Daily Archives: August 20, 2008

García, Carrizales, Flores y Poy: Habrá alta participación en la tercera etapa de la consulta petrolera, prevén

En la tercera etapa de la consulta sobre la reforma de Petróleos Mexicanos (Pemex), que se realizará el próximo 24 de agosto, en Guanajuato votarán unas 25 mil personas, consideró el Partido de la Revolución Democrática (PRD).

El PRD, en coordinación con el Partido del Trabajo (PT) en esa entidad, detalló que se instalarán 500 mesas de votación en 45 municipios –con excepción de Atarjea–, en las plazas públicas y las zonas más concurridas por la población.

Ambos institutos políticos reportaron que el proceso será supervisado por representantes de la organización Alianza Cívica, y en las mesas receptoras colaborarán unas 2 mil personas, entre ciudadanos y militantes de los partidos que integran el Frente Amplio Progresista (FAP).

La tercera etapa de la consulta ciudadana sobre la reforma de Pemex incluye 14 estados, que son: Zacatecas, Baja California, Sonora, Chihuahua, Sinaloa, Durango, Coahuila, Tamaulipas, Aguascalientes, Nuevo León, Jalisco, Querétaro, Guanajuato y Nayarit.

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Alejandro Nadal: Enfrentar la crisis: teoría económica a la deriva

¿Cómo explica la teoría económica la actual crisis de las principales economías capitalistas del mundo? La verdad es que si analizamos la teoría económica que predomina en los bancos centrales y ministerios de Hacienda, veremos que no puede explicarnos la crisis. Es más, para esa teoría, la crisis no debería estar ocurriendo. Para hablar de esto es necesario adentrarnos en el arcano mundo de la teoría económica.

En la década de los 70 se presenta una doble crisis en la teoría económica. En la llamada teoría microeconómica la crisis es terminal: para 1974 ya está demostrado que no existe una base científica para pensar que los mercados asignan los recursos de una sociedad de manera eficiente. Eso debería haber sido suficiente para declarar cerrado el programa de investigación teórica basado en la fe en la bondad del mercado libre. Pero los economistas en el mundo académico prefirieron ignorar los problemas y siguieron torturando a sus estudiantes, enseñándoles la parte sin interés de la teoría de equilibrio general y evitando mencionarles que con esa teoría no se puede demostrar cómo se forman los precios de equilibrio. Desde entonces, vemos salir de las universidades legiones de economistas que creen (injustificadamente) que en alguna parte existe una teoría rigurosa que demuestra que los mercados asignan los recursos de una sociedad de manera eficiente.

En la teoría macroeconómica sucedió algo peor. En la década de los 60 los economistas que se reclamaban de Keynes descubrieron la llamada curva de Phillips y pensaron podían utilizarla para completar y defender el pensamiento de su maestro. Grosso modo, esa curva decía que existía una relación inversa entre desempleo e inflación: cuando aumentaba la inflación, el desempleo disminuía y viceversa. Pero en los años 70 se presentó un episodio de inflación con desempleo. Según el modelo, eso no debería estar pasando.

La estanflación marcó la debacle de esta vertiente del keynesianismo y el auge del pensamiento monetarista. Bajo el liderazgo de Milton Friedman surgió una visión de la economía según la cual “la inflación siempre y en todo lugar es un fenómeno monetario”. De acuerdo con este razonamiento, la variable clave para estabilizar los precios sería la oferta monetaria. Sin un análisis científico serio, Friedman concluyó que ese resultado (controlar la inflación) sería compatible con niveles adecuados de empleo. La base de todo este razonamiento es la fe inquebrantable en la estabilidad de los mercados en una economía capitalista (justo lo contrario de lo que la teoría microeconómica había descubierto para 1974).

En un ensayo publicado en 1968 Friedman concluyó con la idea sorprendente de que para cada nivel de pleno empleo, hay una tasa “natural” de desempleo. Esa tasa natural corresponde a lo que se ha llamado desempleo friccional (determinado por el tiempo que pasan los trabajadores buscando empleo). De aquí se derivó la NAIRU, acrónimo en inglés que corresponde a la tasa de desempleo compatible con una tasa de inflación sin aceleración en el incremento de precios. Todo este edificio teórico servía para justificar que el objetivo único de la política monetaria debía ser el control de la inflación.

Para los 90, economistas como Bob Eisner habían destruido las bases analíticas de la NAIRU. Y en los hechos la tasa de desempleo se redujo una y otra vez, sin que se disparara la inflación. Es más, la oferta monetaria tuvo fuertes variaciones y la inflación no aumentó. Todo eso desmintió brutalmente la creencia central de los monetaristas sobre la relación entre oferta monetaria e inflación.

En cuanto a la inestabilidad en los mercados financieros, la serie de crisis de los años 90 debió por lo menos sacudir la fe de los monetaristas en la estabilidad de los mercados capitalistas y llevarlos a concluir en la necesidad de volver a regular el sector financiero. No fue así. ¿Serán tontos? No, lo que sucede es que las autoridades monetarias viven subordinadas a los intereses del sector financiero.

Hoy observamos que en la Reserva Federal sigue dominando un esquema monetarista. Por eso el problema para la política macroeconómica se define como antes: hay que encontrar el nivel preciso de oferta monetaria para controlar la inflación y mantener el empleo en un nivel adecuado. La Fed se equivoca nuevamente: el origen de la crisis se encuentra en la desregulación financiera y en una política monetaria dedicada a alimentar burbujas especulativas.

Por eso las teorías que dominan en la Fed (y en muchos bancos centrales) no pueden decir nada relevante sobre la crisis: ni sobre sus orígenes, ni sobre la política para enfrentarla. El verdadero problema es que el mercado capitalista es intrínsecamente inestable y la crisis es la forma natural de vida de este sistema económico. En un marco reformista por lo menos habría que acordar que la respuesta de política correcta es la regulación y la intervención pública.

La Jornada

http://www.jornada.unam.mx/2008/08/20/index.php?section=opinion&article=026a1eco

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Arnoldo Kraus: México como secuestro

México, dice la organización no gubernamental IKV Pax Christi, ocupa el primer lugar en el número de secuestros a escala mundial. Terrible noticia, doloroso deshonor. La veracidad de la información es cruda y real. Ha conseguido que voces tan dispares como la de Felipe Calderón y la de Marcelo Ebrard consideren que los secuestros, la violencia y la inseguridad se conviertan en materia urgente dentro de sus obligaciones y prioridades. A ellos se han unido y se unirán muchas figuras públicas de nuestra nación. No es para menos. Mañana nuestros políticos van a Palacio Nacional. Hablarán. Nosotros esperaremos. Seremos, como siempre, los Godot mexicanos.

Se repite, con razón, que la educación, la vivienda y la salud son bienes indispensables y obligaciones del Estado hacia sus ciudadanos. Ahora debe agregarse a ese listado la seguridad como compromiso. A diferencia de las otras cualidades, cuya presencia o ausencia es obvia, la seguridad no era, hasta hace algunos años, tema de discusión cotidiana. Los políticos mentían diciendo que combatirían las muertes por inanición, pero no enlistaban dentro de sus discursos efectistas el combate contra la violencia. Ahora todos van a Palacio Nacional. Hablarán de los secuestros. Nosotros esperaremos. Seremos, no me aburro de repetir, el Godot, de Becket: nunca llega quien debe llegar.

