Daily Archives: January 22, 2008

José Blanco: Derecho vs derecho

Hace dos semanas escribí en este espacio: “La salida de W Radio de Carmen Aristegui… es una prueba contundente de que en México ubicamos los derechos derivados de la capitalización realizada sobre un bien público por encima del derecho a la libertad de expresión”.

En su última entrega la propia conductora escribió: “El debate se centra en si se puede o debe colocar la llamada libertad de empresa por encima de la libertad de expresión o de las libertades fundamentales de periodistas y ciudadanos. El caso W ha tocado seriamente esa fibra”. Ése es, sin duda, el núcleo de un problema que es a un tiempo jurídico y político.

Mainstream es un anglicismo (literalmente corriente principal) que se usa para referirse al pensamiento o las preferencias aceptadas mayoritariamente por una sociedad. El término ha cobrado fuerte relevancia en los estudios actuales sobre los medios de comunicación de masas, que han adquirido peso decisivo en las creencias y en la formación de opiniones en la sociedad actual.

La mainstream para cierta parcela del pensamiento económico sostiene con razón que el mercado genera resultados subóptimos, en el caso de la producción o generación de un conjunto de determinados bienes. Los economistas suelen llamarlos “fallas del mercado” (por supuesto, no se trata da fallas).

En tales casos es imprescindible la intervención del Estado para ajustar o corregir tales “fallas” y alcanzar un resultado óptimo. Es el caso de los bienes públicos. La salud, o la educación, o la información, o la difusión de las ideas, o la defensa nacional. El mercado no puede resolver estos casos y es preciso que el Estado intervenga con las herramientas que le son propias: las leyes.

Las sociedades contemporáneas están repletas de contradicciones y antagonismos, una inmensa cantidad de las cuales derivan precisamente de la operación del mercado. Sin Estado (o con un Estado abstinente en su papel de mantener unida y en desarrollo a la sociedad) y sin leyes no tendríamos una sociedad, sino una selva en la que los animales mayores y/o más feroces devoran a los animales con atributos de fuerza y de ferocidad menor.

Es claro que el mercado no es el medio ideal para la generación de los bienes públicos. Un bien público es un bien económico cuya naturaleza conlleva dos características básicas: la no rivalidad en su uso o consumo (el uso o consumo por un individuo no reduce la cantidad para otros) y la imposibilidad de aplicar el principio de exclusión de los beneficios (ni por medios físicos ni legales) que el bien público ha de proveer a todos.

El “problema” que entrañan los bienes públicos es que la naturaleza del mercado y los principios que lo rigen no puede valorar adecuadamente tales productos y en el mejor de los casos el mecanismo mercantil proporciona un suministro distinto del que sería eficiente e indispensable para la sociedad como un todo. Por ello es preciso emplear medios de suministro del bien público de que se trate, distintos del mercado, para solventar las dificultades. (Véase Buchanan, James M.: Demanda y oferta de bienes públicos, 1968; Stiglitz, Joseph E.: La economía del sector público, 2003.)

No es extraño que el artículo 19 de la Declaración universal de derechos humanos disponga: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”. Ésta es la mainstream internacional –desde 1948–, en materia de derechos humanos de opinión y de recibir información y opiniones, por cualquier medio de expresión.

No es extraño tampoco que la Convención americana sobre derechos humanos establezca en su artículo 13, fracción 3ª que “no se puede restringir el derecho de expresión por vías o medios indirectos, tales como el abuso de controles oficiales o particulares de papel para periódicos, de frecuencias radioeléctricas o de enseres y aparatos usados en la difusión de información o por cualesquiera otros medios encaminados a impedir la comunicación y la circulación de ideas y opiniones”.

Las empresas Prisa y Televisa, al cancelar el noticiero Hoy por hoy, han mostrado que la racionalidad empresarial, económica (dicen que tienen números rojos) o política (más bien por aquí parece ir la onda hertziana), produjo una carambola política de 10 mil bandas al manejar o manipular el bien público concesionado –el espacio radioeléctrico y las ondas hertzianas que en él se propagan– y generó una enorme “falla de mercado” y una violación de disposiciones legales vigentes en México.

Puesto que sobre ese bien público esas empresas han realizado una (gigantesca) inversión, tales actores del mercado reclaman derechos que derivan de su propiedad (el capital invertido). Esos derechos han hecho colisión con las disposiciones legales asociadas al bien público que a las empresas les fue concesionado.

Sólo parece haber dos caminos para que el Estado resuelva esta contradicción insoluble en el espacio de las empresas referidas. O bien el Estado les retira la concesión por la violación legal cometida en el uso de un bien público, o bien el Congreso crea un organismo de Estado (no de gobierno), con todas las regulaciones del caso y las limitaciones y acotaciones que necesariamente conllevan los derechos de ser informados y de libertad de expresión. De esta manera el Estado compensa o corrige la “falla de mercado” y la violación de derechos vigentes en este país.

De todos modos, algún tipo de sanción tendrían que recibir las empresas abusivas, por ignorar la responsabilidad que adquirieron al recibir en concesión el bien público que explotan.

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Luis Hernández Navarro: La disputa por la hegemonía cultural iberoamericana

Un pequeño escándalo estalló durante 2003 en el mundo cultural mexicano. La casi desconocida pintora Mónica Roibal ganó un concurso de la Secretaría de Educación Pública (SEP) con una imagen de Emiliano Zapata, en la que el caudillo sureño era representado más como señorito andaluz que como el dirigente de una revolución agraria. La artista resultó ser esposa de Antonio Navalón, representante del poderoso grupo Prisa en México.

