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Celso Calfullan: El cinismo de la derecha y del gobierno chileno

En líneas generales uno no puede estar de acuerdo con la expulsión de ninguna persona, en ningún país del mundo y no importa si este personaje es chileno o no. Pero lo que no podemos aceptar es el cinismo de los representantes de la UDI y RN, que salen condenando este hecho, haciendo gárgaras con el tema de los derechos humanos. Estos mismos personajes apoyaron a la dictadura de Pinochet en Chile y también apoyaron el asesinado, tortura y desaparición de miles de chilenos, sin decir absolutamente nada; bueno esto último no es correcto: por años ellos negaron que eso fuera verdad.

El cinismo de la Concertación.

Los gobiernos de la Concertación han expulsado a varios ciudadanos españoles, italianos y argentinos de este país, sólo por visitar algunas comunidades mapuche en el sur del país y para que no se enteraran de los atropellos a que son sometidos por el gobierno chileno. En ese caso parece que las expulsiones fueron correctas y no representaban ninguna violación de los derechos de las personas expulsadas y todavía menos de los mapuche.

Los Derechos Humanos y el sesgo político que hay detrás.

La derecha y la Concertación siempre están muy dispuestos para acusar las violaciones a los DD.HH. en países como Cuba, Venezuela, Bolivia o donde les indiquen sus amos Norteamericanos. Pero la derecha y la Concertación nunca hacen mención de las violaciones a los DD.HH. que realizan los Norteamericanos en Guantánamo; parece que las torturas aplicadas por los Estados Unidos, no son violaciones a los derechos humanos. Algo similar ocurre con las violaciones a los DD.HH. en China, parece que en ese caso son más importantes los acuerdos económicos bilaterales, que los derechos humanos de los chinos, así podríamos seguir con una lista interminable de ejemplos.

Viva la libertad de expresión de la derecha.

Otro ejemplo fue cuando Hugo Chávez cerró un canal de televisión en Venezuela. La derecha y la Concertación rasgaron vestiduras e hicieron gárgaras con la defensa de la libertad de expresión. Pero hace pocos días los fascistas y esclavistas de Santa Cruz (para los que no lo saben en las haciendas de Santa Cruz, todavía existen indígenas que son esclavos), se tomaron y destruyeron un canal de televisión y cerraron varias radioemisoras en Santa Cruz; de nuevo en este caso no tuvieron la misma actitud y no hubo llamados a defender la libertad de expresión. Lo mismo hizo la prensa de casi todo el continente que es controlada por los grandes grupos económicos de derecha, ellos prácticamente ocultaron todos los acontecimientos llevados acabo por la derecha fascista boliviana.

Estados Unidos: Viva la democracia, siempre y cuando sea de derecha.

En los Estados Unidos, son tan democráticos, que si alguna vez tuviste la osadía de criticar las políticas del imperio, ellos se reservan el derecho a dejarte entrar al país o no. Es como si te expulsaran antes de entrar al país. Esto sí es democracia, no la de Chávez.

http://www.elclarin.cl/index.php?option=com_content&task=view&id=13322&Itemid=45

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Jesús Aranda: Rechazan 10 ministros parte del proyecto antiaborto de Aguirre

La despenalización del aborto hasta la semana 12 de gestación “no infringe ninguna regla ni valor de la Constitución”, por lo que me pronuncio por la validez de la reformas al Código Penal y a la Ley de Salud del Distrito Federal, aseveró el ministro José de Jesús Gudiño Pelayo, quien precisó que la Carta Magna no considera “valores absolutos” y que el régimen constitucional exige “conciliar valores que no necesariamente son compatibles”.

Al igual que Genaro Góngora Pimentel, Gudiño rechazó el proyecto que pretende penalizar la interrupción del embarazo, además puso como ejemplo el conflicto entre la libertad de la mujer sobre su cuerpo y el valor de la vida del concebido. En el caso del Distrito Federal, dijo, la Asamblea Legislativa (ALDF) se inclinó porque la mujer decida hasta las 12 semanas de gestación y, a partir de ahí, la ley protege al producto de la concepción.