El miedo, la desconfianza hacia los políticos y la policía, la violencia callejera y la presencia de la industria del secuestro han hecho que la seguridad, incluso de los más desprotegidos, ocupe lugar preminente en la conciencia de la vida cotidiana. Secuestro y violencia, no como enfermedad, sino como epidemia, se han adueñado de las primeras páginas de muchos rotativos nacionales e internacionales; se han apoderado de la conciencia del vivir de la ciudadanía mexicana. Conciencia dolorosa que se paga con angustia y con dinero. Conciencia que debería ser inconsciencia. Caminar por las calles con temor es anormal. Caminar con miedo es legado de nuestra clase política.

La angustia se comparte. Los ciudadanos la vivimos por la certeza de la inseguridad y los políticos porque su prestigio se cuestiona. Los gastos también corren por caminos paralelos. Las familias sufren lo indecible hasta lograr acuerdos con los secuestradores mientras que los políticos-policías invierten cifras millonarias, seguramente del erario nacional, para contratar guardaespaldas y comprar armamentos. (Imposible no abrir este paréntesis: he preguntado en muchas ocasiones en qué rubro hacendario quedan inscritos los guardaespaldas que cuidan a los políticos y a los empresarios y nunca he obtenido respuesta. La cifra ahí invertida debe ser elevada. Podría utilizarse, pienso, para cuidar a la ciudadanía.)

El secuestro se ha convertido en epidemia. Las epidemias son contagiosas. La del miedo por ser secuestrado y/o asesinado en la calle, no por atropello o por terremoto, sino por deambular en las calles calderonistas o ebrardistas es nefanda y vigente. Ni siquiera la tradicional inmunidad de nuestra clase política los ha protegido. Sendas declaraciones y vistosos desplegados en los periódicos dan cuenta del contagio.

Calderón, Ebrard y casi todos nuestros políticos están preocupados. Deben haber leído lo que se dice de su nación y de su ciudad en el mundo; les deben haber informado de las esquelas en los periódicos. Esas noticias, lo saben, son sólo la punta del iceberg. Nadie confía en la justicia mexicana. Como signo de inteligencia, es probable que ellos desconfíen tanto de nuestra justicia como el uno desconfía del otro, y como nosotros desconfíamos de ellos. Partiendo de esa premisa podrían sanear un poco las calles y paliar el miedo que nos habita. Partiendo de las descalificaciones que se prodigan deberían criticar lo que hacen y lo que no hacen.

No recuerdo en cuál película –palabras más, palabras menos– dice el hijo del actor principal: “entre los ladrones y la policía confío más en los primeros por su sinceridad”. A ese guión, que transcurre todos los días, en todas las calles, y en todos los tiempos del PRI, del PAN y del PRD agrego que aunado al malestar contra el cuerpo policial camina, imparable, una perturbadora desconfianza hacia la clase política. Como en tantas otras circunstancias, en México la realidad copia y supera la ficción. Gracias a la corrupción, a la impunidad y a los yerros de nuestros presidentes las películas detectivescas de Hollywood son, en México, palmaria realidad.

Hace muchos años escribí un artículo intitulado: “Adiós a la calle”. Repasaba la cruda verdad en la que se había convertido la ciudad de México y lamentaba que muchos niños ya no tenían la oportunidad de hacer de las calles su casa. Esa premonición crece sin coto. Hoy, aunque duele, preocupa distinto la escasa oportunidad de jugar en las calles. Esa preocupación ha sido remplazada por los secuestros y por la violencia.

Mi desconfianza hacia los políticos es nauseabunda, incurable e infinita. Me encantaría equivocarme. Mi esperanza es que las náuseas y la desconfianza que se profesan Calderón, Ebrard y anexas devenga acciones positivas.

La Jornada

http://www.jornada.unam.mx/2008/08/20/index.php?section=opinion&article=023a2pol

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Cobertura Consulta: En Jaliso Yo Decido

http://www.consultajalisco.org/index.html

En esta página podrán encontrar el lugar de las casillas para emitir su opinión sobre la Consulta Energética del próximo domingo 24 de agosto, la página traer todos los municipios en que se llevará a cabo en el Estado de Jalisco.  Haz CLICK AQUI y te llevará a la página de los organizadores de la Consulta Ciudadana en jalisco. Ahí sólo debes seleccionar tu municipio , hacer CLICK en VER  y se abrirá una pantalla  con  el listado de todas las mesas  del municipio, el distrito al cual pertenecen, la ubicación exacta y los responsables de ellas.

NO OLVIDEN LLEVAR SU CREDENCIAL DE ELECTOR IFE!!! SIN ELLA NO PODRAN PARTICIPAR

Consulta Ciudadana en Jalisco

Consulta Ciudadana en Jalisco

Horarios

Cabe señalar, que el próximo domingo 24 de agosto los centros de recepción abrirán de las 8:00 horas a las 18:00 horas, o hasta que el último de los ciudadanos formados termine de opinar.

Para ello, se instalarán centros de recepción ubicados en lugares de mayor afluencia ciudadana, cada uno con más de una mesa receptora de opinión. Los ciudadanos podrán inscribirse para ser funcionarios de estas mesas.

Mi agradecimiento muy especial al Lic. Esteban Garaiz por proporcionarme la dirección

http://www.consultajalisco.org

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Michael Moore: Open Letter to Caroline Kennedy

Dear Caroline,

We’ve never met, so I hope you don’t find this letter too presumptuous or inappropriate. As its contents involve the public’s business, I am sending this to you via the public on the Internet. I knew your brother John. He was a great guy, and I know he would’ve had a ball during this thrilling and historic election year. We all miss him dearly.

Barack Obama selected you to head up his search for a vice presidential candidate. It appears we may be just days (hours?) away from learning who that choice will be.

The media is reporting that Senator Obama has narrowed his alternatives to three men: Joe Biden, Evan Bayh and Tim Kaine. They’re all decent fellows, but they are far from the core of what the Obama campaign has been about: Change. Real change. Out with the old. And don’t invade countries that pose no threat to us.

Senators Biden and Bayh voted for that invasion and that war, the war Barack ran against, the war Barack reminded us was the big difference between him and Senator Clinton because she voted for the war and he spoke out against it while running for Senate (a brave and bold thing to do back in 2002).

For Obama to place either of these senators on the ticket would be a huge blow to the millions that chose him in the primaries over Hillary. He will undercut one of the strongest advantages he has over the Hundred-Year War senator, Mr. McCain. By anointing a VP who did what McCain did in throwing us into this war, Mr. Obama will lose the moral high ground in the debates.

As for Governor Kaine of Virginia, his big problem is, well, Obama’s big problem — who is he? The toughest thing Barack has had to overcome — and it will continue to be his biggest obstacle — is that too many of the voters simply don’t know him well enough to vote for him. The fact that Obama is new to the scene is both one of his most attractive qualities AND his biggest drawback. Too many Americans, who on the surface seem to like Barack Obama, just don’t feel comfortable voting for someone who hasn’t been on the national scene very long. It’s a comfort level thing, and it may be just what keeps Obama from winning in November (“I’d rather vote for the devil I know than the devil I don’t know”).

