No queda claro qué quiso decir Germán Martínez Cázares, presidente del Partido Acción Nacional, cuando llamó a guanajuatizar el país entero.
Quizá se refería al pueblo de la ciudad amotinado en 1767, cuando el rey español ordenó la expulsión de los jesuitas, por tener la osadía de predicar la doctrina de la soberanía del pueblo y cuando el virrey Carlos Francisco de Croix recordó a los habitantes “que nacieron para callar y obedecer y no para discurrir ni opinar en los altos asuntos del gobierno”.
O al mismo pueblo que en 1810 siguió entusiasmado a Miguel Hidalgo desde el pueblo de Dolores, y al que en San Miguel se unió bajo el estandarte de Guadalupe y junto con Allende, Abasolo, los Aldama y otros criollos, crecieron en Celaya y llegaron a Guadalajara para abolir la esclavitud, reducir la opulencia y la indigencia y buscar la educación del pueblo, hasta ser derrotados por los mismos que después traicionaron los ideales insurgentes en el complot de las Tres Garantías.
Quizá se refiere a José María Luis Mora, el que con Valentín Gómez Farías hizo el primer intento en 1839 de separar las funciones de la Iglesia y del Estado, para desaparecer lo que él llamaba una terrible aberración.
Quizá tenía en mente a Ignacio Comonfort, combatiente frente a la invasión norteamericana, y proclamador del Plan de Ayutla contra la tiranía de López de Santa Anna. Al general Santos Degollado, hijo del insurgente Francisco Degollado y colaborador de Melchor Ocampo, que luchó contra los conservadores centralistas, y se adhirió a la revolución de Ayutla. Fue gobernador liberal de Jalisco, y luchó contra los invasores franceses; y participó con Juárez en las Leyes de Reforma.
Puede ser también que Germán Martínez haya recordado la figura de Praxedis Guerrero, el batallador mexicano que defendió los derechos de sus compañeros trabajadores en los Estados Unidos, fundó en Arizona la revista Alba Roja; en México formó la Junta Auxiliar de Obreros Libres y después fue miembro de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano con los hermanos Flores Magón, para lograr en México la liberación de la servidumbre de los peones de las haciendas.
Quizá también recordó los heroicos maestros de las Misiones Culturales que fueron bárbaramente desorejados y asesinados en San Felipe Torres Mochas por instigación del cura párroco.
Otro nombre que pudo venir a la memoria de Germán Martínez fue el de don Ignacio García Téllez, leonés, cuya tesis profesional fue precisamente “Los Impuestos en México” (hoy tema central en la reforma petrolera); se opuso a los tratados de Bucareli; luchó por la igualdad civil de la mujeres, fue rector de la UNAM, Secretario de Educación y fundador del Instituto Politécnico Nacional y de las escuelas para trabajadores, participó, al lado del presidente Lázaro Cárdenas, en la redacción de las leyes de expropiación petrolera; fue solidario con los refugiados republicanos españoles y fundador del Instituto Mexicano del Seguro Social, hoy tan disminuido por los gobiernos neo-liberales. Con patriotas como García Téllez bien valdría la pena guanajuatizar la República.
O bien, sí Germán Martínez, quiso decir guanajuatizar el país para cubrirlo de azul, debería de llamarlo con otro nombre, debería utilizar el término salinizar el país, recordando que en el año de 1991, ante las protestas de los panistas en el estado de Guanajuato, aduciendo el triunfo de Vicente Fox, Carlos Salinas de Gortari, obligó a los diputados de esa legislatura, Congreso con mayoría absoluta del PRI, a nombrar Gobernador Interino a un panista, el alcalde leones, Carlos Medina Plasencia, para de ahí darle la siguiente gubernatura al recordado Gobernador viajero, Vicente Fox, y seguir con gobiernos panistas impuestos como en los mejores tiempos del PRI, por ese motivo creo que Germán Martínez debería llamar al vino-vino y al Pan- Salinismo.