Por la mañana, el ministro instructor Sergio Salvador Aguirre Anguiano ya había sufrido su primer derrota, cuando 10 de sus compañeros rechazaron parte de su proyecto y consideraron que la Asamblea Legislativa sí tiene facultades para legislar en materia penal y de salud.

Hubo consenso en que las autoridades capitalinas no violaron la Constitución al despenalizar el aborto bajo ciertas condiciones –quedó para después la discusión respecto a si dicha despenalización se apegó o no a la Carta Magna– y que fueron legales las medidas adoptadas por el gobierno local para garantizar el acceso a los servicios públicos de salud a las mujeres que deseen abortar.

Esta decisión mayoritaria, que para muchos presentes fue el anticipo de que el pleno validará la reforma capitalina con al menos seis votos, molestó a Aguirre, quien lamentó que el documento en el que sustentaba que la ALDF había invadido la competencia del Congreso de la Unión hubiera sido “zarandeado” por el pleno.

En su intento por descalificar las argumentaciones de sus compañeros, dijo alzando la voz: “la señora ministra Góngora Pimentel, ¡perdón!, la señora Olga Sánchez Cordero nos dice…”, y remató diciendo que retiraba su documento para que no fuera incluido en el dictamen, a lo que se opuso tajante el ministro presidente Guillermo Ortiz Mayagoitia, quien después tomó la votación, que fue unánime en contra del texto de Aguirre.

“Finalmente logré la unanimidad”, dijo irónico el ministro instructor, a quien le fue negada la posibilidad de que en el resto de las sesiones conteste a cada uno de los ministros que hablen en contra de su proyecto. El ministro presidente determinó que hablará, pero hasta que termine la primera ronda de ministros.

En la sesión vespertina del pleno de la Corte se inició la discusión del tema de fondo de la acción de inconstitucionalidad que presentaron la Procuraduría General de la República (PGR) y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) en contra de las reformas al Código Penal y a la Ley de Salud del Distrito Federal, en donde Góngora y Gudiño reivindicaron también el pleno derecho de la mujer sobre su cuerpo y rechazaron abiertamente la pretensión de que el Estado imponga por ley la maternidad, como lo plantea el proyecto de dictamen que está a discusión.

“No encuentro en la Constitución nada que garantice el derecho a la vida y mucho menos que tenga que defenderse por la vía penal”, subrayó Góngora.

Ambos rechazaron el planteamiento del proyecto respecto a que la Constitución consagra el derecho a la vida y que exista una protección constitucional al producto desde la concepción sin restricciones ni limitaciones.

Góngora abundó que la penalización del aborto voluntario atenta contra los derechos a la salud, sexuales y reproductivos de la mujer y que “culminar el embarazo bajo amenaza de pena criminal” es discriminatorio, porque “la mujer que decida no ser madre es delincuente”, además de que no respeta “el momento biológico y físico cuando se sienta lista para disfrutar del ejercicio de la maternidad”.

El embarazo forzado “implica una forma de esclavitud, porque impone a la mujer un periodo de gestación en contra de su voluntad”; se discrimina a la mujer en razón de su condición social, porque los problemas de salud que generan los abortos inseguros tienen más impacto en las mujeres pobres.

Subrayó que el proyecto de Aguirre es “sesgado”, porque no incluyó una perspectiva de género en donde se tomen en cuenta los derechos reproductivos y sexuales de la mujer. En este contexto, puso como ejemplo la violación de derechos humanos en el caso la niña Paulina, a quien el gobierno de Baja California le impidió abortar, pese a que el embarazo fue producto de una violación.

Dijo que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos conoció el asunto y recomendó al gobierno mexicano adoptar las medidas necesarias para garantizar el derecho a la interrupción del embarazo cuando esté permitido.