What Obama needs is a vice presidential candidate who is NOT a professional politician, but someone who is well-known and beloved by people across the political spectrum; someone who, like Obama, spoke out against the war; someone who has a good and generous heart, who will be cheered by the rest of the world; someone whom we’ve known and loved and admired all our lives and who has dedicated her life to public service and to the greater good for all.

That person, Caroline, is you.

I cannot think of a more winning ticket than one that reads: “OBAMA-KENNEDY.”

Caroline, I know that nominating yourself is the furthest idea from your mind and not consistent with who you are, but there would be some poetic justice to such an action. Just think, eight years after the last head of a vice presidential search team looked far and wide for a VP — and then picked himself (a move topped only by his hubris to then lead the country to near ruin while in office) — along comes Caroline Kennedy to return the favor with far different results, a vice president who helps restore America to its goodness and greatness.

Caroline, you are one of the most beloved and respected women in this country, and you have been so admired throughout your life. You chose a life outside of politics, to work for charities and schools, to write and lecture, to raise a wonderful family. But you did not choose to lead a private life. You have traveled the world and met with its leaders, giving you much experience on the world stage, a stage you have been on since you were a little girl.

The nation has, remarkably (considering our fascination with celebrity), left you alone and let you live your life in peace. (It’s like, long ago, we all collectively agreed that, with her father tragically gone, a man who died because he wanted to serve his country, we would look out for her, we would wish for her to be happy and well, and we would have her back. But we would let her be.)

Now, I am breaking this unwritten code and asking you to come forward and help us in our hour of need. So many families are hurting, losing their homes, going bankrupt with health care bills, seeing their public schools in shambles and living with this war without end. This is a historic year for women, from Hillary’s candidacy to the numerous women running for the House and Senate. This is the year that a woman should be on the Democratic ticket. This is the year that both names on that ticket should be people OUTSIDE the party machine. This is the year millions of independents and, yes, millions of Republicans are looking for something new and fresh and bold (and you are the Kennedy Republicans would vote for!).

This is the moment, Caroline. Seize it! And Barack, if you’re reading this, you probably know that she is far too humble and decent to nominate herself. So step up and surprise us again. Step up and be different than every politician we have witnessed in our lifetime. Keep the passion burning amongst the young people and others who have been energized by your unexpected, unpredicted, against-all-odds candidacy that has ignited and inspired a nation. Do it for all those reasons. Make Caroline Kennedy your VP. “Obama-Kennedy.” Wow, does that sound so cool.

Caroline, thanks for letting me intrude on your life. How wonderful it will be to have a vice president who will respect the Constitution, who will support (instead of control) her president, who will never let her staff out a CIA agent, and who will never tell her country that she is “currently residing in an undisclosed location.”

Say it one more time: “OBAMA-KENNEDY.” A move like that might send a message to the country that the Democrats would actually like to win an election for once.

Yours,
Michael Moore

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Bernardo Barranco V: Fernando Lugo, el pastor de la transición

Paraguay vive jornadas históricas; no sólo puso fin a un larguísimo predominio autoritario del Partido Colorado, sin violencia, por la vía electoral, sino que arriba al poder un clérigo católico: Fernando Lugo, quien ante el vacío de liderazgos políticos asumió la responsabilidad inédita de presentarse como candidato de oposición,  enfrentando el repudio de sus adversarios políticos y de sectores del propio clero.

Hasta hace dos años Lugo era obispo de San Pedro, la región más pobre del país, y se reconoce en la tradición de la teología de la liberación, en particular admite ser discípulo del legendario obispo indigenista de Riobamba, Ecuador, Leonidas Proaño, con quien trabajó más de cinco años. El pasado 15 de agosto tomó protesta en medio de inmensas expectativas y temores que representa una transición democrática y un nuevo gobierno heterogéneo con muchos actores sin experiencia pública.

Leonardo Boff, uno de los padres de la teología latinoamericana, sancionado por Roma, describe así al nuevo presidente paraguayo: “Es un hombre que sabe escuchar y abrazar lo que viene de abajo, fruto de la experiencia de muchas generaciones. Es un honor para la propia teología ofrecer un cuadro de esta densidad política y ética para servir a un pueblo que tanto ha sufrido históricamente y que merece un destino mejor, integrado en las nuevas democracias del continente” (“Paraguay bajo el signo de la liberación”, 15/8/08).

Paraguay es uno de los países con menor desarrollo en América del Sur, con apenas 6 millones de habitantes, un pequeño sector agroexportador, que suma 7 por ciento de la población, es dueño de 93 por ciento de la superficie cultivable. El arrojo, la popularidad y la trayectoria en favor de las causas campesinas e indígenas llevaron a Fernando Lugo, siendo obispo, a encabezar en marzo de 2006 las protestas contra el presidente Nicanor Duarte Frutos, quien pretendía ostentar al mismo tiempo la presidencia del Partido Colorado violando la Constitución. Las manifestaciones fueron multitudinarias, apoyadas por católicos contra las pretensiones de Duarte, por cierto no católico, sino cristiano menonita. Posteriormente, Lugo coordina la conformación de corrientes y fracciones políticas en la Alianza Patriótica para el Cambio, y posteriormente rinde protesta como candidato opositor: “Hoy 25 de diciembre de 2006 oficialmente tomo la decisión de ponerme al servicio del pueblo paraguayo a través de la política”, renunciando así a su investidura clerical.

Lugo solicita a Roma su reducción a estado laical, al tiempo que recibe fuertes presiones eclesiásticas para desistir como candidato al extremo que el nuncio apostólico lo amenazó en un documento público: de continuar con sus aspiraciones políticas le serían impuestas penas canónicas. Efectivamente, el Vaticano rechazó la solicitud de Lugo y en febrero respondió con una suspensión a divinis, interrupción de sus funciones como sacerdote, fundamentando que: “La candidatura política de un obispo sería motivo de confusión y de división entre los fieles, una ofensa al laicado y una ‘clericalización’ de la misión específica de los laicos y de la misma vida política” (Decreto de suspensión a divinis, jueves 1/02/07, Zenit).

El triunfo arrollador de Lugo colocó al Vaticado en un dilema político y diplomático: ¿cómo reconocer a un presidente, electo popularmente, que ha sido sancionado severamente por los tribunales eclesiásticos?; especialmente cuando la ley canónica no prevé la salida de un obispo, presentándose  una situación nueva e inédita. La respuesta fue simple: por mandato directo del papa Benedicto XVI el Vaticano le concede el 30 de julio de 2008, la “pérdida del estado clerical”, con la consiguiente dispensa de “los votos religiosos hechos en el Verbo Divino, de la obligación del celibato y de las demás obligaciones que el estado clerical comporta”.

Para muchos analistas, Lugo no sólo superó la férrea defensa del autoritarismo colorado ni la oposición de Estados Unidos, sino también venció la rigidez; otros destacan el oportunismo de Roma que se desdice de su primera sanción en aras de conservar preminencias en dicho país. Lugo goza de la simpatía general del clero, aunque oficialmente el episcopado paraguayo, a unos días de su investidura, ha tomado prudente distancia del nuevo gobierno.

Muy al estilo del presidente boliviano Evo Morales, Fernando toma posesión de la presidencia el pasado 15 de agosto en una ceremonia sencilla, vistiendo sin corbata y con sandalias.

