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Desde la Fe: ¿Cuál es la posición del Arzobispo de México?

De nueva cuenta el Sr. Cardenal Norberto Rivera Carrera ha sido difamado y calumniado por su presunta indiferencia ante los casos de pederastia. Sin embargo, tal como lo consta en la edición 501 de este semanario, la preocupación del Arzobispo de México la manifestó al Pueblo de Dios durante un mensaje en el que condena todo acto de abuso sexual de menores. A continuación reproducimos parte de ese mensaje:

Uno

La Iglesia de Jesucristo que se sabe santa por la gracia de su Señor, es a la vez profundamente consciente de su pecado y de su miseria, de su infidelidad a Dios y de su falta de testimonio ante el mundo, que con razón la cuestiona y le exige coherencia y sinceridad.

Esta conciencia es la que constantemente nos hace voltear la mirada al Señor crucificado para pedir perdón, pero sabemos que ese perdón está condicionado a perdonar nosotros también a los que nos ofenden y pedir perdón a quienes hemos dañado.

Dos

En su mensaje al pueblo de Dios el Cardenal Rivera mencionó: “Como Arzobispo Primado de México quiero expresar públicamente mi dolor, solidaridad y preocupación pastoral por aquellos niños y niñas que han sido víctimas de abuso por parte de sacerdotes criminales que, con esos actos tan deleznables y condenables, han causado enorme daño, dolor, tristeza e indignación en sus inocentes víctimas.

“Siempre he condenado esos terribles actos inmorales y he pedido al Pueblo de Dios que si sabe de estos crímenes, tengan el valor y la responsabilidad de denunciarlos tanto a las autoridades civiles como eclesiásticas”.

Tres

El Arzobispo confesó que “Como Pastor que tiene el deber de velar por sus fieles y ahuyentar a los lobos del rebaño, con mi autoridad episcopal he condenado públicamente los actos de pederastia y he advertido a mis sacerdotes aquí, delante del Pueblo de Dios, que si alguno de ellos comete estos abominables actos, es denunciado y probado el delito, ni un servidor ni la Arquidiócesis de México defenderán o tolerarán al delincuente, antes bien, dejarán que la autoridad civil o eclesial, actúe con todo el rigor de la ley y pague en consecuencia por sus crímenes”.

Cuatro

Por desgracia, según serios estudios, la mayor parte de los delitos de abuso sexual se dan dentro del seno familiar y sólo un porcentaje menor en ámbitos externos, como son la Iglesia o la escuela. Las autoridades tienen el deber impostergable de realizar programas preventivos que ayuden a evitar esos lamentables y destructivos sucesos y a combatir con toda fuerza del Estado las redes criminales de explotación y prostitución infantil.

Desde la Fe

http://www.desdelafe.com.mx/index.php?option=com_content&task=view&id=912&Itemid=35

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José Antonio Román: El pudor, antídoto contra la agresión sexual: clero

Para evitar que las jovencitas sufran una agresión sexual, la arquidiócesis primada de México sugirió recuperar “el pudor de antaño”, es decir, evitar la ropa provocativa, cuidar las miradas y los gestos en público, no quedarse con un hombre a solas, aunque sea familiar o conocido, no aceptar “chistes picantes” y buscar ayuda ante sospechas de una “mala intención”.

En una ficha informativa que sirve de preparación para el Encuentro Mundial de las Familias, que se realizará en enero de 2009 en nuestro país, la Iglesia católica local advirtió que “cuando exhibimos nuestro cuerpo sin recato, sin pudor, lo prostituimos, porque provocamos en los demás sentimientos hacia nosotros a los que no tienen derecho, a no ser que deseemos ser propiedad pública, es decir, que nos prostituyamos aunque sea mentalmente. Eso es la pornografía: una prostitución mental”.

Elaborada por el canónigo metropolitano Sergio Román del Real, la ficha que aborda el tema del “pudor” lamenta que este valor, que regularmente se aprende en el seno familiar, se encuentre deteriorado o francamente no exista.

Hoy, agrega, las jóvenes se visten con minifaldas, ombligueras, mallones y bikinis, “mostrando su cuerpo como si fuera la cosa más natural, y casi sin ropa permiten dudar que exista el pudor”, dice el texto, reproducido por varios medios de la arquidiócesis de México.

En la ficha, el canónigo Román del Real hace una comparación costumbrista de varias generaciones y al final emite una serie de sugerencias a las jóvenes que profesan la religión católica, “para evitar que su forma de vestir sea un pretexto para ser intimidadas, violentadas y atacadas sexualmente en una ciudad en donde la violencia de género forma parte de la vida cotidiana, como se puede constatar en cualquier periódico, en estadísticas oficiales y en la estructuración de campañas gubernamentales contra el abuso sexual”.

En una aclaración, el clero señala que al hacer esta apreciación no está en contra de la moda en el vestido; “el recato no está reñido con el buen gusto y hasta con esa cierta coquetería que es esencial en la mujer”. Dice que la Iglesia está consciente que el cuerpo humano es naturalmente bello, “es obra de Dios y, a nuestros ojos, es la más perfecta de las obras”. Precisa que el pudor no es la vergüenza de mostrar un cuerpo feo o antiestético, sino que es “el recato con el que se guarda lo sagrado, lo que es expresión de un verdadero amor”.

Inclusive, en la ficha se aclara que en la búsqueda de la procreación, el ser humano lo hace dentro de un digno sentimiento de amor. “No se trata de procrear con cualquiera y en cualquier momento, sino de encontrar con quién formar una familia en la que se atienda y acompañe a los hijos. Y esa persona es única y debe amarse para siempre. Por eso el apareamiento, simplemente por placer, nos animaliza.