La discusión continuará este miércoles en doble sesión.

http://www.jornada.unam.mx/2008/08/27/index.php?section=capital&article=039n1cap

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Marcelo Colussi: Carta desde el Sur

Hallada en el baño de un restaurante de baja calidad en un barrio popular de Rawalpindi, Pakistán. Escrita en perfecto francés. Autor anónimo.

Dirigida a quien quiera leerla
(pero especialmente a los ciudadanos del Norte)

No soy blanco.

Aclaro esto desde un principio para que se entienda bien quién escribe esto, y por qué lo escribe. No ser blanco significa que no pertenezco a ese 30 por ciento de privilegiados -si es que así se le puede llamar- que no se siente discriminado por el simple hecho de tener un determinado color de piel. No ser blanco, es decir: ser oriental, negro, indio, árabe, mestizo o todo tipo de combinación que se desee, es ya un estigma imposible de borrar. Los que sufrimos este estigma, los que padecemos esa pesada carga día a día, somos muchos, muchísimos. Somos, especialmente, los que vivimos en el Sur. Y representamos mucha gente, la enorme mayoría de la población del mundo.

Es muy impreciso decir ‘el Sur’, por supuesto. Pero da una idea bastante aproximada del problema en ciernes: ser del Sur es, en términos generales, no ser blanco y formar parte de ese 70 por ciento de población planetaria que vive en condiciones infrahumanas, que no sabe si al día siguiente va tener para comer, que no sabe cuándo va a desencadenarse la próxima guerra, ni por qué. Ser del Sur es formar parte del enorme grupo de los que no saben leer ni escribir -y que constituye nada más y nada menos que casi un 50 por ciento de la Humanidad-. Ser del Sur significa que en un 50 por ciento de los casos se sufre desnutrición. Sí, sí como lo están leyendo: ¡desnutrición! Desnutrición en un mundo que se permite gastar cantidades demenciales de dinero en armas, o en productos innecesarios, un mundo que produce el doble de la cantidad de alimentos necesarios para alimentar perfectamente a todos sus habitantes, pero que dadas las injusticias reinantes condena de hambre a una inmensa cantidad de seres humanos. Un mundo en el que un perrito de un hogar término medio del Norte come un promedio anual de carne roja superior a un habitante de nuestras tierras. Ser del Sur es no saber si mañana se podrá morir de hambre, picado por una víbora venenosa o por haber pisado una mina antipersonal de las que dejan los interminables conflictos que barren nuestros países. Ser del Sur es vivir resignado ante las catástrofes naturales que periódicamente nos golpean, produciendo devastación entre nosotros y sólo problemas manejables en el Norte -con lo que se evidencia que esas catástrofes no son precisamente tan ‘naturales’-; es vivir sabiendo que en cualquier momento se puede pasar a ser un refugiado por algún conflicto militar que estalle y en el que no tenemos ninguna participación pero que nos fuerza a salir huyendo despavoridos; es poder pasar a ser un ilegal despreciado si se intenta escapar de tanta miseria marchando al Norte, que nos recibe con indiferencia… y muros de contención electrificados, metralla y perros guardianes -si logramos sobrevivir al viaje para llegar allá, claro-. Ser del Sur es no ver la luz al final del túnel.

¿Entienden lo que estoy diciendo? Ser del Sur es estar prácticamente condenado a que comer sea un privilegio. No digamos ya otros ‘lujos’ como leer y escribir. Y muchos menos tener acceso a la educación superior. Entre los nuestros, comer todos los días es ya una bendición. Nadie sueña con ingresar en ese selecto grupo del 2 por ciento de nuestra población que termina estudios universitarios. Y faltándonos las cosas básicas como comida o agua potable, o techo, o inmunizaciones a temprana edad contra enfermedades que en el Norte ya han sido derrotadas, mucho menos nos preocupa poder tener otros beneficios de la civilización como teléfono, automóvil, aire acondicionado o mil productos más que vemos a la distancia -y que, de todos modos, nos los ofrecen hasta el hartazgo diciéndonos que con todo eso se consigue la felicidad-. Utilizar internet en la tan cacareada ‘sociedad de la información’ es un privilegio que ni se nos ocurre en el Sur, siendo que apenas un 1 por ciento de nosotros está en condiciones de hacerlo.