Los meses que se avecinan serán particularmente difíciles; sería absurdo  afirmar que Lugo va a cambiar el perfil del país en su mandato y que llevará adelante cambios radicales que convulsionen los delicados equilibrios de poder y de intereses. La composición heterogénea de su gabinete, la comprometida situación en las cámaras legislativas y su falta de experiencia auguran una compleja transición. Tiene a su favor el apoyo de sus principales vecinos: Brasil, Argentina y Bolivia. Ya ha firmado convenios de cooperación con Venezuela. En su discurso inicial denota preocupación por la pobreza, los indígenas, la corrupción y el desarrollo agroindustrial. Tiene a su favor enorme aceptación ciudadana, que va más allá de alta popularidad, y goza de un liderazgo ético, pero no basta la ética para gobernar, requiere estrategia, recursos, acuerdos y el desahogo de políticas públicas eficaces.

En otros momentos, sacerdotes de la teología de la liberación llegaron al poder, derrocaron dictaduras como la de Somoza en Nicaragua y la de los Duvalier en Haití, pero se quedaron cortos frente a las necesidades materiales de la población y a las expectativas de justicia social que levantaron. Es enorme el reto de Fernando Lugo, así como los riesgos; podría ser un pastor de la transición y un actor clave de la democracia.

La Jornada

http://www.jornada.unam.mx/2008/08/20/index.php?section=opinion&article=022a1pol

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Desde la Fe: 10 mentiras sobre la demanda contra el Cardenal Norberto Rivera en Los Ángeles

Si bien, a veces es difícil ser críticos con las situaciones que nos rompen esquemas viejos y oxidados, las que tambalean nuestras creencias y nos dicen cosas que nunca habíamos siquiera pensado. Creo que es necesario analizar en quién ponemos nuestra confianza antes de tomar decisiones y posturas respecto a actos tan abominables como lo es el la pederastia y el encubrimiento de quienes ofenden y lastiman de esta manera a los niños y sus comunidades.

Hemos tomado los textos de Desde la Fe para que pueda haber un debate abierto sobre las justificaciones que da el arzobispado mexicano respecto al tema del encubrimiento del pederasta Nicolás Aguilar siendo que en el sitio de tal revista no hay posibilidad de poner comentarios.

Joaquin Aguilar Méndez, right, a former altar boy, has sued the Rev. Nicolás Aguilar, shown in photo at left.

Joaquín Aguilar Méndez, right, a former altar boy, has sued the Rev. Nicolás Aguilar, shown in photo at left.

La discusión estará abierta para todos los que tengan material sobre el tema que se está tratando ya sea para apoyar los argumentos del arzobispado o contradecirlos. Este material pueden ser artículos, noticias, bibliografía, fotos, etc. No se publicarán comentarios/opiniones que se limiten a insultar o aplaudir sin tener un sustento concreto y referencias claras

Clitemnistra

Mentira 1: El cardenal Norberto Rivera Carrera fue demandado penalmente en la Corte Superior de Los Ángeles, California, por encubrir la conducta delictiva del P. Nicolás Aguilar Rivera, y por esa razón puede ir a la cárcel.

Respuesta:
Lo primero y más importante que debemos señalar es que el cardenal Norberto Rivera Carrera nunca encubrió al P. Nicolás Aguilar. Mientras fue Obispo de Tehuacán (Puebla) jamás recibió, en contra del P. Nicolás Aguilar, acusación alguna relacionada con abusos a menores de edad. De lo único que Mons. Rivera se enteró fue de una agresión perpetrada por un muchacho en el año de 1986, en contra del P. Aguilar, de lo cual se le advirtió a la Arquidiócesis de Los Ángeles que recibió al padre Nicolás Aguilar para trabajar un año.
En segundo lugar, es FALSO que el cardenal Norberto Rivera Carrera haya sido demandado penalmente. La demanda interpuesta en Los Ángeles, California, es de carácter CIVIL, y el presunto daño se repara económicamente, no con pena de cárcel.

Mentira 2. Al demandarlo civilmente, la supuesta víctima, Joaquín Aguilar, sólo está buscando la justicia y no tiene ningún interés económico.

Respuesta:
FALSO. La mayor parte de las demandas civiles interpuestas en los Estados Unidos de América pretenden obtener un jugoso recurso ECONÓMICO: el 95% de este tipo de querellas son ganadas por los demandantes. ES UN NEGOCIO SEGURO. Y es que el juicio civil en los Estados Unidos, en comparación con un juicio penal, no tiene el rigor de exigencia en cuanto a las pruebas. Es más una decisión sentimental del jurado, que una determinación objetiva.

Mentira 3. Los abogados de Joaquín Aguilar y la asociación SNAP no lucran con el dolor de las víctimas. Su lucha es desinteresada.
Respuesta:
FALSO. Los abogados que llevan estos casos en Estados Unidos contra la Iglesia Católica ganan la alta suma del 40% de las indemnizaciones obtenidas en los juicios. Es un NEGOCIAZO, pues reditúa aún más que invertir en la bolsa de valores y por eso, en los últimos días, varios bufetes norteamericanos se han asociado al caso de Joaquín Aguilar con la finalidad de ser partícipes de las jugosas ganancias que piensan obtener de este juicio contra el cardenal Rivera Carrera.

Mentira 4. El cardenal Rivera es culpable y debe pagar por ello.
Respuesta.
FALSO. Cuando sucedió el supuesto abuso del P. Nicolás Aguilar contra Joaquín Aguilar, monseñor Norberto Rivera era Obispo de Tehuacán; es decir, aún no era Arzobispo de México y por lo tanto no se le puede imputar responsabilidad de un sacerdote ni de lo acontecido en una diócesis que no estaban bajo su autoridad episcopal.

Mentira 5. El Sr. Joaquín Aguilar puso la demanda civil contra el cardenal Rivera Carrera en la Corte de Los Ángeles porque en México la justicia está corrompida y a él no se le hizo justicia.

Respuesta.
FALSO. La demanda penal interpuesta por Joaquín Aguilar en el Distrito Federal en contra del P. Nicolás Aguilar, se llevó a cabo conforme a derecho y de forma expedita tal como consta en la Averiguación Previa. El Sr. Joaquín Aguilar no ganó la demanda, simplemente porque jamás pudo comprobar que fue violado.
Debemos señalar que el verdadero motivo por el que Joaquín Aguilar presentó la demanda en Los Ángeles fue por el jugoso negocio que representa el hecho de interponer en Estados Unidos una demanda civil. Estamos hablando de ¡millones de dólares!, y esas ganancias jamás las podría obtener en México.

Mentira 6. La declaración del cardenal Rivera Carrera no fue voluntaria, sino que lo obligó a ello el juez de Los Ángeles, California.

Respuesta.
FALSO. Ningún juez del mundo tiene la posibilidad de venir a territorio mexicano a cumplir con un proceso judicial que se sigue en su país. Eso sería una inaceptable violación de nuestra soberanía nacional. El cardenal Rivera Carrera aceptó, en acuerdo con los abogados de su acusador, acceder de manera voluntaria a la larga entrevista que le hicieron con la finalidad de demostrar que no está ocultando nada y que siempre estará dispuesto a colaborar con la justicia.

Mentira 7. Los cardenales Rivera Carrera y Roger Mahony se están peleando y contradiciendo entre sí, a fin de salvarse de las acusaciones.

