Daily Archives: April 2, 2008

Luis Linares Zapata: La nueva batalla por Pemex

Los escarceos anteriores a la batalla por Pemex y la soberanía energética han terminado. Enfrente se observa ahora un territorio inhóspito, lleno de trampas y contendientes belicosos que están dispuestos a entrar al debate directo de las visiones, los programas precisos y los conceptos rectores del sector energético. Aspectos indispensables para, después, manejar tiempos, los modos y la agenda de temas que seguirán en la disputa. En paralelo se lleva a cabo la profundización organizativa para conducir, con éxito, la refriega cuerpo a cuerpo que exigirá la movilización social, palanca de apoyo clave de la oposición.

Calderón, el presidente del oficialismo, ha declarado una retirada táctica de la disputa. Permanecerá, por ahora al menos, en la retaguardia de los discursos de ocasión, las giras protegidas por férreos dispositivos de seguridad y las inauguraciones a modo. Ha decidido lanzar por delante a sus subordinados partidistas, un conjunto de amedrentados panistas que carecen de los arrestos personales y los indispensables instrumentos requeridos para el combate avizorado. No presentará Calderón, al menos por el momento, la iniciativa abarcadora que tanto prometió y a la que, en un principio, pareció atar su gobierno. El sueño de cambiar el texto constitucional que acarició, la adecuación de leyes secundarias para permitir la injerencia del capital privado a las paraestatales de la energía y las modificaciones operativas de las mismas, fue abandonado lirón por lirón. Sólo le queda el subterfugio de la soterrada autonomía de gestión (AG) para Pemex, misma que sería calcada para la CFE.

El alegado 35 por ciento del voto triunfador no le prestó, ni de cerca, el sustento efectivo a la hora de las aventuras de gran calado, sobre todo aquellas en las que el diseño unilateral era evidente ante la atónita vista de los ciudadanos. Simplemente la administración calderonista no tiene la fuerza para dar la pelea de cara a los ciudadanos. Ni aun con el homogéneo auxilio de los medios de comunicación a su entero servicio. Llegó a Los Pinos baldado en su legitimidad y sus pretensiones transformadoras no se empatan con lo que señalan la historia y el espíritu nacionales. La alianza con el priísmo tardío apenas le da para cambios menores, cosméticos o en aquellos renglones donde su fofa enjundia se cruza con los intereses particulares de los grupos de presión. Ahí donde se hacen tan presentes como ominosas e impresentables las ambiciones personales, de grupo o de la cofradía de sus socios. La valentía que alardeaba para enfrentar los riesgos inherentes a tan osada intentona de reforma estructural sucumbió ante el desgaste que su imagen ha sufrido a últimas fechas por sus desmedidas pretensiones de alterar el espíritu constitucional (artículo 27), tan arraigado en el trasfondo de los mexicanos.

Pero a Calderón, los poderosos de dentro y fuera que lo sostienen, y esos que esperan meter la mano, el codo y, a veces, hasta la ancha cadera revestida con bolsas sin fondo, agrandadas por los privilegios, les queda una ruta para rescatar algo del naufragio: la cacareada AG. Toda una puerta de escape, entrevista para contrarrestar el fracaso de las alianzas estratégicas, las concesiones arbitrarias, los contratos múltiples o de riesgo disfrazado, la salida a bolsa para captar inversiones o la capitalización de los voluminosos pasivos (Pidiregas y otros) con que se lastró a las paraestatales en cuestión. Es por medio de la AG por donde pueden colar sus planes de entrega y apañe de riquezas disponibles, tal y como se hizo en los casos de Venezuela y Brasil (PDVSA y Petrobras).

Otorgar, mediante un cambio a modo en el marco regulatorio actual de Pemex, el margen de maniobra requerido para adoptar todas las decisiones operativas que se vayan imponiendo en cada caso particular es el sustituto a los cambios constitucionales extraviados. Un terreno coincidente con el priísmo de elite, que está por demás preparado para entrar al quite de la ineficacia panista. Una estratagema funcional que parece adecuada para la modernización, y hasta apreciada por muchos que, de otras maneras, se opondrían con tesón a dichos cambios. La AG posibilitaría el contratismo acelerado y redituable. Por eso proponen el cambio al marco regulatorio de las leyes y normas que rigen el otorgamiento de contratos para obras y servicios o la integración de los órganos de gobierno de la empresa. Por eso quieren retocar el consejo de administración, máximo instrumento decisorio. El objetivo es situar ahí a los personajes adecuados, ya sea por su proclividad ideológica o, más todavía, por su docilidad para recibir instrucciones y facilitar negocios.