Ser del Sur es una maldición. Sí, sí… así como oyen, con todas sus letras: ¡una maldición! ¿Cómo entender, si no, que por el solo hecho de nacer, un ciudadano del Sur -bueno, un bebé, que no sé si ya lo podemos considerar ciudadano- ya está debiendo 5.000 dólares a los bancos del Norte? ¿Alguien puede explicar eso? Si la consigna del Banco Mundial -supuestamente una organización al servicio de toda la Humanidad- es: ‘Nuestro sueño: un mundo sin pobreza’, ¿cómo resulta posible que sea el encargado de cobrar puntualmente una deuda ficticia, infame, inmoral, contraída en condiciones denigrantes y que nos condena a la postración desde el momento mismo en que venimos al mundo? ¿A algún deudor del Sur le sirvieron de algo esos 5.000 dólares?

Podrán decir, quizá, que hablo con resentimiento. No es así. Hablo con mucha cólera, muchísima. ¡Y no lo oculto! Digo todo esto profundamente enojado, pero no con resentimiento. Sé que en el Norte también hay blancos pobres. Y muchos. Sé que no toda esa población nos desprecia y se aprovecha de nosotros. O, en todo caso, entiendo que si la conciencia generalizada allá es racista y la gran mayoría de la gente mira con desdén a quienes no usamos una tarjeta de crédito o saco y corbata, por lo que nos siguen tratando de ‘incivilizados’, ello tiene una historia. La explotación no se da sólo hacia los pobres y no-blancos del Sur. También en el Norte hay explotación, injusticias, exclusión; y si el ciudadano medio de estas sociedades opulentas lo único que considera y le importa de verdad es tener la refrigeradora llena de comida, el automóvil en la puerta de su casa y un aparato de televisión para distraerse (¿no es eso también una tremenda forma de pobreza humana?), entiendo que todo eso tiene una explicación. Si durante siglos se les dijo que ‘ellos’ eran la avanzada del planeta -y gracias a nuestro trabajo, como esclavos en muchos casos, y a los recursos que nos robaron y siguen robando en cantidades monumentales, su calidad de vida ha sido superior a la nuestra este último tiempo- es totalmente comprensible que se terminen creyendo la historia de la ‘superioridad’. Pero insisto: no hablo desde un sentimiento. Lo que digo son puras verdades. Yo no odio a los blancos; en todo caso me rebelo contra la discriminación, contra la injusticia. Y los ciudadanos del Sur, lamentablemente, sabemos demasiado de esto porque lo sufrimos a diario.

También dentro del Sur mismo se dan injusticias, por supuesto. No debemos quedarnos con la idea que los blancos del Norte son ‘malos’ por naturaleza y el Sur es un paraíso de ‘buenos salvajes’ arruinados por la civilización de los blancos. Eso sería absolutamente injusto; y además: una estupidez. En nuestras tierras, desde que hay historia registrada, se sucedieron imperios, guerras, conquistas, sistemas esclavistas, sacrificios humanos, hambrunas provocadas, injusticias. Eso no es nuevo ni es invento del Norte. Pero ahora, en estos últimos siglos, dado la tecnología que en esa parte del mundo se logró desarrollar, las diferencias se hicieron tan odiosas, tan oprobiosas que no podemos menos de levantar la voz ante ello con toda la fuerza. Por ejemplo: los ‘desarrollados’ del Norte disponen hoy de una cantidad de armamento nuclear tan grande que, de hacerse explotar en su totalidad, borraría toda forma de vida sobre la superficie de nuestro planeta produciendo una onda expansiva tan fenomenal que llegaría hasta la órbita de Plutón. Pero esta supuesta proeza técnica no impide que cada siete segundos muera de hambre alguien en el Sur. ¿Les parece que no es motivo suficiente para estar hondamente encolerizado?