Respuesta.
FALSO. Dos cardenales jamás se atacan. Ciertamente en este caso hay dos posturas distintas, pero nunca el cardenal Rivera ha atacado al cardenal Mahony, y nunca el cardenal Mahony ha descalificado al cardenal Rivera.

Mentira 8. El cardenal Rivera Carrera no ha hecho nada por proteger a los niños de los malos sacerdotes.

Respuesta.
FALSO. La Arquidiócesis de México, que gobierna el cardenal Rivera Carrera, tiene un programa preventivo para proteger a las posibles víctimas inocentes de los malos sacerdotes, y, nadie como él, ha sido contundente en la condena de estos crímenes al pedir a los fieles laicos que denuncien a los malos sacerdotes ante las autoridades civiles y las eclesiásticas de las diócesis correspondientes.

Mentira 9. En México existen miles de casos de sacerdotes abusadores, tal como ha sucedido en los Estados Unidos.

Respuesta.
FALSO. No se puede comparar la situación de ambos países. Son dos realidades totalmente distintas, dos culturas diversas y dos maneras diferentes de vivir la experiencia eclesial. Gracias a Dios, en México se han dado hechos aislados y los malos sacerdotes, o han sido expulsados del estado clerical, o están pagando sus delitos en la cárcel, que es el lugar donde deben estar.

Mentira 10. La Iglesia es rica. Lo han demostrado las diócesis de Estados Unidos que han pagado sumas millonarias a las presuntas víctimas.

Respuesta.
FALSO. La Iglesia en México no es rica, pues con grandes dificultades cubre sus necesidades más apremiantes. Las sumas millonarias que han pagado las diócesis norteamericanas han afectado gravemente su labor pastoral: la atención a los más pobres, la ayuda a los mexicanos inmigrantes y muchos programas caritativos y de bienestar social para los creyentes y a favor de ancianos, mujeres y niños de la calle.

Revista Desde la Fe

http://www.desdelafe.com.mx/index.php?option=com_content&task=view&id=1761&Itemid=35

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Guy de Maupassant: Ese cerdo de Morin

-Eso, amigo mío -dije a Labarde-; ¡esas cuatro palabras que acabas de pronunciar, “ese cerdo de Morin”!

-¿Por qué diablos nunca he oído hablar de Morin sin que se le tratase de cerdo?

Labarde, hoy diputado, me miró con ojos de gato asustado.

-Pero ¡cómo! ¿No sabes la historia de Morin? ¿Y tú eres de La Rochelle?

Confesé que no sabía la historia de Morin. Entonces Labarde se frotó las manos de satisfacción, y comenzó su relato.

-Tú has conocido a Morin y recuerdas su gran almacén de mercería en el muelle de La Rochelle, ¿no?

-Sí, perfectamente.

-Pues bien, en mil ochocientos sesenta y dos, o sesenta y tres, Morin fue a pasar quince días a París, un viaje de placer, o de placeres, pero con el pretexto de renovar las existencias de su comercio. Tú sabes lo que es, para un comerciante de provincias, quince días en París. Eso les enciende la sangre. Todas las noches espectáculos, roces de mujeres, una continua excitación anímica. Se vuelven locos. No ven más que bailarinas con vestidos de malla, actrices descotadas, piernas redondas, hombros soberbios, y todo esto casi al alcance de la mano, sin que se atrevan o puedan tocarlo; pues apenas si disfrutan, una o dos veces, de algunos manjares inferiores. Y se van con el corazón conmovido y el alma toda alegre, con unas ansias de besos que aún les cosquillean en los labios. Morin se hallaba en este estado cuando tomó su billete para La Rochelle en el expreso de las ocho cuarenta de la noche, y se paseaba lleno de confusos sentimientos por la gran sala de la estación de Orléans cuando se paró en seco ante una joven mujer que besaba a una anciana señora. Se había levantado el velo y Morin, maravillado, murmuró:

-¡Oh, qué mujer más guapa!

Cuando se despidió de la señora anciana, entró en la sala de espera, y Morin la siguió también; luego subió a un vagón vacío, y Morin la siguió hasta allí. Había pocos viajeros para el expreso. La locomotora silbó y el tren arrancó. Iban solos. Morin se la comía con los ojos. Tendría de diecinueve a veinte años; era rubia, alta y de porte desenvuelto. Se enrolló a las piernas una manta de viaje y se extendió sobre los asientos intentando dormir. Morin se preguntaba:

“¿Quién será?”

Y mil suposiciones y proyectos pasaban por su mente. Se decía:

“Ocurren tantas aventuras en el tren… Tal vez se me presente una a mí. ¿Quién sabe? Ha llegado tan rápidamente esta buena suerte… Quizá me bastaría con ser un poco audaz. ¿No fue Danton quien dijo: ‘Audacia, audacia y siempre audacia?’ Y si no fue Danton, fue Mirabeau; ¡qué más da! Sí, pero yo carezco de audacia; ahí está la dificultad. ¡Oh, si supiese, si pudiese leer el pensamiento de los demás! Apuesto a que pasamos todos los días, sin darnos cuenta, al lado de ocasiones magníficas. Sin embargo, le sería suficiente un gesto para indicarme que no desea otra cosa…”

Entonces se planteó una infinidad de combinaciones que lo conducían al triunfo. Imaginaba una entrada de aspecto caballeresco; pequeños favores que le hacían; una conversación viva, galante, que terminaba con una declaración que a su vez terminaba en… lo que estás pensando. Sin embargo, la noche transcurría y la hermosa joven seguía durmiendo, mientras Morin tramaba su ruina. Amaneció, y muy pronto el primer rayo del sol, un buen rayo luminoso que venía del horizonte, cayó sobre el dulce rostro de la viajera dormida. Se despertó, se sentó, miró el campo, miró a Morin y sonrió. Sonrió como una mujer feliz, con un aire atractivo y alegre. Morin se estremeció de repente. Sin duda esa sonrisa era para él, era una invitación discreta, el indicio soñado que esperaba. Y esa sonrisa quería decir:

“Es usted un estúpido, un necio, un memo; estarse ahí, como un palo, en su asiento desde anoche. ¡Vamos, míreme! ¿No estoy bien? ¡Y usted se queda así toda la noche a solas, con una mujer bonita, sin atreverse a nada, gran tonto!”

Sonreía siempre que la miraba, e incluso comenzaba ya a reír, y Morin perdía la cabeza buscando una palabra de circunstancias, un cumplido, algo, en fin, que decir, fuese lo que fuese. Pero no encontraba nada, nada. Entonces, presa de un audacia de cobardón, pensó: “Bueno, arriesgo todo”; y bruscamente, sin decir ni pío, se dirigió hacia la joven, con las manos tensas y los labios ansiosos, la estrechó entre sus brazos y la besó. Ella, de un brinco se puso en pie, gritando: “¡Socorro!”, llena de terror. Y abrió la ventanilla dando unos chillidos espantosos, y sacó los brazos fuera, loca de miedo, mientras Morin, desesperado y convencido de que se iba a tirar a la vía, la retenía cogiéndola por la falda, y farfullaba:

-¡Señora…, pero, señora!

El tren disminuyó la marcha, y paró. Dos empleados echaron a correr hacia la desesperada joven que cayó en sus brazos, balbuciendo:

-Este hombre me ha querido…, me…

Y se desvaneció. Estaban en la estación de Mauzé. El gendarme de servicio detuvo a Morin. Cuando la víctima de su brutalidad recobró el conocimiento, prestó declaración. La autoridad formalizó su atestado. Y el pobre mercero no pudo regresar a su domicilio hasta la noche, por la tramitación de un juicio por ultraje a las buenas costumbres en un lugar público.

