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Marichuy: Sobre las enseñanzas de “Las Memorias de Adriano”

Mi afición por la lectura data de mi infancia y como buena autodidacta, nunca seguí ningún tipo de orden en mis lecturas; viéndolo en retrospectiva no sabría decir si esto fue bueno o no. Es más, ni siquiera me lo habría cuestionado de no ser por algo leído en los Cuadernos de Notas de Las Memorias de Adriano, donde Marguertite Yourcenar apunta que hay libros a los que uno no debe atreverse hasta haber cumplido los 40 años. Esta reflexión la hace recordando lo joven que era cuando elaboró la primera versión de ese libro, entre los 20 y los 25 años y que más tarde destruiría completamente.

Dice la autora belga sobre su acercamiento a la vida y obra del emperador Adriano Augusto:

“En todo caso, yo era demasiado joven. Hay libros a los que no hay que atreverse hasta no haber cumplido los cuarenta años. Se corre el riesgo, antes de haber alcanzado esa edad, de desconocer la existencia de grandes fronteras naturales que separan, de persona a persona, de siglo a siglo, la infinita variedad de los seres; o por el contrario, de dar demasiada importancia a las simples divisiones administrativas, a los puestos de aduana, o a las garitas de de los guardias. Me hicieron falta esos años para aprender a calcular exactamente las distancias entre el emperador y yo.”*


Leo esto y pienso que la esencia de su reflexión, va mucho más allá de la escritura. Bien podría aplicarse a la política, el arte de gobernar, a la vida misma. ¿Será que alguno de nuestros eminentes políticos haya leído alguna vez Las Memorias de Adriano?

* Marguerite Yourcenar. Memorias de Adriano. Cuadernos de Notas. Ed. Sudamericana, Barcelona 1999, pág. 297

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Marychuy: Sobre “El general en su laberinto”

En días recientes, Felipe Calderón afirmaba (o ¿se ufanaba?) que los rumores/dudas en torno a su permanencia como Presidente de la República… le tenían sin cuidado, sellando su afirmación con un retador ¿Qué no termino?

Dejando a un lado ironías y suspicacias respecto del trasfondo rumorístico, las declaraciones presidenciales me trajeron a la memoria las últimas líneas de “El general en su laberinto” de Gabriel García Márquez, escena donde un Simón Bolívar disminuido física y anímicamente, se mira a si mismo terminando su vida… solo y lejos, muy lejos de sus días de gloria.

Examinó el aposento con la clarividencia de sus vísperas, y por primera vez vio la verdad: la última cama prestada, el tocador de lástima, cuyo turbio espejo de paciencia no lo volverá a repetir, el aguamanil de porcelana descharchada con el agua y la toalla y el jabón para otras manos, la prisa sin corazón del reloj octogonal desbocado hacia la cita ineluctable del 17 de diciembre a la una y siete minutos de su tarde final. Entonces cruzó los brazos contra el pecho y empezó a oír las voces radiantes de los esclavos cantando la salve de las seis en los trapiches, y vio por la ventana el diamante de Venus en el cielo que se iba para siempre, las nieves eternas, la enredadera nueva cuyas campánulas amarillas no vería florecer el sábado siguiente en la casa cerrada por el duelo, los últimos fulgores de la vida que nunca más, por los siglos de los siglos, volvería a repetirse”

El general en su laberinto, Gabriel García Márquez; México, Ed. Diana,1989

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José María Mendiluce: Fragmento de “Con Rabia y Esperanzas”

“Lo humanitario es una excusa, una coartada. Es una fuga, un refugio. No ataca las causas, no cura. Pero es también un compromiso, una rebeldía, un no esperar a los tan listos; es un humanismo y un reto. Es una nueva forma de internacionalismo basado en sentimientos nobles y universales y no en ideologías manipuladoras. No es proletario ni se basa en pueblos y clases, sino en los seres humanos, tomados de uno en uno, o de millón en millón. No debiera distinguir el color de las víctimas, ni el político ni el otro, porque sabe que los muertos no tienen color político. Y huelen todos igual: a muerto. Y los matan siempre los mismos odios.”

* Mendiluce, José María, “Con Rabia y Esperanza: retos y límites de la acción humanitaria” ED Planeta, 1998, pp. 268

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Arthur Koestler: Fragmento del diario de N.S. Rubachof:

“¿Con qué derecho nosotros, los que desaparecemos de la escena, miramos a los Gletkin con tanta altanería?
Los monos debieron reírse cuando el Neanderthal hizo su aparición sobre la tierra. Los monos,altamente civilizados, se lanzaban graciosamente de rama en rama; el hombre de Neanderthal era torpe e inclinado hacia la tierra. Los monos, satisfechos y apacibles, vivían en una atmósfera de refinados juegos o buscaban sus pulgas con recogimiento filosófico; el Neanderthal iba por el mundo con pesadas zancadas, dando golpes de maza en torno suyo.Irónicos, los monos se divertían mirándole desde lo alto de la copa de los árboles, y arrojándole nueces. Algunas veces, se estremecían de horror. Ellos comían con pulcritud y delicadeza frutos y plantas suculentas; el Neanderthal devoraba carne cruda, mataba animales y a sus semejantes. Derribaba los árboles que siempre habían estado allí, desplazaba lasrocas de su posición inmemorial, transgredía todas las leyes y todas la tradiciones de la jungla. Era grosero, cruel, desprovisto de toda dignidad animal…, desde elpunto de vista de los monos cultivados, y representaba un bárbaro retroceso de la historia. Algunos chimpancés que aún viven, levantan siempre la cabeza con aire despectivo al ver un ser humano…”

*Rubachof es, en la novela de Koestler, la síntesis de las vidas de varios hombres que fueron víctimas del Proceso de Moscú.

*Koestler, Arthur, El Cero y el Infinito, ED Destino S.L., Barcelona 1954, pp 250

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