También en el Sur, decía, hay injusticias. Y algunos de los nuestros, algunos negros, o ‘chinitos’ como llaman en el Norte a cualquier oriental, o algunos indígenas…es decir: algunos de los no-blancos que viven en nuestras sufridas sociedades también son unos explotadores de sus mismos hermanos. Muchos de estos ‘primitivos ilustrados’ han estudiado en el Norte y se sienten más norteños y blancos que un oriundo de allá. Pero no debemos olvidar que es el Norte el que concentra la mayor parte de la riqueza y del poder del mundo. Permítanme decirles que el patrimonio de las 358 personas cuyos activos sobrepasan los 1.000 millones de dólares -pequeño grupito que puede caber en un moderno avión Boeing 747- supera el ingreso anual combinado de países en los que vive el 45 por ciento de la población mundial, por supuesto, toda del Sur. ¿Hay derecho para eso? Ah, y obviamente ese grupito está integrado básicamente por blancos del Norte.

Como es tan grande esa dominación, esa imposición, como el Norte ha tomado tal supremacía sobre nosotros, sobre nuestros pueblos, sobre nuestras vidas, y también ¡sobre nuestras mentes!, por todo ello es que muchos en el Sur no vemos otra escapatoria a nuestra situación que imitar al Norte. Nos han hecho creer de tal modo que somos unos ‘bárbaros primitivos’ que finalmente muchos de nosotros lo terminaron aceptando. ¡Y hasta se imita al amo del Norte sin pensar lo que eso significa! ¿Cuántos de nosotros no se tiñen el cabello de color rubio, por ejemplo? Aclaro que jamás he visto un blanco disfrazándose de negro, de indio, de oriental, ni tiñéndose el cabello de color castaño. Nosotros, a lo sumo, somos ‘exóticos’; si se toma algo de nuestras culturas es sólo en forma descontextualizada, fragmentaria. Con buena suerte, es un agregado circunstancial a la ‘civilización desarrollada’. ¿Pero cómo es posible llegar a ese grado de hipocresía? El discurso dominante del Norte se considera a sí mismo -y por otro lado, nos lo impone a la fuerza- como ‘el’ discurso de la verdad. En todo: en lo económico, en lo político, en lo cultural. ¿Cómo la organización que se ocupa de la cultura a nivel planetario, la UNESCO, podría tener como símbolo genérico de identificación un templo del imperio griego que floreció en el Mediterráneo dos milenios y medio atrás sentando las bases de la modernidad europea si no fuera por un absoluto prejuicio blanco? ¿Esa es ‘la cultura’? Y una pagoda china, o un bohío africano, o una pirámide maya, ¿son cosas ‘incivilizadas’ entonces? ¿Por qué y hasta cuándo vamos a seguir con el prejuicio que el Norte vale más que el Sur? En general, desde las sociedades dominantes, hay un desprecio por lo del Sur… ¡siendo que aquí florecieron las grandes culturas de la Humanidad! ¿Somos acaso unos ‘incivilizados’ los que nos vestimos de otra manera que los del Norte, los que tenemos otras costumbres, los que profesamos otras religiones? El primer ser humano, estimado lector, fue negro, ¡no lo olvidemos nunca!