II

-Yo era entonces redactor jefe del Fanal des Charentes, y veía a Morin, todas las noches, en el Café del Comercio. Al día siguiente de su aventura, vino a buscarme, pues no sabía qué hacer. No le oculté mi opinión:

-No eres más que un cerdo. Un caballero no se comporta de esa manera.

Se echó a llorar; su mujer le habla pegado; veía su comercio arruinado, su nombre por el fango, deshonrado, y a sus amigos, indignados, que no lo saludaban ya. Acabó por darme compasión, y llamé a mi colaborador Rivet, un hombre guasón y de buen juicio, para consultarle sobre el caso. Me comprometió para qué fuese a ver al fiscal imperial, que era uno de mis amigos. Le dije a Morin que regresase a su casa, y yo me dirigí a la de ese magistrado. Allí supe que la mujer ultrajada era la señorita Henriette Bonnel, quien acababa de obtener en París su diploma de institutriz y, como no tenía padre, estaba pasando sus vacaciones en casa de sus tíos, unos honrados pequeñoburgueses de Mauzé. Lo que había complicado la situación de Morin era que el tío había presentado una querella contra él. El ministro fiscal estaba dispuesto a echar tierra sobre el asunto, si se retiraba la querella. Y esto era lo que había que conseguir. Volví a casa de Morin. Lo encontré en cama, enfermo de emoción y de pensar. Su esposa, una buena mujer, huesuda y con pelos en la barbilla, lo maltrataba sin descanso. Me condujo a su alcoba, gritándome a la cara:

-¿Viene usted a ver a ese cerdo de Morin? ¡Mírelo, ahí lo tiene!

Y se plantó delante de la cama, con los brazos en jarras. Le expuse la situación, y me suplicó que fuese a ver a la familia de la joven. La misión era delicada; y, sin embargo, acepté. El pobre diablo no cesaba de repetir:

-Te aseguro que ni siquiera la he besado, no, ni siquiera eso. ¡Te lo juro!

-Es igual -le respondí-, no eres más que un cerdo.

Y cogí los mil francos que me dio para emplearlos como juzgase conveniente. Pero como no me aventuraba a entrar solo en la casa de los tíos de la joven, le rogué a Rivet que me acompañara. Aceptó con la condición de que se marcharía inmediatamente, pues tenía, al día siguiente, por la tarde, un asunto urgente en La Rochelle. Y, dos horas más tarde, estábamos llamando a la puerta de una bonita casa de campo. Una hermosa joven vino a abrirnos. Era ella seguramente. Le dije por lo bajo a Rivet:

-¡Caramba, comienzo a comprender a Morin!

El tío, monsieur Tonnelet, era precisamente un abonado al Fanal, un ferviente correligionario político, y nos recibió con los brazos abiertos, nos felicitó, nos estrechó la mano, entusiasmado de tener en su casa a los dos redactores de su periódico. Rivet me dijo al oído:

-Creo que podremos arreglar el asunto de ese cerdo de Morin.

La sobrina se había retirado, y yo abordé la delicada cuestión. Le representé el espectro del escándalo, le hice ver el descrédito inevitable que sufriría la joven después del ruido de semejante asunto, pues nunca se creería que sólo había sido un simple beso. El buen hombre parecía indeciso; pero no podía decidir nada sin su mujer, que volvería demasiado tarde para la reunión. De repente lanzó un grito de triunfo:

-¡Tengo una idea excelente! Se quedan ustedes aquí, en casa. Pueden cenar y acostarse aquí los dos; y cuando regrese mi mujer, espero que nos entendamos.

Rivet se resistía, pero el deseo de resolver el asunto de ese cerdo de Morin lo decidió, y aceptamos la invitación. El tío se levantó lleno de alegría, llamó a su sobrina y nos propuso dar un paseo por su finca, declarando:

-Los asuntos serios para la noche.

Rivet y él se pusieron a charlar de política. Y muy pronto yo me encontré al lado de la joven, a algunos pasos detrás de ellos. ¡Era verdaderamente deliciosa, deliciosa, deliciosa! Con infinitas precauciones, comencé a hablarle de su aventura para intentar ganarme una aliada. Pero parecía que no se hallaba nada confusa, y me escuchaba con el aspecto de una persona que se divierte mucho. Le decía:

-Piense, pues, señorita, en todas las molestias que tendría que soportar. Tendría que comparecer ante el tribunal, afrontar las miradas maliciosas, hablar delante de todo el mundo y contar públicamente esa triste escena del vagón. Bueno, entre nosotros, ¿no hubiese sido mejor no decir nada, hacer volver a su sitio a ese desvergonzado, sin llamar a los empleados, y cambiar simplemente de coche?

Se echó a reír.

-Sí, es verdad lo que dice. Pero ¿qué quiere usted? Tuve miedo, y cuando se tiene miedo, no se razona. Después de hacerme cargo de mi situación, sentí haber gritado; pero ya era demasiado tarde. Además, piense usted que ese imbécil se arrojó sobre mí, sin decir ni una palabra y con una cara de loco furioso. Yo no sabía ni siquiera lo que deseaba de mí.

Me miraba de frente, sin sentirse turbada ni intimidada. Y yo me decía:

“¡Pero si esta chica es una bribona! No me extraña que ese cerdo de Morin se haya equivocado.”

-Vamos, señorita -proseguí bromeando-, confiese usted que es excusable, pues, en fin, no se puede uno hallar frente a una persona tan guapa como usted sin experimentar el deseo absolutamente legítimo de besarla.

Se rió más fuerte aún, enseñando los dientes.

-Entre el deseo y la acción, señor, hay sitio para el respeto.

La frase era original, pero poco clara. Y bruscamente le pregunté:

-Y si yo la besase a usted ahora mismo, ¿qué haría?

Se detuvo para mirarme de arriba abajo y luego dijo tranquilamente:

-¡Oh, usted, no es lo mismo!

Bien sabía yo, ¡pardiez!, que no era lo mismo, pues tenía entonces treinta años y no en balde se me conocía en toda la provincia por el “guapo Labarde”. Pero le pregunté:

-¿Por qué?

Se alzó de hombros y respondió:

-¡Toma, porque usted no es tan estúpido como él!

Y añadió, mirándome de soslayo:

-Ni tan feo.

Antes que pudiese hacer ningún movimiento para evitarlo, le planté un beso en la mejilla. Se apartó hacia un lado, pero ya era demasiado tarde. Y después me dijo:

-¡Vaya! Usted tampoco ha podido contenerse. Pero no lo haga otra vez.

Puse un aspecto sumiso y le dije a media voz:

-¡Oh, señorita, si tengo algún anhelo en mi corazón es el de verme ante un tribunal por la misma causa que Morin!

-¿Y eso por qué? -me preguntó.

La miré al fondo de sus ojos seriamente.

-Porque es usted una de las más bellas criaturas que existen; porque sería para mí un título de honor, una gloria haber querido violentarla. Porque se diría, una vez que la hubiesen visto a usted:

-¡Vaya con Labarde, no coge lo primero que se le presenta, sino que sabe elegirlas!

Y la joven se echó a reír con todas sus ganas.

