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Jesús Aranda: Rechazan 10 ministros parte del proyecto antiaborto de Aguirre

La despenalización del aborto hasta la semana 12 de gestación “no infringe ninguna regla ni valor de la Constitución”, por lo que me pronuncio por la validez de la reformas al Código Penal y a la Ley de Salud del Distrito Federal, aseveró el ministro José de Jesús Gudiño Pelayo, quien precisó que la Carta Magna no considera “valores absolutos” y que el régimen constitucional exige “conciliar valores que no necesariamente son compatibles”.

Al igual que Genaro Góngora Pimentel, Gudiño rechazó el proyecto que pretende penalizar la interrupción del embarazo, además puso como ejemplo el conflicto entre la libertad de la mujer sobre su cuerpo y el valor de la vida del concebido. En el caso del Distrito Federal, dijo, la Asamblea Legislativa (ALDF) se inclinó porque la mujer decida hasta las 12 semanas de gestación y, a partir de ahí, la ley protege al producto de la concepción.

Por la mañana, el ministro instructor Sergio Salvador Aguirre Anguiano ya había sufrido su primer derrota, cuando 10 de sus compañeros rechazaron parte de su proyecto y consideraron que la Asamblea Legislativa sí tiene facultades para legislar en materia penal y de salud.

Hubo consenso en que las autoridades capitalinas no violaron la Constitución al despenalizar el aborto bajo ciertas condiciones –quedó para después la discusión respecto a si dicha despenalización se apegó o no a la Carta Magna– y que fueron legales las medidas adoptadas por el gobierno local para garantizar el acceso a los servicios públicos de salud a las mujeres que deseen abortar.

Esta decisión mayoritaria, que para muchos presentes fue el anticipo de que el pleno validará la reforma capitalina con al menos seis votos, molestó a Aguirre, quien lamentó que el documento en el que sustentaba que la ALDF había invadido la competencia del Congreso de la Unión hubiera sido “zarandeado” por el pleno.

En su intento por descalificar las argumentaciones de sus compañeros, dijo alzando la voz: “la señora ministra Góngora Pimentel, ¡perdón!, la señora Olga Sánchez Cordero nos dice…”, y remató diciendo que retiraba su documento para que no fuera incluido en el dictamen, a lo que se opuso tajante el ministro presidente Guillermo Ortiz Mayagoitia, quien después tomó la votación, que fue unánime en contra del texto de Aguirre.

“Finalmente logré la unanimidad”, dijo irónico el ministro instructor, a quien le fue negada la posibilidad de que en el resto de las sesiones conteste a cada uno de los ministros que hablen en contra de su proyecto. El ministro presidente determinó que hablará, pero hasta que termine la primera ronda de ministros.

En la sesión vespertina del pleno de la Corte se inició la discusión del tema de fondo de la acción de inconstitucionalidad que presentaron la Procuraduría General de la República (PGR) y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) en contra de las reformas al Código Penal y a la Ley de Salud del Distrito Federal, en donde Góngora y Gudiño reivindicaron también el pleno derecho de la mujer sobre su cuerpo y rechazaron abiertamente la pretensión de que el Estado imponga por ley la maternidad, como lo plantea el proyecto de dictamen que está a discusión.

“No encuentro en la Constitución nada que garantice el derecho a la vida y mucho menos que tenga que defenderse por la vía penal”, subrayó Góngora.

Ambos rechazaron el planteamiento del proyecto respecto a que la Constitución consagra el derecho a la vida y que exista una protección constitucional al producto desde la concepción sin restricciones ni limitaciones.

Góngora abundó que la penalización del aborto voluntario atenta contra los derechos a la salud, sexuales y reproductivos de la mujer y que “culminar el embarazo bajo amenaza de pena criminal” es discriminatorio, porque “la mujer que decida no ser madre es delincuente”, además de que no respeta “el momento biológico y físico cuando se sienta lista para disfrutar del ejercicio de la maternidad”.

El embarazo forzado “implica una forma de esclavitud, porque impone a la mujer un periodo de gestación en contra de su voluntad”; se discrimina a la mujer en razón de su condición social, porque los problemas de salud que generan los abortos inseguros tienen más impacto en las mujeres pobres.

