Nelson Sandoval Díaz: Allende, icono de una utopía


A cien años de su nacimiento, los chilenos de hoy recuerdan a Salvador Allende desde la épica de su proyecto mutilado y su heroísmo, aquellos que le conocieron, o como icono de una utopía los más jóvenes, que crecieron bajo la sombra de una imagen difusa.

Los chilenos que vivieron los mil días (1970-1973) en que este médico, socialista y masón procuró construir “un socialismo a la chilena, con sabor a empanadas y a vino tinto”, añoran “un gobierno que dio la cara al mundo obrero”, según Arturo Martínez, presidente de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT).

Para el sindicalista, Allende “siempre se dirigió a los trabajadores”, mientras los actuales gobernantes “han estado muy lejos” de ellos.

A juicio del dirigente y ex candidato presidencial humanista Tomás Hirsch, con Allende “nuestro pueblo vio amanecer una esperanza para nuestra patria, para el continente, para el mundo entero”, pero hoy “Chile es de las trasnacionales, del poder del dinero, de los traidores a su pueblo”.

Al trasluz de esas visiones, el destacado dramaturgo Marco Antonio de La Parra sostuvo en un artículo publicado esta semana, en formato de carta dirigida a Allende que “como seguramente ha sabido, no hubo socialismo, ni real, por suerte, ni utópico, se vinieron muchas utopías al suelo y quedó solamente el neocapitalismo”.

“La gente, sin embargo, lo admira […]. No hay salud para todos, no hay educación para todos y si la hay, es cara y difícil de sostener, no hay espacio laboral para todos”, añade y concluye con un “lo esperamos, doctor, que los muertos tienen mucho que decirnos a los que nos hacemos los vivos”.

Allende también tiene todavía detractores, encabezados, por supuesto, por quienes aún celebran o justifican el derrocamiento de quien “quería imponer en Chile una dictadura comunista”.

Militares retirados y neoliberales a ultranza aglutinan los adversarios de Allende, alimentados por publicaciones que atribuyen al fallecido mandatario desde ideas nazis hasta aspiraciones empresariales.

Otros antiguos adversarios han cambiado, como el ex presidente Patricio Aylwin (2000-2004), que públicamente ha lamentado no haber condenado el golpe de Pinochet en 1973, como hicieron otros miembros de la democracia cristiana y considera que Allende “fue un demócrata”.

Tal es también la opinión de la historiadora Luisa Castro, que tras escudriñar libros, discursos y el pensamiento de Allende para una tesis de posgrado llegó a la conclusión de que el dirigente fue “un demócrata convencido” y “un republicano a ultranza”, según dijo.

Allende, que provenía de una familia de clase media acomodada, se destacaba también por su buen vestir, modales refinados y su fama de enamorado, que le llevó hasta protagonizar un duelo a mediados del pasado siglo.

Estos rasgos le costaron ataques de sus adversarios políticos, que lo apodaban “Pije” (petimetre de la clase alta), pero si bien tenía aires de gran señor, sobre todo era un hombre “cercano a la gente”, dijo Enérico García, que lo conoció en la intimidad como miembro de su equipo de seguridad.

“El doctor [le gustaba ser llamado así] era un hombre amable, que aceptaba de buen grado las restricciones que la seguridad le imponía en cada una de sus actividades”, recordó García, que tras una larga experiencia marcada por la prisión y el exilio, siente que cuidar a Allende fue la gran misión de su vida y, de repetirse las circunstancias, lo haría con gusto.

Recordó que una vez el Presidente eludió a su equipo de seguridad y se fue al teatro Caupolicán junto a sólo tres escoltas, a ver una pelea de Godfrey Stevens, en ese entonces ídolo del boxeo chileno.

“La gente enloqueció de entusiasmo cuando entró Allende, que subió al ring a saludar, situación que claramente lo exponía a algún atentado o agresión”, rememoró García.

En el ámbito de las recuerdos íntimos, la ex diputada socialista Carmen Lazo, para quien “los partidos que lo acompañaron no han seguido sosteniendo su recuerdo”, todavía celebra la capacidad de Allende de reirse de sí mismo, por el hecho de haber sido varias veces candidato antes de ganar la presidencia.

“Un día, en el sur, nos iban a servir un curanto y él estaba sentado, como todos, en un piedra y dijo- ‘cuando yo me muera el epitafio va a decir: Aquí yace Salvador Allende, futuro presidente de Chile’”, rememora.

Para quienes nacieron después que murió, Allende es un icono, aunque hay discrepancias sobre la vigencia de su ideario: “Evoca la experiencia de un país diferente al que conocemos, con proyectos colectivos, capaz de soñar, de luchar, de conquistar espacios…una experiencia posible de recuperar”, dijo la socióloga Alejandra Espinoza (31 años).

“Es una historia demasiado lejana, aunque por videos y grabaciones me gusta como hablaba. Fue el presidente del pueblo, un luchador por las personas comunes, pero me decepciona cuando me dicen que se suicidó”, afirma en cambio la bailarina Isabel Arenas (23).

Rodrigo Vergara (25), diseñador teatral, absorbe en tanto la visión épica: “Por loco que suene, me hubiera gustado estar en sus días”, y sentencia: “No nació imperio, por poderoso que sea, que logre acallarle y apagar su imagen”.

http://www.impre.com/laopinion/noticias/latinoamerica/2008/6/26/allende-icono-de-una-utopia-63505-1.html

Un pequeño homenaje a Salvador Allende que el día 26 de junio fue recordado a 100 años de su nacimiento.

Yo pisaré las calles nuevamente

(Pablo Milanés)

Yo pisaré las calles nuevamente
de lo que fue Santiago ensangrentada,
y en una hermosa plaza liberada
me detendré a llorar por los ausentes.

Yo vendré del desierto calcinante
y saldré de los bosques y los lagos,
y evocaré en un cerro de Santiago
a mis hermanos que murieron antes.

Yo unido al que hizo mucho y poco
al que quiere la patria liberada
dispararé las primeras balas
más temprano que tarde, sin reposo.

Retornarán los libros, las canciones
que quemaron las manos asesinas.
Renacerá mi pueblo de su ruina
y pagarán su culpa los traidores.

Un niño jugará en una alameda
y cantará con sus amigos nuevos,
y ese canto será el canto del suelo
a una vida segada en La Moneda.

Yo pisaré las calles nuevamente
de lo que fue Santiago ensangrentada,
y en una hermosa plaza liberada
me detendré a llorar por los ausentes.

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