Fue mediante la AG que PDVSA se independizó hasta llegar a erigirse como un Estado dentro del débil Estado nacional venezolano previo. Fueron sus administradores los que, contrariando la misma Constitución, regalaron a las empresas trasnacionales parte sustantiva del enorme tesoro de esa nación (Orinoco). Fueron también los independientes directivos de Petrobras los que concibieron la salida a bolsa y otros medios que privatizaron 60 por ciento del valor de aquella empresita de antaño. Empresa capitalizada por socios visionarios que, hoy en día, gozan de reservas que alcanzan, a valor actual, 4 o 5 billones de dólares. Una onerosa estrategia, similar en ambas naciones, que impide a sus respectivos pueblos el pleno aprovechamiento de la renta petrolera, y para que los solícitos inversionistas (aliados) de dentro y fuera de esos países hermanos se hinchen de billetes.

Esa, la AG envisionada para Pemex, es una ruta alterna para colocar dentro del cuarto de las decisiones cupulares y maniobreramente soberanas a la tecnocracia priísta de otros tiempos, aquellos que saben hacer el trabajo requerido, colonizados por el neoliberalismo entreguista y corrupto, personajes que de inmediato llegarían a esas cúspides impulsados por sus patronos y guías políticos.

El paso subsiguiente se otea con claridad meridiana: un contratismo rampante. Una feroz entrega de la operación a los traficantes de influencias privados. Un contratismo totalizador, libre de ataduras, protegido contra la vigilancia y reacio al rendimiento de cuentas, que asegure los negocios de los poderosos. La elevación de la plataforma de exportaciones seguiría imperando como exigencia de clientes voraces de crudos disponibles, baratos y seguros. Una estratagema, la AG, que terminaría, de aprobarse sin el cuidado suficiente de la oposición, por acrecentar la dependencia tecnológica que se padece y el rompimiento definitivo de la integración industrial del sector. Es por eso que el debate, además de reincidir, una y mil veces, en el espíritu constitucional y el contexto político, no puede soslayar el sensible tema de la AG, terreno donde se dará el combate final.

* La Jornada
* http://www.jornada.unam.mx/2008/04/02/index.php?section=politica&article=019a1pol

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José Steinsleger: Luther King: un dream hecho papilla

Al funeral de Memphis (Tennessee) asistieron todos los blancos que “debían” estar. Y también asistieron los hijos de los padres, y los nietos y bisnietos de los abuelos y bisabuelos negros (no diré “afro”), llegados a Estados Unidos a partir del día en que el rey Carlos I de Inglaterra le otorgó a los alemanes la concesión para el tráfico de esclavos en América (1528).

¿Estaban por el negro bueno asesinado por un blanco malo el 4 de abril de 1968? Para los medios sólo contaron los blancos buenos que se cubrían el rostro con sus manos manchadas de sangre negra, sollozando por América antes que por los negros a los que tantas esperanzas despertó el joven reverendo Martin Luther King.

Durante su visita a Nueva York, Federico García Lorca se las había cantado: “¡Ay Harlem disfrazada! /¡Ay Harlem amenazada por un gentío de trajes sin cabeza!” En Memphis los blancos lloraban por la muerte del único negro que era capaz de contener la furia viva de los negros.

Después del funeral de siete horas, Aretha Franklin, Sammy Davis Jr., Harry Belafonte, Bill Cosby, Diana Ross, The Supremes, Stevie Wonder, Nancy Wilson, Eartha Kilt, se sonaron los mocos y marcharon a sus casas. Los medios no los mencionaron. Sólo nombraron a los Kennedy y Paul Newman, a Marlon Brando, Gene McCarthy y Richard Nixon.

En la tele, dirigiéndose a millones, los comentaristas blancos explicaron por cadena nacional el sufrimiento de los negros. Ni un comentarista negro les explicó en qué consistía el sufrimiento. Y todos, blancos y negros, juraron por su madre que amaban a Martin Luther King.

