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Gustavo Iruegas: Libreto de una farsa

Lugar: En las áridas regiones de América del Norte, que se extienden hacia el sur y pretenden incluir hasta Yucatán, “tierra de ruinas y enormes pirámides [donde las personas] conservan todavía, en su rostro y en sus formas, las características de sus antepasados: la gran raza de los antiguos mayas.”I

Tiempo: El de siempre, el de la defensa de la soberanía y del patrimonio; no podría ser otro.

Personajes:

Aigásido, hombre venal, en los hechos Presidente de México.

Miomundo, hombre venal, en los hechos Presidente de Estados Unidos.

Doctor Witch, tenebroso operador de Miomundo.

Catecúmeno, diáfano operador de Aigásido.

Grey norteña, legisladores de Estados Unidos

H. Grey sureña, legisladores de México

PRIMER ACTO

Voz en off.

El gobierno de Estados Unidos aprendió una dura lección cuando prohibió la venta de bebidas alcohólicas en su territorio. La prohibición impulsó el negocio y la persecución desató una incontrolable ola de violencia que obligó a liberar el comercio del alcohol. De la misma manera, el negocio del narcotráfico debe su éxito a la prohibición y persecución de su comercio. La solución para los grandes narcotraficantes estadunidenses ha sido mantener la prohibición para conservar los precios altos, pero hacer la persecución en el extranjero para que esos pueblos y gobiernos sean los que paguen el costo social y político de la violencia. Tal política requiere la complicidad de los gobiernos involucrados.

Miomundo y Aigásido, conversan bajo los arcos de un portal del casco de una antigua hacienda henequenera de Yucatán. Ambos usan guayaberas.

Miomundo: Amigo Aigásido, los narcotraficantes han aumentado sus actividades en México y ustedes no han sido capaces de detenerlos. Por el contrario, sus actividades criminales prosperan y nosotros no podemos ayudar más porque la opinión pública rechaza nuestra presencia. Ustedes tienen que ayudarnos con eso.

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Gustavo Iruegas: Los internacionalistas no piden permiso

Verónica, Soren, Juan y Fernando murieron en el ataque aéreo del primero de marzo al campamento del comandante Raúl Reyes en la provincia ecuatoriana de Sucumbios. Lucía sobrevivió. Mexicanos los cinco.

Los cinco jóvenes estaban inscritos en la universidad; pero no, la universidad no los envió. Ni la República, ni sus padres. Tomaron una decisión propia y personalísima; aun si el propósito de su viaje fue hacer estudios e investigaciones sociales, el interés era personal. Se estaban acercando al más decantado ejercicio revolucionario, el internacionalista. Es posible que se tratara de sus primeros contactos. Pero no eran combatientes, no estaban en un campo de batalla ni tampoco en un país en guerra. No es extraño estar presente en un campamento guerrillero y no ser un combatiente. El de Régis Debray en el campamento del Che Guevara es un caso muy conocido. Se puede incluso ser parte de un grupo revolucionario sin ser combatiente, como lo han sido muchos sacerdotes.

No es ésta la ocasión de hablar de los internacionalistas consagrados en la historia. Es momento para recordar a los anónimos, a los que hicieron el sacrificio de su vida y los que, habiendo sobrevivido, la pusieron en el mismo riesgo en aras de la solidaridad internacional que los revolucionarios practican.

El 26 de julio de 1936, nueve cadetes del H. Colegio Militar aprovecharon la ceremonia de entrega de espadines a los cadetes de nuevo ingreso para salir a hacer trámites de pasaportes y otra documentación necesaria para viajar a España, donde se incorporarían a la defensa de la República Española. Los cadetes “… suponían que no sería mal visto por el gobierno de México que lucharan al lado de un país amigo que estaba peleando por los mismos principios que habían sido la causa de tanto derramamiento de sangre en la República [Mexicana]; máxime cuando veían claramente que el propio gobierno mexicano, desinteresada y abiertamente, ayudaba a la República Española. Allí estaba su constante lucha diplomática contra algunos países representados en Ginebra, para que se ayudara a España y se parase en seco la intervención fascista. Ello garantizaba plenamente cualquier movimiento a favor de la República” *. Las tribulaciones del grupo no fueron pocas. Cuando estaban en la estación de Buenavista abordando el tren que los llevaría a Veracruz se apareció un grupo de oficiales del Colegio Militar acompañados de la madre de uno de los cadetes. Cinco fueron regresados al plantel. Los otros cuatro lograron esconderse en el tren y continuar su viaje al puerto y abordar un barco… en el que fueron detenidos y regresados a México. Su castigo fue abrumador. Los nueve fueron expulsados “con cajas destempladas” del Colegio Miliar; entre sonidos de cornetas desafinadas y el redoblar de tambores flojos, todo frente a sus compañeros que les daban la espalda al verlos pasar. El escándalo en la prensa nacional fue mayúsculo. Cinco de ellos llegaron a España. Sólo uno, Roberto Vega González, sobrevivió a la guerra; alcanzó el grado de mayor del Ejército Republicano Español.