¿Con qué derecho -o con qué cuestionable arrogancia- pueden tratarnos de sub-desarrollados quienes nos diezmaron, quienes llevaron el planeta al borde de una catástrofe ambiental, quienes pusieron en marcha un modelo de vida que valora por sobre todas las cosas la propiedad privada y considera que la tierra, el agua, el aire que respiramos o las plantas y los animales de los que nos valemos pueden tener dueño? ¿Ese es el modelo de ‘civilización avanzada’ que debemos seguir? La inconmensurable mayoría de población del Sur no consume locamente provocando daños a la naturaleza, pero es quien más sufre los efectos de esa catástrofe civilizatoria a través de la falta de agua, las hambrunas, los desastres naturales. Permítaseme este ejemplo: mucha población de las riberas de varios mares del Sur tendrá que abandonar sus actuales lugares de habitación en un par de décadas porque las aguas crecen sin detenerse producto del derretimiento de los polos; y ello debido a la contaminación ambiental enfermiza que se sufre, siendo que los damnificados prácticamente no han vertido un gramo de agentes contaminantes. ¿Quiénes son los primitivos, los atrasados y bárbaros?

Querido lector: ¿no ha llegado ya la hora de cambiar todo esto?

Un ciudadano del Sur.

* Argenpress
* http://www.argenpress.info/nota.asp?num=051995&Parte=0

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Carlos Montemayor: La democratización de Pemex

Por más que tratemos de evitarlo, por menos literario que procuremos hacer el análisis de nuestra vida social, el realismo mágico se filtra por las grandes fisuras de los discursos de viejos y nuevos políticos y por las cuarteaduras cada vez mayores de los desvencijados muros de nuestra economía nacional. La conversión del color negro en color blanco es sorprendente en México: tan fácil como convertir, en la gastronomía popular, un gato en liebre o, en la música popular, un gavilán en paloma.

En efecto, hay que recibir con buen humor, con cierta imaginación literaria, acaso como un homenaje involuntario a Gabriel García Márquez, los acontecimientos de nuestros días. Porque ahora, al proceso de convertir los ingresos públicos en ganancias privadas y las deudas empresariales en deuda pública varios de nuestros políticos lo quieren llamar “democratización”, cosas del realismo mágico que no hubiera imaginado nunca el viejo Aristóteles. Algunos de nuestros políticos tienen la peregrina idea o la ocurrencia exótica de que todos los mexicanos padecemos la insuficiencia cerebral necesaria para confundir al lobo con el cordero y a Dios con el diablo.

Durante una ceremonia de homenaje a los atenienses caídos en la guerra, Pericles explicó que: “… nuestro gobierno se llama democracia, porque la administración de la república no pertenece ni está en pocos sino en muchos”. En otro discurso, también registrado por Tucídides, Pericles agregó otro rasgo: “En cuanto a lo que al bien público toca, pienso que es mucho mejor para los ciudadanos que toda la república esté en buen estado, que no que a cada cual en particular le vaya bien y que toda la ciudad se pierda. Porque si la patria es destruida, el que tiene bienes en particular también queda destruido con ella como los otros. Por el contrario, si a alguno le va mal privadamente, se salva cuando la patria en común está próspera y bien afortunada.”

Aristóteles nos provee de otra aclaración importante para matizar las cosas en aquellos tiempos. En un pasaje no siempre comentado de su Política (Libro IV, 1290b) propone lo siguiente: “Debe decirse más bien que hay democracia cuando son los libres los que tienen la soberanía y oligarquía cuando la tienen los ricos; pero da la coincidencia de que los primeros constituyen la mayoría y los segundos son pocos, pues libres son muchos, pero ricos son pocos… El régimen es una democracia cuando los libres y pobres, siendo los más, ejercen la soberanía, y una oligarquía cuando la ejercen los ricos y nobles, siendo pocos.”

Esta reducción a dos formas de gobierno se antoja más práctica que los matices de la división tripartita, porque refleja dos condiciones categóricas: la movilidad social misma entre ricos y pobres en la alternancia del poder y las condiciones sociales que producen un mayor número de pobres y un menor número de ricos. Esto es, el registro de una “más amplia” o “más reducida” distribución de la riqueza. En nuestro tiempo, cuando todo quiere explicarse por medio de análisis macroeconómicos, la prosperidad de los pocos o de las elites financieras se confunde con la riqueza de la República; no es así. La pobreza extrema de millones de habitantes no puede solucionarse con la riqueza de una elite.