Los liberales manifestaron su pena diciendo cuánto les dolía la muerte de Luther King: “defendía nuestros mismos ideales”, dijeron. Pero los negros, en lugar de ofrecer la otra mejilla, redimieron la memoria del pastor tomándose las calles. Ardieron los guetos de Nueva York y Nueva Jersey, ardieron los de Chicago y Filadelfia, ardieron 20 ciudades importantes del país.

Por primera vez en la historia de la “gran democracia”, el presidente Lyndon Johnson y el vicepresidente Hubert Humphrey (quienes odiaban a Luther King porque sacaba la gente a las calles) ordenaron que las banderas ondeasen a media asta.

Julius Lester, ideólogo de la rebelión negra, escribió: “Johnson leyó una declaración pidiendo que los negros se abstuvieran de la ‘ciega violencia’, mientras Washington arrasaba Vietnam con napalm”.

No esperaron. Las policías federales y estatales recibieron armas nuevas y la Guardia Nacional apareció en las “colonias internas” de Memphis y otras ciudades, donde los negros bramaban contra los “trajes sin cabeza”. Luego, el principal deporte nacional volvió a la normalidad: matar negros.

En 1831 y 1859, en sendas rebeliones, los esclavos Nat Turner y John Brown decidieron dejar de serlo. Ambos subieron al patíbulo. Pero antes, Brown escupió sobre la “justicia legal” de los blancos. Y Turner, con una sonrisa, dijo que “… la principal contradicción de Estados Unidos es que se proclama tierra de libertad y basa gran parte de su fortuna en la esclavitud del pueblo”.

El pacifista Luther King no se llamaba a engaño: “En este país, la democracia ha sido una de las palabras más apaleadas de la historia (…) La sumisión y la tolerancia no es el camino moral, pero sí con frecuencia el más cómodo”.

El premio Nobel de la Paz más joven de la historia (1964, 35 años) había encabezado en 1963 una manifestación de 200 mil negros que reclamaban la práctica de los derechos civiles. El presidente John F. Kennedy lo recibió en la Casa Blanca, mientras el gobernador George Wallace desafiaba las advertencias de envío de tropas si no se suspendían las prácticas discriminatorias en los 144 distritos escolares en el estado de Georgia.

¿Queda algo de todo aquello? En el decenio de 1970, el gran capital decidió el fortalecimiento de la burguesía negra. ¡Black is beautiful! Revistas para negros, series de televisión para negros, modas para negros, créditos para negros, peinados para negros, comida para negros, cosméticos para negros, drogas y mafias de negros para negros, y criminales de guerra negros al máximo nivel del Estado para provecho de la burguesía blanca imperial.

“I have a dream”, dijo el pacifista que admiraba a Gandhi. De haberlo conocido, Luther King hubiese pensado, como Gandhi, que la civilización occidental es una “buena idea”.

En 2008, el dream de Luther King se convirtió en el país donde uno por cada 100 adultos está en la cárcel. Récord mundial: 2 millones 319 mil 258 personas, según One in 100. Behind bars in America 2008, informe del Pew Center of the States. Los negros ganan por mayoría.

Al funeral de Georgia, el 7 de febrero de 2006, asistieron todos los blancos que “debían” estar. Coretta Scott King, esposa de Luther fallecida a los 78 años en una clínica de medicina alternativa mexicana, abrió un ojo y a todos los vio: los Bush y James Carter, William y Hillary Clinton.

El 19 de enero de 2007, George W. Bush anunció que su gobierno había decidido conmemorar un feriado nacional en honor al hombre que “despertó la conciencia de una nación”. Pobre Luther.

* La Jornada
* http://www.jornada.unam.mx/2008/04/02/index.php?section=politica&article=019a2pol

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Arnoldo Kraus: Medicina, ciencia y ficción

Pienso que Julio Verne se hubiese fascinado con los avances que hoy suceden en la medicina y, quizás, siguiendo su línea, habría tomado la pluma para escribir acerca de los nexos entre ciencia y ficción. El auge de la biotecnología, el crecimiento sin límites de muchas ramas del conocimiento médico, la demanda de una sociedad cada vez más hambrienta por retrasar la vejez, y cuyo ideario es borrar del cuerpo humano las enfermedades, han devenido avances médico-científicos otrora inimaginables.