Araceli Pérez Darias, estudiante de la Universidad Iberoamericana, fue a pelear al lado de los sandinistas. En 1979, junto al resto de la jefatura del Frente Interno, del cual formaba parte, cayó prisionera en la ciudad de León. Al igual que el resto de sus compañeros, fue asesinada de un tiro en el pecho. Alegando disposiciones sanitarias, el gobierno somocista se negó a permitir la exhumación y el traslado del cadáver a México. Temía que la recepción fuese motivo de un acto de solidaridad contrario a la dictadura.

En El Salvador lucharon unos 250 mexicanos, más de 40 murieron, unos en combate, otros fueron asesinados en prisión. Es de recordarse el jovencito que luchaba en Usulután y la noticia de su muerte llegó antes que la última carta que escribió a su madre. En ella acompañaba una fotografía de tamaño credencial en cuyo reverso se leía a manera de dedicatoria: “Mamá; te quiero mucho, te quiero mucho, te quiero mucho, te quiero mucho…” Ésa fue la foto que la desconsolada madre usó para pedir en la Secretaría de Relaciones Exteriores que se procurase la repatriación del cadáver. Las historias son tantas cuantos han sido los mexicanos que se han incorporado a una lucha que otros considerarían ajena, movidos por el ideal del internacionalismo revolucionario. En Guatemala ocurrió otro tanto y en Colombia no puede ser menos. El internacionalismo no es nuevo.

Lo que es nuevo –pero no sorprendente– es que el gobierno de facto exprese en el comunicado de prensa número 59, emitido por la cancillería el 14 de marzo, que es su “preocupación que ciudadanos mexicanos estén relacionados con una organización como las FARC, conocida por su ilegalidad y naturaleza violenta; por ser autora de múltiples secuestros, actos de sabotaje, extorsiones y actividades de narcotráfico”. Las FARC ya eran las que son cuando el gobierno de Colombia –que también tiene su historia– inició procesos de negociación con ellas y el gobierno de México admitió en su territorio, en 1992, a una delegación de las FARC y del ELN para negociar la paz. México actuó como facilitador y comisionó a personal de la cancillería para hacerlo. Diplomáticos en funciones sirvieron como garantes de la seguridad en el tránsito entre la selva y México y de regreso a la selva y un embajador mexicano fue moderador en la mesa de negociaciones. Se reunieron en Tlaxcala, en un centro de descanso del IMSS llamado La Trinidad. Cuando las delegaciones del gobierno y de los revolucionarios regresaron a Colombia, representantes del ELN y de las FARC permanecieron en México –con conocimiento y en contacto con las autoridades de Gobernación– por varios años. El 30 de noviembre del año 2000, reunidos los presidentes de Colombia, Venezuela y el todavía presidente electo de México Vicente Fox, se dio una acalorada discusión entre los cancilleres colombiano y venezolano durante la cual se mencionó la existencia en México de una oficina de las FARC. Vicente Fox, sorprendido, intervino para decir que él no lo sabía y que ordenaría su inmediata expulsión. El propio presidente Pastrana terció para explicar que la presencia en México de esa oficina era útil, porque era un punto de contacto y comunicación entre el gobierno y los insurrectos, y pidió que se le permitiera permanecer. Vicente Fox accedió “mientras fueran útiles para la negociación”. Fue hasta mayo de 2002, durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Financiación del Desarrollo, en Monterrey, cuando las negociaciones en El Caguán ya habían fracasado, que el presidente Pastrana le pidió a Fox que se cerrara la oficina de las FARC en México. Así se hizo.