Subrayó que el proyecto de Aguirre es “sesgado”, porque no incluyó una perspectiva de género en donde se tomen en cuenta los derechos reproductivos y sexuales de la mujer. En este contexto, puso como ejemplo la violación de derechos humanos en el caso la niña Paulina, a quien el gobierno de Baja California le impidió abortar, pese a que el embarazo fue producto de una violación.

Dijo que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos conoció el asunto y recomendó al gobierno mexicano adoptar las medidas necesarias para garantizar el derecho a la interrupción del embarazo cuando esté permitido.

La discusión continuará este miércoles en doble sesión.

http://www.jornada.unam.mx/2008/08/27/index.php?section=capital&article=039n1cap

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José Antonio Román: El pudor, antídoto contra la agresión sexual: clero

Para evitar que las jovencitas sufran una agresión sexual, la arquidiócesis primada de México sugirió recuperar “el pudor de antaño”, es decir, evitar la ropa provocativa, cuidar las miradas y los gestos en público, no quedarse con un hombre a solas, aunque sea familiar o conocido, no aceptar “chistes picantes” y buscar ayuda ante sospechas de una “mala intención”.

En una ficha informativa que sirve de preparación para el Encuentro Mundial de las Familias, que se realizará en enero de 2009 en nuestro país, la Iglesia católica local advirtió que “cuando exhibimos nuestro cuerpo sin recato, sin pudor, lo prostituimos, porque provocamos en los demás sentimientos hacia nosotros a los que no tienen derecho, a no ser que deseemos ser propiedad pública, es decir, que nos prostituyamos aunque sea mentalmente. Eso es la pornografía: una prostitución mental”.

Elaborada por el canónigo metropolitano Sergio Román del Real, la ficha que aborda el tema del “pudor” lamenta que este valor, que regularmente se aprende en el seno familiar, se encuentre deteriorado o francamente no exista.

Hoy, agrega, las jóvenes se visten con minifaldas, ombligueras, mallones y bikinis, “mostrando su cuerpo como si fuera la cosa más natural, y casi sin ropa permiten dudar que exista el pudor”, dice el texto, reproducido por varios medios de la arquidiócesis de México.

En la ficha, el canónigo Román del Real hace una comparación costumbrista de varias generaciones y al final emite una serie de sugerencias a las jóvenes que profesan la religión católica, “para evitar que su forma de vestir sea un pretexto para ser intimidadas, violentadas y atacadas sexualmente en una ciudad en donde la violencia de género forma parte de la vida cotidiana, como se puede constatar en cualquier periódico, en estadísticas oficiales y en la estructuración de campañas gubernamentales contra el abuso sexual”.

En una aclaración, el clero señala que al hacer esta apreciación no está en contra de la moda en el vestido; “el recato no está reñido con el buen gusto y hasta con esa cierta coquetería que es esencial en la mujer”. Dice que la Iglesia está consciente que el cuerpo humano es naturalmente bello, “es obra de Dios y, a nuestros ojos, es la más perfecta de las obras”. Precisa que el pudor no es la vergüenza de mostrar un cuerpo feo o antiestético, sino que es “el recato con el que se guarda lo sagrado, lo que es expresión de un verdadero amor”.

Inclusive, en la ficha se aclara que en la búsqueda de la procreación, el ser humano lo hace dentro de un digno sentimiento de amor. “No se trata de procrear con cualquiera y en cualquier momento, sino de encontrar con quién formar una familia en la que se atienda y acompañe a los hijos. Y esa persona es única y debe amarse para siempre. Por eso el apareamiento, simplemente por placer, nos animaliza.

“El pudor es reservar para el ser amado esos incentivos sensitivos y placenteros que llevan a tener hijos. El amor convierte el cuerpo humano en sagrado, en dádiva exclusiva para el ser amado”, explica.

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Hermann Bellinghausen: Un centímetro más allá

“Ni que fuera para tanto”. “Hombre, qué tanto es tantito”. La agresión sexual contra mujeres y menores habrá quien diga que es inevitable, parte de la condición humana. O que existen problemas más importantes, luchas más heroicas y urgentes que combatir los hábitos de agresión machista (siempre humillante, predadora, impune).