Junto a la biotecnología, como he escrito en otras ocasiones, crece la bioética, disciplina preocupada por la supervivencia del ser humano y por intentar fijar derroteros y límites al crecimiento, a veces sin cuestionamientos, de las ciencias. El vuelo de la sabiduría médica cada vez tiene menos fronteras; con vertiginosa velocidad la humanidad se entera de nuevos avances que hasta hace poco semejarían la audacia de Verne de darle “la vuelta al mundo en 80 días”. Los logros médicos conllevan inquietudes éticas. Los avances de las ciencias médicas plantean preguntas morales. La medicina alimenta a la ética, y ésta estimula el estudio y la reflexión. La obligación es vincular ciencia y ética.

La fascinación verniana por recorrer el mundo abrigaba dudas y emociones; la fascinación por la bioética laica subyace en la frecuente imposibilidad de responder con “verdades indivisibles” muchos cuestionamientos. La reproducción asistida, la creación de bancos de semen y de óvulos, la mayoría sin registros ad hoc, el derecho de saber quién es el padre biológico de los niños nacidos por úteros alquilados o por la donación de espermas o de óvulos, y la comercialización de la medicina, constituyen uno de esos vericuetos donde la ciencia, como en muchas otras circunstancias, marca su paso sin preocuparse demasiado por cuestiones morales.

La palabra ficción en el título de este artículo no sólo tiene como motivo desempolvar las lecturas juveniles de Verne sino atraer la atención de los lectores a lo que puede suceder, y de hecho sucede, cuando la ciencia y su comercialización caminan sin coto. Discutamos algunos ejemplos. Se sabe que en muchos sitios hay jóvenes que donan semen; en Europa, se paga la nada despreciable suma de 50 euros por “depósito”. Con frecuencia no hay registro de quién es el donante: ¿cómo asegurar que los “depositantes” no recorren diferentes bancos? ¿Cómo saber que en el futuro no se convertirán en certezas los hallazgos de los investigadores que sostienen que existen genes relacionados con la criminalidad?

De ser cierta la última cuestión, habría una camada de criminales familiares entre sí, engendrados por el uso sin restricciones de espermatozoides. Y si la ficción se apoderase de la realidad, Verne podría escribir una nueva novela en donde los criminales se pareciesen físicamente entre sí y, quizás, incluso, por la metodología para llevar a cabo sus actos delictivos. El final de la novela sería obvio: habría que encarcelar al donante y al dueño del banco de semen.

Otro ejemplo que suma ética y ficción es el siguiente: debido a que es imposible saber cuántos hijos nacen por cada donante, ¿qué sucederá si en la calle dos personas se percatan de que son físicamente similares? Podrían pensar, en caso de no saber cuál es su historia biológica, que su padre o que su madre fueron infieles, que fueron regalados, que fueron abandonados y recogidos en un basurero ante la imposibilidad de ser criados, o que el parecido es meramente producto del azar. En este apartado la biología podría estimular a la ficción.

Otro embrollo, no relacionado con la ficción, e imposible de responder en la actualidad, radica en la salud del semen donado. ¿Qué pasará si al cabo de los meses o de los años nacen personas con problemas de salud? De conocerse el paradero del donante y los sitios en donde “depositó” su semen, ¿se le pediría a las madres embarazadas que abortasen? ¿Se podría inculpar a los dueños de los bancos –como no sucede con los que manejan dinero– de las enfermedades producidas por sus depósitos, y exigirles indemnización? ¿Serían éticos los banqueros espermáticos y tirarían el semen a las alcantarillas?

Nada de lo escrito descalifica el derecho de las parejas que quieren ser padres pero que no lo consiguen por medios naturales a recurrir a la ciencia. No debe existir oposición entre ciencia y paternidad, pero es urgente que muchas cuestiones, como las aquí expuestas y otras, se discutan bajo la luz de una ciencia arropada por la ética, donde el saber de la ciencia tenga como propósito fundamental servir a la humanidad y no a los dueños comerciales de la medicina. Si ciencia y ética hablasen el mismo idioma, es probable y deseable que el Julio Verne del 2008 y los años venideros se quedase sin trabajo y que los banqueros espermáticos estableciesen un código de ética para manejar adecuadamente el semen y los óvulos.

* La Jornada
* http://www.jornada.unam.mx/2008/04/02/index.php?section=opinion&article=018a2pol

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