La preocupación del gobierno de facto obedece a su alineamiento ideológico y político con Estados Unidos, pero aduce que tanto la Organización de Estados Americanos (OEA) como el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) han condenado en varias ocasiones actos cometidos por las FARC y los han calificado como acciones terroristas. Eso es cierto, pero no es efectivo. La dificultad estriba en que ni las resoluciones ni los tratados han logrado definir el terrorismo de manera generalmente aceptable ni han podido elaborar una fórmula que permita determinar quién es terrorista y quién no. En la práctica, el término terrorista es sólo un calificativo para el adversario. Los textos de la OEA y de la ONU obedecen a la hegemonía de Estados Unidos y no a la lógica del derecho. El delito de terrorismo internacional no es más que un artilugio que pretende cancelar el derecho de los pueblos a la rebelión. Olvidan la cancillería, la OEA y la ONU que la revolución es un atributo de la soberanía popular que no requiere la aprobación de nadie más que la del propio pueblo que la practica.

En cuanto a los jóvenes internacionalistas mexicanos víctimas del ataque al campamento en Sucumbios hay que decir que los muertos no temen a las investigaciones ni a las causas judiciales. Sería el colmo del cinismo que el gobierno de Colombia pidiera la extradición de Lucía y altamente improbable que el gobierno de Ecuador la entregara. Si en México el gobierno de facto intentara una bellaquería contra ella, agregaría un agravio más a la ira popular que con tanto ahínco ha cultivado. Lo único que corresponde es asegurar el pronto regreso de Lucía a México, a su familia y a su escuela. A los espurios no hay que pedirles ni comprensión ni clemencia. Pero se les exige respeto. Respeto a la conciencia personal, al compromiso social y a la actitud solidaria de nuestros jóvenes internacionalistas.

Ésta es una tesis de política exterior del gobierno legítimo de México.

* Roberto Vega González, Cadetes mexicanos en la guerra de España, Compañía General de Ediciones, México, 1954.
* La Jornada
* http://www.jornada.unam.mx/2008/03/22/index.php?section=opinion&article=014a1pol

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Gustavo Iruegas: El arma orgánica de los resistentes

La organización del poder popular que libere al pueblo mexicano de la voracidad de la oligarquía extranjerizante y de los desmanes del gobierno corrompido ya está en marcha. Después del fraude a la voluntad popular por la vía del golpe de Estado, el pueblo de México decidió no darse por vencido.

Hasta el 16 de septiembre de 2006 se mantuvo el reclamo democrático en el nivel electoral. Ese día se inició el proceso de rechazo y resistencia al gobernante espurio que detenta el poder nacional y subvierte las instituciones. Ante la alternativa de designar un coordinador de la oposición y un presidente legítimo se optó por el segundo; la oposición es parte del sistema y se rige por sus reglas, como los partidos y los legisladores se han encargado de demostrar a lo largo del año. La condición de legitimidad del presidente López Obrador le viene de la designación soberana del pueblo, misma que asumió formalmente el 20 noviembre. Su misión es revertir al pueblo la soberanía en planitud y rencauzar los esfuerzos del Estado hacia el cumplimiento de su cometido original: propiciar la seguridad y promover el desarrollo de la nación mexicana. El cumplimiento de esa misión tiene como causa la necesidad de justicia, democracia y soberanía; su objetivo es refundar la República sobre bases éticas; la estrategia es la toma del poder de manera pacífica; la táctica consiste en organizar a los ciudadanos para la resistencia territorial y el arma orgánica es el valor civil. Toda esta concepción de lucha parte del convencimiento cada vez más profundo de que sólo el pueblo puede salvar al pueblo y sólo el pueblo puede salvar a la nación.

El primero de diciembre empezaron los trabajos de la organización del poder popular para enfrentar a la desarraigada camarilla y al gobierno que engendró ya corrompido. Diciembre de 2006 y enero de 2007 se emplearon en organizar el pequeño, pero efectivo aparato dedicado a recibir de los ciudadanos el patriótico compromiso, voluntario y personalísimo, de luchar junto al presidente López Obrardor y proveerles sus credenciales de representantes del “gobierno legítimo”.