“El pudor es reservar para el ser amado esos incentivos sensitivos y placenteros que llevan a tener hijos. El amor convierte el cuerpo humano en sagrado, en dádiva exclusiva para el ser amado”, explica.

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Carlos Martínez García: Aquí y allá, clérigos sin sensibilidad

Sus implacables dichos llenan las primeras planas de los diarios, pero contribuyen al creciente vaciamiento de sus templos. Los jerarcas católicos descalifican a su propia feligresía, y al hacerlo la hieren más. No hay ejercicio de comprensión, de acompañamiento, hacia quienes las difíciles condiciones de la vida cotidiana de por sí mantienen lacerados y en permanente estado de marginación.

Con pocos días de diferencia, en España y en México conspicuos clérigos hicieron aseveraciones que culpabilizan a quienes en realidad son víctimas. En la misa dominical, dirigida por el obispo auxiliar de la ciudad de México, Carlos Briseño Archl, en ausencia del titular, Norberto Rivera Carrera, el sustituto dejó plena constancia de que está aprendiendo bien de su maestro y superior. Al respecto vale recordar que Rivera Carrera, en el contexto de un oficio religioso, llamó “prostitutos y prostitutas de la comunicación” a quienes, según él, destruyen el buen nombre y honor de las personas. El cardenal se refería a medios y personajes que dieron cabida a los señalamientos que sobre él se recrudecieron el recién terminado año, en el sentido de que era encubridor de pederastas. En su ya conocido y fulminante estilo hizo descender fuego contra sus críticos, pero nada de diálogo y explicaciones porque él es uno de los llamados “príncipes de la Iglesia”.

En la línea descalificatoria bien marcada por Norberto Rivera, el obispo auxiliar de la arquidiócesis de la ciudad de México, Carlos Briseño, según nota de Alma E. Muñoz, en su homilía “arremetió contra las madres de familia que trabajan. Las acusó de despreciar y ‘minusvalorar’ su papel de amas de casa, así como de abandonar el cuidado de una familia ‘en aras de una vida con más confort y de una realización personal al margen del esposo y los hijos’” (La Jornada, 31/12/07). Fue más allá, “el prelado utilizó la figura del emperador romano Herodes para criticar a este grupo de mujeres y a los jóvenes, por considerar que influyen en la desintegración familiar”.

Un hecho complejo, las mujeres que por distintas circunstancias trabajan, es presentado por el obispo de una manera simplista y grosera. El símil utilizado, el de Herodes, no sólo es exagerado, sino que raya en la injuria hacia las mujeres que laboran fuera de sus casas y que son obligadas a hacerlo por las difíciles circunstancias que cotidianamente confrontan. Circunstancias muy lejanas a las ideales que el clérigo imagina.

Por su parte, en España, el obispo de Tenerife Bernardo Álvarez señaló que en los numerosos casos de pederastia que afectan a miembros de la Iglesia católica “puede haber menores que sí lo consientan y, de hecho, los hay. Hay adolescentes de 13 años que son menores y están perfectamente de acuerdo y, además, deseándolo. Incluso, si te descuidas, te provocan” (nota del corresponsal Armando G. Tejeda, La Jornada, 28/12/07). Consentidas, o no, las relaciones sexuales entre sacerdotes católicos, o ministros de cualquier otro culto religioso, y menores de edad son delitos que de ninguna manera pueden justificarse, y menos con explicaciones endebles como la del obispo español.

El abuso sexual de los clérigos católicos es de tal magnitud que ha afectado gravemente las finanzas de la institución eclesiástica, debido a las millonarias indemnizaciones en dólares pagadas a las víctimas. Pero sus mayores estragos no son financieros, sino que están en el terreno de la merma en la credibilidad de la Iglesia católica, debido a los malabares de todo tipo a que ha recurrido para evitar que cientos, ¿o miles?, de sacerdotes sean encarcelados. En el proceso de evasión de responsabilidades por parte de la burocracia clerical que dirige desde Roma los destinos de la institución, la más lastimada ha sido una amplia parte de la feligresía que comprueba cómo en lugar de hacer salir la verdad de las redes de complicidad que prohíjan la pederastia, se han tendido mantos de tinieblas para solapar a los predadores sexuales de infantes.

En el contexto bosquejado, el de la impune red encubridora, lo manifestado por el obispo de Tenerife –quien presenta a inermes sacerdotes provocados por la lascivia de precoces cazadores de placeres prohibidos– es un acabado ejemplo de barbarie clerical. Estamos ante la cerrazón, que se niega a comprender que debido a sus propios excesos, fallas y estructura vertical, la Iglesia católica se encuentra en franco declive. Pero no hay sensibilidad para avizorar y evaluar los signos internos de la paulatina declinación. En su hermenéutica son siempre los de afuera los responsables, los que asedian a la inmaculada organización eclesiástica. Todo, desde su hermenéutica excluyente, es una asonada de sus adversarios.

Dice el libro veterotestamentario de Eclesiastés, capítulo 3, “que todo tiene su tiempo”. Y el tiempo de lanzar invectivas en todo lugar y contra todos por parte de una jerarquía eclesial insensible ya debe llegar a su fin. Si no por convicción, que los clérigos aquejados de insensibilidad lo hagan por conveniencia, para permanecer y no ser arrasados por el vendaval que merma la cantidad de quienes todavía les escuchan.

* La Jornada
* http://www.jornada.unam.mx/2008/01/02/index.php?section=politica&article=014a1pol

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