La costumbre de emplear a fondo el realismo mágico en el lenguaje de las políticas económicas comenzó con el ex presidente Carlos Salinas de Gortari. Recientemente, en las páginas de La Jornada, Carlos Fernández-Vega recordó que el 2 de mayo de 1990, cuando se anunció la reprivatización bancaria, Salinas la justificó diciendo que había que “democratizar el capital financiero”. Fernández-Vega apuntó que, en los hechos, “el número de accionistas, en el mejor de los casos, no pasó de un par de centenas (0.0002 por ciento de la población de entonces). Lo único que sí se democratizó fue el voluminoso costo del rescate bancario”. Uno de los resultados de esa democratización es que la banca ya no es mexicana.

Difícil creer que el “poder del pueblo” equivale a la desmedida codicia de las elites. Decir que es un proceso de democratización que el lobo se coma los bienes de los corderos es una broma de mal gusto. No digo que debamos tomar las cosas siempre con seriedad. Pero tengamos, al menos, un poco de respeto con el buen humor. Hay límites incluso para las bromas: se requiere decencia, como las “buenas familias” han argumentado siempre.

Convertir ingresos públicos en ganancias privadas de una elite no es democratizar Pemex, sino una capitulación del Estado, una cancelación de responsabilidades públicas, un retroceso nacional. ¿Qué más nos falta ver y vivir en México? Estamos, como diría García Márquez, ante la crónica o historia de un nuevo robo a la nación ya anunciado.

Suele decirse que el político es un hombre de acción y el escritor un hombre de imaginación. Sin embargo, la mayor parte de la actividad del político tiende a imaginar una peculiar reconstrucción de la realidad que justifique las actividades de represión, reorganización, competencia o justicia social que se propone un grupo en el poder en un momento dado. De tal manera que el ejercicio político no es puramente la acción, también la ficción, y muchas veces con un sentido más peligroso que el literario. Es la ficción que da origen a la “versión oficial de la realidad”.

No niego la importancia de la imaginación, por supuesto. Sí, pero ahora los políticos mexicanos abusan y creen que pueden transformarse en ilusionistas. ¿Lo permitirá el país? ¿Da México para eso y más? Qué ganas de imitar a nuestros vecinos distantes y pedir que “Dios bendiga a los Estados Unidos Mexicanos”.

* La Jornada
* http://www.jornada.unam.mx/2008/02/07/index.php?section=opinion&article=021a2pol

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Pedro Pardo: Represión a normalista en Guerrero, México

DENUNCIA!!!!!
La Jornada. Foto Pedro Pardo
La PFP desalojó violentamente a estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa que tomaron la caseta de cobro de la Autopista del Sol en La Venta, a la entrada de Acapulco, para exigir más plazas de maestros. Los agentes detuvieron a 56 jóvenes –que además cerraron el acceso a esa vía– y los trasladaron a la delegación de la PGR en el puerto. Un normalista que quiso huir fue arrastrado por un autobús, lo que le provocó lesiones severas. A su vez, tres fotógrafos de medios locales fueron golpeados y a uno le rompieron la cámara

* La Jornada de Guerrero
* http://www.jornada.unam.mx/2007/12/01/index.php

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Magdalena Gómez: Los caminos inciertos del derecho indígena

La reciente aprobación de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas encuentra en México un escenario poco propicio para alcanzar justiciabilidad en el orden interno. Varios factores inciden: en primer lugar, la postura de la clase política que hegemoniza en el Congreso de la Unión: nos referimos a la dupla PRIAN, mientras el PRD no logra remontar de manera unánime el impacto de la postura que asumió su fracción en el Senado en 2001. Por otra parte, las organizaciones vinculadas al Congreso Nacional Indígena tienen fundada desconfianza en la posibilidad de que se modifique la contrarreforma que dio al traste con el proceso de diálogo entre el EZLN y el gobierno federal, desvirtuando el contenido de los acuerdos de San Andrés.