A lo largo de 2007 se definieron la causa, el objetivo y la estrategia. En 2008 la tarea se centrará en el crecimiento de la organización y la profundización de su caracter territorial. La organización territorial es una opción como lo podrían ser la laboral o la partidista. Hay que destacar que la organización territorial es tan novedosa en México como lo es la resistencia pacífica y las otras dos han probado ser fácilmente neutralizadas por el sistema y su fórmula infalible: la corrupción.

La organización de lucha pacífica del “gobierno legítimo” se ha iniciado en el nivel municipal –delegacional en el Distrito Federal– y se desdoblará a escala distrital. Avanzado el proceso se pensará en los niveles seccionales y por último el de colonia, barrio, pueblo, unidad habitacional y otros. Para visualizar la capacidad de movilización popular de esta organización, habría que pensar quizá en el nivel de comités de manzana o, en su caso, por casilla electoral. Así se podría imaginar, en el extremo más obvio, el llamado a todos los resistentes de implantar una vigilante presencia en todas y cada una de las casillas electorales, cada quien en la suya. Igualmente se podrá pensar en otras formas de uso y de movilización a lo largo de la lucha que implica la defensa de los intereses populares, vale decir, producción agrícola, precios de los productos de primera necesidad, salarios; del patrimonio nacional en la forma petróleo, energía, seguridad y, destacadamente, la soberanía nacional que todos los elementos anteriores involucran.

El energético principal de la lucha popular es la indignación frente al abuso. Esta especial indignación es privativa de los resistentes, porque sólo se da en quien previamente guarda la condición de dignidad. Los bribones no se indignan; se enfurecen, se fastidian o se enfadan, pero la indignación no les va bien, no son dignos. En la indignación de los resistentes germina el coraje necesario para oponerse al abuso, algo que se conoce como valor civil. Un valor de gran aprecio en el pueblo de México, que, en otras épocas, cuando se enseñaba civismo en las escuelas, se ilustraba con el ejemplo del joven Porfirio Díaz en ocasión de una pantomima electoral del dictador Santa Anna: como no se usaban las boletas electorales ni las casillas, se puso sobre una mesa un par de libros para que en uno firmaran los ciudadanos señalando así su preferencia por Su Alteza Serenísima o por don Juan Álvarez, que entonces representaba la oposición. Vigilaba la escena un pelotón de amenazantes soldados. Un oficial se presentó con 30 firmas de los vecinos para Santa Anna y Porfirio exigió que sólo se anotaran 29 porque él no había dado su voto a nadie. Alguien comentó que solamente los que tenían miedo se abstenían de votar y el futuro héroe del 2 de abril firmó en su presencia el libro de don Juan Álvarez.

En la actualidad entendemos por valor civil un agregado a la virtud de las personas que actúan conforme a sus convicciones y tienen además el valor de sostenerlas en público afrontando toda clase de represalias, afrentas y riesgos. La actitud de los resistentes entraña esa entereza de ánimo para cumplir con determinación y patriotismo su compromiso de acudir al llamado del “presidente legítimo” para defender las causas populares y nacionales. Es por eso que, con 2 millones de resistentes acreditados, los resulatdos de 2007 permiten al “gobierno legítimo” adelantar grandes progresos en 2008.

* La Jornada
* http://www.jornada.unam.mx/2008/01/09/index.php?section=politica&article=018a2pol

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Gustavo Iruegas: Fait Accompli

La mala práctica de las grandes potencias de hacer las cosas por la vía de los hechos y no del derecho tiene uno de sus episodios menos publicitados en la adecuación de la Organización del Atlántico del Norte a la realidad militar resultante del colapso soviético.

La OTAN era originalmente una organización defensiva creada por las potencias occidentales para enfrentar el poder militar del bloque socialista enmarcado en el Pacto de Varsovia.

Al desaparecer la Unión Soviética y el socialismo europeo la OTAN se quedó sin enemigo de quien defenderse y, formalmente, sin propósito. Sin embargo, no era cosa de simplemente dar por cumplida la misión y finiquitar la institución porque para Estados Unidos la situación era mucho más complicada: La Unión Europea crece, progresa y se fortalece notoriamente y no es una exageración ver en ella una inminente superpotencia. Porque esa es la naturaleza del capitalismo, eventualmente se convertirá en competidora, contrincante, rival y finalmente enemiga de Estados Unidos.

