “seguridad”, “delincuencia”, “crimen organizado” y “terrorismo” han contribuido a que la mayoría de los sistemas jurídicos y penales de la región refuercen medidas cada vez menos tolerantes, no sólo contra la población que delinque, sino contra las personas que según el criterio del Estado podrían delinquir.

La tendencia a incrementar y ampliar las penas privativas de libertad para enfrentar el crimen ha provocado una gran sobrepoblación y hacinamiento en los centros de reclusión. Ello no obstante, los sistemas de administración de justicia en la región, especialmente los penitenciarios, son cada vez más conscientes de esta grave situación, que muchas veces conduce a situaciones insostenibles, como motines, fugas masivas, riñas y homicidios.

Lo anterior ha obligado a un debate entre diferentes actores, para encontrar alternativas que incorporen la temática de los derechos humanos como una vía concreta de solución para algunos de estos problemas. Según datos del Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas para la Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente (ILANUD), en Latinoamérica se encuentran privadas de la libertad más de un millón de personas, de las cuales 60 por ciento aún no han sido enjuiciadas. La capacidad de las cárceles está sobrepasada en 162 por ciento en Honduras, 147 por ciento en República Dominicana, 145 por ciento en Brasil y 120 por ciento en Bolivia.

México no es ajeno a la inercia de emplear sistemáticamente la privación de la libertad como un recurso para enfrentar los problemas de seguridad, aunque esta estrategia no haya impactado en la percepción ciudadana de contar con mayor seguridad, ni haya reducido los índices de criminalidad. Aumentan en cambio los problemas de financiamiento de los centros de reclusión, propiciados por una sobrepoblación a 129 por ciento de su capacidad, y por las deficiencias en cuanto a la atención y resguardo de la población recluida. Uno de los casos más graves en México es el del Distrito Federal, que presenta 75 por ciento de sobrepoblación penitenciaria, tomando en cuenta que entre ella se encuentra un porcentaje de reos correspondientes al sistema federal.

El sistema penitenciario en la capital, en el que actualmente se encuentran 35 mil personas privadas de su libertad, cuenta en efecto con sólo una capacidad instalada para albergar a 20 mil reclusos y reclusas. Ello constituye un grave problema de hacinamiento, que afecta directamente la calidad y funcionamiento de las instalaciones, las cuales presentan un deterioro agravado por una asignación presupuestal reducida, ante los problemas que representa el encarcelamiento como recurso sistemático en la administración de justicia.

Frente a este panorama, que no es nuevo, una de las principales preocupaciones de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF) es la de velar por el respeto y protección de los derechos humanos dentro de los centros de reclusión en la capital. No ha sido tarea fácil. De las recomendaciones emitidas por la comisión desde su creación, 33 (20 por ciento del total) están relacionadas con el sistema penitenciario, y de las 7 mil 44 quejas que recibió la CDHDF el año pasado se desprende un total de 11 mil 428 violaciones a los derechos humanos. De entre éstas, 2 mil 503, o sea 21.9 por ciento, corresponden a distintos tipos de violaciones a los derechos humanos en el ámbito penitenciario.

Desde la perspectiva de la CDHDF, no es éticamente aceptable mantener las condiciones actuales de administración de justicia, hacinamiento y trato indigno de la población en los centros de reclusión. Por ello es importante abrir espacios de debate y discusión para encontrar alternativas y soluciones a la problemática que presenta el sistema de reclusión en México, que considere, entre otras cosas, una reforma del sistema de justicia, para lograr que sea el último recurso, y no el primero, la sanción que implica la privación de la libertad de la administración de justicia. Para buscar también penas alternativas de prisión, promover que la justicia sea pronta y expedita, y buscar opciones que mejoren las condiciones que viven actualmente las personas privadas de su libertad, en materia de salud, alimentación, seguridad, educación, trabajo, instalaciones y espacios. Fue por ello que el año pasado la CDHDF y el ILANUD, en coordinación con el Instituto Raoul Wallenberg de Derechos Humanos y Derecho Humanitario de Suecia, llevaron a cabo un seminario, con el fin de analizar la problemática que prevalece en los centros de reclusión del Distrito Federal y buscar alternativas para dignificar el trato a las personas recluidas. Como resultado, la CDHDF y el ILANUD publicaron este año el libro Sistemas penitenciarios y derechos humanos, como un aporte al debate sobre la construcción de un sistema penitenciario respetuoso y promotor de los derechos humanos de las personas privadas de libertad.