Al poco tiempo la comunidad artística se encontró con un nuevo motivo de indignación. Sin ninguna consideración sobre la calidad de su obra, el museo de San Ildefonso expuso generosamente la muestra El corazón sobre el asfalto, de la misma artista. Intermediario comercial ligado a los más sonados escándalos de corrupción política y financiera en España, periodista, amigo e intermediario del juez Baltasar Garzón, cabildero, personaje de la política y las finanzas, Antonio Navalón fue conocido en España con el apodo de El Conseguidor.

La historia no es solamente un ejemplo más de cómo los poderosos consorcios mediáticos influyen en el mundo cultural, definiendo su agenda y promocionando intelectuales y artistas, sino, también, de una tendencia general en las relaciones entre esas empresas y la política, de la que la salida de Carmen Aristegui de W Radio es apenas el último incidente.

Durante la presidencia de Belisario Bentancourt en Colombia, el grupo Prisa contrató al hijo del mandatario de la misma manera en la que ahora empleó al cuñado de Felipe Calderón. El reclutamiento de altos cargos del gobierno español por parte del grupo empresarial está documentado en el libro de Ramón Tijeras Lobbies: cómo funcionan los grupos de presión españoles.

Viajes, becas, premios artísticos o literarios, conferencias y publicaciones se han convertido en formidable instrumento de persuasión hacia las elites intelectuales latinoamericanas. A pesar de que varios países del área tienen poderosas industrias culturales y de entretenimiento (México, Brasil y Venezuela), la aspiración de ser un autor conocido en el conjunto del mundo hispanohablante depende, en mucho, de las redes editoriales, universidades y prensa españolas.

Papel clave en este proyecto de hegemonía cultural es el que desempeña el grupo Prisa, editor de El País. Periódicos, libros, revistas, música, canales de radio y televisión son terreno firme de esta empresa de comunicación. El consorcio posee más de 400 emisoras de radio en España. Tiene derechos o participaciones en seis editoras de libros, entre ellas la poderosa Santillana. Fuera de España es propietaria de diarios, estaciones de radio y revistas en Bolivia. Maneja 87 por ciento de Grupo Latino de Radio, que controla 300 emisoras radiales en Panamá, Chile, Colombia y Costa Rica. Posee, además, 50 por ciento del grupo Radiópolis en México. En América Latina cuenta con jugosos contratos de distribución de libros y todo tipo de material escolar a cargo del erario de varios estados iberoamericanos. Ha disfrutado de numerosos créditos blandos y ganado licitaciones de la partida de Ayuda al Desarrollo del Ministerio de Economía y de la Agencia Española de Desarrollo.

El universo del libro en español está compuesto por tres polos de producción de dimensiones diferentes, América Latina es uno. Ese universo lo constituyen más de 416 millones de seres humanos que consumen textos en esa lengua, localizados en España (41 millones 100 mil habitantes), en los 18 países hispanohablantes de América Latina (344 millones 532 mil personas) y en Estados Unidos (31 millones de hispanohablantes). Un estudio realizado entre 2002 y 2003 en los países del área lingüística (España y Latinoamérica) arroja un total de 107 mil 777 títulos editados en lengua española, de los cuales 59 mil 685 fueron publicados en la península ibérica y 48 mil 092 en los países latinoamericanos, preponderantemente en Argentina (27 por ciento) México (23 por ciento) y Colombia (18 por ciento). España ostenta fuerte actividad exportadora hacia América Latina, tanto por exportación del libro impreso como por la implantación de filiales de editoras españolas en las naciones latinoamericanas (602 millones de euros en 2001). En sentido inverso la exportación es muy débil (6.8 millones de dólares en 2003). Una relación de casi 100 a uno.

Columna vertebral de esta hegemonía semántica fue el recientemente fallecido Jesús Polanco, forjador del grupo Prisa. Parte de su imperio mediático fue construida en América Latina. Durante años fue el principal editor de prensa en lengua española y el único que actuó, simultáneamente, en los mercados de la información general, deportiva y económica. En España dominó hasta tal punto la radio privada, que en varias demarcaciones tenía más emisoras que todos sus competidores juntos.

Logró en tiempos del PSOE el monopolio de facto de la televisión de paga. Fue uno de los principales productores de cine y amo del próspero negocio de libros de texto tanto en España como en América Latina. Hizo los libros de historia para Augusto Pinochet. Sus editoriales de creación abarcan todos los segmentos de la actividad literaria y el pensamiento. Directa o indirectamente controló la actividad discográfica. Fue dueño de cadenas de libros, agencias de publicidad, hoteles, empresas de exportación.

Polanco fue un poder fáctico. Su poliédrica hegemonía sobre las industrias culturales le proporcionó formidable influencia. Fue la versión más cercana al ciudadano Kane que ha tenido el mundo español (Véase: Manuel García Viñó: El País: la cultura como negocio). Una de las claves de su éxito fue que, a pesar de provenir del entorno del franquismo, se quedó con la patente del progresismo. Junto a Felipe González caminó de la mano en el mundo de la política, los negocios y la cultura. Polanco –dice Pedro J. Ramírez, director de El Mundo– no tiene bancos, pero sí tiene banqueros. Sus relaciones con la oligarquía financiera fueron estrechas.

Sus mejores negocios en Latinoamérica fueron hechos con países regidos por dictaduras militares. Instalado en la cumbre del poder mediático, se convirtió en uno de los más grandes mediadores entre el mundo cultural latinoamericano y el español.

Como muestra la no renovación del contrato de Carmen Aristegui en W Radio, a la hora de definir prioridades informativas, para el consorcio empresarial cuestiones como la audiencia tienen una importancia secundaria. Después de todo, sus grandes negocios están en otra parte.

* La Jornada
* http://www.jornada.unam.mx/2008/01/22/index.php?section=opinion&article=019a1pol

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