Mientras esos tiempos llegan —y antes de que Rusia, China e India compliquen las cosas— había que mantener los vínculos en materia de seguridad en el nivel de alianza.

Negociar un nuevo tratado no era una opción y sí hubiera resultado una complicación mayor porque Europa no es una contraparte a la que se le puedan imponer condiciones fácilmente. Lo que se ideó fue lanzar intervenciones de Occidente en los conflictos que estaban latentes en el tercer mundo durante la guerra fría y eclosionaron a su término.

Al final, ambas partes optaron por ampliar la misión de la OTAN que agregó a su carácter defensivo el de un aparato vigilante de los intereses materiales y doctrinarios de Occidente; una policía internacional. La mecánica de la transformación fue simple: En 1999, en ocasión del 50 aniversario de su creación, las potencias aliadas declararon la nueva misión de la OTAN, mientras destruían Yugoslavia. No fue necesario más.

El esquema de los hechos consumados está siendo ampliamente aplicado en el mundo y México no escapa a esta modalidad de control de los poderosos sobre los débiles. En el caso particular de la relación entre México y Estados Unidos, este último cuenta con la facilidad de que la contraparte mexicana, solícita y complaciente, favorece tal manipulación.

Después del rechazo a la cándida propuesta foxista de un amplio tratado migratorio y la posterior decisión de construir un muro entre las dos naciones, el gobierno de facto que hoy padece México ha sentido la necesidad de dar continuidad, por cuenta propia, al proceso de sometimiento del Estado mexicano a Estados Unidos.

Como la exótica idea de que los mexicanos estaban ansiosos por transmutarse en gringos y de que éstos estarían interesados en esa adquisición fue rechazada por ambas sociedades, la oligarquía mexicana ha adoptado la táctica de presentar los hechos consumados y no hacer consultas o propuestas a la sociedad o al Congreso en su afán de sustraer a México parcelas de soberanía en favor de la estadunidense.

La Asociación para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN) nombre que se le ha dado a la inicial propuesta de hacer un “NAFTA plus” encierra la condición de no haberse planteado como un Tratado, cosa que sí es el TLCAN a secas. Nótese que en la seguridad y la prosperidad cabe absolutamente toda la actividad del Estado y que, a pesar de la grave temática de que se ocupa, ASPAN consiste en una simple declaración de intenciones de los gobernantes de América del Norte, una nueva noción política derivada de la geográfica.

A falta de un tratado, el cumplimiento de esas intenciones se haría por medio de acuerdos interinstitucionales o, peor aún, de una serie de medidas dictadas en cada país que, acopladas, permitan llevar a la práctica el mal llamado proyecto de integración que, para el caso de México, no es más que de sometimiento. Después de la negativa al acuerdo migratorio y no obstante la decisión estadunidense de construir el muro en la frontera con México, han puesto en práctica la idea de entregarse silenciosamente.

A esto se reduce la Iniciativa Mérida, eufemismo con el que se quiere ocultar que se trata de un Plan México. Como resulta obvio, el Plan Colombia es un plan estadunidense para Colombia. Sería una verdadera extravagancia que Colombia le diera el nombre de Plan Colombia a un plan o programa suyo de lucha contra el narcotráfico; se llama así porque es un Plan de Estados Unidos para Colombia. De la misma manera, las primeras noticias sobre el Plan México vinieron de Estados Unidos por que se trata de un programa de ese gobierno para México.

Ante la airada reacción nacional el gobierno de facto decidió cambiarle el nombre a “Iniciativa Mérida”, apelando a que fue en esa ciudad donde Bush y Calderón se reunieron para concertar eso que desde la Cancillería se ha llamado “compromiso político”. Los senadores y los diputados mexicanos preguntaron insistentemente por el sustento documental de tal compromiso, pero no obtuvieron más respuesta que la aseveración de que se trató de una iniciativa mexicana. El gobierno que respondió —no con suficiencia, por supuesto— fue el de Estados Unidos que envió para eso al embajador Negroponte.

En México no ha sido posible obtener la información requerida de parte de ninguno de los gobiernos comprometidos. Una vez más, se presentan los hechos consumados que, por parte de Estados Unidos son actos de poder y de parte de México una ignominia disfrazada de diplomacia secreta.