* La Jornada

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Emir Sader: Por la paz en Colombia

La liberación de los primeros rehenes es un acto que debe ser saludado desde diversos puntos de vista. En primer lugar, porque recuperaron su libertad personas que habían estado recluidas durante varios años, aisladas del mundo y de sus familiares. Es un gesto humanitario que debe ser saludado como tal, con los debidos agradecimientos a todos los responsables, entre ellos y en primer lugar al presidente venezolano Hugo Chávez, luego a los representantes de gobiernos como los de Argentina, Cuba y Brasil, entre otros, por su apoyo.

En segundo lugar, porque Colombia es uno de los epicentros de la “guerra infinita” de EU y por primera vez este país deja de ser agente de la guerra para convertirse en mediador de eventuales procesos de paz. El mecanismo ya viciado impide éxito en diversos casos, el más largo de los cuales es Palestina.

Ni en Palestina ni en Irak ni en Afganistán ni en Colombia parecían prosperar iniciativas de resolución pacífica de los conflictos llevadas a cabo por Washington.

Es una buena sugerencia para que otros busquen soluciones o al menos alternativas que avancen en la dirección de la solución pacífica de los conflictos en el mundo. Una posibilidad para que gobiernos progresistas, y especialmente el Foro Social Mundial, busquen demostrar que “otro mundo es posible”, otras formas de superar la política de militarización de los conflitos de parte de la potencia imperial estadunidense.

En el caso colombiano se trata de no detenerse en la liberación de los detenidos de una parte y de otra, aunque éste sea el próximo paso concreto, que servirá de poco, si siguen en acción los paramilitares, si el ejército sigue atacando a campesinos, si siguen los secuestros; en fin, si la guerra sigue. De ahí que la propuesta de Hugo Chávez –promover una negociacion política que permita terminar con la guerra y replantear la relación del gobierno de Colombia con las FARC y el ELN en el plano político– sería un objetivo fundamental para que Colombia cierre ese capítulo duro de su historia que tantos sufrimientos causa a su pueblo, para que América Latina deje de tener un epicentro de las “guerras infinitas” del gobierno estadunidense, para que no se entorpezcan las relaciones entre los gobiernos del continente por esa guerra.

Y, finalmente, para que se sepa que se pueden resolver los conflictos sin apelar a la guerra, a la violencia, a la militarización, para lo cual es necesario tener gobiernos con iniciativa, audacia y compromiso para arribar a soluciones favorables al bienestar de nuestros pueblos, como ha sido el caso de Venezuela. Perderían los que apuestan a la violencia y a la guerra para ganar los conflictos; esto es, los fabricantes de armamentos, los que viven de eso en Colombia.

Ha llegado el momento de constituir una especie de Grupo de Amigos de Colombia con los gobiernos que han participado con éxito en esta primera negociación, tanto los latinoamericanos como los europeos, porque queda claro que esa acción tiene legitimidad y posibilidad de éxito.

La cuestión colombiana es un problema de los colombianos, pero se ha visto que el apoyo internacional tiene buenas posibilidades de éxito y apoyos internos e internacionales, además de que puede representar un nuevo hito en este comienzo de siglo, todavía dominado por las “guerra infinitas” del imperio.

América Latina puede dar al mundo el ejemplo de que puede resolver sola, de forma pacífica y justa, el conflicto colombiano.

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