En este periodo nacional en que predominan la crueldad, la corrupción y el desprecio a la vida humana (convertidos en los bien remunerados oficios de secuestrador y sicario), la violencia sexual dejó ya una cicatriz en la fama de México, y una herida abierta. Sí, se acabaron el desdén, el ninguneo, la ironía, la negación para las muertas de Ciudad Juárez (¿habrá que sumarles a la niña de 12 años asesinada la semana anterior pues, junto con dos amigas de la misma edad que sobrevivieron, fue usada como parapeto de una banda de delincuentes en balacera con otra?). Todas ellas son un síntoma, una tragedia colectiva, un aviso.

Menor respeto han merecido del gran público, los grandes medios y las grandes autoridades los asesinatos de tres mujeres nahuas en Zongolica, mayores de edad o ancianas. Sus cuerpos aparecieron con huellas de abuso sexual. Ni el presidente de la República, ni su ombudsman, ni las fuerzas armadas admiten que esas cosas ocurren. Columnistas hay que hasta hacen chistes. Ocupando tan sólo un pedacito de la boyante nota roja, las mujeres mueren por ser mujeres.

El hostigamiento contra ellas, la violación y el abuso son pluriclasistas y no respetan ideologías. El gobierno de Jalisco, histérica y etílicamente católico, solapa a sus autoridades ¡de justicia!, descubiertas in fraganti teniendo sexo con menores “contratadas” para animar sus fiestas. El mandatario de Puebla pasó a la historia con sus dos botellas de coñac bien cogidas, y ahora imparte conferencias motivacionales a sus correligionarios sobre cómo manejar dichas “crisis” atizadas por la oposición y cómo limpiar la imagen con dádivas al pobrerío y la prensa leal. Ahora la represión es más sexista que nunca: Guadalajara, Atenco, Oaxaca.

Pero en todas partes sopla el aire. ¿Quién arrojará la primera piedra? Recientemente, organismos civiles y colectivos de San Cristóbal de las Casas han denunciado la presencia de varones agresores en sus propias filas: cuates, colegas, compañeros de lucha por las buenas causas. Un verdadero acontecimiento, una conmoción, y la aceptación de que no son los únicos casos, ni los primeros.

Ataques de género se suceden en escuelas, cárceles, sacristías, centros de trabajo, hogares y gendarmerías de todo el país. Cuántas veces nadie dice nada. La agresión es “normal”, casera, con frecuencia intrafamiliar, negada por victimarios, víctimas y elusivos testigos (esas madres que “no vieron” al padre, padrastro o tío metiéndose con la hija, y que se llevan la negación a la tumba). Nunca faltan compadres propasados, amigotes del hermano, maestros, entrenadores, confesores, guardianes de la ley. Ni esas muchachas deprimidas hasta la inanición que se blindan contra las emociones y callan en ausencia de ternura y comprensión.

“Así son los hombres”. Incontinentes ¿por naturaleza? Con tantito poder, a cuántos aqueja el síndrome Bill Clinton. La opinión de la mujer carece de importancia para los varones en sus escarceos. Ya no digamos cuando el hombre trae intención de abuso a-como-dé-lugar, para probar que sí es macho y porque puede, puede. Pasa hasta en las mejores familias. En el primer mundo y en todos los demás.

Lo que está sucediendo en el ámbito progresista de San Cristóbal puede enrarecer el ambiente. O bien volverse un fenómeno liberador y de gran valor educativo. No falta quien vea en las denuncias y movilizaciones de ONG y grupos feministas revanchismo, ánimos de linchamiento, “exageraciones”. ¿Y si sí, qué? Estos no parecen ser el motivo de fondo, sino romper el silencio, como dicen ellas en una carta pública a los hombres.

“También es una violencia que, después de sufrir una agresión, tenemos que demostrarla y convencer a la gente de lo que nos ha pasado, y aún así hay gente que no nos cree. Ignorar, no querer ver, no tomar posición y hasta aliarse con un agresor es pactar con la violencia. Es no considerar nuestra lucha por ser dueñas de nuestros cuerpos como una lucha tan importante como las otras en las que estamos.”

Un agresor es un agresor. No entiende (ni lo cree necesario) que “un no siempre significa no”, inclusive en el matrimonio. Hasta la mujer más desinhibida, tolerante o imprudente tiene derecho a decidir qué, cuándo y hasta dónde. Un centímetro más allá, todo es violencia.

* La Jornada

* http://www.jornada.unam.mx/2008/06/16/index.php?section=opinion&article=a12a1cul

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