El Plan México encierra proyectos más oscuros que los hasta ahora expresados. El que está resultando difícil de ocultar es el de levantar en el sur de México un muro antiemigrantes complementario del que ya se construye en el norte. La sola idea, que en su iniquidad suena fantástica, encierra complejidades enormes. Seguramente tendrá las particularidades del subdesarrollo, pero sea físico, virtual, tecnológico, policiaco o militar, será un vallado que se agrega y combina con el impedimento ya existente de la despiadada delincuencia. La política y los programas contra los transmigrantes centroamericanos desplegada por los gobiernos anteriores y la que actualmente se practica apuntan en esa dirección.

A México se le acusa, con justa razón, de no hacer con los emigrantes centroamericanos en su frontera sur lo que pide para los propios en la frontera norte. Por otra parte, los gobiernos derechistas de México, el de facto inclusive, han sido requeridos repetidamente por Estados Unidos que refuercen la vigilancia en la frontera sur, para evitar el paso de los centroamericanos en viaje hacia Estados Unidos.

En la frontera entre México y Guatemala hay una franja desmontada de cincuenta metros de ancho que corre a lo largo de la frontera entre el Pacífico y Belice. A lo largo de esa línea se encuentran unos cuantos puntos que sirven como puestos fronterizos en los que hay, generalmente del lado mexicano, casetas de migración, aduanas y salubridad que se van instalando conforme la población crea nuevas veredas que le sirven para pasar por extravíos. Los más transitados suelen situarse entre asentamientos colocados a uno y otro lado de la frontera y relativamente cerca. Entre uno y otro de esos puestos hay kilómetros de selva o de ríos.

Como es de suponerse la gente procura moverse por los lugares más transitables y, a veces, cuando no se tienen papeles para personas o mercancías, basta moverse unos cientos de metros a uno u otro lado de los puestos fronterizos y pasar con toda tranquilidad. Los puntos de cruce irregular más transitados son los que están más cerca de los puertos fronterizos formalmente instalados, como son los que se encuentran en los puentes a cuyos lados se mueven personas sobre rústicas plataformas montadas en llantas de tractor, foto opportunity para imágenes ya mundialmente conocidas.

Este escenario en que cientos de kilómetros de frontera sin obstáculos ni vigilancia es la que las autoridades de migración gustan describir como “frontera porosa” en un involuntario y ridículo sarcasmo que da pie a otro usado para anunciar algún operativo contra los inmigrantes: “sellar la frontera”, idea que estaría mejor reflejada con la irónica frase “ponerle puertas al campo”.

Esta es precisamente la situación que Estados Unidos le pide a México revertir; debe impedir el paso de los centroamericanos que pretenden llegar a la frontera norte y cruzarla como hacen los mexicanos. Para ello es necesario que México levante un muro en la frontera sur que, como en el norte, combine los obstáculos físicos, con la vigilancia tecnificada, policiaca y militar.

La idea tiene varios inconvenientes de orden práctico además de los de orden moral: entre estos últimos está la dificultad de mantener una pretendida actitud humanitaria y al mismo tiempo complaciente de los deseos de Norteamérica; la contradicción resulta invalidante. Entre los primeros está el que si el muro en el norte va a ser funcionalmente efectivo, detendrá tanto a los mexicanos, como los centroamericanos y a los de cualquier origen que intenten un cruce irregular. Consecuentemente, el muro en el sur resultaría redundante.

Si el propósito fuese evitar la llegada de los centroamericanos para no quedarse con ellos y con los emigrantes mexicanos frustrados por el muro, habría que recordar que los centroamericanos no encuentran en México los salarios diez veces más altos que buscan en Estados Unidos y por lo tanto, si no logran pasar, volverán a su tierra.

Lamentablemente el esfuerzo gubernamental en este asunto no está motivado por un genuino propósito de protección del territorio nacional sino por el interés adulterino de subordinarse a los dictados del norte. El muro en el sur será levantado sin motivo, sin consulta y contra el interés nacional. Será como ASPAN y como el Plan México, simplemente, un hecho consumado.

* La Jornada
* http://www.jornada.unam.mx/2007/12/05/index.php?section=opinion&article=034a1mun

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