En el primer caso, un indicador del escaso o nulo interés en los pueblos indígenas es la agenda de la reforma del Estado, en la que brilla por su ausencia la reflexión y propuesta en esta materia. Sus prioridades son más bien endogámicas y responden a la necesidad de revisar sus reglas de juego sin consideración siquiera a la apertura de espacios de democracia participativa. En el caso de quien ocupa el Ejecutivo no se le ven las mínimas señales de voluntad para asumir en serio la implicación del contenido de la Declaración; basta ver la orientación regresiva de la actual política indigenista.

En correspondencia con esta realidad, en el reciente Encuentro de Pueblos Indígenas de América, realizado en Vícam, Sonora, sencillamente no se destacó la demanda por el reconocimiento de derechos y la aplicación de la Declaración de la ONU. El movimiento está en otra dinámica.

Si a ello sumamos que la naturaleza jurídica de la Declaración deja su aplicación a expensas de la voluntad política de los estados, nos encontramos con un panorama frágil, por decir lo menos. Llamó la atención que el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, en el comunicado oficial del pasado 13 de septiembre señaló que, aunque la declaración no es jurídicamente vinculante, supone un instrumento legal internacional que ayudará a proteger a los indígenas contra la discriminación y marginación, y subrayó: “La declaración será vinculante para los gobiernos si promulgan leyes nacionales para reconocer el documento”. Hasta hoy el único Estado que ha hecho eco de la recomendación es la República de Bolivia, que ya convirtió en ley la Declaración universal de derechos de los pueblos indígenas.

Pese a la situación descrita, hay inquietud en algunos sectores por conocer cuáles serían los espacios posibles de impacto de la declaración. Por ello es importante que se conozca su contenido, se analice el contraste del mismo frente a lo que hoy establece la Constitución General en nuestro país, en particular que se tome en cuenta que uno de los derechos claves en el documento internacional es el relativo a la libre determinación y a la autonomía para disponer de sus territorios y recursos naturales, señalando que se refiere a los que “tradicionalmente han poseído u ocupado”; también se refiere a la necesidad de contar con el consentimiento libre e informado antes de que el Estado realice algún proyecto, incluye dentro del patrimonio de los pueblos indígenas los recursos genéticos, etcétera. Como vemos, hay un claro antagonismo con la lógica privatizadora dominante.

Por lo demás, de regularse en nuestro país tendría que ser en la Constitución General, ya que la materia es de competencia federal. Este punto es importante porque en algunas entidades se está promoviendo legislación en el contexto de la Declaración de la ONU y habría que estar muy claros de que los márgenes de regulación a ese nivel son muy estrechos.

Por otra parte, habría que considerar el impacto político de sepultar definitivamente la aspiración de que se derogue la contrarreforma indígena de 2001, si se entra al juego de reformitas locales marginales que en última instancia irían en concordancia con el vaciamiento de los acuerdos de San Andrés que se realizó en el texto actual del artículo segundo constitucional. Si bien formalmente la Declaración da respaldo para que se amplíe el marco de derechos a los pueblos indígenas y se vaya más allá incluso de lo pactado entre el EZLN y el gobierno federal en 1996, no podemos engañarnos sobre la fuerza política que se requiere para lograr tal objetivo.

Por ejemplo, hoy se cuenta con el reconocimiento parcial de algunos de los derechos de los pueblos indígenas, pero ni siquiera esos precarios derechos se han cumplido. Es el caso del derecho al traductor e intérprete: en 20 años no se ha logrado concretar un programa nacional de formación y profesionalización de traductores en lenguas indígenas. De estas realidades lamentables hablamos, más allá del voluntarismo discursivo y formalista.

* La Jornada
* http://www.jornada.unam.mx/2007/11/06/index.php?section=opinion&article=020a2pol

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