-¡Es usted un pillo!

Pero no había acabado de pronunciar la palabra pillo cuando ya la tenía entre mis brazos y la besaba ávidamente en todos los sitios donde podía, en los cabellos, en la frente, en los ojos, a veces en la boca, en las mejillas, por toda la cabeza, allí donde descubría, a pesar suyo, un rincón al intentar defender los demás. Por fin, se desembarazó de mí, ruborizada y ofendida.

-Es usted un grosero, señor, y ha conseguido que me arrepienta de haberlo escuchado.

Le cogí la mano, un poco confuso, balbuciendo:

-¡Perdón, perdón, señorita! La he ofendido; he sido brutal. No me tome odio. ¡Si usted supiese…!

Buscaba en vano una excusa. Al cabo de un momento, la joven declaró:

-No tengo nada que saber, señor.

Pero yo había dado con una excusa, y exclamé:

-¡Señorita, estoy enamorado de usted desde hace un año!

Se quedó realmente sorprendida, y no pude por menos de alzar los ojos.

-¡Sí, señorita -proseguí- escúcheme! No conozco a Moría, y me burlo de él; ni me importa que vaya a la cárcel, ni que tenga que pasar ante los tribunales. La vi a usted aquí el año pasado; estaba allá abajo, delante de la verja. Recibí tal impresión al verla, que su imagen no se ha borrado de mi mente desde entonces. No importa que me crea o que no me crea. Es usted adorable. Su recuerdo me obsesionaba, he querido volver a verla, he aprovechado el pretexto de ese estúpido de Morin, y aquí estoy. Las circunstancias han hecho que me haya sobrepasado. ¡Perdóneme, se lo suplico, perdóneme!

Me miraba atisbando la verdad en mis ojos, dispuesta ya a sonreír de nuevo; pero rnurmuró:

-¡Embustero!

Levanté una mano, y con tono sincero, incluso a mí mismo me pareció sincero, exclamé:

-¡Le juro que no miento!

Y dijo, simplemente:

-¡Jum!

Estábamos solos, completamente solos, pues Rivet y el tío habían desaparecido al doblar el paseo entre los árboles de la alameda. Le hice una verdadera declaración, larga, tierna, cogiéndole y besándole los dedos de las manos. Me escuchaba como si fuese algo agradable y nuevo para ella, sin saber qué pensar de todo ello. Acabé por sentirme turbado, por sentir lo que le estaba diciendo; me había puesto pálido, tenía opresión al respirar y todo mi ser temblaba; y suavemente la cogí por el talle. Le hablé muy bajito al oído, entre los rizos de su cabello. Y cayó, enajenada, en tal ensueño, que parecía como si estuviese muerta entre mis brazos. Después cogió mi mano y me la estrechó con fuerza; apreté lentamente su cintura en un abrazo tembloroso que iba siendo cada vez más fuerte; no se movió; rocé ligeramente su mejilla con mí boca y de repente mis labios, sin querer, se encontraron con los suyos. Nos dimos un beso largo, muy largo; y hubiera durado aún mucho más tiempo, si no hubiese oído un “¡jum, jum!” a unos pasos detrás de mí. Se escapó corriendo a través de un macizo. Me volví y divisé a Rivet que venía hacia mí. Se plantó en medio del camino y muy serio, sin reírse, me dijo:

-¿Es así como tú arreglas el asunto de Morin?

Le respondí con fatuidad:

-Amigo, se hace lo que se puede. ¿Has conseguido algo del tío? Yo respondo de la sobrina.

Rivet declaró:

-Yo he tenido menos suerte con el tío.

Lo cogí del brazo y entramos en la casa.

III

-Durante la cena acabé de perder la cabeza. Estaba sentado al lado de ella, y mi mano siempre encontraba la suya bajo el mantel; apretaba mi pie contra el suyo, y nuestras miradas se unían y se confundían en una sola. Al terminar de cenar, salimos en seguida a dar un paseo a la luz de la luna, y le susurré al oído todas las frases cariñosas que se me ocurrieron. La llevaba estrechamente contra mí; la besaba a cada instante, humedeciendo mis labios en los suyos. Delante de nosotros, iban discutiendo el tío y Rivet, cuyas sombras se proyectaban tras de ellos en la arena del camino. Regresamos a casa, y poco después un empleado del telégrafo vino a traernos un telegrama de la tía, en el que anunciaba que no regresaría hasta el día siguiente por la mañana, en el tren de las siete. El tío, entonces, nos dijo:

-Pues bien, Henriette, vete a enseñarle a los señores dónde están sus habitaciones.

Y nos estrechó la mano al darnos las buenas noches, y subimos una escalera conducidos por la sobrina. Nos llevó primero al aposento de Rivet, quien me dijo al oído:

-No hay cuidado de que nos hubiese conducido primero al tuyo.

Después me guió hasta mi cama. En cuanto estuve a solas con ella, la cogí de nuevo entre mis brazos intentando nublar su razón y vencer su resistencia. Pero cuando se sintió a punto de desfallecer, se me escapó. Me deslicé entre las sábanas, muy contrariado, muy sofocado y corrido, sabiendo que no dormiría apenas, y estaba pensando en qué torpeza podía haber cometido, cuando llamaron muy bajito a mi puerta.

-¿Quién está ahí? -pregunté.

-Yo -respondió una voz leve.

Me vestí apresuradamente, abrí y entró.

-Me he olvidado -dijo- de preguntarle lo que toma para desayunar: ¿chocolate, té o café?

La había enlazado impetuosamente, y la devoraba a caricias, balbuciendo:

-Yo tomo…, yo tomo…, yo tomo…

Pero se me escurrió de entre los brazos, me apagó la luz y desapareció. Me dejó solo y furioso en la oscuridad. Me puse a buscar unas cerillas y no las encontré por ninguna parte; por fin, las hallé y salí al corredor, medio loco, con la palmatoria en la mano. ¿Adónde iba? Ya no razonaba; quería encontrarla; la deseaba. Y di algunos pasos sin reflexionar en nada. De pronto, pensé:

“Pero y si me cuelo en la habitación del tío, ¿qué le diría?…”

Y me quedé inmóvil, con el cerebro vacío y el corazón palpitante. Al cabo de unos segundos, se me ocurrió la respuesta: “¡Pardiez! Le diría que andaba buscando la habitación de Rivet para hablar con él de un asunto urgente.” Y me puse a inspeccionar las puertas esforzándome en descubrir la de ella. Pero no sabía cómo orientarme. Al azar, tropecé con una llave y la giré. Abrí, entré… Henriette, sentada en la cama, me estaba mirando, toda azorada. Entonces corrí lentamente el cerrojo, y acercándome de puntillas, le dije:

-He olvidado, señorita, pedirle algo para leer.

Se resistió; pero abrí muy pronto el libro que buscaba. No te diré su título. Era realmente la más maravillosa de las novelas, el más divino de los poemas. Una vez leída la primera página, ya me dejó recorrerlo todo a mi capricho; y deshojé tantos capítulos que nuestras bujías se consumieron hasta el final. Nos teníamos que separar; me despedí de ella, y ganaba ya mi habitación, caminando con mucho tiento para no hacer ruido, cuando una mano brutal me paró y una voz, la de Rivet, me cuchicheó en la punta de la nariz:

-¿Pero no has acabado de arreglar el asunto de ese cerdo de Morin?

A las siete de la mañana, ella misma me llevó una taza de chocolate. No he probado jamás nada parecido. Un chocolate para morirse, suave, fino, perfumado y embriagador, que no podía quitar la boca de los bordes deliciosos de la taza. Apenas la joven acababa de salir, cuando entró Rivet. Parecía que estaba nervioso, irritado, como quien no ha dormido apenas. Me dijo en un tono muy áspero:

-Si sigues así, ya me entiendes, acabarás por echar a perder el asunto de ese cerdo de Morin.

A las ocho, llegó la tía. La discusión fue breve. Aquella buena gente retiraba su querella y yo entregaría quinientos francos para los pobres del pueblo. Entonces nos invitaron a pasar el día con ellos, y organizaríamos un excursión para a visitar las ruinas. Henriette, que estaba detrás de sus tíos, me hacía gestos con la cabeza como diciéndome: “¡Sí, quédese!”, y acepté; pero Rivet se empeñó en marcharse y no lo podíamos hacer desistir de esta idea. Lo llamé aparte, le rogué, le supliqué y nada. Entonces le dije:

-Vamos, amigo Rivet, hazlo aunque sólo sea por mí.

Pero estaba tan desesperado, que me respondió a la cara:

-Ya tengo bastante, ¿entiendes?, con el asunto de ese cerdo de Morin.

Me vi obligado a marchar también. Fue uno de los momentos más duros de mi vida. Yo me hubiese quedado arreglando el asunto de ese cerdo de Morin durante toda mi vida. Nos despedimos con unos enérgicos y mudos apretones de manos, y ya en el vagón le dije a Rivet:

-Tú no eres más que un grosero.

-Amigo mío -me respondió- ya me estás provocando demasiado.

Al llegar ante la puerta de las oficinas de Fanal, divisé una muchedumbre que nos estaba esperando. En cuanto nos vieron, comenzaron a gritar:

-¡Eh! ¿Arreglaron el asunto de ese cerdo de Morin?

Toda La Rochelle estaba revuelta con esta cuestión. Rivet, a quien se le había disipado el mal humor en el camino, a duras penas pudo contener la risa al declarar:

-Sí, está arreglado, gracias a Labarde.

Y nos fuimos a casa de Morin. Estaba tendido en un sillón; le habían puesto unos sinapismos en las piernas y unas compresas de agua fría en la cabeza, y desfallecía de agobio. Tosía sin parar, con una tosecita de agonizante, sin que se supiese dónde había cogido ese catarro. Su mujer lo miraba con ojos de tigre dispuesta a devorarlo. En cuanto nos vio le entró un temblor que le sacudía las muñecas y rodillas. Le dije:

-Eso está arreglado, puerco, pero no lo vuelvas a hacer.

Se levantó muy agitado, me cogió las manos y me las besó como si fuesen las de un príncipe; lloró, estuvo a punto de perder el conocimiento, abrazó a Rivet, y abrazó incluso hasta a madame Morin, quien dándole un empujón, al rechazarlo, lo arrojó de nuevo en su asiento. Pero su emoción había sido demasiado fuerte, y las impresiones recibidas dejaron tales huellas en su espíritu, que ya no se rehizo jamás de aquel golpe. En toda la comarca ya sólo le llamaban “ese cerdo de Morin”, y siempre que oía este epíteto era como si le atravesasen el corazón con una espada. Cuando un golfillo de la calle gritaba: “¡Cerdo!“, volvía la cabeza por instinto. Sus amigos lo acribillaban a bromas de todo género, y le preguntaban cada vez que comían jamón:

-¿Es del tuyo?

Dos años más tarde había muerto. En mil ochocientos setenta y cinco, cuando me presenté a las elecciones, fui a hacer una visita interesada al nuevo notario de Tousserre, monsieur Belloncle, y me recibió una mujer hermosa y opulenta.

-¿No me reconoce usted? -preguntó ella.

Yo balbucí:

-Pues…, no…, señora.

-Henriette Bonnel.

-¡Ah!

Y sentí que me ponía pálido. Me pareció que se alegraba de verme, y me sonreí al mirarla. Cuando me dejó a solas con su marido, éste me cogió las manos tan fuerte, al estrecharlas, que me las magulló.

-¡Cuánto tiempo hace, querido señor, que deseo conocerlo! Mi mujer me ha hablado tanto de usted… Sí, sé… en qué dolorosas circunstancias la conoció usted, y sé también con cuánta delicadeza, tacto y abnegación remató el asunto.

Vaciló, y después pronunció muy bajito, como si hubiese articulado una palabra grosera:

-El asunto de ese cerdo de Morin.

FIN

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Desde la Fe: ¿Cuál es la posición del Arzobispo de México?

De nueva cuenta el Sr. Cardenal Norberto Rivera Carrera ha sido difamado y calumniado por su presunta indiferencia ante los casos de pederastia. Sin embargo, tal como lo consta en la edición 501 de este semanario, la preocupación del Arzobispo de México la manifestó al Pueblo de Dios durante un mensaje en el que condena todo acto de abuso sexual de menores. A continuación reproducimos parte de ese mensaje:

Uno

La Iglesia de Jesucristo que se sabe santa por la gracia de su Señor, es a la vez profundamente consciente de su pecado y de su miseria, de su infidelidad a Dios y de su falta de testimonio ante el mundo, que con razón la cuestiona y le exige coherencia y sinceridad.

Esta conciencia es la que constantemente nos hace voltear la mirada al Señor crucificado para pedir perdón, pero sabemos que ese perdón está condicionado a perdonar nosotros también a los que nos ofenden y pedir perdón a quienes hemos dañado.

Dos

En su mensaje al pueblo de Dios el Cardenal Rivera mencionó: “Como Arzobispo Primado de México quiero expresar públicamente mi dolor, solidaridad y preocupación pastoral por aquellos niños y niñas que han sido víctimas de abuso por parte de sacerdotes criminales que, con esos actos tan deleznables y condenables, han causado enorme daño, dolor, tristeza e indignación en sus inocentes víctimas.

“Siempre he condenado esos terribles actos inmorales y he pedido al Pueblo de Dios que si sabe de estos crímenes, tengan el valor y la responsabilidad de denunciarlos tanto a las autoridades civiles como eclesiásticas”.

Tres

El Arzobispo confesó que “Como Pastor que tiene el deber de velar por sus fieles y ahuyentar a los lobos del rebaño, con mi autoridad episcopal he condenado públicamente los actos de pederastia y he advertido a mis sacerdotes aquí, delante del Pueblo de Dios, que si alguno de ellos comete estos abominables actos, es denunciado y probado el delito, ni un servidor ni la Arquidiócesis de México defenderán o tolerarán al delincuente, antes bien, dejarán que la autoridad civil o eclesial, actúe con todo el rigor de la ley y pague en consecuencia por sus crímenes”.

Cuatro

Por desgracia, según serios estudios, la mayor parte de los delitos de abuso sexual se dan dentro del seno familiar y sólo un porcentaje menor en ámbitos externos, como son la Iglesia o la escuela. Las autoridades tienen el deber impostergable de realizar programas preventivos que ayuden a evitar esos lamentables y destructivos sucesos y a combatir con toda fuerza del Estado las redes criminales de explotación y prostitución infantil.

Desde la Fe

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